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Bovino adolescente
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Los que ni se rinden ni se intimidan
Renunciar a lo fácil, a lo ganado con el pase automático dentro de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue lo primero que hicieron tres de estos jóvenes, porque de haber continuado habrían acabado en carreras que no son su sueño. Fabiola, en cambio, prefirió no proseguir sus estudios en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) porque ella anhelaba hacerlo “en la mejor escuela de medicina, en la mejor universidad de América Latina”.
Hoy “demostramos que sabemos”, asegura Gaby, quien junto a Fabiola, Gema y Miguel ángel realizaron el mejor examen en su trayectoria, la prueba que los colocó como los mejores de entre más de 108 mil estudiantes que intentaron ingresar este año a esa casa de estudios.
También aspiran a ser los mejores en su especialidad. Los cuatro sueñan con ser médicos, pero también ambicionan contribuir a que México sea un país de igualdad y oportunidades para todos.
Durante una visita a las instalaciones de EL UNIVERSAL coinciden en la frase popular “el que busca encuentra” que lanza Gema. Por eso, ante el señalamiento de que en el país existen 7.5 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan, lo primero que se ve en sus rostros es enojo, malestar. “Las oportunidades se buscan”, asegura Gaby.
“La escuela de los pobres”
Gloria Gema Ata García, con su 8.2 y un examen extraordinario de biología a cuestas, tenía pocas posibilidades de obtener, mediante el pase automático, desde la Preparatoria 1, un lugar dentro de la carrera de medicina. A los que no pudieron ingresar a una institución de educación superior les pide “no desmoralizarse” y seguir intentando, “más ahora, que tienen el tiempo suficiente para hacer algo de provecho”, señala.
Reconoce en la UNAM a una institución con una vocación humanista, con sensibilidad para quienes no cuentan con recursos económicos. “Es la escuela de los pobres”, afirma, porque pide cuotas mínimas y, en el caso de quienes tienen posibilidades, pueden retribuirle con la cantidad que quieran. “La UNAM sólo te pide que le regreses amor”, asevera.
La cuarta es la vencida
Miguel ángel Aguirre Delfín, quien desde hace un año buscaba ingresar a la UNAM, señala que en el caso de los ninis “la culpa es muchas veces de los padres porque no los presionan, no hacen algo para que sus hijos estudien, trabajen o se superen, solos dejan seguir su rumbo. Si quieren trabajar y si quieren estudiar, bien, y si no ahí los tienen de parásitos en casa”, afirma.
“Fui rechazado tres veces, pero mientras me metí a trabajar para pagar los cursos que me ayudaron a que hoy esté aquí”, dice, entre los mejores alumnos de la institución.
Desde hace unos años, cuando murió su abuelo por una negligencia médica (le diagnosticaron cáncer de riñón cuando en realidad era de próstata), el joven había fijado su meta. “Si vas a ser médico, que sea el mejor, y si no, sé qué pondrás tu apellido en alto”, me dijo antes de morir... y así lo voy a hacer; por lo menos ejerceré con ética”, advierte.
Aficionado a los cubos de rubik, Miguel cuenta que los dos exámenes que presentó el año pasado “los hice al ahí se va..., y por eso los chavos que se manifiestan, los rechazados, se me hace que a veces es una tontería, porque si no te quedas es porque no tienes el nivel para estar ahí. Pero en vez de ponerse a marchar o reclamarle a la UNAM, ese tiempo que están en Rectoría deberían usarlo para estudiar, para presentar el próximo examen”, dice.
No es para todos
Fabiola Oropeza asegura que como estudiante se debe reconocer que no todos tienen la capacidad para hacer estudios profesionales y que para eso también son los exámenes.
La UNAM sólo acepta a poco menos del 10% de los que demandan un lugar. Ante eso, no todos tienen posibilidad y “muchísimos no tienen la capacidad de entrar a una escuela, (además de que hay quienes piensan que) si no es la UNAM no entran a otra (institución)”.
Ella cursó el bachillerato en el Tec de Monterrey, pero al decidir estudiar medicina, para en un futuro especializarse en neurología o siquiatría, optó por la UNAM. Se siente privilegiada no sólo por ingresar a “la mejor universidad de América Latina”, sino por estar ahora seleccionada para formar parte del Programa de Alumnos de Excelencia. Su promedio de 9.7 en la preparatoria lo avala.
“Me siento feliz. Cuando me enteré que había pasado (el examen) quería llorar, gritar, echar la casa por la ventana porque la cantidad de gente que se queda es poca, mucho más en la Facultad de Medicina, que es la más demandada. Entré a la facultad que quería y fui privilegiada”, afirma con convicción.
Explica que en el curso propedéutico en la UNAM, funcionarios les informaron que estudiar en esa facultad implica una inversión de 102 mil 500 pesos por alumno al año. “Es la beca más grande que me han dado en toda mi vida”, dice.
Este año junto a ellos también está Diana Ivette Medina Santos, quien no pudo asistir a las instalaciones de este diario, pero con sus 116 aciertos en la prueba forma parte de este quinteto de excelencia.
“La UNAM es maravillosa”
Gaby agrega que a la edad de quienes aspiran a estudiar y no lo consiguen ya no es necesario que intervengan los papás, pues cada quien puede ver el futuro que anhela. “Igual no te quedaste un año, te puedes meter a trabajar, pagar un curso... pero seguir luchando por lo que quieres. Yo creo que lo que pasa es que los chavos debieran tener algo por qué luchar, que se vean en un proyecto de vida, que se vean a futuro, no las oportunidades”, asegura.
Es Martha Gabriela Santana Rodríguez, Gaby, quien dice que los jóvenes deben aceptar que las universidades no pueden recibir a todos porque tampoco habrá, al paso de unos años, empleos para todos.
Ella probó el año pasado, durante unos meses, en la carrera de bioquímica diagnóstica, pero prefirió renunciar a ello, porque no era lo que deseaba. Declinó al beneficio que le dio el pase automático con su promedio de 7.4 en la Preparatoria 9.
“La UNAM es maravillosa”, califica, porque premia a los que durante tres años se dedicaron y asistieron a todas las clases y abre la oportunidad a quienes “no entregamos la tareíta, nos distrajimos... los que no tenemos buen promedio pero que ahora demostramos que sabemos”, afirma.
Respecto a los jóvenes que presentaron su examen y hoy forman parte de las movilizaciones y marchas porque fueron rechazados en las instituciones de educación superior, afirma: “Es un derecho que todos tenemos (el manifestarse). En lugar de estar exigiendo, mejor que se pongan a estudiar... son como patadas de ahogado”, dice.
Aquí la nota: http://mx.noticias.yahoo.com/los-que-ni-se-rinden-ni-se-intimidan.html
Renunciar a lo fácil, a lo ganado con el pase automático dentro de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue lo primero que hicieron tres de estos jóvenes, porque de haber continuado habrían acabado en carreras que no son su sueño. Fabiola, en cambio, prefirió no proseguir sus estudios en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) porque ella anhelaba hacerlo “en la mejor escuela de medicina, en la mejor universidad de América Latina”.
Hoy “demostramos que sabemos”, asegura Gaby, quien junto a Fabiola, Gema y Miguel ángel realizaron el mejor examen en su trayectoria, la prueba que los colocó como los mejores de entre más de 108 mil estudiantes que intentaron ingresar este año a esa casa de estudios.
También aspiran a ser los mejores en su especialidad. Los cuatro sueñan con ser médicos, pero también ambicionan contribuir a que México sea un país de igualdad y oportunidades para todos.
Durante una visita a las instalaciones de EL UNIVERSAL coinciden en la frase popular “el que busca encuentra” que lanza Gema. Por eso, ante el señalamiento de que en el país existen 7.5 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan, lo primero que se ve en sus rostros es enojo, malestar. “Las oportunidades se buscan”, asegura Gaby.
“La escuela de los pobres”
Gloria Gema Ata García, con su 8.2 y un examen extraordinario de biología a cuestas, tenía pocas posibilidades de obtener, mediante el pase automático, desde la Preparatoria 1, un lugar dentro de la carrera de medicina. A los que no pudieron ingresar a una institución de educación superior les pide “no desmoralizarse” y seguir intentando, “más ahora, que tienen el tiempo suficiente para hacer algo de provecho”, señala.
Reconoce en la UNAM a una institución con una vocación humanista, con sensibilidad para quienes no cuentan con recursos económicos. “Es la escuela de los pobres”, afirma, porque pide cuotas mínimas y, en el caso de quienes tienen posibilidades, pueden retribuirle con la cantidad que quieran. “La UNAM sólo te pide que le regreses amor”, asevera.
La cuarta es la vencida
Miguel ángel Aguirre Delfín, quien desde hace un año buscaba ingresar a la UNAM, señala que en el caso de los ninis “la culpa es muchas veces de los padres porque no los presionan, no hacen algo para que sus hijos estudien, trabajen o se superen, solos dejan seguir su rumbo. Si quieren trabajar y si quieren estudiar, bien, y si no ahí los tienen de parásitos en casa”, afirma.
“Fui rechazado tres veces, pero mientras me metí a trabajar para pagar los cursos que me ayudaron a que hoy esté aquí”, dice, entre los mejores alumnos de la institución.
Desde hace unos años, cuando murió su abuelo por una negligencia médica (le diagnosticaron cáncer de riñón cuando en realidad era de próstata), el joven había fijado su meta. “Si vas a ser médico, que sea el mejor, y si no, sé qué pondrás tu apellido en alto”, me dijo antes de morir... y así lo voy a hacer; por lo menos ejerceré con ética”, advierte.
Aficionado a los cubos de rubik, Miguel cuenta que los dos exámenes que presentó el año pasado “los hice al ahí se va..., y por eso los chavos que se manifiestan, los rechazados, se me hace que a veces es una tontería, porque si no te quedas es porque no tienes el nivel para estar ahí. Pero en vez de ponerse a marchar o reclamarle a la UNAM, ese tiempo que están en Rectoría deberían usarlo para estudiar, para presentar el próximo examen”, dice.
No es para todos
Fabiola Oropeza asegura que como estudiante se debe reconocer que no todos tienen la capacidad para hacer estudios profesionales y que para eso también son los exámenes.
La UNAM sólo acepta a poco menos del 10% de los que demandan un lugar. Ante eso, no todos tienen posibilidad y “muchísimos no tienen la capacidad de entrar a una escuela, (además de que hay quienes piensan que) si no es la UNAM no entran a otra (institución)”.
Ella cursó el bachillerato en el Tec de Monterrey, pero al decidir estudiar medicina, para en un futuro especializarse en neurología o siquiatría, optó por la UNAM. Se siente privilegiada no sólo por ingresar a “la mejor universidad de América Latina”, sino por estar ahora seleccionada para formar parte del Programa de Alumnos de Excelencia. Su promedio de 9.7 en la preparatoria lo avala.
“Me siento feliz. Cuando me enteré que había pasado (el examen) quería llorar, gritar, echar la casa por la ventana porque la cantidad de gente que se queda es poca, mucho más en la Facultad de Medicina, que es la más demandada. Entré a la facultad que quería y fui privilegiada”, afirma con convicción.
Explica que en el curso propedéutico en la UNAM, funcionarios les informaron que estudiar en esa facultad implica una inversión de 102 mil 500 pesos por alumno al año. “Es la beca más grande que me han dado en toda mi vida”, dice.
Este año junto a ellos también está Diana Ivette Medina Santos, quien no pudo asistir a las instalaciones de este diario, pero con sus 116 aciertos en la prueba forma parte de este quinteto de excelencia.
“La UNAM es maravillosa”
Gaby agrega que a la edad de quienes aspiran a estudiar y no lo consiguen ya no es necesario que intervengan los papás, pues cada quien puede ver el futuro que anhela. “Igual no te quedaste un año, te puedes meter a trabajar, pagar un curso... pero seguir luchando por lo que quieres. Yo creo que lo que pasa es que los chavos debieran tener algo por qué luchar, que se vean en un proyecto de vida, que se vean a futuro, no las oportunidades”, asegura.
Es Martha Gabriela Santana Rodríguez, Gaby, quien dice que los jóvenes deben aceptar que las universidades no pueden recibir a todos porque tampoco habrá, al paso de unos años, empleos para todos.
Ella probó el año pasado, durante unos meses, en la carrera de bioquímica diagnóstica, pero prefirió renunciar a ello, porque no era lo que deseaba. Declinó al beneficio que le dio el pase automático con su promedio de 7.4 en la Preparatoria 9.
“La UNAM es maravillosa”, califica, porque premia a los que durante tres años se dedicaron y asistieron a todas las clases y abre la oportunidad a quienes “no entregamos la tareíta, nos distrajimos... los que no tenemos buen promedio pero que ahora demostramos que sabemos”, afirma.
Respecto a los jóvenes que presentaron su examen y hoy forman parte de las movilizaciones y marchas porque fueron rechazados en las instituciones de educación superior, afirma: “Es un derecho que todos tenemos (el manifestarse). En lugar de estar exigiendo, mejor que se pongan a estudiar... son como patadas de ahogado”, dice.
Aquí la nota: http://mx.noticias.yahoo.com/los-que-ni-se-rinden-ni-se-intimidan.html