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- #1
Les debo decir antes que nada, que la historia de mis cuernos es larga, por lo que subiré de a poco (trataré que lo más rápido posible) cada parte de la historia. Espero la disfruten. Saludos.
Hola, mi nombre es Alberto y soy mexicano, les voy a contar la historia de mi matrimonio.
Cabe decir que me considero muy normalito, tirándole a delgado, no muy alto y lampiño, no me considero atractivo, pero siempre había tenido algo de suerte con las mujeres.
Yo soy de Aguascalientes, México y me dedicaba a dar mantenimiento a computadoras, un trabajo mal pagado pero con el que podía ir pasándola. Debido a mi oficio tenía que ir dando soporte en muchas empresas y así fue como conocí a la que ahora es mi esposa, Laura. Ella tenía en ese entonces 19 años y yo 25, trabajaba como recepcionista en uno de los lugares a los que fui a dar mantenimiento, desde el principio me llamó la atención, pues aunque se vestía de manera muy anticuada y no era muy bonita de cara, a mí me tenía cautivado, pues era muy agradable y tierna, eso sí, era muy conservadora, la tenían completamente educada a la antigua, y me tardé casi los dos meses que estuve en esa empresa para que me aceptara una salida al cine.
Naturalmente nos hicimos novios pronto y a pesar de la reticencia de sus padres, sobre todo por la gran diferencia de edad, nos casamos dos años después, ella tenía 21 y yo 27. En nuestros años de noviazgo ella se mostró muy tímida respecto al sexo, pero completamente dispuesta a aprender; como a los dos meses de salir juntos por fin me dio una mamada, y la verdad era bastante buena, ya después me explicó que ella tenía un primo mucho mayor que siempre le pareció muy atractivo y en su fiesta de 15 años el dichoso primo logró hacer que ella, gracias a unas dos copitas que se pudo tomar a espaldas de su familia, le diera su primera mamada pues se gustaban mucho y así cada que se veían y podían ella le hacía sexo oral, eso sí, hacía cerca de un año que eso se había terminado pues el dichoso primo se fue a Estados Unidos de mojado para buscar trabajo, y debo decir que dejó muy bien entrenada a Laurita para dar unas mamadas espectaculares, pues imagínense, 3 años aprendiendo, aunque nunca llegaron a más, y lo pude comprobar porque yo fui su primer hombre, ella perdió la virginidad conmigo, pero no me la otorgó hasta que estuvo segura de que nos íbamos a casar, por lo tanto fue como 2 meses antes de la boda y realmente no fue tan especial, aunque según para ella sí.
Nuestro primer año de matrimonio fue muy rico en todos los niveles, nos llevábamos increíble, teníamos (seguimos teniendo, claro está) una increíble confianza y a nivel sexual la verdad es que estábamos muy contentos, estábamos felices. Después de un año y medio de matrimonio, conseguí un gran empleo, solo que en la capital de mi país, por lo que nos tuvimos que mudar un poco lejos de nuestra familia y amigos, pero pudimos comprar una casa y mi esposa dejó de trabajar. Sin embargo, por esas fechas me, digamos, asusté con una serie de actitudes mías que no eran para nada normales, por ejemplo, me empezaron a gustar mucho los relatos eróticos, pero los relatos “normales” me aburrieron muy rápido, después exploré los de violaciones, y aunque me entretuvieron muchísimo, a la larga también me hartaron hasta que descubrí los de infidelidades, uf, me ponía muy burro con esos, me encantaban todos, aquellos donde los cuernos eran consentidos, o en los que el pobre cornudo no se daba cuenta hasta el final de lo puta que era su mujer o cuando algún o alguna vivales se aprovechaba de la inocente pareja para cumplir sus deseos más oscuros; después de los relatos me interesé en las imágenes, buscaba muy concretas, de esposos viendo con sus propios ojos cómo sus mujeres los engañaban o en los que la mujer era completamente dominada. Yo trataba de entender esa “perversión”, me autoflagelaba porque no me parecía normal esto que me gustaba, aunque después, entrando en foros y chats me di cuenta que muchas parejas vivían eso con normalidad, me tranquilicé un poco, aunque sabía que jamás podría hacer esas cosas con mi esposa, pues ella era muy chapada a la antigua, y eso que nuestra vida sexual era muy buena, lo hacíamos 3 o 4 veces por semana, ella desde el principio se cuidaba para no embarazarse, se puso un dispositivo y siempre me la chupaba y después cogíamos, yo no era un portento de hombre, pero siempre creí, como todos los que la tenemos pequeña, que lo importante es cómo se usa, vamos, que estaba más que conforme con mis 14 centímetros, y mi esposa no se quejaba. Pero no podía quitarme esas ideas locas de mi cabeza, de ver coger a mi mujercita puritana con otro.
Al fin, después de un tiempo dándole vueltas a la cabeza se me ocurrió una forma de intentar hacer mi fantasía realidad (en estos momentos era cuando estábamos con los preparativos de la mudanza a la capital del país), era obvio que no podía llegar con este tipo de peticiones a una mujer que en su vida había usado una tanga o una minifalda arriba de las rodillas, pero ya que estaríamos en una nueva ciudad donde nadie nos conocía, empezaría a “prepararla” para que, si tenía éxito, ella misma tuviera las ganas de coger con otro (estando yo enterado, o no), o al menos que tuviera alguna curiosidad por probar a un hombre distinto a su marido, trataría de llevarla poco a poco por un camino en el que fuera despertando su lado más sensual, al final, quién sabe qué pasaría, lo que me quedaba claro es que tenía que ir muy poco a poco, pues aunque curiosa en lo sexual y bastante dispuesta a aprender, no estaba seguro de que aceptara de buenas maneras que su marido (el único hombre en su vida) llegara a pedirle que se acostara con otro.
De inmediato me puse manos a la obra (ya estando bien mudados en la ciudad a donde íbamos a vivir); lo primero era hacer que se sintiera muy sexy, muy guapa, y es que con la mudanza y mi nuevo trabajo que era bastante exigente, y con el hecho de que ella ya no necesitaba trabajar, se dedicó mucho más a cuidar de su figura, iba al gimnasio religiosamente por 2 horas diarias, por lo que se le hizo un cuerpo espectacular, de cara seguía siendo la mujer morena de rasgos un poco anchos que conocí, pero sus pechos eran grandes, redondos, turgentes (vamos, tenía 23 años, como no los iba a tener así), talla 36C; su culo era precioso, grande, redondo, bien formado y bastante firme; sus piernas no eran muy largas, pero con el ejercicio se tornearon muy bonito, ya no eran delgadas de ningún lado, vamos que se había convertido, de cuerpo, en un bombón, pero su educación conservadora no ayudaba, y mucho menos la ropa holgada y espantosa que usaba, si hasta para ir al gimnasio se ponía unos pants de algodón que no creo que usara ni mi abuela, pero en fin, inicié diciéndole en la intimidad lo buena que estaba, que las idas al gimnasio habían logrado su cometido, que tenía un cuerpazo digno de cualquier modelo, naturalmente, ella se apenaba, lo negaba y me decía que era un tonto, que decía eso porque era mi esposa, y de ahí me agarré, le decía que por supuesto que no, que si ella se vestía más sexy, notaría como los demás hombres babearían por ella y las mujeres la envidiarían, ella me volvía a decir que era un tonto y zanjaba la conversación; pero de tanto decirle, un día ya no me dijo nada, solo se sonrió, y se volteó; pensé que era una gran oportunidad, pues al no negar nada asumí que no le molestó el comentario, así que cuando fui al trabajo, me di el tiempo para comprarle una minifalda, no una muy corta, pero al menos unos 2-3 centímetros por encima de la rodilla, además de que se la compré de mezclilla (eso sí, bastante pegada) para que pudiera usarla bajo casi cualquier circunstancia.
Le mostré la mini en otro momento de intimidad, y a pesar de que su cara no era muy complaciente, le insistí un poco (ayudado de mis caricias, claro está) y aceptó usarla, con la condición de que solo lo haría si salíamos juntos, el primer paso estaba dado.
Realmente cuando la usó la primera vez no pasó gran cosa, pues fuimos a un centro comercial en donde había bastantes muchachas muy guapas enseñando pierna, pero cuando estábamos en la cama, en los juegos previos, le empecé a decir que algunos hombres se le habían quedado viendo fijamente mientras compraba cosas o estaba sentada, como estaba muy excitada por las caricias que le daba solo escuchaba sus gemidos, pero no decía nada al respecto, al menos no había rechazado los piropos.
Con el paso del tiempo fue una constante que después de que saliéramos y si ella usaba una minifalda (no era común que la usara, pero al menos, si le insistía lo suficiente, lo lograba), al regresar teníamos una muy buena sesión de sexo en la que cuando ya estaba calientita le hablaba de cómo se le quedaban viendo en la calle, traté de dilucidar qué tipo de hombres le gustaban más, y eso lo hacía fijándome con cómo gemía de acuerdo al hombre que le decía que se le había quedado mirando, y cuando vi que no solo se quedaba callada, sino que cerraba los ojos cuando se lo decía, empecé a decirle que seguramente los hombres que la habían visto se masturbarían en la noche pensando en su cuerpo, ella seguía sin decir nada, pero al menos no me rechazaba, cosa que yo veía como un gran avance, aunque trataba de no atosigarla con este tema, pues en cuanto veía que se molestaba un poco con mis comentarios se cortaba por lo que le estaba diciendo me quedaba callado y directamente me la cogía.
Continuará . . . .
Hola, mi nombre es Alberto y soy mexicano, les voy a contar la historia de mi matrimonio.
Cabe decir que me considero muy normalito, tirándole a delgado, no muy alto y lampiño, no me considero atractivo, pero siempre había tenido algo de suerte con las mujeres.
Yo soy de Aguascalientes, México y me dedicaba a dar mantenimiento a computadoras, un trabajo mal pagado pero con el que podía ir pasándola. Debido a mi oficio tenía que ir dando soporte en muchas empresas y así fue como conocí a la que ahora es mi esposa, Laura. Ella tenía en ese entonces 19 años y yo 25, trabajaba como recepcionista en uno de los lugares a los que fui a dar mantenimiento, desde el principio me llamó la atención, pues aunque se vestía de manera muy anticuada y no era muy bonita de cara, a mí me tenía cautivado, pues era muy agradable y tierna, eso sí, era muy conservadora, la tenían completamente educada a la antigua, y me tardé casi los dos meses que estuve en esa empresa para que me aceptara una salida al cine.
Naturalmente nos hicimos novios pronto y a pesar de la reticencia de sus padres, sobre todo por la gran diferencia de edad, nos casamos dos años después, ella tenía 21 y yo 27. En nuestros años de noviazgo ella se mostró muy tímida respecto al sexo, pero completamente dispuesta a aprender; como a los dos meses de salir juntos por fin me dio una mamada, y la verdad era bastante buena, ya después me explicó que ella tenía un primo mucho mayor que siempre le pareció muy atractivo y en su fiesta de 15 años el dichoso primo logró hacer que ella, gracias a unas dos copitas que se pudo tomar a espaldas de su familia, le diera su primera mamada pues se gustaban mucho y así cada que se veían y podían ella le hacía sexo oral, eso sí, hacía cerca de un año que eso se había terminado pues el dichoso primo se fue a Estados Unidos de mojado para buscar trabajo, y debo decir que dejó muy bien entrenada a Laurita para dar unas mamadas espectaculares, pues imagínense, 3 años aprendiendo, aunque nunca llegaron a más, y lo pude comprobar porque yo fui su primer hombre, ella perdió la virginidad conmigo, pero no me la otorgó hasta que estuvo segura de que nos íbamos a casar, por lo tanto fue como 2 meses antes de la boda y realmente no fue tan especial, aunque según para ella sí.
Nuestro primer año de matrimonio fue muy rico en todos los niveles, nos llevábamos increíble, teníamos (seguimos teniendo, claro está) una increíble confianza y a nivel sexual la verdad es que estábamos muy contentos, estábamos felices. Después de un año y medio de matrimonio, conseguí un gran empleo, solo que en la capital de mi país, por lo que nos tuvimos que mudar un poco lejos de nuestra familia y amigos, pero pudimos comprar una casa y mi esposa dejó de trabajar. Sin embargo, por esas fechas me, digamos, asusté con una serie de actitudes mías que no eran para nada normales, por ejemplo, me empezaron a gustar mucho los relatos eróticos, pero los relatos “normales” me aburrieron muy rápido, después exploré los de violaciones, y aunque me entretuvieron muchísimo, a la larga también me hartaron hasta que descubrí los de infidelidades, uf, me ponía muy burro con esos, me encantaban todos, aquellos donde los cuernos eran consentidos, o en los que el pobre cornudo no se daba cuenta hasta el final de lo puta que era su mujer o cuando algún o alguna vivales se aprovechaba de la inocente pareja para cumplir sus deseos más oscuros; después de los relatos me interesé en las imágenes, buscaba muy concretas, de esposos viendo con sus propios ojos cómo sus mujeres los engañaban o en los que la mujer era completamente dominada. Yo trataba de entender esa “perversión”, me autoflagelaba porque no me parecía normal esto que me gustaba, aunque después, entrando en foros y chats me di cuenta que muchas parejas vivían eso con normalidad, me tranquilicé un poco, aunque sabía que jamás podría hacer esas cosas con mi esposa, pues ella era muy chapada a la antigua, y eso que nuestra vida sexual era muy buena, lo hacíamos 3 o 4 veces por semana, ella desde el principio se cuidaba para no embarazarse, se puso un dispositivo y siempre me la chupaba y después cogíamos, yo no era un portento de hombre, pero siempre creí, como todos los que la tenemos pequeña, que lo importante es cómo se usa, vamos, que estaba más que conforme con mis 14 centímetros, y mi esposa no se quejaba. Pero no podía quitarme esas ideas locas de mi cabeza, de ver coger a mi mujercita puritana con otro.
Al fin, después de un tiempo dándole vueltas a la cabeza se me ocurrió una forma de intentar hacer mi fantasía realidad (en estos momentos era cuando estábamos con los preparativos de la mudanza a la capital del país), era obvio que no podía llegar con este tipo de peticiones a una mujer que en su vida había usado una tanga o una minifalda arriba de las rodillas, pero ya que estaríamos en una nueva ciudad donde nadie nos conocía, empezaría a “prepararla” para que, si tenía éxito, ella misma tuviera las ganas de coger con otro (estando yo enterado, o no), o al menos que tuviera alguna curiosidad por probar a un hombre distinto a su marido, trataría de llevarla poco a poco por un camino en el que fuera despertando su lado más sensual, al final, quién sabe qué pasaría, lo que me quedaba claro es que tenía que ir muy poco a poco, pues aunque curiosa en lo sexual y bastante dispuesta a aprender, no estaba seguro de que aceptara de buenas maneras que su marido (el único hombre en su vida) llegara a pedirle que se acostara con otro.
De inmediato me puse manos a la obra (ya estando bien mudados en la ciudad a donde íbamos a vivir); lo primero era hacer que se sintiera muy sexy, muy guapa, y es que con la mudanza y mi nuevo trabajo que era bastante exigente, y con el hecho de que ella ya no necesitaba trabajar, se dedicó mucho más a cuidar de su figura, iba al gimnasio religiosamente por 2 horas diarias, por lo que se le hizo un cuerpo espectacular, de cara seguía siendo la mujer morena de rasgos un poco anchos que conocí, pero sus pechos eran grandes, redondos, turgentes (vamos, tenía 23 años, como no los iba a tener así), talla 36C; su culo era precioso, grande, redondo, bien formado y bastante firme; sus piernas no eran muy largas, pero con el ejercicio se tornearon muy bonito, ya no eran delgadas de ningún lado, vamos que se había convertido, de cuerpo, en un bombón, pero su educación conservadora no ayudaba, y mucho menos la ropa holgada y espantosa que usaba, si hasta para ir al gimnasio se ponía unos pants de algodón que no creo que usara ni mi abuela, pero en fin, inicié diciéndole en la intimidad lo buena que estaba, que las idas al gimnasio habían logrado su cometido, que tenía un cuerpazo digno de cualquier modelo, naturalmente, ella se apenaba, lo negaba y me decía que era un tonto, que decía eso porque era mi esposa, y de ahí me agarré, le decía que por supuesto que no, que si ella se vestía más sexy, notaría como los demás hombres babearían por ella y las mujeres la envidiarían, ella me volvía a decir que era un tonto y zanjaba la conversación; pero de tanto decirle, un día ya no me dijo nada, solo se sonrió, y se volteó; pensé que era una gran oportunidad, pues al no negar nada asumí que no le molestó el comentario, así que cuando fui al trabajo, me di el tiempo para comprarle una minifalda, no una muy corta, pero al menos unos 2-3 centímetros por encima de la rodilla, además de que se la compré de mezclilla (eso sí, bastante pegada) para que pudiera usarla bajo casi cualquier circunstancia.
Le mostré la mini en otro momento de intimidad, y a pesar de que su cara no era muy complaciente, le insistí un poco (ayudado de mis caricias, claro está) y aceptó usarla, con la condición de que solo lo haría si salíamos juntos, el primer paso estaba dado.
Realmente cuando la usó la primera vez no pasó gran cosa, pues fuimos a un centro comercial en donde había bastantes muchachas muy guapas enseñando pierna, pero cuando estábamos en la cama, en los juegos previos, le empecé a decir que algunos hombres se le habían quedado viendo fijamente mientras compraba cosas o estaba sentada, como estaba muy excitada por las caricias que le daba solo escuchaba sus gemidos, pero no decía nada al respecto, al menos no había rechazado los piropos.
Con el paso del tiempo fue una constante que después de que saliéramos y si ella usaba una minifalda (no era común que la usara, pero al menos, si le insistía lo suficiente, lo lograba), al regresar teníamos una muy buena sesión de sexo en la que cuando ya estaba calientita le hablaba de cómo se le quedaban viendo en la calle, traté de dilucidar qué tipo de hombres le gustaban más, y eso lo hacía fijándome con cómo gemía de acuerdo al hombre que le decía que se le había quedado mirando, y cuando vi que no solo se quedaba callada, sino que cerraba los ojos cuando se lo decía, empecé a decirle que seguramente los hombres que la habían visto se masturbarían en la noche pensando en su cuerpo, ella seguía sin decir nada, pero al menos no me rechazaba, cosa que yo veía como un gran avance, aunque trataba de no atosigarla con este tema, pues en cuanto veía que se molestaba un poco con mis comentarios se cortaba por lo que le estaba diciendo me quedaba callado y directamente me la cogía.
Continuará . . . .
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