Saludos bakunos. Miren, la novia
unzadita: de un amigo anda escribiendo historias de terror para una antología que ambos quieren publicar por alli del día de muertos y me pasó esta que escribió para que la lean y la disfruten a ver que les parece, en lo personal si me dió miedo como que me dejó pensando.
Una Noche de Otoño
Por: Layla S. Benavides
Lo primero que el policía miró fueron los pies descalzos de la joven, llenos de barro y sangre. Al levantar la mirada, se asustó al ver que vestía únicamente algunos jirones de tela que a duras penas alcanzaban a cubrir lo más esencial de su cuerpo. Sin pensarlo dos veces, abrió el cajón de su escritorio y le extendió a la joven su camiseta limpia (la que usaba para ir a su casa después de que terminaba su turno en la oficina).
-¿Qué te pasó?
-Unos….hombres….me pegaron….y me….me…violaron…
El policía sintió una enorme rabia que surgía dentro de él. La joven no tenía más de dieciséis o diecisiete años, se veía muy frágil y sobre todo, le inspiró un enorme sentimiento de solidaridad.
-Mira, mi jefe acaba de salir junto con mis compañeros porque hubo una balacera en la colonia Revolución, pero….
-Mi amiga….están con ella….en esa casa vieja….ella….ella….
El policía supo que no tenía otra opción mas que ir a ayudar a la otra joven. Revisó su arma y tras guardarse otro cargador en el bolsillo del pantalón, acompañó a la joven hasta el auto (un viejo tsuro modelo ochenta y tantos) que fungía como patrulla. Tras recorrer varias calles buscando la casa donde la joven dijo haber sido brutalmente atacada, al fin dieron con ella: se trataba de una enorme casa sin terminar, dentro de la cual se alcanzaba a ver una especie de luz, como si alguien hubiera encendido una fogata dentro de ella. Tras llamar por radio a sus compañeros para avisarles en donde se encontraba, salió del vehículo seguido por la joven.
-Espéreme aquí…
-No me deje sola…
-Espéreme….
El policía avanzó hacia la casa, entró por la puerta, la cual estaba cubierta únicamente por láminas viejas y subió las escaleras lentamente. Cuando llegó hasta el enorme cuarto donde se encontraba la fogata, sintió el golpe en la nuca y perdió el conocimiento.
Despertó rato después, atado y amordazado. Frente a él se encontraba la misma joven que había llegado a la subdelegación a pedir ayuda, completamente desnuda, con sus pechos y su vientre pintarrajeados de negro. Alrededor de ellos había varias personas de diferentes edades, al menos la mitad de ellos eran jóvenes, algunos adultos y varios ancianos. Después de escuchar los balbuceos de la joven, inclinaron su cabeza y comenzaron a susurrar algo en voz baja.
-Y este, oh gran señor de la oscuridad, es el sacrificio que te ofrecemos hoy, sé propicio a nosotros, tus hijos fieles…acéptalo….
El policía sintió como algo se clavaba en su pecho. Al bajar la mirada se dio cuenta que se trataba de una especie de puñal. Mientras la hoja bajaba, abriendo su vientre y exponiendo sus entrañas, miró claramente como uno de los ancianos se acercaba hasta él para tomar con los dedos un poco de la sangre que le escurría por la herida y llevársela a la boca para probarla, reconociéndolo después de unos segundos como el padre Jaime, el párroco de la colonia donde estaba la subdelegación.
-Muy bien, hija mía. –Dijo el sacerdote mientras comenzaba a desnudarse al igual que los demás presentes.- Ahora, sácale el corazón mientras aún tenga un poco de vida y colócalo sobre el altar.
La joven obedeció mientras las manos del anciano comenzaban a acariciarla atrevidamente. Gonzalo, el policía más novato de la subdelegación, sintió como las lágrimas rodaban por sus mejillas, no por el dolor, sino por la enorme decepción al darse cuenta como su vida no había servido mas que como ofrenda al diablo…..y después de sentir como le arrancaban el corazón, despertó.
Abrió los ojos y se dio cuenta que solo había estado soñando. Después de unos instantes suspiró aliviado y fue a servirse un poco de agua. Se prometió a sí mismo que al día siguiente compraría un frasco de café para tenerlo en la subdelegación sin falta. De pronto, escuchó una voz detrás de él.
-Ayuda….ayúdeme por favor.
Lo primero que el policía miró fueron los pies descalzos de la joven, llenos de barro y sangre….
unzadita: de un amigo anda escribiendo historias de terror para una antología que ambos quieren publicar por alli del día de muertos y me pasó esta que escribió para que la lean y la disfruten a ver que les parece, en lo personal si me dió miedo como que me dejó pensando.Una Noche de Otoño
Por: Layla S. Benavides
Lo primero que el policía miró fueron los pies descalzos de la joven, llenos de barro y sangre. Al levantar la mirada, se asustó al ver que vestía únicamente algunos jirones de tela que a duras penas alcanzaban a cubrir lo más esencial de su cuerpo. Sin pensarlo dos veces, abrió el cajón de su escritorio y le extendió a la joven su camiseta limpia (la que usaba para ir a su casa después de que terminaba su turno en la oficina).
-¿Qué te pasó?
-Unos….hombres….me pegaron….y me….me…violaron…
El policía sintió una enorme rabia que surgía dentro de él. La joven no tenía más de dieciséis o diecisiete años, se veía muy frágil y sobre todo, le inspiró un enorme sentimiento de solidaridad.
-Mira, mi jefe acaba de salir junto con mis compañeros porque hubo una balacera en la colonia Revolución, pero….
-Mi amiga….están con ella….en esa casa vieja….ella….ella….
El policía supo que no tenía otra opción mas que ir a ayudar a la otra joven. Revisó su arma y tras guardarse otro cargador en el bolsillo del pantalón, acompañó a la joven hasta el auto (un viejo tsuro modelo ochenta y tantos) que fungía como patrulla. Tras recorrer varias calles buscando la casa donde la joven dijo haber sido brutalmente atacada, al fin dieron con ella: se trataba de una enorme casa sin terminar, dentro de la cual se alcanzaba a ver una especie de luz, como si alguien hubiera encendido una fogata dentro de ella. Tras llamar por radio a sus compañeros para avisarles en donde se encontraba, salió del vehículo seguido por la joven.
-Espéreme aquí…
-No me deje sola…
-Espéreme….
El policía avanzó hacia la casa, entró por la puerta, la cual estaba cubierta únicamente por láminas viejas y subió las escaleras lentamente. Cuando llegó hasta el enorme cuarto donde se encontraba la fogata, sintió el golpe en la nuca y perdió el conocimiento.
Despertó rato después, atado y amordazado. Frente a él se encontraba la misma joven que había llegado a la subdelegación a pedir ayuda, completamente desnuda, con sus pechos y su vientre pintarrajeados de negro. Alrededor de ellos había varias personas de diferentes edades, al menos la mitad de ellos eran jóvenes, algunos adultos y varios ancianos. Después de escuchar los balbuceos de la joven, inclinaron su cabeza y comenzaron a susurrar algo en voz baja.
-Y este, oh gran señor de la oscuridad, es el sacrificio que te ofrecemos hoy, sé propicio a nosotros, tus hijos fieles…acéptalo….
El policía sintió como algo se clavaba en su pecho. Al bajar la mirada se dio cuenta que se trataba de una especie de puñal. Mientras la hoja bajaba, abriendo su vientre y exponiendo sus entrañas, miró claramente como uno de los ancianos se acercaba hasta él para tomar con los dedos un poco de la sangre que le escurría por la herida y llevársela a la boca para probarla, reconociéndolo después de unos segundos como el padre Jaime, el párroco de la colonia donde estaba la subdelegación.
-Muy bien, hija mía. –Dijo el sacerdote mientras comenzaba a desnudarse al igual que los demás presentes.- Ahora, sácale el corazón mientras aún tenga un poco de vida y colócalo sobre el altar.
La joven obedeció mientras las manos del anciano comenzaban a acariciarla atrevidamente. Gonzalo, el policía más novato de la subdelegación, sintió como las lágrimas rodaban por sus mejillas, no por el dolor, sino por la enorme decepción al darse cuenta como su vida no había servido mas que como ofrenda al diablo…..y después de sentir como le arrancaban el corazón, despertó.
Abrió los ojos y se dio cuenta que solo había estado soñando. Después de unos instantes suspiró aliviado y fue a servirse un poco de agua. Se prometió a sí mismo que al día siguiente compraría un frasco de café para tenerlo en la subdelegación sin falta. De pronto, escuchó una voz detrás de él.
-Ayuda….ayúdeme por favor.
Lo primero que el policía miró fueron los pies descalzos de la joven, llenos de barro y sangre….
