Estimados Bakunos,
Pues sí, esta es una nueva edición de: ¿Le gusto, qué hago? Ya hay muchas, según se ve. No acostumbro pedir opiniones de esta índole, pero el caso me da muchas vueltas en al cabeza. Claro, agradeceré mucho sus respuestas, y o al menos que me lean. Así las cosas, venga de ahí:
Terminé la relación más importante de mi vida en agosto pasado, no de una manera muy buena. En el punto reciente de depresión y dolor, me encontré con una chica de la universidad, Ericka, por Facebook. Nunca nos habíamos hablado en la vida, y casualmente por ahí pudimos tener comunicación. Al poco tiempo me contó que ella también había salido de una relación larga apenas hace unos días, y que también se sentía mal. Decidimos no hablar del tema, y al paso de algunas semanas decidimos salir en plan amistoso.
Nada fuera de lo común: cine, comida, bebida, etc. Siendo franco, yo no era muy dueño de mí en ese entonces, clásico síndrome post-corte en su máxima expresión. Eso afecta cualquier potencial relación pues uno siempre anda buscando lo que tenía, y nunca lo encuentra. Aunque también al encontrarme a esta linda muchacha, 4 años más joven que yo (ella de 21, yo de 25), sabía que no quería sacar un clavo con otro clavo. Al final, solamente quedan hoyos, y me parecía muy injusto tratarla como un analgésico para mi dolor, así que jamás planeé llevar eso al asunto romántico. Ella, lo desconozco.
Los meses siguieron, y nos frecuentábamos con cierta regularidad. Este punto es importante: Yo siempre, y sigo SIEMPRE tuve que tomar la iniciativa para invitarla a salir. Cosas tan sencillas como un mensaje de “hola, cómo estás?” tenían que salir de mí. Si yo me quedaba esperando, nada ocurría. Nada. Eso sí, siempre que yo mandaba algo, tarde que temprano tenía una respuesta amable. Políticamente correcta. Algunas veces aceptaba mis invitaciones sin chistar, otras, era un no rotundo. Al vernos todo era muy amistoso, pero jamás hubieron miradas, coqueteos, nada que pudiera confundirse con eso, siquiera. Ni por parte de ella, ni mía.
Varias veces, y como buen “hombre” decidí alejarme un poco, a ver si tenía alguna reacción. Un mensaje, un algo. Está de más decir que no obtuve nada parecido.
Luego vino su graduación, y, cómo son las cosas… la forma de invitarme fue “lleva a quien quieras”. No fue la mejor manera de invitarme, y durante semanas estuve desidioso. Al final decidí que sí iba a ir, y que iría solo. Para mi sorpresa, Ericka pasó la noche sentada a mi lado, palticando, y cenando. Salí de ahí ajetreado y confundido. Tratando de entender por qué no había muestras de iniciativa por parte de ella, y yo no seguro de querer mostrarme interesado románticamente por temor a que todo terminara abruptamente. Digo, tal vez yo estaba mal interpretando las cosas.
Nos frecuentamos cada vez menos. Hasta que decidí hacer un capricho “Si está interesada o me aprecia al menos, me buscará de alguna manera. Yo no daré más el primer paso”. Acto seguido, no supe de ella durante semanas enteras. Débil es el hombre y al no ver respuesta, la invité en 3 ocasiones. Y en 3 ocasiones me rechazó.
Pasaron meses –literalmente meses-, y hasta hace una semana volví a verla. De la nada la invité al cine, y tan directa y sencilla fue la invitación, como su aceptación. Y luego la volví a invitar, y la volví a ver.
Personalmente entiendo esto como una segunda oportunidad, como un borrón y cuenta nueva, pero hay cosas que permanecen igual: No hay connotación fuera de la amistosa. No hay coqueteo ni nada parecido. Yo me contengo bastante, por temor a no recibir respuesta, o peor: recibir una respuesta negativa. Y debo confesar que hay algo más: Me preocupa la brecha de edades, aunque es sorprendentemente madura para la edad que tiene. Sin embargo, sus intereses son más frívolos: antros, alcohol y fiesta. Yo ya dejé eso, mi vida es distinta, y aunque quisiera, no seguiría el paso de ese estilo de vida. Me preocupa que ella se aburra al final por esa y muchas razones. Ella me gusta, lo admito, lo suficiente como para animarme a redactar el asunto y pedir orientación. Pero veo tanto que me deja sin rumbo, tantas señales que no hay, tantas barreras que encuentro, que no sé si valga la pena intentar con ella, o dejar las cosas como están y buscarme a otra persona.
Gracias por leerme. Ahora, ¿me regalan su opinión?
Pues sí, esta es una nueva edición de: ¿Le gusto, qué hago? Ya hay muchas, según se ve. No acostumbro pedir opiniones de esta índole, pero el caso me da muchas vueltas en al cabeza. Claro, agradeceré mucho sus respuestas, y o al menos que me lean. Así las cosas, venga de ahí:
Terminé la relación más importante de mi vida en agosto pasado, no de una manera muy buena. En el punto reciente de depresión y dolor, me encontré con una chica de la universidad, Ericka, por Facebook. Nunca nos habíamos hablado en la vida, y casualmente por ahí pudimos tener comunicación. Al poco tiempo me contó que ella también había salido de una relación larga apenas hace unos días, y que también se sentía mal. Decidimos no hablar del tema, y al paso de algunas semanas decidimos salir en plan amistoso.
Nada fuera de lo común: cine, comida, bebida, etc. Siendo franco, yo no era muy dueño de mí en ese entonces, clásico síndrome post-corte en su máxima expresión. Eso afecta cualquier potencial relación pues uno siempre anda buscando lo que tenía, y nunca lo encuentra. Aunque también al encontrarme a esta linda muchacha, 4 años más joven que yo (ella de 21, yo de 25), sabía que no quería sacar un clavo con otro clavo. Al final, solamente quedan hoyos, y me parecía muy injusto tratarla como un analgésico para mi dolor, así que jamás planeé llevar eso al asunto romántico. Ella, lo desconozco.
Los meses siguieron, y nos frecuentábamos con cierta regularidad. Este punto es importante: Yo siempre, y sigo SIEMPRE tuve que tomar la iniciativa para invitarla a salir. Cosas tan sencillas como un mensaje de “hola, cómo estás?” tenían que salir de mí. Si yo me quedaba esperando, nada ocurría. Nada. Eso sí, siempre que yo mandaba algo, tarde que temprano tenía una respuesta amable. Políticamente correcta. Algunas veces aceptaba mis invitaciones sin chistar, otras, era un no rotundo. Al vernos todo era muy amistoso, pero jamás hubieron miradas, coqueteos, nada que pudiera confundirse con eso, siquiera. Ni por parte de ella, ni mía.
Varias veces, y como buen “hombre” decidí alejarme un poco, a ver si tenía alguna reacción. Un mensaje, un algo. Está de más decir que no obtuve nada parecido.
Luego vino su graduación, y, cómo son las cosas… la forma de invitarme fue “lleva a quien quieras”. No fue la mejor manera de invitarme, y durante semanas estuve desidioso. Al final decidí que sí iba a ir, y que iría solo. Para mi sorpresa, Ericka pasó la noche sentada a mi lado, palticando, y cenando. Salí de ahí ajetreado y confundido. Tratando de entender por qué no había muestras de iniciativa por parte de ella, y yo no seguro de querer mostrarme interesado románticamente por temor a que todo terminara abruptamente. Digo, tal vez yo estaba mal interpretando las cosas.
Nos frecuentamos cada vez menos. Hasta que decidí hacer un capricho “Si está interesada o me aprecia al menos, me buscará de alguna manera. Yo no daré más el primer paso”. Acto seguido, no supe de ella durante semanas enteras. Débil es el hombre y al no ver respuesta, la invité en 3 ocasiones. Y en 3 ocasiones me rechazó.
Pasaron meses –literalmente meses-, y hasta hace una semana volví a verla. De la nada la invité al cine, y tan directa y sencilla fue la invitación, como su aceptación. Y luego la volví a invitar, y la volví a ver.
Personalmente entiendo esto como una segunda oportunidad, como un borrón y cuenta nueva, pero hay cosas que permanecen igual: No hay connotación fuera de la amistosa. No hay coqueteo ni nada parecido. Yo me contengo bastante, por temor a no recibir respuesta, o peor: recibir una respuesta negativa. Y debo confesar que hay algo más: Me preocupa la brecha de edades, aunque es sorprendentemente madura para la edad que tiene. Sin embargo, sus intereses son más frívolos: antros, alcohol y fiesta. Yo ya dejé eso, mi vida es distinta, y aunque quisiera, no seguiría el paso de ese estilo de vida. Me preocupa que ella se aburra al final por esa y muchas razones. Ella me gusta, lo admito, lo suficiente como para animarme a redactar el asunto y pedir orientación. Pero veo tanto que me deja sin rumbo, tantas señales que no hay, tantas barreras que encuentro, que no sé si valga la pena intentar con ella, o dejar las cosas como están y buscarme a otra persona.
Gracias por leerme. Ahora, ¿me regalan su opinión?
