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Los optimates ('los hombres excelentes') constituyeron la facción aristocrática de la República Romana tardía. Deseaban limitar el poder de los populares (nucleados en las asambleas populares romanas) y aumentar el del Senado Romano, al que consideraban como más estable y mejor a la hora de buscar el bienestar de Roma. Los optimates favorecieron los nobiles (familias nobles) y se opusieron a la ascensión de los 'hombres nuevos' (plebeyos, normalmente nacidos en las provincias, cuyas familias no tenían experiencia política) dentro de la política romana. Irónicamente, el mejor político de esta facción fue Marco Tulio Cicerón, al que se puede considerar un 'hombre nuevo'.
Además de perseguir los objetivos políticos anteriormente descritos, los optimates se opusieron a la extensión de la ciudadanía romana a territorios situados fuera de la Península Itálica e incluso a nacidos en la misma. Favorecieron tipos de interés altos, se opusieron a la expansión de la cultura helenística dentro de la sociedad romana y trataron de proveer de tierras a los soldados licenciados, creyendo que así, era menos probable que apoyasen a sectores rebeldes.
Los optimates alcanzaron su hegemonía durante la dictadura de Lucio Cornelio Sila Felix (81 a. C.-79 a. C.). Éste volvía desde Oriente luego de derrotar al rey Mitrídates VI, obligándole a firmar la Paz de Dárdanos en 86 a. C. Su vuelta a Italia precipitó la Primera Guerra Civil (84-82 a. C.), en la que derrotó a los líderes populares Cneo Papirio Carbón y Cayo Mario el Joven.
Durante su mandato, las asambleas populares fueron despojadas de casi todo su poder, el Senado pasó de 300 a 600 miembros, miles de soldados colonizaron el norte de la Península Itálica y miembros de la facción popular fueron ejecutados mediante las listas de proscritos. No obstante, tras la renuncia y muerte de Sila, muchas de sus políticas fueron congeladas.