historia de terror NO sobrenatural. (MUY larga)

ozmodiar

Bovino adolescente
#1
Dicen que a veces lo que hacen los vivos da mas miedo que lo que hacen los muertos. Esta es mi primer historia 100% original, con ayuda de unos amigos que me ayudaron a corregirla y esta basada en lo que le pasó a un compañero de trabajo que tuve hace algunos años. Espero que les guste:



Todo empezó un sábado por la noche. Ese día, aprovechando que mi novia se encontraba fuera de la ciudad y no me estaría vigilando, mis compañeros de la universidad y yo habíamos planeado desvelarnos (quizá hasta amanecer) en la fiesta de cumpleaños de la novia de uno de ellos. Lamentablemente, su hermano sufrió un accidente y la fiesta se canceló, dejándonos a muchos sin planes para esa noche.
Me encerré en mi habitación toda la tarde, mirando películas y tratando de distraerme con algo. De pronto, casi a ls ocho de la noche, Sergio me llamó. Sergio era de los compañeros más relajientos e incumplidos de la escuela, pero como era a todo dar y nos caía súper bien siempre le ayudábamos con sus tareas para que no repitiera año, además de que sus ocurrencias siempre nos alegraban el día. Sergio me dijo que si me animaba a "dar el rol" con él y con uno de sus primos que acababa de llegar del D.F. así que no lo pensé dos veces y le avisé a mis padres que me iría a una fiesta. Julián, el primo de Sergio resultó ser el doble de desmadroso que él. Desde el momento que pasaron por mí me dí cuenta que esa iba a ser una noche fenomenal.
Apenas había subido a la camioneta cuando una cerveza destapada ya estaba en mi mano (la primera de muchas más que vendrían a lo largo de la noche). Tras recorrer algunos antros buscando un ambiente propicio para ligar (aprovechando mi momentánea soltería) y aunque no nos fué tan mal, Julián si batalló un poco debido a su impertinencia y rudeza con las chicas. Tras bailar hasta cansarnos y terminarnos una botella de whisky entre los seis, decidimos irnos a algún sitio más apropiado para continuar charlando sin interrupciones, siendo Sergio el que sugirió el irnos al terreno de sus padres en las afueras de la ciudad (un enorme predio sobre el cual un par de años después su familia construyó un motel, aprovechando la excelente ubicación que tiene el lugar) cosa que emocionó a nuestras tres acompañantes.
La noche estaba fresca pero no soplaba nada de aire, la luna ayudaba a que el lugar no se viera tan tenebroso (había varios árboles rodeando la propiedad, algunos de ellos secos y sin hojas, lo que le daba un aspecto tétrico) pero los besos y las caricias de Karla (la chica que me había ligado) me animaron a alejarme de la camioneta, dentro de la cual Julián ya había desnudado casi por completo a su chica mientras que en la parte posterior, Sergio comenzaba a hacer su movimiento con la suya. Después de dudar un instante (debo confesar que NO era la primera vez que le iba a ser infiel a Nadia, mi novia desde hacía casi cinco años, aunque generalmente se me dificultaba mucho el acostarme con alguna chica en la primera cita) decidí animarme y tras besar a Karla, hábilmente le bajé la blusa (generosamente escotada) dejando en libertad sus pequeños pechos, los cuales cupieron perfectamente en mi boca.
Tras varios minutos en los que las caricias y los besos fueron subiendo de intensidad, sentí que ella estaba lista para recibirme, por lo que llevé mi mano al bolsillo trasero de mi pantalón....para descubrir que por las prisas había olvidado mi cartera (y por lo tanto, los dos condones que siempre llevaba cuando salía de fiesta) en casa. Tras disculparme con Karla, corrí hasta la camioneta, pero no quise interrumpir a mis socios, quienes se encontraban muy ocupados haciendo lo que yo había estado a punto de hacer hacía solo unos instantes.
Tras unos instantes (esperando inútilmente a ver si notaban mi presencia) regresé con Karla, quien se cubría el busto con las manos, esperando a que continuaramos justo donde lo habíamos dejado. Ella me indicó que continuara, pero le dije que no traía condones. Ella insistió en que no pasaría nada si no me venía dentro de ella, "Me avisas cuando vayas a terminar o la sacas antes", me dijo mientras descubría sus diminutos pechos para quitarse la tanga y voltearse, ofreciéndose a mí. Dudé un instante, pero pudo más la calentura del momento y entré en ella, sintiendo como sus apretadas y cálidas carnes aprisionaban mi miembro.
Casi cuando iba a venirme le avisé, pero ella al parecer no me escuchó, pues siguió moviéndose al mismo ritmo intenso, por lo que me quité bruscamente para vaciarme sobre la hierba. Tras besarnos y vestirnos apresuradamente, regresamos a la camioneta donde Sergio y Julián ya habían terminado de follar con las otras chicas y bebían animadamente las últimas cervezas frías que quedaban en la hielerita de unicel. La parranda continuó casi hasta el amanecer, cuando dos de las chicas insistieron en irse a su casa, dejandonos con sus números de celular y correos para agregarlas al Whatsapp y Facebook, no quedándonos otra opción a Sergio y a mí mas que dejar a Julián y a su chica (la única que quiso seguir bebiendo) para que se fueran a divertir solos.

Eso es lo que recuerdo que pasó esa noche, y ahora comienza la parte aterradora.

El lunes siguiente Sergio y yo nos veíamos de reojo con miradas cómplices, tratando de encontrar el momento adecuado para hablar de nuestra aventura del fin de semana. Durante el receso nos fué imposible, pues Nadia fué a visitarme aprovechando que tenía una hora libre (ella estudiaba en otra facultad) y decidimos irnos a almorzar juntos.
Tras la última clase, nos quedamos en el salón para saber como nos había ido. Martha, la chica con la que había estado el fin de semana, resultó ser estudiante de preparatoria (aunque mayor de edad, afortunadamente para él) y habían decidido seguirse viendo, por lo que lo felicité. Por mi parte, le informé que Karla (quien trabajaba en un almacén de la ciudad) me había confesado que tenía novio, pero que se la había pasado genial conmigo y que si le prometía ser discreto, podríamos seguirnos viendonos sin problema.
Tras ponernos de acuerdo para salir nuevamente el fin de semana, Nadia me mandó un mensaje para pedirme que fuera a su casa, pero que entrara por la puerta del patio de atrás. Al llegar, me encontré con mi novia recién salida del baño, completamente desnuda, quien se avalanzó sobre mí para hacer el amor por primera vez en casi diez días (pues había estado con la regla y ese fin de semana había salido de la ciudad).
Tras terminar, me fuí a mi casa donde me quedé completamente dormido, agotado por completo, pues aún no me había recuperado de lo del fin de semana. Tres semanas después ya me había acostumbrado a mi nuevo estilo de vida: de lunes a viernes iba a la escuela y dos o tres veces por semana salía con Nadia ya fuera a cenar o al cine, tras lo cual procurábamos irnos a algun sitio para hacer el amor. Los sábados o domingos por la mañana me quedaba de ver con Karla en su departamento, donde nos encerrábamos varias horas para follar, ahora con la ventaja de que ella había comenzado a usar el parche anticonceptivo (mismo método que usaba mi novia para evitar que le diera el "a-niño" de compromiso antes de tiempo) por lo que a la segunda semana habíamos dejado de usar condones y ya podía venirme dentro de ella sin remordimientos, cosa que le encantaba pues su novio (el gerente del almacén donde trabajaba, que dicho sea de paso, era un tipo casado) siempre se venía fuera de ella para evitar embarazarla.
Todo empezó a irse al carajo un lunes. Tras las primeras tres clases del día, me dieron muchas ganas de ir al baño (bebo mucha agua para contrarrestar los efectos del alcohol que bebo los fines de semana) y al orinar, noté un ligero ardor, pero en ese momento no le dí mucha importancia. Por la tarde me fuí con Nadia a su casa para ayudarla a hacer unas maquetas y aprovechando que su madre había salido a hacer unas compras, nos echamos un rapidín en la sala, fue entonces, mientras ella me acariciaba, cuando noté que uno de mis testículos me molestaba (aunque no lo llamaría un dolor, sino una molestia) mientras mi novia hábilmente usaba su boca para hacerme terminar.
Pocos días después, el ardor al orinar se hizo más molesto, por lo que decidí tomar un par de tabletas de antiinflamatorio, lo cual alivió el problema un par de días.
Lo peor vino algunas semanas más tarde. Recuerdo que la noche anterior había dormido muy mal, aunque lo había atribuído al exceso de estudio para los exámenes parciales de esa semana. Tras terminar el último examen del día, me dirigí al baño para orinar, pero al intentar liberar la vejiga, sentí como si algo me hubiera estado obstruyendo, impidiendo que la orina saliera. De inmediato recordé una ocasión en que mi padre (que es médico) nos había contado de un señor al que se le había obstruído el canal urinario por una piedra que se le había formado en el riñón y que había llegado hasta las vías urinarias.
Sentí mucho miedo al pensar que ese pudiera ser mi caso y llegando a mi casa busqué en internet remedios caseros para expulsar los cálculos y ese mismo día compré varios litros de jugo de piña para bebérmelos y poder echarlo fuera. Esa noche, tras beberme casi tres litros de jugo, me sentí con fiebre, con un intenso dolor en el abdomen y los testículos calientes. Fuí a bañarme y mientras estaba bajo el agua me revisé el pene para ver si podía sentir el cálculo.
Salvo por unas manchitas raras en el glande no se veía nada fuera de lo común, por lo que decidí hacer fuerza para tratar de expulsar el cálculo. Después de pujar por varios minutos, por fin pude orinar un poco, aunque me ardió muchísimo, pero había algo extraño: el pequeño chorro de orina que salió se veía rojizo y al tocarlo con las manos se sentía caliente, como si fuera agua que hubiera estado calentándose en una cacerola. No le dí mayor importancia, al menos ya había liberado un poco las ganas que tenía, recordando que tenía casi un día sin orinar.
Dos días después, un viernes, fue cuando todo terminó de irse al carajo. Tras la tercera clase del día, dno pude aguantarme más las ganas y fui a tratar de orinar.
Al igual que los dos días anteriores, no pude hacerlo, lo único que salió de mi pene fue un líquido amarillento que tras un instante reconocí como pus. Tras no poder orinar, me dí cuenta que no era un cálculo, sino que era algo mas grave que me estaba ocurriendo. Tras dudar un instante, salí del baño con los ojos llorosos y busqué a Sergio antes de que entrara a la siguiente clase. Le expliqué que es lo que me estaba pasando y que me era imposible acudir a mis padres o ir al Seguro Social para evitar que se enteraran (ambos son médicos con gran prestigio en la ciudad y una noticia así los haría ver muy mal ante sus colegas).
Sergio comprendió y tras buscar un número en su agenda hizo una llamada. Me dijo que no me preocupara y que lo acompañara. Salimos rumbo al centro, llegando a una de las colonias aledañas donde nos esperaba un joven que se me hacía conocido de algún lado. Tras saludar a Sergio, nos invitó a seguirlo (al parecer me había ignorado o no le caía bien, pues no me saludó) y llegamos hasta una elegante casa. Entramos. En la sala nos esperaba un hombre calvo de rostro serio, parecido a un ayudante de pelicula de James Bond, quien sin sonreír nos invitó a sentarnos en el elegante sillón. Tras explicarle que me sucedía y de enterarse de mis motivos para no decirle a mis padres el rostro del sujeto pareció endurecerse aún más. Aguanté su sermón de casi veinte minutos acerca de la gran pendejada que había hecho y de lo mucho que mis padres se decepcionarían de mi si se enteraban, pero accedió a ayudarme por la amistad que lo unía con ellos, quienes eran sus colegas y ex compañeros de la universidad. El doctor solo daba consultas por las tardes, por lo que su consultorio/mini-clínica se encontraba vacío a esas horas.
Tras pedirme que me desnudara de la cintura para abajo y me recostara en lo que parecía ser una mesa de operaciones como las que había visto en varias peliculas y series de TV. No me esperaba lo que sucedería a continuación. Frente a mí, más bien, sobre mí, se encendió un monitor de 20" a través del cual pude ver lo que el médico, pues estaba conectado a una cámara que usaba sujetada al gorro que llevaba en la cabeza. Me ató a la cama sin que yo opusiera resistencia mientras que Sergio se reía de mí. "Quédese, quiero que vea esto" le dijo el médico. Tras inmovilizarme, sacó lo que parecía ser una aguja enorme. "Cureta" dijo más para Sergio que para mí "su amigo tiene obstruídas las vías urinarias y hay que destaparlas para que pueda orinar".
Si piensan que eso es lo peor, no están listos para lo que sigue. El doctor se volteó hacia la mesa de instrumental y sacó una jeringa con una aguja larga y preparó un medicamento, el cual me inyectó directamente en el pene, metiendo la aguja briscamente a través del conducto. "Es una mezcla de antibiótico con xylocaína, para que no sientas lo que sigue" me dijo ahora sí a mí, mientras trataba de ahogar un gemido por el intenso dolor que sentí. Sin esperar a que la anestesia me hiciera efecto, el doctor me introdujo el otro instrumento (que ahora se que se llama cureta randall) para liberarme de la obstrucción. Después de algunos minutos (que sentí que duraban una eternidad) al fin me dejó en paz y me desató. Tras darme un abatelenguas forrado en gasas me dijo "muerde esto....ahorita que orines lo vas a necesitar". No supe a que se refería sino hasta que oriné. Mientras liberaba el líquido retenido durante varios días, sentí como si estuviera orinando ácido o plomo fundido, pues el ardor era insoportable, como si me estuvieran arrancando la piel y después vertiendo limón con sal sobre mi carne. Después de terminar, las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas (disculpen la frase tan gay....pero así fue) y después de un instante, estallé en llanto.
El médico me indicó con una seña de que regresara a la mesa de operaciones, después acomodarme, me dijo que lo siguiente sería amputar el pene. Grité como poseído al escuchar eso, pero las risas de Sergio me indicaron que se trataba de una broma cruel. El médico me dijo que me calmara y me introdujo una especie de popote en el pene: una cánula para evitar que el conducto se volviera a cerrar y que así pudiera orinar sin problemas. Tras vestirme, me dió una receta (a nombre de Sergio, para mayor discreción) y me prometió que mis padres jamás se enterarían de lo que había pasado. Me senté con dificultad frente a su escritorio, donde me dijo que lo que tenía era una infección de sífilis y gonorrea, que al no haber sido tratada a tiempo, me había ocasionado los síntomas que había venido padeciendo durante las últimas semanas. Le agradecí por su ayuda, pero con un gesto me dijo que aún no terminaba de hablar.
"Tienes que avisarle a todas las personas con quienes has tenido relaciones en los últimos dos meses para que vayan al médico y reciban tratamiento". Dudé un instante. Aparte de Nadia y Karla también me había acostado con una compañera del salón, pero con ella si había usado condón, o al menos eso recordaba porque había sido un día que nos habíamos quedado bebiendo en su casa haciendo una tarea. Sergio me palmeó en la espalda y me dijo que lo hiciera, que era por el bien de ellas. Jamás me esperé lo que ocurriría a continuación.
Tras decirle a Nadia, ella se puso muy mal y comenzó a llorar y a pedirme perdón. Después de calmarla, me miró a los ojos y me confesó que ella me había sido infiel hacía dos semanas, un sábado en que yo había cancelado nuestra ida al antro de moda para pasar la noche con Karla, Nadia se había ido con unas amigas y lo había hecho en el baño del lugar con un joven argentino que conoció allí, aunque juró que él había usado condón. Sonreí para mis adentros, pensando en que el sentimiento de culpa me ayudaría para manipúlarla a mi antojo llegado el caso. Llegando a mi casa le mandé un mensaje a Karla para decirle que teníamos que hablar urgentemente. Fiel a su costumbre, me llamó casi de inmediato y tras explicarle que era algo que no podía tratar por teléfono, quedamos de vernos al día siguiente en su hora de comida. Me dormí sintiendo que quizá la más dificil sería Paola, mi compañera, pues no sabía como reaccionaría y mucho menos cuando su fama de "niña buena" quedara en entredicho con su familia, pues ella me había confesado entre risas que sus padres creían que ella seguía siendo señorita a sus casi 22 años.
Tras despertarme y tomar mis medicamentos llamé a Paola (Paozorra, como la llamábamos Sergio y yo ahora que sabíamos que detrás de esa mirada tierna y angelical había una diosa sexual) para invitarla a almorzar. Tras explicarle lo que había ocurrido, simplemente sonrió y me dijo que estaba muy agradecida por haberle avisado, pero que justamente ese día le tocaba cita en el ginecólogo y quizá se hubiera dado cuenta sin necesidad de que me molestara, pero que de todos modos le avisaría a su novio y a alguien más por si las dudas.
Tras despedirme de Paozorra con un beso en los labios (no se porque lo hice) fuí hasta el centro para verme con Karla. En el camino llamé a Nadia para ver si seguía mejor y me dijo que estaba bien, que había llorado mucho y le prometí ir a pasar la tarde con ella. Karla me estaba esperando, sonriente. Tras decirle que no se trataba de nada bueno, se puso seria y no pudo evitar llorar al escucharme. Me dijo que ya sospechaba algo así, pues su novio (su jefe) había terminado con ella hacía unos días, acusándola de haberlo contagiado de algo y de poner en riesgo a su familia, cayendo en cuenta que quizá él la había contagiado a ella y no al revés, llegando incluso a amenazarla de que no fuera al médico para que sufriera un poco lo que él sufría.
Le dije que lo mandara a la fregada y que buscara ayuda médica. Asintió y antes de despedirnos para siempre me preguntó si en verdad quería a mi novia. Le dije que si y me pidió que jamás volviera a serle infiel. Asentí con la cabeza y la miré entrar de regreso en el almacén, admirando por ultima vez su trasero redondo, recordando sus senos pequeños y la sensación de su piel sobre la mía.
Han pasado casi cuatro años de esto que les cuento. Hoy en día, trabajo en un banco, es un buen empleo y no me quejo. Me casé con Nadia hace casi un año y todavía no tenemos hijos, aunque nuestro principal problema es la disfunción eréctil que padezco desde aquella vez, nada que una pequeña pastillita azul no solucione. Tiene casi tres años que no se nada de Karla, lo último que supe de ella es que se iba a mudar de ciudad. Sergio ahora es maestro de una preparatoria y sigue soltero. Paola, la Paozorra se casó de blanco y su boda salió en la página principal de la sección de sociales del periódico local, aparte de mi, también se había acostado con otros dos compañeros y tres maestros, quienes de inmediato buscaron atención médica. Y bueno.....esta es la historia de la cosa mas aterradora que me ha pasado, la vez que CASI ME QUEDO SIN PITO.
 
#2
jajajajajajaja ke mamada, estuvo bueno el relato y si me dio mucho miedo, es que me imagine todo y hasta ñañaras me dieron. Y todo paso por kaliente. Jajajaja
 

melc

Bovino adicto
#10
jajajajaja ya había leido tu relato desde hace tiempo, pero la verdad muy bueno compa, y ni pex a cuidarse!!!
 

Dj_vector

Bovino adolescente
#11
Jajaja no mames que buena forma de relatar y que incoherente doctor tan ca... Como q decir en esos momentos q te cortaría la riata? Jajaja muy bueno. :chin!:
 
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