Una historia rápida, pero verídica.
Yo creo que a estas alturas ya nadie nos detenemos a pensar quién esta echando mentiras
y quién esta echando a volar su imaginación para mantener vivo el post.
Supongo que todo se vale.
Yo tengo una imaginación desbordante, pero en esta ocasión lo que voy a contar no es fruto de mi imaginación,
sino de hechos que pasaron en casa de mi abuelita en la ciudad de Monterrey, hace mucho tiempo.
No intento convencer a nadie de que lo sobrenatural existe,
todos somos incrédulos hasta que nos sucede algo y eso cambia nuestra manera de percibir el mundo.
Mi abuelito era tremendo.
Falleció algunos años pero siempre fue un hombre de rancho, de los de antes, de los que no tienen pelos en la lengua,
alto, franco, alegre, borracho, amiguero, mujeriego, sombrerudo, el típico macho mexicano.
Esto acarreaba mortificaciones para mi abuelita, pero no más de las que puede soportar una típica mujer educada al más
fiel estilo del siglo pasado, esto significa llenarse de hijos, lavar, hacer la comida a su hombre, estirar el gasto
y por supuesto, hacer oídos sordos a todos los chismes de los amoríos de su esposo. (todos ciertos por supuesto).
Mi abuelito era mujeriego en grado extremo, mujeres por aquí y por allá, algunas casadas, algunas solteras, otras viudas,
otras dejadas, siempre había algunas velitas encendidas en casas cercanas a la casa de mi abuelita.
Al parecer mi abuelito se metió con la mujer equivocada, una pelirroja natural de un cuerpo envidiable,
cuarentona, algo sombría pero de una belleza clásica, se decía de ella que practicaba la brujería,
a lo cual mi abuelito se reía a carcajadas e ignoraba los comentarios de sus amigos que le indicaban que se anduviera
con cuidado, que esa mujer, que era viuda, había matado a su propio esposo para así enviudar y disfrutar otra vez de
las mieles de la soltería.
Mi abuelito hizo caso omiso de esas absurdas advertencias, recién había cumplido 60 años pero la vida del campo le hacía parecer
de mucho menos edad, aún era fuerte, erguido, vital, como los hombres de edad del siglo pasado con una vida salpicada de campo.
Total, mi abuelito desoyendo las advertencias anduvo con la pelirroja y al poco tiempo la abandono aunque la pelirroja le rogó que no la dejara,
le suplico que no se fuera de su lado y le juro un amor eterno que mi abuelito tiró por la borda sn pensarlo.
En menos de una semana mi abuelito ya andaba con otra mujer, lo cual desato la furia de la pelirroja y juró venganza.
¿Como sé tanto?, bueno, las colonias pequeñas son como pequeños pueblos, con el tiempo todo se sabe.
Mi abuelito no tenía miedo, no creía en brujas, en embrujos, ni en encantos.
Una noche lluviosa mi abuelito llegó pasada la medianoche, llegó directo de la cantina al comedor, donde mi abuelita ya le tenía lista la mesa,
cena servida siempre sin importar la hora en que llegara el jefe de la casa, apenas había dado dos bocados y un sonido muy fuerte en el techo de
lámina se escuchó sobre sus cabezas.
El sonido de las gotas cayendo sobre la lámina se intensificó con ese sonido, como si del cielo hubiera caído un pavo muy grande al techo.
En los patios adyacentes era común encontrar gallinas, pollos y hasta becerros, no era nada raro que una gallina
se brincara el patio de vez en cuando, pero el sonido era como si una gallina gigante hubiera caído de repente sobre el techo de lámina
por fuera de la casa, para confirmar que un animal había caído en el techo se escuchó un sonido de lamentos de guajolote combinados con puerco,
unos chillidos que combinados con el sonido de la lluvia resultaban espantosos.
Mientras el pobre animal se deslizaba entre las láminas del techo de dos aguas de casa de mi abuelita para luego aterrizar con un "plop" en el patio lodoso ya
debido a la lluvia, mi abuelito se levantó de la mesa, sacó su pistola del ropero y se dirigió al patio para ver de que se trataba.
Mi abuelito salió al patio con la pistola en mano mientras mi abuelita se quedaba dentro de la casa a la expectativa.
Fue la última vez que mi abuelito estuvo de pie.
Lo siguiente que escuchó mi abuelita fue que mi abuelito caía en el patio lodoso también, así que ella salió corriendo
para tratar de ayudarlo.
En el patio encontró a mi abuelito tirado en el fango, el rostro blanco, babeando, inmóvil, nadie ni nada más estaba en el patio.
Le había dado una apoplejía, un accidente cerebrovascular que lo dejaría en silla de ruedas por el resto de su vida.
De ahi en delante, mi abuelito hablaba con dificultad, se movía con dificultad y nunca recuperó las funciones motrices
del lado izquierdo de su cuerpo.
La vitalidad se fue esfumando poco a poco de su cuerpo siendo sustituído por el deterioro.
Nunca nadie supo qué era lo que había visto aquella noche en el patio de su casa, aunque muchos aventuran que era la pelirroja,
convertida a algo que era mezcla de animal y humanoide.
La pelirroja siguió viviendo en la colonia, (colonia Josefa Zozaya), cuando era más grande, sufrió una enfermedad de la piel
que le afectó las fosas nasales, lo que le obligo a cubrirse la parte inferior de su rostro con un paliacate cuando salía a la calle.
Muchos que la vieron sin paliacate decían que la mujer tenía trompa de marrano donde debía tener la nariz, algo que nadie verificó nunca.
Las mujeres despechadas son peligrosas, pero las brujas despechadas son mortales
Saludos a todos y tengan un buen día.