La Entrevista

Artus

Bovino adicto
#1
Por Blackfer:

Debían ser las cinco y media de la tarde. Él había acordado conmigo que nos viéramos en la cafetería del “Palace”. Normalmente era extremadamente puntual pero el tráfico de Madrid sería un infierno incluso para Él. Pensé que ese juego de palabras resultaba ingenioso, pero la verdad era una estupidez.

Supongo que estaba nervioso, llevaba casi nueve años sin verle. Habíamos hablado algunas veces pero esta cita era algo muy especial para mí.

Le recordaba con ese aspecto de hombre maduro muy cerca de los cincuenta. El pelo moreno con abundantes canas entremezcladas. Ojos como de un marrón como la miel y el gesto severo pero que en un momento podía tornarse afable y alegre.

Yo había seleccionado un traje oscuro con chaleco para la ocasión, la verdad es que trataba de causarle una buena impresión cuando nos viéramos. Entre mis manos tenía un guión con las preguntas que pensaba formularle, las releía una y otra vez, modificaba algo con el bolígrafo para de nuevo dejarlas como estaban. Llevaba toda una semana preparando esas preguntas, casi sin dormir.

La verdad es que desde que Él me llamó al celular, citándome para este encuentro no había podido descansar mucho. Le daba vueltas a todo en la cabeza, pensaba si habría hecho las cosas bien o acabaría recibiendo una sonora bronca. Bueno si Él quería una entrevista conmigo para que la publicara en mi página de Internet, seguramente pensaría que el trabajo de estos últimos años no había sido tan negativo.

La verdad es que poca gente puede decir que tiene un jefe como el mío. Si lo haces bien te da una palmadita en la espalda y si lo haces todo mal, después de la oportuna reprimenda acaba dándote también una palmadita en la espalda. Lo único que no tolera es la traición y la mentira en aquellos que trabajan con Él, entonces se pone como una auténtica bestia y lo mejor que uno puede hacer es estar lejos en esos momentos. Como Él dice; “Quién está en mi equipo ya conoce las reglas, si no le gustan que se largue. Este es un equipo de vencedores y aquel que no quiera ganar que busque sitio en el otro equipo, el de los fracasados, allí siempre te aceptan”.

Me ajusté de nuevo el nudo de la corbata y le di un sorbo al café que ya estaba casi frío. Levanté la mirada y me pareció verle. Estaba junto a dos personas charlando con ellas. Le había reconocido por su pelo, esas canas brillantes entre su abundante y bien cortado pelo oscuro me resultaba inconfundible. No sabía si ponerme en pié y hacerle algún gesto para que me viera, pero la verdad no me parecía muy correcto. Pensé que era mejor que me acercará a Él y le indicara donde estaba. Tan sólo fue dar un paso y Él me miró, con esa mirada que parece que te atraviesa. En medio segundo entendí que quería que le esperase sentado y así lo hice.

Vi que uno de los dos hombres era un asiático, juraría que japonés el otro de piel morena y pelo oscuro parecía latino. Entregaron sus abrigos a un camarero y finalmente se sentaron en dos sillones que flanqueaban una mesa de época relativamente cerca de donde yo estaba.

Pedí otro café y repasé de nuevo las preguntas que quería hacerle. La verdad es que no podía dejar de mirarle aunque trataba de ser discreto. Habían pasado casi nueve años y allí estaba de nuevo cerca de mí. Me parecía increíble que la gente no se diera cuenta de quién era Él y solo vieran a un hombre elegante y aparentemente con buenos recursos económicos. Pero en el “Palace” eso es ser otro del montón. Me parecía increíble que no notaran nada, yo sentía su energía, su fuerza como un vendaval capaz de arrasarlo todo a su paso.

Retorné a mi guión sobre las preguntas cuando note una mano que se apoyó en mi hombro apretando con suavidad a la vez que una voz inconfundible para mi me decía; “Si fuera dios lo tendría todo siempre bajo control, pero como soy un simple diablo el horario de mi agenda va atrasado. Sube a la Suite Imperial y me esperas allí”.

Giré la cabeza y le respondí con un entrecortado “vale”. Él marchó para sentarse de nuevo junto a esas dos personas yo me levanté y me dirigí al ascensor. Me sentía como un idiota, llevaba toda la semana pensando como le saludaría, que palabras utilizaría en el momento de estrechar su mano y finalmente todo había quedado en una especie de “va-vale, vale”. Esa maldita costumbre que tiene de aparecer cuando menos te lo esperas siempre te deja fuera de juego, pero la culpa era mía por no haber estado atento.

Recogí el abrigo y metí las hojas del guión en el maletín. El ascensor me subió a la última planta del hotel, llamé a la puerta tras ella una encantadora mujer de unos cuarenta años me invitó a pasar.
“Hola, me ha dicho que le esperase aquí arriba”. Ella sonrió cortésmente; “Siéntate hay comida y bebidas, sírvete lo que quieras. Discúlpame ahora estoy al teléfono”. Era una mujer elegante se sentó en una mesa llena de papeles y habló en alemán con su interlocutor.

Mientras comía un sándwich y bebía un poco de agua mineral, el teléfono no dejó de sonar. Ella contestaba con un tono agradable en francés, inglés, ruso y otras lenguas que no llegaba a identificar. Me miró un par de veces y sonrió, pero era pura cortesía ella estaba dedicada a su trabajo. Me podía olvidar de tratar de ligar con ella.

Como el tiempo pasaba pasé a otra sala donde había un gran monitor de televisión, lo encendí y traté de matar el tiempo viendo cadenas de televisión de todos los países.

Eran las siete y media de la tarde, me había buscado una postura cómoda en el sillón y la verdad es que empezaba a sentir unos deseos irrefrenables de tumbarme y descansar un rato, pero no me parecía correcto. Acabé en un canal de telepredicadores que se emitía desde Santo Domingo. Mierda como me divierten esos payasos con sus cuentos sobre las bendiciones de dios en el hogar y como la salud mejora gracias a la bendición de dios, eso si siempre esas bendiciones deben ser pagadas, aceptan visa y American Express. El pastor era de esos chistosos que cuentan historietas para que la gente no se duerma.

Estaba tan entretenido escuchando tonterías que no presté atención a unos pasos que se acercaban a mí:

“Qué pasa nos vamos a pasar a la competencia”

Salté de sillón y traté de buscar el botón para cambiar de programa. Otra vez Él me había sorprendido.

“No te preocupes yo también me río viendo esos programas”

Se acercó y estrechando con fuerza mi mano dijo; “Pero me reiré más el día que ya no existan”

Me miró a los ojos sonriendo; “Llevo nueve años sin verte y tienes buen aspecto, parece que no pueden acabar contigo muchacho”

“Eso es porque usted me cuida bien” Él pasó su brazo sobre mi hombro y me llevó hacia el comedor.

“Acompáñame tengo hambre”

Me senté frente a Él en una larga mesa rectangular; “Ya ves no necesito comer, pero me encanta hacerlo, además la cocina de el hotel es increíble y la bodega una auténtica maravilla”.

Imagino que no podía evitar que al estar frente a Él me sintiera entre cortado y fascinado, y de nuevo todo el discurso que había preparado para hablar cuando le tuviera junto a mí había quedado en el olvido.

“Sabes acabamos de asegurar nuestro crecimiento en Asia y de cerrarles las puertas a los predicadores cristianos. Primero acabaremos con los cristianos y luego con los musulmanes, además va ser rápido y fácil. Con su eliminación terminará un problema político que está destrozando las economías de esa zona”.

Siguió contándome mientras comía las novedades del mundo político, sus reuniones con grandes dignatarios, alguna de sus estrategias e incluso me recomendó un par de inversiones en bolsa.

Pasamos después a la sala del televisor. Se sentó en un sillón a mi lado, me dirigió una sonrisa cordial. Casi a la vez su secretaria le trajo lo que parecía una taza de te.

“Es te de Ceylan” dijo justo antes de dar un pequeño sorbo. “Te de Ceylan y vino, rara vez me verás bebiendo otra cosa, bueno alguna vez en algún acto oficial pruebo el champagne o el whisky, pero solo por cortesía”.

“Bueno eso le hace casi un abstemio” dije tratando de hacer una pequeña broma ya que me sentía nervioso.

“Podría beber por toda la eternidad y nunca me emborracharía, pero relájate, no tienes porque estar tan tenso”, dijo a la vez que con su mano me apretó ligeramente el antebrazo.

“Vamos a ver que preguntas has preparado en tu guión, porque conociéndote como te conozco estoy seguro de que lo traes todo escrito y memorizado”.

“Aquí lo tiene”, dije sonriendo y ligeramente más tranquilo.

“Bueno, bueno….” A la vez movió la cabeza con un gesto de negación. “No crees que si me haces estas preguntas la gente acabará aburrida. Esperaba que fuera algo más chispeante. Parece la entrevista que se haría a un triste presidente, creo que pasas mucho tiempo entre políticos”.

Trate de buscar una buena excusa.

“Usted es mucho más que un presidente”

Hizo un leve gesto de desaprobación; “Seguro que si, pero sabes que no me gusta que me digas esas cosas. Se empieza como tú con buena intención y acabas alabándome como los tontos del rebaño ovejero”

Me miró fijamente y notó que me sentía apesadumbrado. “Vamos no tiene importancia. Disculpa contigo debería guardarme mi agresividad, pero ya sabes es la costumbre”.

“No importa, ya le conozco. Creo que llevo el suficiente tiempo a su lado como para entender sus reacciones”

El se reclinó sobre el sillón y se aflojó su corbata; “Es verdad casi no me acuerdo de cuando te recogí del arroyo. Ese maldito renacuajo que se atrevía a cuestionar las órdenes del creador. La verdad que no sabía si estabas loco o sencillamente actuabas como tal”.

“Ahora soy más prudente”, contesté.

“Pues no lo seas en exceso o te convertirás en un aburrido y eso siempre es lamentable. Pero bueno si te parece yo te cuento cosas y tú me haces preguntas. Como lo estás grabando luego tomas nota de lo que consideres más relevante”.

“Me parece bien empecemos cuando quiera”

El se rascó ligeramente la barbilla y durante unos segundos perdió la mirada en el techo. Se mordió ligeramente los labios y me miró fijamente. “¿Crees que la gente sabe realmente como soy? Me refiero a si son capaces de imaginarme de otra manera que no sea con pezuñas. No se. Por ejemplo ¿has visto la película Devil´s advocate?”.

“Por supuesto”, respondí.

“Pues a mi no me gustó. Era mejor que otras basuras que han hecho antes, pero me pareció que me retrataban muy frívolo, muy superficial. ¿Me entiendes?”.

Asentí con la cabeza.

“No se. Creo que me han obligado tantas veces a hacer teatro que lo que me encantaría sería poder salir a la calle y gritar”. Alzó sus brazos gesticulando, “¡Aquí me tenéis soy yo, el Príncipe Maldito, el Favorito derrocado, el Rebelde, mirarme y ver como soy en realidad” Sonrió e hizo un gesto como negando con la cabeza mientras sonreía. “No creo que funcionara, les han vendido una imagen que creo que hasta mis seguidores se sentirían desengañados”.

“Yo no lo creo” contesté. “Si le conocieran sentirían admiración por usted, como la siento yo”.

“Es diferente. Ya sabes el amor que tiene los humanos hacia la grandiosidad, lo impresionante…”

“Perdone” le interrumpí. “Usted sabe como yo que si le vieran en nuestro hogar, no creo que ninguno de ellos pueda imaginar algo más impresionante. O cuando celebramos la Gran Ceremonia, nada existe en este mundo que pueda ser comparado”.

“Ya pero allí las cosas son diferentes. Eso está allí pero este mundo está aquí y aquí todo es distinto, este plano se rige por otras reglas”. Me hizo un gesto como para que esperase mientras daba otro sorbo a su te de Ceylan. “Yo me refiero al devenir histórico de este planeta y de las gentes que lo pueblan, me refiero a la influencia que ejerzo sobre ellos y a la forma en la que ellos pueden llegar a interaccionar conmigo.
Tú sabes que he adoptado todos los disfraces ofreciendo al hombre lo que este estaba dispuesto a ver en cada momento, pero no he podido hacerlo como realmente me hubiera gustado. Bueno han existido muy contadas excepciones”.

Hizo un gesto como tratando de hacer memoria, un segundo y pareció que todos los recuerdos estaban de nuevo frescos como si hubiera sucedido ayer.

“Fue en el siglo once en Centro Europa. Hubo un gran grupo de magos y alquimistas con los que podía reunirme con naturalidad bajo un aspecto humano normal. Ellos me llamaban Sebastián y recuerdo que pasábamos noches enteras en las que ellos me preguntaban sobre ciencia, astrología, magia…”
Me miró sonriente; “Fueron buenos tiempos hasta que la iglesia se dedico a quemarles a todos por herejes y hechiceros”.

Asentí; “Sí muchos padecimos esa mala costumbre. No fueron precisamente buenos tiempos”

“Cierto, pero volviendo al tema que nos ocupa, ¿Tu sabes cuantos aspectos diferentes he tenido que tomar cada vez que me he presentado a los humanos? Creo que he cubierto toda la fauna además de seres fantásticos que yo mismo cree. En cada punto de la tierra escucharás una leyenda sobre eso”.

Él hizo un gesto como de cansancio; “sabes cuanto puede llegar a agotarte toda esa teatralidad. ¡OH por favor!. Hubo momentos que me llegué a sentir ridículo. Me consolaba el pensar que algún día todo eso no sería necesario”. Entonces me mostró esa sonrisa plena y feliz. “Ese momento ha llegado ya, afortunadamente”.

Me sentí emocionado al oír eso y no pude evitar que mi voz sonara realmente entusiasmada; “¿Eso quiere decir que va a darse a conocer al mundo tal y como es en realidad”.?

“OH, por favor” dijo con un gesto de rechazo. “No seas ingenuo. Dejemos las apariciones gloriosas para los lacayos del cristo y para él. No, no seas ingenuo”. Bebió otro poco, se levanto y se puso en pié frente a mi. “Vamos mírame y mírate a ti mismo y ¿qué ves?

“Pues…” dije encogiéndome de hombros sin saber muy bien que contestar.

“Yo veo a un joven que parece salido de una escuela católica, un ejecutivo y un buen ciudadano que paga sus impuestos y vota a los conservadores” Me miró como buscando que confirmara lo que él veía.

“Bueno si, pero realmente no soy así” contesté.

Él extendió sus brazos con una sonrisa irónica; “Y a quién le importa eso. Lo que importa es que ya no tenemos que ser demonios con formas grotescas. Ahora somos ejecutivos, profesores en la universidad, escritores, políticos, médicos, abogados….”

Se sentó de nuevo a mi lado acercando su rostro a mí buscando fijamente mi mirada. “Ahora podemos defender nuestras ideas, luchar por el mundo que deseamos comportándonos sencillamente como personas normales. Ya no tenemos que escondernos ni nadie nos amenaza con la horca o la hoguera. ¿Lo entiendes ahora?

“Sí eso si lo entiendo”.

De nuevo esa gran sonrisa apareció en su cara; “Satán, Lucifer o como quieras llamarlo ha muerto, ya no existe, ya no tiene sentido. Eso ya forma parte de la leyenda”.

Con su mano me apretó con fuerza el antebrazo; “No existimos. ¿Quién puede entonces vernos si no existimos?”. Su sonrisa se convirtió en unas sonoras carcajadas; “¿Hay algo más invisible que lo que no existe?

Yo me uní a su risa y de nuevo sentí esa increíble admiración por él. Se levantó de nuevo acercándose a las ventanas de la habitación. El sol había caído y al miraba las luces de la calle sonriente.

“No puedes imaginar cuanto tiempo llevo trabajando para conseguir esto. Es como un sueño largamente perseguido que por fin se hace realidad”.

“Sabe”. Le pregunté, “Si ya no existimos para este mundo entonces cual es nuestro futuro”

“En este mundo ninguno. Habremos terminado y todo será como fue hace miles de años, antes de que el creador ordenara al cristo que pusiera sus mañazas estúpidas en este mundo”

Se sentó entonces frente a mí en la mesita junto al sillón. “Este mundo volverá a ser lo que fue, un lugar agradable donde los humanos se desarrollarán y se enfrentarán a los problemas de su evolución, pero las futuras religiones que nazcan aquí estarán muy lejos de lo que el creador espera de sus súbditos”.

Él puso su mano sobre mi hombro afectuosamente; “Esto todavía no ha terminado, nos iremos de aquí. En otros mundos donde todavía nos queda mucho trabajo que hacer”.

La secretaria abrió la puerta; “Perdón señor la llamada que esperaba de los Estados Unidos…”

“Bien la atiendo de inmediato. Espera unos minutos ahora regreso”.

“De acuerdo”, contesté y desapareció cerrando tras de si la puerta. La verdad es que me encontraba un poco sorprendido. Yo había planificado otro tipo de entrevista y Él estaba convirtiéndola en algo totalmente diferente a lo que imaginaba. De todas formas quería hablar con él sobre los temas que de verdad inquietaban a los seres humanos, las eternas preguntas que todos se hacían.

No sabía que pensar, algunos de nosotros trabajando por el satanismo y él diciéndome que Satán había muerto. Siempre me había pasado lo mismo con él, cuando crees que él está planteando un objetivo y lo alcanzas te das cuenta que desde el principio ya estaba mirando mucho mas adelante que tu.

Es terriblemente inteligente y astuto y sobre todo impenetrable. Es muy difícil llegar a saber en que está pensando, siempre te sorprende. Pero a la vez es tan espontáneo y natural que tienes que llegar a quererle. Unas veces se comporta como el rey del mundo y otras como un amigo con el que compartes tus confidencias.

De nuevo entró sonriendo y se sentó junto a mí en el gran sillón. “Sabes si esto fuera un partido de fútbol tendría que haber gritado gol. Creo que este partido lo vamos a ganar de goleada”.

Se dejó caer sobre el sillón con sin disimular su gran alegría:

“Pero bueno sigamos con la entrevista. ¿De qué quieres que hablemos?”.

Imaginé su felicidad era debida a la llamada que había recibido, pero preferí no desviarme del tema y le dije:

“Pensaba tratar algún tema que estuviera cerca de la gente que fuera fácil de entender por todo el mundo”.

Él hizo un gesto expectante. “y bien ¿qué propones?”.

“Bueno, la vida de las personas está llena de interrogantes y de miedos. Creo que todos buscan una respuesta, algo que les tranquilice, que les diga que todo irá bien que hay un futuro”.

“Eso ya lo se, pero los seres humanos deben acostumbrarse a vivir con esos miedos y a vencerlos. Tienen que hacerse fuertes. Deben crecer y desarrollarse como personas. A ellos les han hecho creer que son seres vulnerables y desvalidos, para que de esa forma pudieran ser utilizados, pero los hombres son una raza realmente grande y fuerte. En sus manos y frente a ellos tienen el mejor de los futuros pero alcanzarlo no será sencillo”.

Guardó unos segundos de silencio como meditando lo que iba a decir.

“La raza humana ya está preparada para luchar, ahora no son cazadores que vagan buscando alimentos. Yo ya no puedo enseñarles más de lo que les enseñé en el pasado, ya no puedo decirles como protegerse contra el frío ni como hacer productivas sus cosechas. Ellos han elegido un camino, han dejado de lado su miedo y el yugo del cristo y caminan solos. Pero…”

Entonces él puso mucho énfasis en estas palabras:

“Son libres. Tienen libertad y sobre eso se puede construir todo. El hombre que es dueño de su libertad debe ser el doble de fuerte que el esclavo que vive seguro sabiendo que la mano de su amo evitará que sufra daño, siempre que atienda bien a su trabajo”.

De nuevo un silencio. Después señalándome con el dedo me preguntó:

“Desde que estás conmigo has pasado muy buenos momentos, pero también has tenido que sufrir mucho, ¿realmente mucho verdad?”.

No tuve que hacer un gran esfuerzo para recordar lo que había tenido que sufrir durante mi existencia por defender sencillamente aquello en lo que creía. “Sí es cierto, ha habido muy malos momentos, realmente muy malos”.

“Eso te pasó a ti y a muchos de los que están a nuestro lado. Yo mismo. ¿Sabes cuantos de los hermanos que me acompañaron en los primeros momentos de la rebelión siguen a mi lado?

Yo conocía la respuesta y sabía que eso era algo que causaba en el un profundo dolor.

“Todos…. Todos han desaparecido en esta larga guerra. Uno tras otro a lo largo de cientos de miles de años, en distintos enfrentamientos. Todos sufrimos es el precio que hay que pagar por mantener ese bien tan preciado…La libertad”.

Él suspiró y durante un momento perdió su mirada en la oscuridad de la noche que podía verse a través de las ventanas de la habitación.

“Los hombres tienen que saber que la libertad exige un precio y tienen que estar dispuestos a pagar. Ya son una raza adulta y no les queda otro remedio que caminar solos. Bueno…”

Esbozó una leve sonrisa

“Siempre tendrán por aquí a nuestra gente pero ni en el mismo número, ni con el esfuerzo que hemos desarrollado hasta ahora. Quiero decir que no les dejaremos solos, pero trataremos de que no noten nuestra presencia. Además siempre tenemos que estar atentos a cualquier ofensiva de nuestros enemigos”.

Se levantó y se acercó a un mueble bar que había junto a la ventana. “¿Te pongo algo de beber?”

“Muchas gracias, tomaré un whisky”.

“Yo me serviré un vino, tienen una bodega impresionante en este hotel, por eso siempre me alojo aquí”.

“¿Puedo ayudarle?” dije tratando de ser cortés.

“No te preocupes si soy capaz de acabar con todos mis enemigos en este mundo creo que seré capaz de llenar dos vasos. Pero gracias”

Se acercó con su copa de vino y mi whisky. No me había preguntado como lo quería pero él ya lo sabía, solo y con hielo.

“Bueno, mas cosas”.

Tomé las hojas del guión que antes había recibido sus críticas. Pese a todo estaba dispuesto a hacerle alguna de las preguntas que traía preparadas.

“¿Qué opina del mundo islámico? ¿Es el principal escollo que encontramos para hacer nuestra victoria absoluta?”

Me miró como extrañado: “El Islam un escollo, quién te ha dicho eso, ese tema ya está solucionado, se solventará con un poco de tiempo…Pero espera voy a explicártelo”.

El se acercó a la puerta, la abrió y le dijo a su secretaria: “Por favor necesitamos una tarta y un cuchillo”.

Escuché que ella preguntaba qué de que tipo y él contestó que daba igual una tarta normal. Se sentó de nuevo y unos segundos después apareció la chica con una tarta de nata y un cuchillo en la otra mano. No pude evitar mostrarme sorprendido por tanta rapidez.

Él me miró sonriendo: “No te sorprendas que sería de mí si mi secretaria no fuera capaz de hacer aparecer algo tan sencillo con una tarta”.

Aquella situación me resultaba divertida y tampoco me preocupaba disimularlo.

“Bueno ahora presta atención porque vas a recibir una clase sobre estrategia de combate”.

Yo no dejaba de sonreír cuando el tomo el cuchillo y comenzó a partir la tarta en varias raciones.

“Verás imagina que es el día de mi cumpleaños y que he invitado a varias personas. Yo tengo una idea clara, ellos han venido porque saben que mi tarta es una de las mejores del mundo y además ellos tienen hambre. Hasta aquí no es difícil ¿no?”.

“Creo que te burlas de mi” contesté divertido por la broma.

“No me burlo, atiende. Ellos saben que cuanto mejor sea el regalo mayor será el trozo de tarta que consigan. Olvidaba una cosa…”

En ese momento ella entró con unos platos de postre entre sus manos. Me miró riendo cuando los dejaba en la mesa.

“Bien pues viene Europa occidental y yo le corto un trozo de tarta grande porque estoy muy complacido por su regalo”.

El tomaba el trozo de tarta y lo depositaba en un palto mientras hablaba.

“Luego vienen Europa oriental, Australia, mis amigos de Asia, mis amigos de Estados Unidos y Canadá, mis amigos de Latinoamérica. Pero todavía quedan platos vacíos y tarta en la mesa. Está reservada para mis amigos de los pueblos del Islam”.

Me miró mientras sacudía levemente el cuchillo.

“Ellos también quieren comer del pastel y saben que tienen un plato preparado es cuestión de tiempo que ellos me preparen un buen regalo y se unan a los demás en la mesa”.

Entonces le pregunté: ¿Y si no lo hacen?

Él sonrió complacido; “Se morirán de hambre pues sus trozos del pastel se los comerán los demás y sencillamente desaparecerán”.

“Me parece que el problema es mucho más complejo que un simple pastel”, le dije en tono más serio.

“¿Tu crees? Mira el pastel representa todo lo que los pueblos necesitan para crecer y desarrollarse, eso nadie puedo arrebatármelo en este ni en otros mundos. El que no se sienta a la mesa conmigo está condenado a la extinción.

Él puso uno de los trozos de tarta en un plato y tomando una cuchara lo saboreó con deleite. “Como ves yo pongo la tarta, la reparto y nadie puede resistirse a algo tan deliciosos”.

Dejo su plato en la mesa y me acercó otro con una gran ración; “Pruébala, está deliciosa y lo mejor es que no engorda, cero calorías”.

Realmente no había saboreado nada parecido en mi vida, se deshacía en la boca con un sabor increíblemente intenso. “Sí que está buena”. Dije confirmando su afirmación.

“Tenemos buenos pasteleros en el infierno, si los frailes lo supieran vendrían todos de cabeza”. Su rostro cuando sonreía era relajado y amigable. Quién podría decir que aquel era el ser más maldito de la creación.

“Bueno el tiempo pasa y estoy seguro que tienes alguna pregunta ingeniosa que hacerme”, dijo desafiante.

“Bueno”, traté de no dejarme impresionar, no estaba dispuesto a que otra vez dejara fuera de combate mi querido guión y lo mejor pensé era improvisar, al fin y al cabo es lo que mejor sabemos hacer.

Le miré fijamente y respondí a su desafío; “Creo que a mucha gente le encantaría saber. ¿Cual ha sido el hombre que mejor ha reflejado el satanismo: LaVey, Crowley, los Luciferianos?”

Me miró seriamente pero su gesto empezó a mostrar una leve sonrisa que estalló en una sonora carcajada. “Ja, ja ,ja ,ja,ja, ja, ja, ja, ja, ja….”.

Yo no pude evitar que en mi cara se dibujara una sonrisa estúpida que trataba de ocultar mi sensación de ridículo. “Ja, ja, ja, ja, ja, LaVey o Crowley…, ja, ja, ja, ja…, cual de los dos es mejor satanista…, ja, ja, ja, ja, ja,…”

Se puso en pié tratando de controlar su risa, pero cuando parecía haberlo conseguido de nuevo volvió a estallar en carcajadas.

“Ja, ja, ja, ja, ja, … Perdona…..no quiero ofenderte…. es que es absolutamente divertido…..perdona…..tratemos de recobrar la seriedad….”

Supongo que a esas alturas mi estúpida sonrisa se había desdibujado hasta convertirse en una inexpresiva mueca. Él se sentó a mi lado, tratando de controlar su risa. Sus ojos estaban empapados en lágrimas. Me sentía como un auténtico bufón. Él sonrió y me tomo de la mano y me dijo; “Perdona hijo, de verdad que no quería ofenderte y estoy seguro que cuando te explique el motivo de mis risas te darás cuenta que no había mala intención”.

Respiró profundamente me miro y dijo: “Ninguno de los dos es un buen satanista, tampoco eran malos, sencillamente hicieron lo que tenían que hacer y punto. ¿Sabes quienes son de verdad los que nos han servido con mas devoción y eficacia?”

Yo negué con la cabeza., la verdad es que no tenía ni idea y aunque tuviera alguna, prefería callarme y no volver a meter la pata.

“Nuestros mejores aliados son aquellos que ni tan siquiera saben que trabajan para nosotros”.

Supongo que mi cara de perplejidad le hizo profundizar en su explicación. “Mira hay mucha gente que ha estado convencida que a lo largo de su vida han servido a elevados ideales, que han sido guardianes de la fe y protectores de sus comunidades frente a las fuerzas del mal”.

La verdad que aquella explicación en lugar de aclarar mis dudas las aumentaba.

“Mira, podría sacar una lista interminable de Papas, cardenales, obispos, pastores y personajes famosos de la historia que me han servido sin tan siquiera saberlo y lo mejor es que ellos creían que obedecían a su dios y la verdad es que me preparaban el camino para que finalmente triunfara”.

Yo trataba de comprender; “¿Pero como siendo nuestros enemigos han sido sin ellos saberlo, nuestros aliados?”.

El se recostó en el sillón, juntó sus manos y me dijo: “Piensa por un momento que en la tierra existiera una sola fe, un solo dios enfrentado con nosotros. Desde luego no sería un panorama prometedor para que pudiéramos obtener éxito. Pero ahora bien, a lo largo de la historia los hombres han buscado a dios, han buscado la absoluta perfección para poder servirle de manera correcta. El problema surge cuando cada cierto tiempo alguien piensa que la gente se está relajando y que han de entregarse más a dios. ¿Qué pasa? Un cisma y sobre ese cisma luego llega otro cisma y luego otro y otro y finalmente el panorama es desolador. Cientos de iglesias y de credos enfrentados entre si y todas diciendo que son portadoras de la verdad absoluta. ¿Qué ocurre? Que el hombre las mira luchando unas con otras por atraparle y se desengaña”.

Pensé que el argumento era muy razonable, aunque seguía sin entender como nosotros podíamos influenciar en esos hombres tan entregados a nuestros enemigos.

“Tu andas por tu ciudad y unos mormones tratan de venderte una biblia, luego unos testigos de jehova te comentan que ellos son los portadores de la verdad, pero luego te encuentras con el párroco y te comenta que la religión verdadera es la de Roma, sin contar que veas también al pastor evangelista de tu barrio y te diga que los católicos están equivocados, que el Papa no es nadie y que solo ellos son los poseedores del auténtico cristianismo”.

Yo sonreí, el ejemplo me pareció divertido y apropiado.

“Todas las personas que crearon esas distintas religiones creían servir a su dios. ¿Qué hice yo? Alimentar su sentido de culpa. Todos tenían sus defectos, sus vicios y sencillamente los alimenté de forma que trataron de proyectar en los demás su propia necesidad de ser más perfectos, menos débiles. Pensaron que todo a su alrededor estaba corrompido y que tan solo creando una nueva religión y una nueva sociedad ellos estarían a salvo”.

Entonces Él me miró buscando una señal de que había comprendido. Yo me limité a mover la cabeza afirmativamente. Me sentía muy sorprendido, nunca había tenido ese punto de vista.

“Como ves cualquiera de ellos me sirvió de forma mucho más eficaz que LaVey o Crowley, ellos nunca habrían conseguido dañar tanto la fe como uno de estos ignorantes servidores. Aunque desde luego cada estúpido de esos nos hizo pagar una cara factura, pues con el advenimiento de cada cisma se inició una persecución contra nosotros. Pero cuando esa persecución terminaba nosotros éramos más fuertes y ellos más débiles”.

“¿Sabe una cosa?”. Le interrumpí. “Eso es algo que no consigo superar y que imagino que no me beneficia. Me refiero al odio visceral que siento por los cristianos por todo lo que nos hicieron”.

El rostro de Él mostró también un ligero gesto de asco a la vez que afirmaba mi apreciación.

Yo proseguí con mi explicación: “Si me lo permite tan solo tengo que hacer algo de memoria. Una vez morí despedazado por perros de caza y otra quemado vivo y nunca he podido superar lo que todo eso me hizo sentir”.

Me miró con gesto muy serio mientras seguía afirmando con la cabeza, bajó su mirada y la perdió en el fondo de la sala a la vez que suspiraba profundamente.

“Nunca podrías imaginar lo que se siente cuando ves que cualquiera de los que lucha a mi lado ha caído en una trampa de esos perros y sin poder hacer nada ves como le destrozan con las más terribles torturas. Luego me dicen si he sido duro con mis enemigos y por la sangre de todos nuestros hermanos que juro que no les he dedicado ni la décima parte del trato que ellos nos han dado a nosotros”.

Se sentó de nuevo en el sillón a mi lado.

“De todas formas el odio nunca es un buen consejero, si dejas que domine tu vida te convertirá en su esclavo y tu mente acabará llevándote a la derrota. No debemos olvidar, pero tampoco permitir que sea el odio el que dicte nuestros actos”

Yo sonreí y afirmé con un gesto.

“Bueno imagino que podríamos hablar durante horas, pero yo tengo que estar dentro de un rato en Chicago y atender algunos temas pendientes…”

Nos pusimos en pie y antes de que pudiera darme cuenta estaba dándome un gran abrazo, como esos que se dan a un hermano cuando se aleja de nosotros. Me miró sonriendo.

“Podría decirte que frente a ti tienes un camino fácil y tranquilo, pero para que mentirte. Tendrás que seguir luchando”.

Él puso un brazo sobre mi hombro mientras me acompañó a la puerta.

“De todas formas nunca estarás solo. Siempre estaré cerca tratando de evitar que el agua te llegue al cuello”

Crucé la puerta saliendo de la habitación. Miré hacia atrás y vi su rostro sonriente, con una sonrisa de niño travieso, de complicidad. Yo marche por el pasillo pensando que me hubiera gustado quedarme allí. Tal vez habría podido trabajar con Él…

Al llegar al vestíbulo pensé que sería bueno que le dejara apuntados unos pensamientos de última hora, temas que había olvidado. Me acerque a la recepción y hablé con el encargado: “Perdone. Podría facilitarme papel y bolígrafo. Tengo que dejarle una nota a la persona que ocupa la Suite Imperial”.

El recepcionista me miró extrañado: “Debe tratarse de un error caballero. No hay nadie ocupando la Suite Imperial”.

No dije nada y recordé las palabras que una vez hace mucho tiempo me había dicho: “Yo estoy en todas partes, y en ningún sitio”.
 

darkfield

Bovino maduro
#4
ps empeze a leerlo y la verdad no me gusto porqe no supe de quien se trataba, ni a quien iba a entrevistar ni nada de eso... saludos bro...

gracias¡
 

Artus

Bovino adicto
#8
La verdad está largo, pero si se van despacito sí se lo acaban entero.

Gracias por los comentarios. Y recuerden que lo pueden imprimir y leer en sus ratos libres.
 
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