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Bovino de la familia
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Francisco Valdés Ugalde /El Mundo de Córdoba
Decía el finado (y finísimo) profesor Manuel Rodríguez Lapuente que no se había hecho marxista para vivir como los pobres, sino para que los pobres vivieran como él. Le escuché esta frase en los años 70 en su casa, la Universidad de Guadalajara. Para su regocijo, el escándalo no se hacía esperar, los estudiantes pobretólogos se apuntaban rápidamente entre los agraviados que consideraban un insulto semejante afirmación.
Abundaban entonces las mistificaciones de Marx y del marxismo, entre las que sobresalían las hipérboles de la teoría de la enajenación del ilustre renano. En dicha teoría se afirma que la conciencia de la gente se invierte en el capitalismo merced al “fetichismo de la mercancía”, y que sólo podría enderezarse mediante la teoría “verdadera” del marxismo y la lucha revolucionaria del proletariado. Únicamente de este lado se podía ver la luz; en cualquier otro habría ceguera o densas cataratas.
Ignoramos si Andrés Manuel López Obrador se haya compenetrado en esas profundidades, pero lo cierto es que promueve entre sus seguidores una versión vulgar según la cual la mayoría de los medios de comunicación están al servicio de una “mafia” y engañan constantemente a la población, especialmente en lo tocante a “los propósitos reales y sinceros de nuestro movimiento” (el del gobierno legítimo).
De ahí que haya hecho un llamado para que él y los suyos “liberemos con argumentos a los sometidos y a los engañados por los medios de comunicación” (discurso del presidente legítimo de México en el aniversario de la Independencia).
Una semana antes, en Saltillo (ver Reforma, 09/IX/09), López Obrador llamó a dejar de leer a Germán Dehesa y a Catón, y de escuchar los noticiarios de Televisa, así como los programas de Mario Ramón Beteta y Pedro Ferriz. “Por eso le va tan mal a la pobre clase media; porque ahí es donde se informa y ahí es donde los manipulan (sic)”. La nota concluye recogiendo el señalamiento de que la campaña de los medios en su contra ha sumado a Juanito (por cierto, invento suyo) al invitarlo a espacios informativos.
Pero AMLO guarda silencio sobre la aprobación de los diputados de su partido, el PRD, junto con los demás (por unanimidad), de la ley Televisa el 11 de abril de 2006, que traicionó el compromiso declarado por modificar de fondo a “la mafia”. ¿Por qué él y su partido no denunciaron en ese momento las maniobras de “la mafia” para secuestrar el espacio radioeléctrico apoyándose en el chantaje mediático al proceso electoral?
Y qué decir del ocultamiento de información deliberado y sistemático sobre la obra pública durante su mandato como jefe de Gobierno del Distrito Federal. ¿No fue AMLO el que trató de acabar con el Instituto de Información de la ciudad para evitar la transparencia y la rendición de cuentas de su gobierno? Ahora resulta que AMLO quiere “liberar” a los “engañados” y llama al pueblo “consciente” (sus seguidores) a una campaña para “despertar” “a toda la población y particularmente a las clases medias, que han sido las más manipuladas”.
Lo inexplicable es por qué AMLO y su partido ayudaron a perpetuar el poder de los que hoy acusan de haberles robado la elección presidencial. Quizá sea porque la enajenación de la mayoría es tanta que no nos dimos cuenta de la pertinencia y verdad que en 2006 tenía aceptar la permanencia del duopolio y, enajenados, pensamos que era el momento preciso para abrir las telecomunicaciones a la competencia (y a la “democratización” que tanto anhela). Acaso los que lo criticamos, hoy como antes, estamos alienados por “la mafia” y sus medios de comunicación mientras el pueblo “libre” (el que sí entiende a AMLO) venga a “liberarnos” imponiéndonos la luz de su verdad. “Argumentos”, “democracia” y “verdad” a conveniencia, a la medida del aspirante a acaudillar al pueblo.
¿Culpables? ¡Qué va! La clase media que se deja engañar y lee a Dehesa, Catón, Ferriz o Beteta. Engañados los que no concuerdan con él. Y los hay peores: traidores o enemigos los que critican o piensan diferente. Para ellos censura y condena, no merecen entrar al reino de la verdad. Con esa lógica no se actúa para que los que menos tienen tengan más, sino para abonar la uniformidad de un pueblo imaginado en la pesadilla de la personalidad autoritaria.
Y ustedes dirán: ¿Otra más de AMLO? Pues sí; sin embargo, me llamó la atención la nota. Después de todo formo parte de la clase media-baja.
Saludos cordiales.
Decía el finado (y finísimo) profesor Manuel Rodríguez Lapuente que no se había hecho marxista para vivir como los pobres, sino para que los pobres vivieran como él. Le escuché esta frase en los años 70 en su casa, la Universidad de Guadalajara. Para su regocijo, el escándalo no se hacía esperar, los estudiantes pobretólogos se apuntaban rápidamente entre los agraviados que consideraban un insulto semejante afirmación.
Abundaban entonces las mistificaciones de Marx y del marxismo, entre las que sobresalían las hipérboles de la teoría de la enajenación del ilustre renano. En dicha teoría se afirma que la conciencia de la gente se invierte en el capitalismo merced al “fetichismo de la mercancía”, y que sólo podría enderezarse mediante la teoría “verdadera” del marxismo y la lucha revolucionaria del proletariado. Únicamente de este lado se podía ver la luz; en cualquier otro habría ceguera o densas cataratas.
Ignoramos si Andrés Manuel López Obrador se haya compenetrado en esas profundidades, pero lo cierto es que promueve entre sus seguidores una versión vulgar según la cual la mayoría de los medios de comunicación están al servicio de una “mafia” y engañan constantemente a la población, especialmente en lo tocante a “los propósitos reales y sinceros de nuestro movimiento” (el del gobierno legítimo).
De ahí que haya hecho un llamado para que él y los suyos “liberemos con argumentos a los sometidos y a los engañados por los medios de comunicación” (discurso del presidente legítimo de México en el aniversario de la Independencia).
Una semana antes, en Saltillo (ver Reforma, 09/IX/09), López Obrador llamó a dejar de leer a Germán Dehesa y a Catón, y de escuchar los noticiarios de Televisa, así como los programas de Mario Ramón Beteta y Pedro Ferriz. “Por eso le va tan mal a la pobre clase media; porque ahí es donde se informa y ahí es donde los manipulan (sic)”. La nota concluye recogiendo el señalamiento de que la campaña de los medios en su contra ha sumado a Juanito (por cierto, invento suyo) al invitarlo a espacios informativos.
Pero AMLO guarda silencio sobre la aprobación de los diputados de su partido, el PRD, junto con los demás (por unanimidad), de la ley Televisa el 11 de abril de 2006, que traicionó el compromiso declarado por modificar de fondo a “la mafia”. ¿Por qué él y su partido no denunciaron en ese momento las maniobras de “la mafia” para secuestrar el espacio radioeléctrico apoyándose en el chantaje mediático al proceso electoral?
Y qué decir del ocultamiento de información deliberado y sistemático sobre la obra pública durante su mandato como jefe de Gobierno del Distrito Federal. ¿No fue AMLO el que trató de acabar con el Instituto de Información de la ciudad para evitar la transparencia y la rendición de cuentas de su gobierno? Ahora resulta que AMLO quiere “liberar” a los “engañados” y llama al pueblo “consciente” (sus seguidores) a una campaña para “despertar” “a toda la población y particularmente a las clases medias, que han sido las más manipuladas”.
Lo inexplicable es por qué AMLO y su partido ayudaron a perpetuar el poder de los que hoy acusan de haberles robado la elección presidencial. Quizá sea porque la enajenación de la mayoría es tanta que no nos dimos cuenta de la pertinencia y verdad que en 2006 tenía aceptar la permanencia del duopolio y, enajenados, pensamos que era el momento preciso para abrir las telecomunicaciones a la competencia (y a la “democratización” que tanto anhela). Acaso los que lo criticamos, hoy como antes, estamos alienados por “la mafia” y sus medios de comunicación mientras el pueblo “libre” (el que sí entiende a AMLO) venga a “liberarnos” imponiéndonos la luz de su verdad. “Argumentos”, “democracia” y “verdad” a conveniencia, a la medida del aspirante a acaudillar al pueblo.
¿Culpables? ¡Qué va! La clase media que se deja engañar y lee a Dehesa, Catón, Ferriz o Beteta. Engañados los que no concuerdan con él. Y los hay peores: traidores o enemigos los que critican o piensan diferente. Para ellos censura y condena, no merecen entrar al reino de la verdad. Con esa lógica no se actúa para que los que menos tienen tengan más, sino para abonar la uniformidad de un pueblo imaginado en la pesadilla de la personalidad autoritaria.
La nota salió en el periódico local de mi tierra, obviamente gracias al internet y a la pagina de la redacción me ahorré transcribir toda la nota (algunas veces no queda de otra que la transcripción).
Y ustedes dirán: ¿Otra más de AMLO? Pues sí; sin embargo, me llamó la atención la nota. Después de todo formo parte de la clase media-baja.
Saludos cordiales.