Shopdropping: sorpresitas en el supermercado

Dragut

Bovino Milenario
#1
Sorpresas en la estantería del Super

“Shoplifting” es el término usado en el mundo anglosajón para referirse al robo en tiendas. Queda claro, pero visto que este tipo de cleptomanía es universal cabe suponer que hay que apuntar algo más. Hay de hecho una gran variedad de actos vinculados a la apropiación de algo con la idea de no pagarlo: cambiar el precio a un producto para pagar menos, falsear el peso, hacer fraude en la devolución de un artículo, etc.

Hasta aquí la parte informativa previa, ahora vamos a introducir un término contrapuesto: el Shopdropping. Si por un lado está la siempre popular iniciativa de ratear algo por la cara, alguien en un momento dado pensó: ¿Por qué no hacer lo contrario, es decir, dejar camuflados objetos en los estantes de un establecimiento? La razón en realidad parte de una idea simple: estoy colocando mis cosas en exposición a la vista de miles de ojos y eso podría ser la mejor de las promociones.

Todo esto me ayuda a recordar que existen o pueden existir en nuestro tiempo formas de expresión nuevas, audaces, disparatadas e imaginativas que tratan de trastocar la realidad cotidiana. Al estilo de los actos de intervención “artística” en la calle (más allá del puro graffiti), para comunicar y para darse a conocer. El ingenio humano no tiene límites y el Shopdropping es una modalidad más que pretende soltar un calambrazo para espabilarnos del tedio. Se puede suponer que los shopdroppers buscan irrumpir con sus propuestas en un espacio comercial, que es un espacio vivo, para incitar a la reflexión chocante; para otros son simples gamberros seguidores de modas memas. Me gustaría creer en una fórmula de tintes anarquistas, pero quién sabe.

Las noticias hablan (no se si exageradamente) que ahora las grandes cadenas estadounidenses tienen a sus espaldas una nueva e insólita molestia con aquello que algunos clientes les dejan dentro: escritores noveles que cuelan sus escritos en las estanterías junto a los demás libros, músicos que depositan sus CD’s entre los que hay a la venta… A lo mejor, como decíamos, no es sólo por la autopromoción, sino también con el eterno incentivo de burlar a la autoridad, a la empresa, lo que entronca con la idea de que se trata de una declaración implícita de rechazo al sistema que impera. Al fin y al cabo, si nos trituran con publicidad estúpida de la mañana a la noche ¿por qué no aplicarles la misma medicina?.

Así el “artista” anónimo interfiere en los procesos y en los medios habituales de consumo y de paso se permite el gusto de hacerle un pequeño acto de sabotaje a cualquiera de las odiadas grandes corporaciones.

Sirva como ejemplo la colocación de unos activistas en la sección de ropa de un Wal-Mart de multitud de camisetas con el retrato de Marx, Che Guevara y Bakunin y el mensaje “Paz en la Tierra… después de que acabemos con el capitalismo”. Por otro lado, un tal Packard Jennings deslizó en varios centros comerciales disparatos muñecos, como una réplica de Mussolini o un ‘madelman anarquista’. Lo peor es que además se divierte grabando la cara de los pobres cajeros que no saben cómo cobrar un producto que no figura en catálogo.

Este tipo de actos subversivos no es tan reciente como parece, ya que hace años hubo episodios como aquel en que un grupo de veteranos de guerra contrarios a los juguetes bélicos propusieron dar el cambiazo al mecanismo sonoro de las voces de Barbie y el guaperas de su novio, de modo que los compradores se topasen con Barbies afirmando haber nacido para matar y muñecos de mandíbula cuadrada ansiosos por ser madres de familia numerosa. Había nacido el denominado “Frente para la Liberación de las Barbies” decidido a intervenir los juguetes (en francés todavía suena mejor: “Le Front de Libération des Poupées Barbie”). Desconozco como acabó ese tinglado.

Hubo también quien tuvo la ocurrencia de incluir escenas homosexuales en uno de esos típicos video-juegos que transcurren entre bombazos y soldados-Rambo. Un programador se ofreció para infiltrarse en una compañía de juegos, Maxis, Inc., y tras obtenerse financiación se llevó a cabo el proyecto. Como resultado de la intervención, en el transcurso del juego unos hombrecitos en traje de baño aparecían para expresar su mutuo afecto dándose unos besos de tornillo que sin duda lograrían descentrar al mismísimo Chuck Norris. Poca gracia sin embargo le hizo a Maxis Inc. la jugarreta, ya que cuando lo descubrieron ya se habían mandado algunos miles de copias del juego a todas partes. La empresa despidió al programador y se dejó correr el asunto.

Y para terminar, otro divertido incidente de hace un tiempo se produjo en una librería de Portland, donde unos jóvenes religiosos se dedicaron a introducir folletos cristianos entre los libros de ciencia. Unos días después vino la respuesta cuando otros se encargaron de poner los ejemplares de la Biblia en la categoría de “Ciencia Ficción y Fantasía”. ¡Qué bueno!

http://www.hermanotemblon.com/?p=674
Para quienes estén interesados en profundizar en este tema y conocer otras acciones, les dejo el enlace de la WTO/GATT

http://www.gatt.org/docsystemsp.html

Abrazotes... y sean creativos :D
 
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