Juan Gelman
Milenio Diario
http://impreso.milenio.com/node/8707725
No alcanzan las palabras para abarcar la espantosa tragedia que vive el pueblo haitiano. Algunos creen que las tienen. El muy radiotelevisivo predicador evangelista Pat Robertson atribuyó la catástrofe “a algo que sucedió en Haití hace mucho tiempo, de lo que la gente tal vez no quiere hablar… un pacto con el diablo” (//edition.com.cnn, 13-1-10). Impertérrito, Paterson recordó que bajo la férula francesa “ya saben, Napoleón III y demás, los haitianos se reunieron y cerraron un pacto con el Diablo. Dijeron: ‘te serviremos si nos libras de los franceses’. Pasó de verdad. Y el Diablo dijo ‘
OK, trato hecho’”. No es fácil pensar al Diablo diciendo
OK y el predicador se equivocó de Napoleón. En fin, lo imaginativo no quita lo ignorante.
El pastor baptista de la parroquia Buena Park, Wiley Drake, acompañó los dichos de Paterson aunque con más cautela. No sabía si Dios causó el terremoto o no, pero aseveró que “las desgracias del país, su extrema pobreza, la turbulencia política constante y la frecuencia de los desastres naturales podrían ser la consecuencia del pacto con Satán” (//totalbuzzofreedomblogging.com, 18-1-10). Hubo pacto, entonces. Los esclavos de Haití comenzaron su rebelión contra el dominio francés en 1791 alentados por el grito de “Libertad, Igualdad, Fraternidad” y por los vientos que llegaban del Norte con la revolución de las colonias británicas. Otra paradoja de la Historia.
Napoleón, el primero, el único, intentó aplastar un alzamiento provocado por la explotación extrema de miles de africanos que, sometidos a un régimen brutal, producían hacia el 1700 casi la mitad del café y del azúcar que consumía Occidente. Eran mano de obra esclava hasta el fin de sus días. Desde 1787 llegaban cada año más de 40 mil oriundos del África subsahariana y maduró la rebelión a un costo humano no calculado todavía.
El emperador fue derrotado dos veces por las tropas rebeldes comandadas por el general autodidacto Toussaint Louverture y la rebelión culminó en 1804 con la declaración de la independencia de Haití, la segunda en el continente americano y la primera en la Historia de esclavos que abolieron la esclavitud. Las afirmaciones de Paterson y Drake parecen un remedo tragicómico de la posición de Thomas Jefferson, el tercer presidente de EU.
La rebelión negra en Haití despertó las simpatías del American Federalist Party y de uno de sus principales arquitectos, Alexander Hamilton. Pero no todos los Padres Fundadores acompañaban ese sentimiento: Thomas Jefferson era dueño de tierras cultivadas por 180 esclavos y el ejemplo haitiano le parecía un escándalo. Apenas asumió la presidencia en 1801, fue secretamente sondeado por emisarios de Napoleón quienes le pidieron que avituallara a las tropas francesas que navegaban hacia Santo Domingo para aplastar la rebelión.
Jefferson abasteció a la flota del emperador y a sus hombres, aunque se mantuvo neutral porque tuvo indicios de que el plan de Napoleón no terminaba allí, que pretendía establecer una prolongación del imperio francés en territorio estadounidense con centro en Nueva Orleans y colonizar la vasta región al oeste del Misisipi en su poder. Los reveses napoleónicos terminaron con el proyecto: Francia se retiró de Haití y vendió a EU Nueva Orleans y la Luisiana. Jefferson nunca reconoció un hecho que el historiador John Chester Miller, catedrático de la Universidad de Standford, subraya: “Con su larga y dura lucha, los negros de Santo Domingo coadyuvaron a que EU pudiera duplicar con creces su superficie” (
The Wolf by the Ears: Thomas Jefferson and Slavery, University of Virginia Press, 1991).
El presidente Obama, al anunciar el envío de asistencia realmente masiva a Haití, incluidos 100 millones de dólares y 10 mil soldados, señaló que “una larga historia vincula a nuestros dos países”. No precisó en qué consistía el vínculo: más que estar
con Haití, EU estuvo
en Haití, la ocupó militarmente de 1915 a 1934 agravando su miseria. También se ocupó
de Haití. En el 2004, el presidente haitiano Jean-Baptiste Aristide fue derrocado por paramilitares que ingresaron a Haití desde Santo Domingo. Una docena de sus jefes habían sido entrenados durante años por las Fuerzas Especiales estadunidenses basadas en Ecuador (
www.nydailynews, 24-2-04). Mientras un alto funcionario de la embajada de EU visitaba a Aristide para asegurarle que lo iban a matar, que era mejor que se fuera “para evitar un derramamiento de sangre”, la Casa Blanca emitía una declaración culpándolo de contribuir “a la honda polarización y a la violencia imperantes” (
www.americagov, 28-2-09). Al día siguiente, el mandatario depuesto abandonaba Port-au-Prince escoltado por militares norteamericanos. Por lo visto Aristide, ex sacerdote católico, no había pactado con el Diablo.
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