kike jrr
Bovino maduro
- Desde
- 31 Dic 2010
- Mensajes
- 316
- Tema Autor
- #1
“Frívolos, manipulados, facilotes”, así calificaban ayer algunos a quienes nos emocionamos de ver durante una semana a los jóvenes de la Sub 17 hacer proeza tras proeza, ganándole a las principales potencias futbolísticas y coronándose campeones del mundo. “Un poco de pan y circo y a ustedes se les olvida todo… qué fácil es atarantarlos”, nos espetaban unos cuantos mientras la ilusión, la emoción y el orgullo inundaban las redes sociales y las comidas familiares.
¿Cómo no emocionarse con un grupo de jóvenes que demostraron coraje, valentía, perseverancia, capacidad de sacrificio, solidaridad entre ellos y orgullo de representarnos?
¿Cómo no emocionarse cuando un muchachito de 16 años sale asustado de la cancha por la cantidad de sangre que brota de una herida de 10 centímetros en la cabeza pero insiste en regresar al terreno de juego cuando se entera que ya no hay más cambios posibles? ¿Cómo no emocionarnos cuando todos los días nos preguntamos qué habremos hecho tan mal como comunidad, dónde y cuándo se perdió la brújula dentro de nuestras familias para que chamacos de 21 años estén hoy en la cárcel acusados de haber ordenado o participado en cientos de asesinatos? Hay en nuestras calles adolescentes que descabezan, torturan, golpean, secuestran. Jóvenes adictos y abestiados, sin capacidad de sentir dolor y mucho menos de empatizar con el dolor ajeno.
Tienen la misma edad que los chicos de la selección, nacieron en las mismas ciudades, se cruzaron quizá en alguna primaria pública de Jalisco o Sinaloa, pero optaron por caminos que separa un abismo. Es de ellos de los que solemos enterarnos.
La dosis de realidad que recibimos los que seguimos las noticias —algunos prefieren no enterarse— es suficiente. ¿Quién puede hoy escapar del miedo de andar de noche en las calles, del miedo de salir a carreteras en muchos estados de la república, del miedo de las madres y padres de dejar salir a sus hijos adolescentes de noche, del miedo a acabar sin quererlo, buscarlo ni merecerlo en el lugar equivocado a la hora equivocada con la compañía equivocada? ¿Quién puede hoy vivir en esta sociedad ignorando el dolor de quienes han perdido a un hijo o de los que deambulan de oficina en oficina buscando un indicio del paradero de sus familiares desaparecidos? No son baños de realidad lo que nos hace falta, sino oportunidades para soñar. Por eso se equivocan los “lúcidos” que ven con desprecio cómo millones nos emocionamos con los logros de la Sub 17. Aquí no hay mentira, no hay engaño, no hay superchería, nadie está detrás de estos chicos manipulando los hilos de esta historia. Han sido su entrenador, el sacrificio de sus familias y sobre todo su esfuerzo y dedicación los que los han llevado a trascender sus límites y dejarnos este ejemplo de éxito tan fabuloso. ¡Cómo no emocionarse cuando vemos que también hay jóvenes así! Y no sé a ustedes, pero a mí su éxito y ejemplo me da energía para levantarme mañana, seguir trabajando, haciendo y confiando en que de ésta vamos a salir.
El Universal.
¿Cómo no emocionarse con un grupo de jóvenes que demostraron coraje, valentía, perseverancia, capacidad de sacrificio, solidaridad entre ellos y orgullo de representarnos?
¿Cómo no emocionarse cuando un muchachito de 16 años sale asustado de la cancha por la cantidad de sangre que brota de una herida de 10 centímetros en la cabeza pero insiste en regresar al terreno de juego cuando se entera que ya no hay más cambios posibles? ¿Cómo no emocionarnos cuando todos los días nos preguntamos qué habremos hecho tan mal como comunidad, dónde y cuándo se perdió la brújula dentro de nuestras familias para que chamacos de 21 años estén hoy en la cárcel acusados de haber ordenado o participado en cientos de asesinatos? Hay en nuestras calles adolescentes que descabezan, torturan, golpean, secuestran. Jóvenes adictos y abestiados, sin capacidad de sentir dolor y mucho menos de empatizar con el dolor ajeno.
Tienen la misma edad que los chicos de la selección, nacieron en las mismas ciudades, se cruzaron quizá en alguna primaria pública de Jalisco o Sinaloa, pero optaron por caminos que separa un abismo. Es de ellos de los que solemos enterarnos.
La dosis de realidad que recibimos los que seguimos las noticias —algunos prefieren no enterarse— es suficiente. ¿Quién puede hoy escapar del miedo de andar de noche en las calles, del miedo de salir a carreteras en muchos estados de la república, del miedo de las madres y padres de dejar salir a sus hijos adolescentes de noche, del miedo a acabar sin quererlo, buscarlo ni merecerlo en el lugar equivocado a la hora equivocada con la compañía equivocada? ¿Quién puede hoy vivir en esta sociedad ignorando el dolor de quienes han perdido a un hijo o de los que deambulan de oficina en oficina buscando un indicio del paradero de sus familiares desaparecidos? No son baños de realidad lo que nos hace falta, sino oportunidades para soñar. Por eso se equivocan los “lúcidos” que ven con desprecio cómo millones nos emocionamos con los logros de la Sub 17. Aquí no hay mentira, no hay engaño, no hay superchería, nadie está detrás de estos chicos manipulando los hilos de esta historia. Han sido su entrenador, el sacrificio de sus familias y sobre todo su esfuerzo y dedicación los que los han llevado a trascender sus límites y dejarnos este ejemplo de éxito tan fabuloso. ¡Cómo no emocionarse cuando vemos que también hay jóvenes así! Y no sé a ustedes, pero a mí su éxito y ejemplo me da energía para levantarme mañana, seguir trabajando, haciendo y confiando en que de ésta vamos a salir.
El Universal.