Desde luego, lo preferible es consumir café orgánico. Es decir, aquel que no contiene conservadores y que ha sido cultivado sin el uso de pesticidas ni fertilizantes industriales. Sin embargo, dada la dificultad para encontrarlo y estar seguros de la calidad del producto, yo opto por comprar sobrecitos de café de Pluma Hidalgo, una región al sur de Oaxaca donde el clima y las condiciones de altitud son favorables para un café de acidez media y sabor muy reconfortante. Pero, dado que su concentración de cafeína es alto, lo tomo muy diluido y en poca cantidad. Lo prefiero en las mañanas frías o cuando llueve, antes de ponerme a trabajar en la compu o leer.
En el DF este café se consigue en las calles de La Soledad, en el centro histórico, o en La Merced, en puestos de productos oaxaqueños. Casi nunca vienen con marca, y su calidad puede percibirse desde el aroma del paquete. Al igual que el de grano, el café en polvo es muy recomendable, aunque al prepararlo se le debe vigilar porque produce una espuma muy violenta que derrama la cafetera.
También son muy sabrosos los cafés de grano de Córdoba, Veracruz. Del mismo modo, la marca es lo de menos, porque incluso en una misma marca buscan diversos productores y el café varía mucho de un lote a otro. Es preferible hallar un buen proveedor del café a granel, que nos garantice la calidad del producto.
Una recomendación adicional sería endulzarlo con panela o piloncillo, y en caso de preferirlo, agregar un poco de canela al momento de ponerlo a hervir. Yo dejaría el chorrito de ron o whisky sólo para paladares rudos. Los niños preferirán el café con leche, que en las mañanas les proporciona un combustible que no se agota durante varias horas.