Texas.- Cinco mesas son acomodadas, una junto a otra, en el restaurante Chilis para que una docena de señoras se sienten a comentar recetas de cabrito y otros guisos del noreste mexicano. A principios de 2010 eran cuatro, pero ahora son más de 20 las que hablan de cocina, aunque terminan siempre contando historias de la guerra contra el narco que las exilió.
Unas fueron asaltadas, otras despojadas de sus autos de lujo en las calles de Monterrey, a unas más les secuestraron a un familiar o Los Zetas trataron de extorsionar a sus esposos. Están también otras, las menos, que quisieron huir de su ciudad para no ser parte de la estadística de la violencia.
Todos los días leo noticias en internet. Me sé más nombres de sicarios y cárteles que de artistas o telenovelas. Aquí no tenemos otra plática que ésa.
- Habitante en Texas.
Estados Unidos las recibe hospitalariamente, pero no gratis. Las familias mexicanas tienen que tramitar la EB-5, una visa especial que les permite residir en ese país por cinco años a cambio de que inviertan al menos 500 mil dólares en un negocio del área rural. La cifra se eleva a un millón si se asientan en una grande ciudad.
Éste es el otro desplazamiento generado por la guerra contra el narco en Tamaulipas y Nuevo León, el de los ricos. Y con ellos se desplazan también hasta acá las historias de extorsiones y secuestros que ocurren allá, en México.
“Todos los días leo noticias en internet. Me sé más nombres de sicarios y cárteles que de artistas o telenovelas. Aquí no tenemos otra plática que ésa”, dice la dueña de una joyería. “Se decía que ya iba acabar todo porque el cártel del Golfo estaba contra Los Zetas, pero no ha pasado nada. Al contrario, todo está peor”, relata una mujer, cuyo esposo fue extorsionado por el crimen organizado.
•••
San Antonio tiene 2 millones de habitantes. No es la ciudad más grande de Texas, pero desde hace varias décadas es destino usual de los norteños ricos.
Aquí ocurrió la batalla de Álamo, decisiva para que Texas se separara de México, por eso no es novedad que sea refugio de mexicanos acosados por la delincuencia. El hijo del cantante Vicente Fernández y los integrantes del grupo Los Temerarios, tras padecer sendos secuestros, se instalaron aquí. Recientemente llegaron familiares y accionistas de empresas importantes del norte.
Desde San Antonio la narcoguerra en México tiene proporciones apocalípticas. “Cada vez se acercan más. Primero el problema estaba en El Paso (frontera con Ciudad Juárez) y ahora Texas tiene la violencia en sus narices; en Brownsville, Laredo y en McAllen hay secuestros. Si el gobierno mexicano no para eso al rato llegarán a San Antonio y luego a Dallas”, dice un mexicanoestadunidense que trabaja en la aduana de Texas.
Mientras tanto, las autoridades de Mission y otras pequeñas ciudades circunvecinas de San Antonio aprovechan la crisis mexicana para promover en televisión y periódicos la posibilidad de tener en Texas la paz negada en México. Sólo se tiene que invertir medio millón de dólares en algún negocio.
“A veces no sé si es paranoia lo que tenemos de tanto ver las noticias sobre México. Quisiera no verlas, ver otra cosa, pero no puedo. ¿Qué se dice realmente allá?, ¿cuándo se va a acabar todo est0?”, pregunta una de las señoras que va al restaurante Chilis.
Diego Enrique Osorno
Unas fueron asaltadas, otras despojadas de sus autos de lujo en las calles de Monterrey, a unas más les secuestraron a un familiar o Los Zetas trataron de extorsionar a sus esposos. Están también otras, las menos, que quisieron huir de su ciudad para no ser parte de la estadística de la violencia.
Todos los días leo noticias en internet. Me sé más nombres de sicarios y cárteles que de artistas o telenovelas. Aquí no tenemos otra plática que ésa.
- Habitante en Texas.
Estados Unidos las recibe hospitalariamente, pero no gratis. Las familias mexicanas tienen que tramitar la EB-5, una visa especial que les permite residir en ese país por cinco años a cambio de que inviertan al menos 500 mil dólares en un negocio del área rural. La cifra se eleva a un millón si se asientan en una grande ciudad.
Éste es el otro desplazamiento generado por la guerra contra el narco en Tamaulipas y Nuevo León, el de los ricos. Y con ellos se desplazan también hasta acá las historias de extorsiones y secuestros que ocurren allá, en México.
“Todos los días leo noticias en internet. Me sé más nombres de sicarios y cárteles que de artistas o telenovelas. Aquí no tenemos otra plática que ésa”, dice la dueña de una joyería. “Se decía que ya iba acabar todo porque el cártel del Golfo estaba contra Los Zetas, pero no ha pasado nada. Al contrario, todo está peor”, relata una mujer, cuyo esposo fue extorsionado por el crimen organizado.
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San Antonio tiene 2 millones de habitantes. No es la ciudad más grande de Texas, pero desde hace varias décadas es destino usual de los norteños ricos.
Aquí ocurrió la batalla de Álamo, decisiva para que Texas se separara de México, por eso no es novedad que sea refugio de mexicanos acosados por la delincuencia. El hijo del cantante Vicente Fernández y los integrantes del grupo Los Temerarios, tras padecer sendos secuestros, se instalaron aquí. Recientemente llegaron familiares y accionistas de empresas importantes del norte.
Desde San Antonio la narcoguerra en México tiene proporciones apocalípticas. “Cada vez se acercan más. Primero el problema estaba en El Paso (frontera con Ciudad Juárez) y ahora Texas tiene la violencia en sus narices; en Brownsville, Laredo y en McAllen hay secuestros. Si el gobierno mexicano no para eso al rato llegarán a San Antonio y luego a Dallas”, dice un mexicanoestadunidense que trabaja en la aduana de Texas.
Mientras tanto, las autoridades de Mission y otras pequeñas ciudades circunvecinas de San Antonio aprovechan la crisis mexicana para promover en televisión y periódicos la posibilidad de tener en Texas la paz negada en México. Sólo se tiene que invertir medio millón de dólares en algún negocio.
“A veces no sé si es paranoia lo que tenemos de tanto ver las noticias sobre México. Quisiera no verlas, ver otra cosa, pero no puedo. ¿Qué se dice realmente allá?, ¿cuándo se va a acabar todo est0?”, pregunta una de las señoras que va al restaurante Chilis.
Diego Enrique Osorno
