EL FALSO PULGAR DEL PANDA
Javier Armentia
URL:
http://javarm.blogalia.com/historias/36469
(Artículo publicado originalmente en el diario El Correo)
Comentaba Stephen Jay Gould, en uno de sus ensayos más conocidos sobre evolución, El pulgar del panda, que “las imperfecciones son las principales pruebas de que la evolución ha tenido lugar, puesto que los diseños óptimos borran todos los postes de señales de la historia”. El ejemplo que este paleontólogo y gran divulgador científico presentaba para entender el papel de las imperfecciones era, precisamente, una estructura ósea que tienen los osos panda, un falso pulgar en sus garras que les permite manipular el bambú del que se alimentan.
Los pandas rojos y pandas gigantes son dos especies (las únicas) que tienen una prolongación de un hueso, el sesamoideo radial, de manera que parece un sexto pulgar, opuesto al natural, el común en muchas otras especies de mamíferos. Aunque la dieta del panda es vegetariana, descienden de especies carnívoras, y precisamente la zarpa de los carnívoros fue evolucionando con el tiempo de manera que era más efectiva para ese tipo de alimentación, con un movimiento muy limitado de los pulgares. Manipular las flexibles y ligeras varas de bambú es más complicado y les habría venido muy bien disponer de un pulgar más hábil. Pero la historia evolutiva no desarrolló ese pulgar idóneo, sino que el proceso fue favoreciendo una estructura más tosca, ese hueso de la muñeca que no es realmente un dedo con sus falanges, pero que permitía abrazar el haz de varas de bambú de forma suficientemente adecuada como para asegurar la comida.
El panda gigante, Ailuropoda melanoleuca, es una especie en peligro de extinción, natural de la China central. Otra especie de panda, el panda rojo (también especie en peligro), Ailurus fulgens, de menor tamaño, vive en el Himalaya y algunas zonas montañosas del sudeste asiático. No es un pariente cercano del panda gigante: su ancestro común vivió hace más de 35 millones de años, al final del Eoceno. Sin embargo, las dos especies tienen un falso pulgar con bastantes similitudes funcionales y morfológicas. Los biólogos piensan que se trata de una evolución convergente, una variación que apareció de forma independiente en ambas especies, que se enfrentaron hace millones de años a un problema similar: una dieta vegetariana.
Fue Dwight Davis quien realizó en 1964 un primer estudio sobre el pulgar del panda, y quien sugirió que era la adaptación a una dieta de bambú la que permitía entender la existencia de ese falso pulgar. La necesidad de comer varios cientos de miles de hojas de bambú al día para obtener el aporte energético suficiente es realmente una fuerza imperiosa: cualquier ventaja a la hora de poder alimentarse asegura la supervivencia y, además, permitirá que ese individuo se reproduzca de forma más efectiva. Esa eficiencia reproductiva es la base de la selección natural, tal y como se entiende actualmente (aunque normalmente se piense que la idea darwiniana de la “supervivencia de los más aptos” tiene una componente casi esotérica o finalista).
Realmente, el mecanismo de la selección natural es la reproducción diferencial: los poseedores de una determinada característica de origen genético se reproducen más o menos que los otros, debido a que ese genotipo resulta, en las circunstancias en que viven, útil para ello. En el caso de los pandas, los poseedores de un hueso sesamoide radial a modo de pulgar podrían alimentarse más y mejor, y posiblemente tendrían más éxito reproductivo. La reproducción perpetuaba esa modificación, aumentando la adaptación.
Así pues, los biólogos creen que este proceso sucedió en ambas (y distantes) especies de osos comedores de bambú. Desde luego, la naturaleza no crea desde cero, y esta explicación necesita un factor previo: la existencia de ese genotipo y de variabilidad en sus expresiones. Es decir, en las poblaciones de estos pandas, la longitud del sesamoide vendría como la expresión de esos genes (algo que se comprueba), y existirían diferencias en esa longitud. Algo que parece obvio, pero que no ha dejado de intrigar a los expertos, porque al fin y al cabo, los pandas vienen de especies que eran inicialmente carnívoras. ¿Podría haber existido ese falso pulgar incluso antes de cambiar de dieta?
En la resolución de esta incógnita, lo más conveniente es acudir a la historia fósil, a la paleontología, para intentar reconstruir la historia de los predecesores de los modernos pandas. En Torrejón de Velasco (Madrid) se encuentra el Cerro de los Batallones, con cuatro yacimientos paleontológicos que forman un interesantísimo conjunto para el estudio de antiguos vertebrados. Uno de ellos, Batallones-1, es una trampa de carnívoros del Mioceno tardío (hace entre 10 y 5 millones de años), que desde 1991 es analizado por paleontólogos del Museo Nacional de Ciencias Naturales, la Universidad Complutense y la Universidad Autónoma.
Un equipo dirigido por Manuel Salesa encontró restos óseos de una especie denominada Simocyon batalleris, entre los que, además de cráneos y dientes, aparecieron huesos de las garras. En la revista Publications of the National Academy of Sciences (PNAS) han publicado hace unas semanas su análisis, que permite cerrar esa historia evolutiva, al menos en parte. El Simocyon, del tamaño de un puma y emparentado con el panda rojo, tenía costumbres semiarbóreas, y se movía en zonas de bosque relativamente denso. Era carnívoro, y ya presentaba, según muestran los huesos hallados, un falso pulgar. ¿Qué utilidad tendría? Posiblemente le permitía moverse más rápidamente entre la vegetación densa y le facilitaba el desplazamiento arbóreo. La conformación de otros huesos hallados, de su columna, apunta a una gran fuerza muscular y flexibilidad, que confirman esa posibilidad.
Historia antigua El análisis comparado con restos de especies emparentadas, en este yacimiento de Batallones y en otros lugares, permite reconstruir la aparición de ese falso pulgar en una especie no hallada aún que vivió a finales del Oligoceno, hace unos 25 millones de años, de la que surgieron los Simocyon y, posteriormente, en una rama paralela, los pandas rojos, hace seis millones de años. Restos de esos orígenes han mostrado que los primeros pandas rojos fueron de hecho carnívoros, pero ya con el falso pulgar.
En la otra rama filogenética, la del panda gigante, la aparición del falso pulgar se dio más arde, hace unos 17 millones de años, siendo el conocido oso blanco y negro el único de los úrsidos que tiene esta característica morfológica. Así, aunque la historia del falso pulgar y el bambú permanece en lo esencial inaltarada, la paleontología confirma que ya antes de ello el falso pulgar sirvió lo bastante como para que fuera seleccionado naturalmente. La idea de Davis popularizada por Jay Gould, permanece: cuando los pandas comenzaron a depender exclusivamente del bambú, ese pulgar resultó fundamental, aunque fuera imperfecto.