Itinerario Político
Morir en el cine
Ricardo Alemán
El Universal
En esta ocasión la realidad supera, por mucho, a la ficción. Un menor de edad que acudió al cine con su padre fue alcanzado en la cabeza por una bala perdida disparada dentro de la sala de proyección, en plena función.
El menor murió un par de días después en un hospital, luego que los empleados del cine lo trasladaron al hospital en el asiento trasero de un automóvil; no llamaron a los servicios de emergencia, no suspendieron la función —según la primera versión—, no dieron aviso a la policía y nunca se responsabilizaron de nada.
Y claro, dejaron en libertad e impune a un criminal que no sólo entró al cine portando una pistola, sino que practicó tiro al blanco en la humanidad de otros espectadores. Todo ello sin que nadie hiciera nada para detenerlo, sin que nadie pudiera enterarse —con el riesgo de que el criminal siguiera disparando—, sin que ninguna autoridad de la inútil Procuraduría del Distrito Federal investigara nada. Claro, hasta antes de que el hecho fue reporteado y reportado por el diario La Razón.
La historia comenzó la tarde del pasado 2 de noviembre, cuando Enrique Cuacuas acudió a las instalaciones del complejo Cinépolis Ermita, en compañía de sus hijos —una joven de 13 años y Hendrik, de 10— para presenciar la película Ralph el demoledor.
Cuando habían transcurrido 30 minutos, Cuacuas escuchó un zumbido cerca de la cabeza, para luego percatarse que su hijo Hendrik se convulsionaba. De inmediato salió de la sala para pedir auxilio. En respuesta, un grupo de empleados sacó al menor de la sala, sin suspender la función, sin dar a viso a autoridad alguna, y luego de subirlo al asiento trasero de un automóvil —con el riesgo de causarle un mayor daño— llevó al niño Hendrik al Hospital General de Iztapalapa —según el comunicado del cine—, en donde lo abandonaron.
Mientras que la exhibición de la cinta Ralph el demoledor continuó —y el criminal siguió presenciando la película—, el padre de Hendrik ordenó el traslado de su hijo al hospital Dalinde, debido a su gravedad, en donde murió dos días después a causa de un disparo en la cabeza.
¿Por qué nadie del Cinépolis Ermita se hizo responsable por la seguridad? ¿Por qué la empresa exhibidora no hizo nada para alertar a la autoridad y para tratar de detener al responsable del crimen? ¿Por qué nadie de la empresa Cinepolis reportó a la autoridad respectiva la agresión y el crimen? ¿Qué autoridad ha hecho algo contra la empresa exhibidora que, en los hechos, ocultó la agresión, favoreció la impunidad del criminal responsable e incumplió su responsabilidad social y empresarial?
Hasta aquí existe una grave responsabilidad de la empresa exhibidora, Cinépolis, que no sólo violentó protocolos elementales de seguridad, sino de protección civil, al no haber llamado a los servicios de emergencia, no haber suspendido la exhibición de la película, no haber retenido a los asistentes a la sala, hasta en tanto no actuara la autoridad respectiva.
Sin duda asistimos a un ejemplo deplorable de las muchas empresas mexicanas depredadoras, que sólo buscan la renta económica sin ofrecer la contraparte de su responsabilidad: la atención a sus clientes en casos de emergencia y, sobre todo, de un hecho criminal como el que le costó la vida a Hendrik. Y sin duda que empresas como ésa deben ser severamente sancionadas ya que, literalmente, tiraron fuera de sus instalaciones el problema.
Sin embargo, el problema no termina ahí. No, acaso la vergüenza mayor se localice en la autoridad responsable de procurar justicia. Y es evidente que cuando Hendrik murió en el hospital a causa de un balazo en la cabeza —al parecer una bala calibre 22—, la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal —a cargo de Jesús Rodríguez Almeida— debió iniciar una investigación del hecho. ¿Pero qué creen?
En efecto, igual que a Cinépolis, a la PGJDF le valió un pito que Hendrik haya sido asesinado de un balazo en la cabeza cuando presenciaba una película. Y como es su costumbre, los muchachos de Rodríguez Almeida no investigaron nada, no hicieron nada y mandaron el caso al archivo. Los familiares de Hendrik debieron buscar ayuda mediática para que el asunto fuera conocido y, ahora sí, alguna autoridad aparente que intentará justicia.