elektrozemen
Bovino adicto
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Pobre Behe, pensé que se lo había tragado la Tierra después de lo del juicio de Dover.
A continuación, un extracto del libro The God Delusion de Richard Dawkins:
(Gracias por recordarme el ensayo; El pulgar del panda de Stehen Jay Gould, creo que se quedaría muy bien colgado por acá.)
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LA ADORACIÓN DE LOS VACÍOS
Buscar ejemplos particulares de complejidad irreductible es fundamentalmente una forma no-científica de proceder: es un caso especial de argumentar la ignorancia actual. Esto apela a la misma lógica defectuosa de la estrategia del “Dios de los Vacíos” condenada por el teólogo Dietrich Bonhoeffer. Los creacionistas buscan ansiosamente un vacío en el conocimiento o entendimiento actual. Si un aparente vacío es encontrado, se asume, que Dios; por defecto, está obligado a llenarlo. Lo que le preocupa a sesudos teólogos como Bonhoeffer, es que los vacíos se encogen a medida que la ciencia avanza, y Dios es amenazado con eventualmente teniendo nada que hacer y ninguna parte donde esconderse.
Lo que le preocupa a los científicos es otra cosa. Una parte esencial de la empresa científica; es admitir la ignorancia, y hasta anunciar la ignorancia como un reto para futuras conquistas. Como ha escrito mi amigo; Matt Ridley. “La mayoría de los científicos están aburridos por lo que ellos ya han descubierto. Es la ignorancia la que los mueve hacia delante” Los místicos anuncian los misterios y quieren que permanezcan como misterios. Los científicos anuncian los misterios por diferentes razones: les da a ellos algo que hacer. Más generalmente, como repetiré en el capítulo octavo, uno de los realmente malos efectos de la religión es que ella nos enseña a nosotros que es una virtud sentirse satisfecho con no entender.
Las admisiones de ignorancia y las mistificaciones temporales, son vitales para la buena ciencia. Es en consecuencia desafortunado; para decir lo menos, que la principal estrategia de los propagandistas de la creación; sea una negativa: buscar vacíos en el conocimiento científico y afirmar que el “diseño inteligente” los llena por defecto. Lo siguiente es hipotético pero totalmente típico. Un creacionista hablando: “La coyuntura del codo del menos moteado de los sapos armiños es irreductiblemente compleja. Ninguna parte de ella serviría para nada en lo absoluto antes de que la totalidad esté ensamblada. Les apuesto a que no pueden pensar en una forma en la cual el codo del sapo armiño pudo haber evolucionado lenta y gradualmente” Si el científico falla en dar una respuesta inmediata y minuciosa, el creacionista saca una conclusión por defecto: “Okey, entonces, la teoría alternativa del ‘diseño inteligente’ gana por forfeit.”
Note la parcializada lógica: Si A fracasa en algo en particular, entonces B tiene la razón. No es necesario decir; que el argumento no es aplicable a la inversa. Nosotros somos exhortados a saltar a la teoría del forfeit, sin ni siquiera mirar si ésta también fracasa en el mismísimo particular que la teoría que es supuestamente reemplazada. El diseño inteligente—DI—tiene garantizada una tarjeta Para Salir Gratis de la Cárcel; una inmunidad mágica a las rigurosas demandas que se le hacen a la evolución.
Pero mi punto presente es que el complot de los creacionistas; socava el natural regocijo del científico—de hecho necesario—frente la incertidumbre temporal. Por puras razones políticas; el científico de hoy podría dudar antes de decir: “Humm...interesante punto. Me pregunto como hicieron los antepasados del sapo armiño para evolucionar la coyuntura del codo. Yo no soy un especialista en sapos armiños, tendré que ir a la biblioteca de la universidad y echar una mirada. Esto podría ser un proyecto interesante para un estudiante de maestría” En el momento en que un científico dice algo como eso—y mucho antes de que el estudiante de maestría comience el proyecto—la conclusión por forfeit se convertiría en un titular de prensa en un panfleto creacionista: “El sapo armiño sólo pudo haber sido diseñado por Dios”.
Existe; entonces, un desafortunado enganchamiento entre la necesidad metodológica de la ciencia de buscar áreas de ignorancia para definir los objetivos de sus investigaciones, y la necesidad del DI de buscar áreas de ignorancia para clamar victoria por forfeit. Es precisamente el hecho de que el DI no tiene evidencias propias; sino que vive como una mala hierba en los vacíos dejados por el conocimiento científico, lo que se sienta incómodamente junto a la necesidad de la ciencia de identificar y proclamar los mismos vacíos como preludio a su investigación de ellos. En este aspecto, la ciencia se encuentra a sí misma en alianza con sofisticados teólogos como Bonhoeffer, unidos en contra de los enemigos comunes de la ingenua, teología populista, y la teología del vacío del diseño inteligente.
Los amoríos de los creacionistas con los “vacíos” del registro fósil simboliza a la totalidad de su teología del vacío. Una vez redacté una introducción a un capítulo sobre la llamada explosión cámbrica con la oración: “Es como si los fósiles hubiesen sido plantados allí sin ninguna historia evolucionaria” De nuevo, esta fue una apertura retórica que intentaba estimular el apetito del lector por la explicación completa que seguía. Una triste premonición me dice ahora cuán predecible era que mi paciente explicación sería extraída y mi apertura entusiasmadamente citada fuera de contexto. Los creacionistas adoran los “vacíos” del registro fósil, exactamente igual a como adoran los vacíos en general.
Muchas transiciones evolucionarias están elegantemente documentadas por series más o menos continuas de fósiles intermediarios gradualmente cambiantes. Algunas no lo están; y estos son los famosos “vacíos”.
Michel Shermer ha señalado inteligentemente que si el descubrimiento de un nuevo fósil divide nítidamente a un “vacío” en dos partes, los creacionistas declararían ¡que ahora ellos poseen el doble de “vacíos”! Pero en cualquier caso, note de nuevo, el uso de un forfeit no garantizado. Si no existen fósiles para documentar una postulada transición evolucionaria, la asunción por defecto es que no hubo transición evolucionaria; en consecuencia, Dios debió haber intervenido.
Es absolutamente ilógico demandar una completa documentación de cada paso de cualquier narrativa, ya sea en evolución, o en cualquier otra ciencia. Usted también podría demandar; antes de condenar a alguien por asesinato, un completo registro cinematográfico de cada paso del asesino hasta el momento del crimen, sin que exista ningún cuadro perdido. Sólo una minúscula fracción de los cadáveres se fosilizan; y nosotros somos sortarios de tener tantos fósiles intermediarios como los que tenemos. Fácilmente. Podríamos no tener ningún fósil en lo absoluto; y aún así, la evidencia de la evolución proporcionada por otras fuentes; como la genética molecular y la distribución geográfica, sería abrumadoramente fuerte.
Por otra parte, la evolución hace la fuerte predicción de que si un solo fósil apareciese en el equivocado estrato geológico, la teoría sería explotada fuera del agua. Cuando fue desafiado por un fanático de Karl Popper diciéndole como podría la evolución alguna vez ser falsificada; J. B. S. Haldane, famosamente gruñó: “Conejos fósiles en el Pre-Cámbrico”: Ninguno de tales anacrónicos fósiles ha sido nunca auténticamente encontrado, a pesar de las desacreditas leyendas creacionistas sobre cráneos humanos en los estratos del período Carbonífero y de huellas humanas entremezcladas con dinosaurios”.
Los vacíos; por defecto, en la mente de un creacionista, son llenados por Dios. Lo mismo aplica a todos los aparentes precipicios de la masiva Montaña Improbable, donde la suave pendiente no es inmediatamente obvia o pasada por alto de otra manera. Las áreas donde existe una ausencia de datos, o una ausencia de entendimiento, son automáticamente asumidas como perteneciendo; por defecto, a Dios. La rápida decisión de proclamar dramáticamente una “complejidad irreducible” representa un fracaso de la imaginación. Algunos órganos biológicos; ya sea un ojo, o un motor flagelar bacteriano, o una ruta bioquímica, son decretados; sin ningún argumento adicional, como irreductiblemente complejos. No se hace ningún intento para demostrar la complejidad irreductible. Sin tomar en cuenta los relatos de precaución de los ojos, las alas, y muchas otras cosas, cada nuevo candidato a la dudosa distinción es asumido como transparentemente, auto-evidentemente irreductiblemente complejo. Su estatus afirmado por decreto. Pero, piense sobre ello. Debido a que la complejidad irreductible está siendo desplegada como un argumento a favor del diseño; no debería afirmarse más por decreto que por el mismo diseño. Usted podría también afirmar que el sapo armiño, (el escarabajo bombardero, etc.) demuestra el diseño, sin ningún argumento adicional o justificación. Esa no es la manera de hacer ciencia.
La lógica resulta ser más convincente que esto: “Yo [inserte su propio nombre] soy personalmente incapaz de pensar cualquier forma en la cual [inserte en fenómeno biológico] pudo haber sido construido paso a paso. En consecuencia, es irreductiblemente complejo. Eso significa que es diseñado” Póngalo de esa manera, y usted verá inmediatamente que es vulnerable a que aparezca algún científico que halle un intermediario; o por lo menos imagine un intermediario plausible. Aún si no aparece ningún científico con una explicación, esto es; claramente, mala lógica: asumir que el diseño saldría mejor parado.
El razonamiento subyacente en la “teoría” del “diseño inteligente” es perezoso y derrotista—un razonamiento clásico del “Dios de los vacíos”. Yo previamente lo había denominado el “Argumento de la Incredulidad Personal”. Imagine que usted está observando un truco de magia realmente grandioso. El celebrado dúo conjurador; Penn y Teller, tiene una rutina en la cual ellos parecen dispararse simultáneamente el uno al otro con pistolas; y cada uno parece atrapar la bala con sus dientes. Elaboradas precauciones son tomadas para hacer marcas de rayado identificadoras en las balas, antes de ser colocadas en las pistolas; todo el proceso es atestiguado a corta distancia por voluntarios de la audiencia que tengan experiencia con armas de fuego, y aparentemente todas las posibilidades de truculencia son eliminadas. La bala marcada de Teller termina en la boca de Penn; y la bala marcada de Penn termina en la boca de Teller. Yo [Richard Dawkins] soy absolutamente incapaz de pensar en una forma en la cual esto pueda ser un truco.
El argumento de la Incredulidad Personal, pega un alarido desde las profundidades de mis centros cerebrales pre-científicos, y casi me obliga a mí a decir: “Debe ser un milagro”. No existe explicación científica. Debe ser sobrenatural” Pero aún así, la pequeña voz de la educación científica habla un mensaje diferente. Penn y Teller son ilusionistas de clase mundial. Existe una explicación perfectamente buena. Es simplemente que yo soy muy ingenuo, o demasiado distraído; o demasiado falta de imaginación, para pensar sobre esto. Esa es la respuesta apropiada ante un truco conjurado. Es también la respuesta apropiada ante un fenómeno biológico que parece irreductiblemente complejo. Aquellas personas que saltan del asombro personal ante un fenómeno natural, derechito hasta una apresurada invocación de lo sobrenatural, no son mejores que los tontos que observan a un conjurante doblar una cucharilla y que saltan a la conclusión de que es “paranormal”.
En su libro: “Siete Pistas sobre el Origen de la Vida”, el químico escocés; A. G. Cairns Smith, afirma un punto adicional, usando la analogía de un arco. Un arco parado por sí mismo, formado por piedras rústicas y ningún cemento, puede ser una estructura estable, pero es irreductiblemente complejo: colapsa si cualquiera de sus piedras es removida. ¿Cómo; entonces, fue construido? Una forma es apilar un sólido montón de piedras; y después, cuidadosamente, remover piedras; una por una, hasta que quede sólo el arco.
Más generalmente, existen muchas estructuras que son irreductibles en el sentido de que no pueden sobrevivir la sustracción de cualquiera de sus partes, pero que fueron construidas con la ayuda de andamios, que después fueron retirados y ya no son visibles. Una vez que la estructura está completa, el andamio puede ser removido con seguridad y la estructura permanece. En la evolución; también, la estructura orgánica que usted está observando pudo tener andamios en un antepasado, que desde entonces ha sido removido.
La “complejidad irreductible” no es una idea nueva; pero la frase en sí misma, fue inventada por el creacionista Michael Behe en 1996.[1] Él es acreditado (si es que acreditado es la palabra correcta) con mover al creacionismo hacia una nueva área de la biología: bioquímica y biología celular; que él vio como quizás un más feliz coto de caza de vacíos, que los ojos y las alas. Su mejor acercamiento a un buen ejemplo (aún así; uno malo), fue el motor flagelar bacterial.
El motor flagelar bacterial es un prodigio de la naturaleza. Dirige el único ejemplo conocido, fuera de la tecnología humana, de un eje libremente rotatorio. Ruedas para animales grandes serían, sospecho yo, ejemplos genuinos de complejidad irreductible; y este es el porqué ellas no existen. ¿Cómo podrían los nervios y los vasos sanguíneos pasar a través de los rodamientos?[2] El flagelo es una propela en forma de hilo, con la que la bacteria entierra su camino a través del agua. Dije “entierra” en vez de “nadar”; porque, en la escala bacteriana de existencia, un líquido como el agua no se sentiría como nosotros sentimos los líquidos, sería más bien como una melaza o gelatina; o hasta arena, y la bacteria hace su camino enterrándose o atornillándose a través del agua en vez de nadar.
A diferencia del llamado flagelo de organismos más grandes; como los protozoarios, el flagelo bacteriano no simplemente se mueve como un látigo, o como un remo: Tiene un eje libremente rotativo verdadero, que gira continuamente dentro de rodamientos, impulsado por un asombroso motor molecular. A nivel molecular, el motor usa; esencialmente, el mismo principio que un músculo, pero en rotación libre en vez de contracción intermitente.[3]
El flagelo bacteriano ha sido felizmente descrito como un minúsculo motor fuera de borda (aunque conforme a los estándares de ingeniería y usualmente para un mecanismo biológico, es espectacularmente ineficiente)
Sin una palabra de justificación; explicación o amplificación, Behe simplemente proclama que el motor del flagelo bacteriano es irreductiblemente complejo. Debido a que él no ofrece argumentos a favor de su afirmación, podemos comenzar a sospechar de una falla en su imaginación. Él adicionalmente alega que la literatura biológica especializada ha ignorado el problema. La falsedad de este alegato fue masivamente y (para Behe) embarazosamente documentada en el tribunal del Juez John E. Jones, en Pennsylvania en 2005, donde Behe estaba testificando como testigo experto a favor de un grupo de creacionistas que habían tratado de imponer el creacionismo del “diseño inteligente” en el curriculum de ciencias de una escuela pública local—un movimiento de “asfixiante sin sentido” para citar al Juez Jones (frase y hombre seguramente destinados a una perdurable fama). Ésta no fue la única vergüenza que sufrió Behe durante el juicio, como veremos.
La clave para demostrar la complejidad irreductible es demostrar que ninguna de las partes, pudo haber sido útil por cuenta propia. Todas ellas necesitaban estar en su lugar antes de que cualquiera de ellas pudiese hacer algo útil. (la analogía favorita de Behe, es trampa para ratas). De hecho; los biólogos moleculares no tienen dificultad para encontrar partes funcionando fuera del todo; tanto para el motor flagelar, como para los otros supuestos ejemplos de Behe de complejidad irreductible.
El punto; bien establecido por Kenneth Miller, de la Universidad Brown, para mi dinero, la más persuasiva némesis del “diseño inteligente”, y no menos porque él sea un cristiano devoto. Frecuentemente recomendé el libro de Miller: Finding Darwin’s God (Encontrando el Dios de Darwin) a personas religiosas que me escribieron después de haber sido engañadas por Behe.
En el caso del motor rotatorio bacteriano, Miller llama nuestra atención hacia un mecanismo llamado el Sistema Excretorio Tipo Tres o TTSS.[4] El TTSS no es usado para el movimiento rotatorio. Es uno de varios sistemas usados por bacterias parásitas para bombear sustancias tóxicas a través de sus paredes celulares para envenenar a su organismo anfitrión. En la escala humana, podemos pensar en verter o exprimir un líquido a través de un orificio; pero, de nuevo, en la escala bacteriana es una larga proteína con una definitiva estructura tridimensional de la misma escala que la del TTSS: más parecida a una escultura sólida que a un líquido. Cada molécula es individualmente propelida a través de un mecanismo cuidadosamente formado, como una máquina automática traga-monedas; dispensadora de, digamos, juguetes o botellas, en vez de ser un simple orificio a través del cual una sustancia pueda “fluir”.
El mismo dispensador de objetos está hecho de una pequeña cantidad de moléculas de proteína; cada una comparable en tamaño y complejidad, a las moléculas que son dispensadas a través de él. Interesantemente, estas máquinas traga-monedas bacterianas son a menudo similares en bacterias que no están cercanamente relacionadas. Los genes para fabricarlas han sido probablemente “copiados y pegados” desde otras bacterias: algo a lo que las bacterias son asombrosamente adeptas; y un tópico fascinante en su propio derecho; pero debo presionar adelante.
Las moléculas de proteína que forman la estructura del TTSS son muy similares a los componentes del motor flagelar. Para el evolucionista, está claro que a los componentes del TTSS, se les ordenó desempeñar una nueva; pero no totalmente no relacionada, función, cuando evolucionó el motor flagelar. Dado que el TTSS está empujando moléculas forzosamente a través de sí mismo; no es sorprendente que use una versión rudimentaria del principio del motor flagelar, que empuja a las moléculas del eje a girar y girar. Evidentemente, componentes cruciales del motor flagelar, ya estaban en su lugar y funcionando antes de que evolucionase el motor flagelar. Darle órdenes a mecanismos existentes es una forma obvia mediante la cual una pieza de un aparato aparentemente irreductible podría escalar la Montaña Improbable.
Necesita hacerse un montón más de trabajo; por supuesto, y estoy seguro de que se hará. Tal trabajo nunca sería hecho si los científicos estuviesen satisfechos con un perezoso por defecto como el “diseño inteligente”. Aquí está el mensaje que un imaginario teorista del “diseño inteligente” pudiese transmitir a los científicos: “Si ustedes no entienden como algo podría funcionar; no importa: simplemente ríndanse y digan que Dios lo hizo. ¿Ustedes no saben cómo funciona el impulso nervioso? ¡bien! ¿No entienden ustedes como los recuerdos son almacenados en el cerebro? ¡excelente! ¿Es la fotosíntesis un proceso desconcertante? ¡maravilloso! Por favor, no se pongan a trabajar en esos problemas; simplemente ríndanse y apelen a Dios. Querido científico, notrabajes en tus misterios. Tráenos tus misterios, porque nosotros podemos usarlos.
No desperdicies la preciosa ignorancia haciéndola desaparecer con tus investigaciones. Nosotros necesitamos esos gloriosos vacíos como un último refugio para Dios”. San Agustín lo dijo abiertamente: “Existe otra forma de tentación; aún más cargada de peligro. Esa es la enfermedad de la curiosidad. Es ella la que nos impulsa a tratar de descubrir los secretos de la naturaleza; esos secretos que están más allá de nuestro entendimiento, que no nos proporcionarán ninguna ventaja, y los cuales el hombre no debería desear aprender” (citado en Freeman, 2002).
Otro de los favoritos supuestos ejemplos de Behe de la “complejidad irreductible” es el sistema inmunológico. Permitámosle al Juez Jones tomar el relato:
De hecho, en el contra-interrogatorio, le fue preguntado al Profesor Behe sobre su afirmación de 1996 de que la ciencia nunca encontraría una explicación evolucionaria para el sistema inmunológico. A él se le presentaron 59 publicaciones revisadas por colegas; nueve libros, y varios capítulos de libros de texto sobre la evolución del sistema inmunológico: sin embargo, él simplemente insistió en que esa no era suficiente evidencia de evolución, y que ella no era “lo suficientemente buena”.
Behe; al ser contra-interrogado por Eric Rothschild, el jefe de los abogados de los demandantes, fue obligado a admitir que él no había leído la mayoría de esos cincuenta y ocho trabajos de investigación científica revisados por colegas. Difícilmente sorprendente, porque la inmunología es trabajo duro. Menos perdonable es que Behe haya descartado tales investigaciones como “infructuosas”. Ciertamente es infructuoso si su objetivo es hacer propaganda entre las personas crédulas y los políticos no entrenados en ciencias, en vez de descubrir importantes verdades sobre el mundo real. Después de escuchar a Behe, Rothschild elocuentemente resumió lo que cada persona honesta presente en ese tribunal debió haber sentido:
Agradecidamente, existen científicos que sí hacen investigaciones en búsqueda de respuestas sobre el origen del sistema inmunológico...es nuestra defensa contra las enfermedades debilitantes y fatales. Los científicos que escribieron estos libros y trabajos de investigación, se fajan en la oscuridad, sin regalías de libros o acuerdos verbales de financiamiento. Sus esfuerzos nos ayudan a combatir y curar serias condiciones médicas. En contraste, el Profesor Behe y la totalidad del movimiento del diseño inteligente, no están haciendo nada para hacer avanzar el conocimiento médico o científico y diciéndole a las futuras generaciones de científicos que dejen de trabajar.[5]
Como lo puso el geneticista estadounidense; Jerry Coyne, en su revisión del libro de Behe: “Si la historia de la ciencia nos enseña algo, es que no llegamos a ninguna parte etiquetando a nuestra ignorancia con el rótulo “Dios”. O, en las palabras de un elocuente blogger, que comentó un artículo sobre el diseño inteligente en el Guardian escrito por Coyne y yo:
¿Porqué es Dios considerado como una explicación para cualquier cosa? No lo es—es un fracaso en explicar; un encogimiento de hombros, un “yo no sé” vestido de espiritualidad y ritual. Si alguien le acredita algo a Dios; lo que generalmente significa es que ellos no tienen ni idea sobre el asunto, así que se lo atribuyen a la inalcanzable, in-conocible, hada del cielo. Pida una explicación sobre de donde provino ese tipo, y los chances son que usted obtenga una vaga, seudo-filosófica respuesta de que siempre existió o que está fuera de la naturaleza. Lo que por supuesto, no explica nada.[6]
El darwinismo levanta nuestras conciencias en otras formas. Los órganos evolucionados; elegantes y eficientes, como lo son a menudo, también demuestran defectos reveladores—exactamente como esperaría uno si ellos tuvieron una historia evolucionaria; y exactamente como uno no esperaría si ellos fueron diseñados. He discutido otros ejemplos en otros libros: el nervio recurrente de la laringe; para citar uno, que traiciona a su historia evolucionaria en un masivo desperdicio para hacer un desvío en su camino hacia su destino. Muchos de nuestros padecimientos humanos; desde el lumbago hasta las hernias, úteros prolapsados y nuestra susceptibilidad a las infecciones sinusíticas, resultan directamente del hecho de que nosotros ahora caminamos erectos con un cuerpo que fue formado a lo largo de cientos de millones de años para caminar en cuatro patas. Nuestra conciencia es también levantada por la crueldad y el desperdicio de la selección natural. Los predadores parecen bellamente “diseñados” para capturar presas animales; mientras que las presas animales parecen igualmente bellamente “diseñadas” para escapar de ellos. ¿De qué lado está Dios?.[7]
[1] Behe (1996)
[2] Existe un ejemplo de ficción. El escritor de libros para niños; Phillip Pullman, en His Dark Materials (Sus Materiales Oscuros), imagina a una especie de animal; el “mulefa”, que coexiste con árboles que producen cápsulas de semillas, perfectamente redondas con un hueco en el centro. El mulefa adopta estas cápsulas como ruedas. Como las ruedas no son parte de su cuerpo, no tienen nervios ni vasos sanguíneos que deban ser retorcidos a lo largo de un “eje” (una fuerte uña de cuerno o hueso). Pullman nota perceptivamente, un punto adicional: el sistema funciona sólo porque el planeta está pavimentado con cintas naturales de basalto, que sirven como “carreteras”, Las ruedas no son buenas a campo traviesa.
[3] Fascinantemente, el principio muscular es desplegado en aún una tercera forma en algunos insectos como las moscas, las abejas, y los escarabajos, en los cuales, los músculos de vuelo, son intrínsecamente oscilatorios, como un motor reciprocante. Mientras que otros insectos, como los saltamontes, envían instrucciones nerviosas para cada batir de alas (como hacen las aves); las abejas envían instrucciones para encender (o apagar) el motor oscilatorio. Las bacterias tienen un mecanismo que no es ni un simple contractor (como el músculo volador de un ave), ni tampoco un simple reciprocador (como el músculo volador de las abejas), sino un verdadero rotador: en este aspecto es como un motor eléctrico o un motor Wankel.
[4]http://www.millerandlevine.com/km/evol/design2/article.html
[5] Este recuento del juicio de Dover, incluyendo las citas, es de A. Bottaro, M. A. Inlay y N. J. Matzke. “Inmunology in the spotlight at the Dover ‘Intelligent Design’ trial”, (“La Inmunología bajo el Reflector en el Juicio de Dover contra el ‘Diseño Inteligente’ “ Nature Inmunology, 7, 2006, 433-435.
[6] J. Coyne, “God in the details: the biochemical challenge to evolution”, (“Dios en los detalles: el desafío bioquímico a la evolución”), Nature, 383, 1996, 227-228. El artículo de Coyne y mío, “One side can be wrong”, (“Un lado no puede estar equivocado”), fue publicado en el Guardian, el 1ro. de septiembre de 2005: http://www.guardian.co.uk/life/future/story/0,13026,1559743,00.html La cita del “elocuente blogger” está en:
http://www.religionisbullshit.net/blog/2005_09_01_archive.php
[7] Dawkins, (1995)
A continuación, un extracto del libro The God Delusion de Richard Dawkins:
(Gracias por recordarme el ensayo; El pulgar del panda de Stehen Jay Gould, creo que se quedaría muy bien colgado por acá.)
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LA ADORACIÓN DE LOS VACÍOS
Buscar ejemplos particulares de complejidad irreductible es fundamentalmente una forma no-científica de proceder: es un caso especial de argumentar la ignorancia actual. Esto apela a la misma lógica defectuosa de la estrategia del “Dios de los Vacíos” condenada por el teólogo Dietrich Bonhoeffer. Los creacionistas buscan ansiosamente un vacío en el conocimiento o entendimiento actual. Si un aparente vacío es encontrado, se asume, que Dios; por defecto, está obligado a llenarlo. Lo que le preocupa a sesudos teólogos como Bonhoeffer, es que los vacíos se encogen a medida que la ciencia avanza, y Dios es amenazado con eventualmente teniendo nada que hacer y ninguna parte donde esconderse.
Lo que le preocupa a los científicos es otra cosa. Una parte esencial de la empresa científica; es admitir la ignorancia, y hasta anunciar la ignorancia como un reto para futuras conquistas. Como ha escrito mi amigo; Matt Ridley. “La mayoría de los científicos están aburridos por lo que ellos ya han descubierto. Es la ignorancia la que los mueve hacia delante” Los místicos anuncian los misterios y quieren que permanezcan como misterios. Los científicos anuncian los misterios por diferentes razones: les da a ellos algo que hacer. Más generalmente, como repetiré en el capítulo octavo, uno de los realmente malos efectos de la religión es que ella nos enseña a nosotros que es una virtud sentirse satisfecho con no entender.
Las admisiones de ignorancia y las mistificaciones temporales, son vitales para la buena ciencia. Es en consecuencia desafortunado; para decir lo menos, que la principal estrategia de los propagandistas de la creación; sea una negativa: buscar vacíos en el conocimiento científico y afirmar que el “diseño inteligente” los llena por defecto. Lo siguiente es hipotético pero totalmente típico. Un creacionista hablando: “La coyuntura del codo del menos moteado de los sapos armiños es irreductiblemente compleja. Ninguna parte de ella serviría para nada en lo absoluto antes de que la totalidad esté ensamblada. Les apuesto a que no pueden pensar en una forma en la cual el codo del sapo armiño pudo haber evolucionado lenta y gradualmente” Si el científico falla en dar una respuesta inmediata y minuciosa, el creacionista saca una conclusión por defecto: “Okey, entonces, la teoría alternativa del ‘diseño inteligente’ gana por forfeit.”
Note la parcializada lógica: Si A fracasa en algo en particular, entonces B tiene la razón. No es necesario decir; que el argumento no es aplicable a la inversa. Nosotros somos exhortados a saltar a la teoría del forfeit, sin ni siquiera mirar si ésta también fracasa en el mismísimo particular que la teoría que es supuestamente reemplazada. El diseño inteligente—DI—tiene garantizada una tarjeta Para Salir Gratis de la Cárcel; una inmunidad mágica a las rigurosas demandas que se le hacen a la evolución.
Pero mi punto presente es que el complot de los creacionistas; socava el natural regocijo del científico—de hecho necesario—frente la incertidumbre temporal. Por puras razones políticas; el científico de hoy podría dudar antes de decir: “Humm...interesante punto. Me pregunto como hicieron los antepasados del sapo armiño para evolucionar la coyuntura del codo. Yo no soy un especialista en sapos armiños, tendré que ir a la biblioteca de la universidad y echar una mirada. Esto podría ser un proyecto interesante para un estudiante de maestría” En el momento en que un científico dice algo como eso—y mucho antes de que el estudiante de maestría comience el proyecto—la conclusión por forfeit se convertiría en un titular de prensa en un panfleto creacionista: “El sapo armiño sólo pudo haber sido diseñado por Dios”.
Existe; entonces, un desafortunado enganchamiento entre la necesidad metodológica de la ciencia de buscar áreas de ignorancia para definir los objetivos de sus investigaciones, y la necesidad del DI de buscar áreas de ignorancia para clamar victoria por forfeit. Es precisamente el hecho de que el DI no tiene evidencias propias; sino que vive como una mala hierba en los vacíos dejados por el conocimiento científico, lo que se sienta incómodamente junto a la necesidad de la ciencia de identificar y proclamar los mismos vacíos como preludio a su investigación de ellos. En este aspecto, la ciencia se encuentra a sí misma en alianza con sofisticados teólogos como Bonhoeffer, unidos en contra de los enemigos comunes de la ingenua, teología populista, y la teología del vacío del diseño inteligente.
Los amoríos de los creacionistas con los “vacíos” del registro fósil simboliza a la totalidad de su teología del vacío. Una vez redacté una introducción a un capítulo sobre la llamada explosión cámbrica con la oración: “Es como si los fósiles hubiesen sido plantados allí sin ninguna historia evolucionaria” De nuevo, esta fue una apertura retórica que intentaba estimular el apetito del lector por la explicación completa que seguía. Una triste premonición me dice ahora cuán predecible era que mi paciente explicación sería extraída y mi apertura entusiasmadamente citada fuera de contexto. Los creacionistas adoran los “vacíos” del registro fósil, exactamente igual a como adoran los vacíos en general.
Muchas transiciones evolucionarias están elegantemente documentadas por series más o menos continuas de fósiles intermediarios gradualmente cambiantes. Algunas no lo están; y estos son los famosos “vacíos”.
Michel Shermer ha señalado inteligentemente que si el descubrimiento de un nuevo fósil divide nítidamente a un “vacío” en dos partes, los creacionistas declararían ¡que ahora ellos poseen el doble de “vacíos”! Pero en cualquier caso, note de nuevo, el uso de un forfeit no garantizado. Si no existen fósiles para documentar una postulada transición evolucionaria, la asunción por defecto es que no hubo transición evolucionaria; en consecuencia, Dios debió haber intervenido.
Es absolutamente ilógico demandar una completa documentación de cada paso de cualquier narrativa, ya sea en evolución, o en cualquier otra ciencia. Usted también podría demandar; antes de condenar a alguien por asesinato, un completo registro cinematográfico de cada paso del asesino hasta el momento del crimen, sin que exista ningún cuadro perdido. Sólo una minúscula fracción de los cadáveres se fosilizan; y nosotros somos sortarios de tener tantos fósiles intermediarios como los que tenemos. Fácilmente. Podríamos no tener ningún fósil en lo absoluto; y aún así, la evidencia de la evolución proporcionada por otras fuentes; como la genética molecular y la distribución geográfica, sería abrumadoramente fuerte.
Por otra parte, la evolución hace la fuerte predicción de que si un solo fósil apareciese en el equivocado estrato geológico, la teoría sería explotada fuera del agua. Cuando fue desafiado por un fanático de Karl Popper diciéndole como podría la evolución alguna vez ser falsificada; J. B. S. Haldane, famosamente gruñó: “Conejos fósiles en el Pre-Cámbrico”: Ninguno de tales anacrónicos fósiles ha sido nunca auténticamente encontrado, a pesar de las desacreditas leyendas creacionistas sobre cráneos humanos en los estratos del período Carbonífero y de huellas humanas entremezcladas con dinosaurios”.
Los vacíos; por defecto, en la mente de un creacionista, son llenados por Dios. Lo mismo aplica a todos los aparentes precipicios de la masiva Montaña Improbable, donde la suave pendiente no es inmediatamente obvia o pasada por alto de otra manera. Las áreas donde existe una ausencia de datos, o una ausencia de entendimiento, son automáticamente asumidas como perteneciendo; por defecto, a Dios. La rápida decisión de proclamar dramáticamente una “complejidad irreducible” representa un fracaso de la imaginación. Algunos órganos biológicos; ya sea un ojo, o un motor flagelar bacteriano, o una ruta bioquímica, son decretados; sin ningún argumento adicional, como irreductiblemente complejos. No se hace ningún intento para demostrar la complejidad irreductible. Sin tomar en cuenta los relatos de precaución de los ojos, las alas, y muchas otras cosas, cada nuevo candidato a la dudosa distinción es asumido como transparentemente, auto-evidentemente irreductiblemente complejo. Su estatus afirmado por decreto. Pero, piense sobre ello. Debido a que la complejidad irreductible está siendo desplegada como un argumento a favor del diseño; no debería afirmarse más por decreto que por el mismo diseño. Usted podría también afirmar que el sapo armiño, (el escarabajo bombardero, etc.) demuestra el diseño, sin ningún argumento adicional o justificación. Esa no es la manera de hacer ciencia.
La lógica resulta ser más convincente que esto: “Yo [inserte su propio nombre] soy personalmente incapaz de pensar cualquier forma en la cual [inserte en fenómeno biológico] pudo haber sido construido paso a paso. En consecuencia, es irreductiblemente complejo. Eso significa que es diseñado” Póngalo de esa manera, y usted verá inmediatamente que es vulnerable a que aparezca algún científico que halle un intermediario; o por lo menos imagine un intermediario plausible. Aún si no aparece ningún científico con una explicación, esto es; claramente, mala lógica: asumir que el diseño saldría mejor parado.
El razonamiento subyacente en la “teoría” del “diseño inteligente” es perezoso y derrotista—un razonamiento clásico del “Dios de los vacíos”. Yo previamente lo había denominado el “Argumento de la Incredulidad Personal”. Imagine que usted está observando un truco de magia realmente grandioso. El celebrado dúo conjurador; Penn y Teller, tiene una rutina en la cual ellos parecen dispararse simultáneamente el uno al otro con pistolas; y cada uno parece atrapar la bala con sus dientes. Elaboradas precauciones son tomadas para hacer marcas de rayado identificadoras en las balas, antes de ser colocadas en las pistolas; todo el proceso es atestiguado a corta distancia por voluntarios de la audiencia que tengan experiencia con armas de fuego, y aparentemente todas las posibilidades de truculencia son eliminadas. La bala marcada de Teller termina en la boca de Penn; y la bala marcada de Penn termina en la boca de Teller. Yo [Richard Dawkins] soy absolutamente incapaz de pensar en una forma en la cual esto pueda ser un truco.
El argumento de la Incredulidad Personal, pega un alarido desde las profundidades de mis centros cerebrales pre-científicos, y casi me obliga a mí a decir: “Debe ser un milagro”. No existe explicación científica. Debe ser sobrenatural” Pero aún así, la pequeña voz de la educación científica habla un mensaje diferente. Penn y Teller son ilusionistas de clase mundial. Existe una explicación perfectamente buena. Es simplemente que yo soy muy ingenuo, o demasiado distraído; o demasiado falta de imaginación, para pensar sobre esto. Esa es la respuesta apropiada ante un truco conjurado. Es también la respuesta apropiada ante un fenómeno biológico que parece irreductiblemente complejo. Aquellas personas que saltan del asombro personal ante un fenómeno natural, derechito hasta una apresurada invocación de lo sobrenatural, no son mejores que los tontos que observan a un conjurante doblar una cucharilla y que saltan a la conclusión de que es “paranormal”.
En su libro: “Siete Pistas sobre el Origen de la Vida”, el químico escocés; A. G. Cairns Smith, afirma un punto adicional, usando la analogía de un arco. Un arco parado por sí mismo, formado por piedras rústicas y ningún cemento, puede ser una estructura estable, pero es irreductiblemente complejo: colapsa si cualquiera de sus piedras es removida. ¿Cómo; entonces, fue construido? Una forma es apilar un sólido montón de piedras; y después, cuidadosamente, remover piedras; una por una, hasta que quede sólo el arco.
Más generalmente, existen muchas estructuras que son irreductibles en el sentido de que no pueden sobrevivir la sustracción de cualquiera de sus partes, pero que fueron construidas con la ayuda de andamios, que después fueron retirados y ya no son visibles. Una vez que la estructura está completa, el andamio puede ser removido con seguridad y la estructura permanece. En la evolución; también, la estructura orgánica que usted está observando pudo tener andamios en un antepasado, que desde entonces ha sido removido.
La “complejidad irreductible” no es una idea nueva; pero la frase en sí misma, fue inventada por el creacionista Michael Behe en 1996.[1] Él es acreditado (si es que acreditado es la palabra correcta) con mover al creacionismo hacia una nueva área de la biología: bioquímica y biología celular; que él vio como quizás un más feliz coto de caza de vacíos, que los ojos y las alas. Su mejor acercamiento a un buen ejemplo (aún así; uno malo), fue el motor flagelar bacterial.
El motor flagelar bacterial es un prodigio de la naturaleza. Dirige el único ejemplo conocido, fuera de la tecnología humana, de un eje libremente rotatorio. Ruedas para animales grandes serían, sospecho yo, ejemplos genuinos de complejidad irreductible; y este es el porqué ellas no existen. ¿Cómo podrían los nervios y los vasos sanguíneos pasar a través de los rodamientos?[2] El flagelo es una propela en forma de hilo, con la que la bacteria entierra su camino a través del agua. Dije “entierra” en vez de “nadar”; porque, en la escala bacteriana de existencia, un líquido como el agua no se sentiría como nosotros sentimos los líquidos, sería más bien como una melaza o gelatina; o hasta arena, y la bacteria hace su camino enterrándose o atornillándose a través del agua en vez de nadar.
A diferencia del llamado flagelo de organismos más grandes; como los protozoarios, el flagelo bacteriano no simplemente se mueve como un látigo, o como un remo: Tiene un eje libremente rotativo verdadero, que gira continuamente dentro de rodamientos, impulsado por un asombroso motor molecular. A nivel molecular, el motor usa; esencialmente, el mismo principio que un músculo, pero en rotación libre en vez de contracción intermitente.[3]
El flagelo bacteriano ha sido felizmente descrito como un minúsculo motor fuera de borda (aunque conforme a los estándares de ingeniería y usualmente para un mecanismo biológico, es espectacularmente ineficiente)
Sin una palabra de justificación; explicación o amplificación, Behe simplemente proclama que el motor del flagelo bacteriano es irreductiblemente complejo. Debido a que él no ofrece argumentos a favor de su afirmación, podemos comenzar a sospechar de una falla en su imaginación. Él adicionalmente alega que la literatura biológica especializada ha ignorado el problema. La falsedad de este alegato fue masivamente y (para Behe) embarazosamente documentada en el tribunal del Juez John E. Jones, en Pennsylvania en 2005, donde Behe estaba testificando como testigo experto a favor de un grupo de creacionistas que habían tratado de imponer el creacionismo del “diseño inteligente” en el curriculum de ciencias de una escuela pública local—un movimiento de “asfixiante sin sentido” para citar al Juez Jones (frase y hombre seguramente destinados a una perdurable fama). Ésta no fue la única vergüenza que sufrió Behe durante el juicio, como veremos.
La clave para demostrar la complejidad irreductible es demostrar que ninguna de las partes, pudo haber sido útil por cuenta propia. Todas ellas necesitaban estar en su lugar antes de que cualquiera de ellas pudiese hacer algo útil. (la analogía favorita de Behe, es trampa para ratas). De hecho; los biólogos moleculares no tienen dificultad para encontrar partes funcionando fuera del todo; tanto para el motor flagelar, como para los otros supuestos ejemplos de Behe de complejidad irreductible.
El punto; bien establecido por Kenneth Miller, de la Universidad Brown, para mi dinero, la más persuasiva némesis del “diseño inteligente”, y no menos porque él sea un cristiano devoto. Frecuentemente recomendé el libro de Miller: Finding Darwin’s God (Encontrando el Dios de Darwin) a personas religiosas que me escribieron después de haber sido engañadas por Behe.
En el caso del motor rotatorio bacteriano, Miller llama nuestra atención hacia un mecanismo llamado el Sistema Excretorio Tipo Tres o TTSS.[4] El TTSS no es usado para el movimiento rotatorio. Es uno de varios sistemas usados por bacterias parásitas para bombear sustancias tóxicas a través de sus paredes celulares para envenenar a su organismo anfitrión. En la escala humana, podemos pensar en verter o exprimir un líquido a través de un orificio; pero, de nuevo, en la escala bacteriana es una larga proteína con una definitiva estructura tridimensional de la misma escala que la del TTSS: más parecida a una escultura sólida que a un líquido. Cada molécula es individualmente propelida a través de un mecanismo cuidadosamente formado, como una máquina automática traga-monedas; dispensadora de, digamos, juguetes o botellas, en vez de ser un simple orificio a través del cual una sustancia pueda “fluir”.
El mismo dispensador de objetos está hecho de una pequeña cantidad de moléculas de proteína; cada una comparable en tamaño y complejidad, a las moléculas que son dispensadas a través de él. Interesantemente, estas máquinas traga-monedas bacterianas son a menudo similares en bacterias que no están cercanamente relacionadas. Los genes para fabricarlas han sido probablemente “copiados y pegados” desde otras bacterias: algo a lo que las bacterias son asombrosamente adeptas; y un tópico fascinante en su propio derecho; pero debo presionar adelante.
Las moléculas de proteína que forman la estructura del TTSS son muy similares a los componentes del motor flagelar. Para el evolucionista, está claro que a los componentes del TTSS, se les ordenó desempeñar una nueva; pero no totalmente no relacionada, función, cuando evolucionó el motor flagelar. Dado que el TTSS está empujando moléculas forzosamente a través de sí mismo; no es sorprendente que use una versión rudimentaria del principio del motor flagelar, que empuja a las moléculas del eje a girar y girar. Evidentemente, componentes cruciales del motor flagelar, ya estaban en su lugar y funcionando antes de que evolucionase el motor flagelar. Darle órdenes a mecanismos existentes es una forma obvia mediante la cual una pieza de un aparato aparentemente irreductible podría escalar la Montaña Improbable.
Necesita hacerse un montón más de trabajo; por supuesto, y estoy seguro de que se hará. Tal trabajo nunca sería hecho si los científicos estuviesen satisfechos con un perezoso por defecto como el “diseño inteligente”. Aquí está el mensaje que un imaginario teorista del “diseño inteligente” pudiese transmitir a los científicos: “Si ustedes no entienden como algo podría funcionar; no importa: simplemente ríndanse y digan que Dios lo hizo. ¿Ustedes no saben cómo funciona el impulso nervioso? ¡bien! ¿No entienden ustedes como los recuerdos son almacenados en el cerebro? ¡excelente! ¿Es la fotosíntesis un proceso desconcertante? ¡maravilloso! Por favor, no se pongan a trabajar en esos problemas; simplemente ríndanse y apelen a Dios. Querido científico, notrabajes en tus misterios. Tráenos tus misterios, porque nosotros podemos usarlos.
No desperdicies la preciosa ignorancia haciéndola desaparecer con tus investigaciones. Nosotros necesitamos esos gloriosos vacíos como un último refugio para Dios”. San Agustín lo dijo abiertamente: “Existe otra forma de tentación; aún más cargada de peligro. Esa es la enfermedad de la curiosidad. Es ella la que nos impulsa a tratar de descubrir los secretos de la naturaleza; esos secretos que están más allá de nuestro entendimiento, que no nos proporcionarán ninguna ventaja, y los cuales el hombre no debería desear aprender” (citado en Freeman, 2002).
Otro de los favoritos supuestos ejemplos de Behe de la “complejidad irreductible” es el sistema inmunológico. Permitámosle al Juez Jones tomar el relato:
De hecho, en el contra-interrogatorio, le fue preguntado al Profesor Behe sobre su afirmación de 1996 de que la ciencia nunca encontraría una explicación evolucionaria para el sistema inmunológico. A él se le presentaron 59 publicaciones revisadas por colegas; nueve libros, y varios capítulos de libros de texto sobre la evolución del sistema inmunológico: sin embargo, él simplemente insistió en que esa no era suficiente evidencia de evolución, y que ella no era “lo suficientemente buena”.
Behe; al ser contra-interrogado por Eric Rothschild, el jefe de los abogados de los demandantes, fue obligado a admitir que él no había leído la mayoría de esos cincuenta y ocho trabajos de investigación científica revisados por colegas. Difícilmente sorprendente, porque la inmunología es trabajo duro. Menos perdonable es que Behe haya descartado tales investigaciones como “infructuosas”. Ciertamente es infructuoso si su objetivo es hacer propaganda entre las personas crédulas y los políticos no entrenados en ciencias, en vez de descubrir importantes verdades sobre el mundo real. Después de escuchar a Behe, Rothschild elocuentemente resumió lo que cada persona honesta presente en ese tribunal debió haber sentido:
Agradecidamente, existen científicos que sí hacen investigaciones en búsqueda de respuestas sobre el origen del sistema inmunológico...es nuestra defensa contra las enfermedades debilitantes y fatales. Los científicos que escribieron estos libros y trabajos de investigación, se fajan en la oscuridad, sin regalías de libros o acuerdos verbales de financiamiento. Sus esfuerzos nos ayudan a combatir y curar serias condiciones médicas. En contraste, el Profesor Behe y la totalidad del movimiento del diseño inteligente, no están haciendo nada para hacer avanzar el conocimiento médico o científico y diciéndole a las futuras generaciones de científicos que dejen de trabajar.[5]
Como lo puso el geneticista estadounidense; Jerry Coyne, en su revisión del libro de Behe: “Si la historia de la ciencia nos enseña algo, es que no llegamos a ninguna parte etiquetando a nuestra ignorancia con el rótulo “Dios”. O, en las palabras de un elocuente blogger, que comentó un artículo sobre el diseño inteligente en el Guardian escrito por Coyne y yo:
¿Porqué es Dios considerado como una explicación para cualquier cosa? No lo es—es un fracaso en explicar; un encogimiento de hombros, un “yo no sé” vestido de espiritualidad y ritual. Si alguien le acredita algo a Dios; lo que generalmente significa es que ellos no tienen ni idea sobre el asunto, así que se lo atribuyen a la inalcanzable, in-conocible, hada del cielo. Pida una explicación sobre de donde provino ese tipo, y los chances son que usted obtenga una vaga, seudo-filosófica respuesta de que siempre existió o que está fuera de la naturaleza. Lo que por supuesto, no explica nada.[6]
El darwinismo levanta nuestras conciencias en otras formas. Los órganos evolucionados; elegantes y eficientes, como lo son a menudo, también demuestran defectos reveladores—exactamente como esperaría uno si ellos tuvieron una historia evolucionaria; y exactamente como uno no esperaría si ellos fueron diseñados. He discutido otros ejemplos en otros libros: el nervio recurrente de la laringe; para citar uno, que traiciona a su historia evolucionaria en un masivo desperdicio para hacer un desvío en su camino hacia su destino. Muchos de nuestros padecimientos humanos; desde el lumbago hasta las hernias, úteros prolapsados y nuestra susceptibilidad a las infecciones sinusíticas, resultan directamente del hecho de que nosotros ahora caminamos erectos con un cuerpo que fue formado a lo largo de cientos de millones de años para caminar en cuatro patas. Nuestra conciencia es también levantada por la crueldad y el desperdicio de la selección natural. Los predadores parecen bellamente “diseñados” para capturar presas animales; mientras que las presas animales parecen igualmente bellamente “diseñadas” para escapar de ellos. ¿De qué lado está Dios?.[7]
[1] Behe (1996)
[2] Existe un ejemplo de ficción. El escritor de libros para niños; Phillip Pullman, en His Dark Materials (Sus Materiales Oscuros), imagina a una especie de animal; el “mulefa”, que coexiste con árboles que producen cápsulas de semillas, perfectamente redondas con un hueco en el centro. El mulefa adopta estas cápsulas como ruedas. Como las ruedas no son parte de su cuerpo, no tienen nervios ni vasos sanguíneos que deban ser retorcidos a lo largo de un “eje” (una fuerte uña de cuerno o hueso). Pullman nota perceptivamente, un punto adicional: el sistema funciona sólo porque el planeta está pavimentado con cintas naturales de basalto, que sirven como “carreteras”, Las ruedas no son buenas a campo traviesa.
[3] Fascinantemente, el principio muscular es desplegado en aún una tercera forma en algunos insectos como las moscas, las abejas, y los escarabajos, en los cuales, los músculos de vuelo, son intrínsecamente oscilatorios, como un motor reciprocante. Mientras que otros insectos, como los saltamontes, envían instrucciones nerviosas para cada batir de alas (como hacen las aves); las abejas envían instrucciones para encender (o apagar) el motor oscilatorio. Las bacterias tienen un mecanismo que no es ni un simple contractor (como el músculo volador de un ave), ni tampoco un simple reciprocador (como el músculo volador de las abejas), sino un verdadero rotador: en este aspecto es como un motor eléctrico o un motor Wankel.
[4]http://www.millerandlevine.com/km/evol/design2/article.html
[5] Este recuento del juicio de Dover, incluyendo las citas, es de A. Bottaro, M. A. Inlay y N. J. Matzke. “Inmunology in the spotlight at the Dover ‘Intelligent Design’ trial”, (“La Inmunología bajo el Reflector en el Juicio de Dover contra el ‘Diseño Inteligente’ “ Nature Inmunology, 7, 2006, 433-435.
[6] J. Coyne, “God in the details: the biochemical challenge to evolution”, (“Dios en los detalles: el desafío bioquímico a la evolución”), Nature, 383, 1996, 227-228. El artículo de Coyne y mío, “One side can be wrong”, (“Un lado no puede estar equivocado”), fue publicado en el Guardian, el 1ro. de septiembre de 2005: http://www.guardian.co.uk/life/future/story/0,13026,1559743,00.html La cita del “elocuente blogger” está en:
http://www.religionisbullshit.net/blog/2005_09_01_archive.php
[7] Dawkins, (1995)