Historia de Terror 4 - Sonidos de Velamar

maurix

Bovino adicto
#1
Hace mucho me contaron una historia de una familia que tuvo un trágico final una fría noche de noviembre en un hogar cerca de mi casa, jamás imaginé que también me sucedería a mi. Pero antes de entrar en detalle les contaré como fue que una de las familias más ricas de todo el estado terminó su vida de una manera bastante peculiar.
Según se cuenta, cerca de las vísperas del día de muertos Arturo Rodriguez, lider de la familia Rodriguez Visbal, había mandado preparar un pequeño campamento en torno a la cripta familiar para hacer la típica celebración del día de muertos. La banda y el tequila sirvieron bien a los invitados y cerca de las dos de la madrugada el festejo había terminado y la familia de Don Rodriguez, compuesta por su elegante esposa Fermina y sus dos hijas Helena y Carmen de siete y nueve años, respectivamente, se dirigía a su lujoso hogar por la novena y Juarez. Aparcaron en la entrada a las dos con cuartena minutos; todos los miembros se fueron a dormir y cerca de las tres de la madrugada el portero escuchó un fuerte grito proveniente de una de las ventanas cerca de la entrada, sabía que era la habitación del patrón y fue a toda prisa para averiguar lo que sucedía pero al momento de subir por las escaleras principales escuchó otro grito espantoso, pero esta vez reconoció que se trataba de doña Fermina. Al llegar encontró los cuerpos de Don Rodriguez, su esposa y sus dos hijas muertos en el piso y según una autopsia realizada se descubrió que murieron a causa de un infarto.
Hace dos meses obtuve un ascenso a gerente de ventas de una de las principales empresas desarrolladoras de instrumentos para la manipulación de sustancias con fines de investigación nanotecnológica y gracias a ello obtuve un sueldo que me bastaría para vivir cómodamente por el resto de mi vida. Los primeros días me dediqué a mi trabajo de lleno, descuidando un poco a mi esposa y mi pequeño hijo Carlos de seis años, pero sabía que debía de dar una buena imagen para poder conservar el puesto, a fin de cuentas todo sería por el bien de ellos. Al mes de haber iniciado, poseía ya bastante dinero como para mudarme a un hogar más grande, claro, con una serie de préstamos, y así lo hice. Sin pensar en los antiguos dueños me aventuré a negociar la Mansión Rodriguez cuya historia había captado la atención de los habitantes de E. por mucho tiempo generándose muchas leyendas y mitos en torno a lo sucedido, y por tal motivo muy pocos se habían tomado la molestia de siquiera pensar en comprarla, aunque debo decir también que muy pocos tendrían los fondos y poca iniciativa para comprar una mansión que perteneció a unos viejos egoístas amantes de lo rústico. Los movimientos se hicieron sigilósamente y en menos de un mes ya todo estaba listo para hacer el cambio.
La mañana que nos mudamos me parecía que todo estaba bien y las historias que circulaban por el pueblo no eran mas que especulaciones y que todo marcharía bien en nuestra nueva casa, sin embargo apenas abrí la puerta noté un desagradable olor tan extraño que me quedé pasmado un instante hasta que mi mujer me preguntó si todo estaba bien, la miré y le solté una leve sonrisa indicando que todo marchaba bien y le dije que pasara. El espacio era enorme, una ensantería repleta de antiguos libros ocupaba casi la totalidad de la sala de estar, unas enormes escaleras que se cortaban elegantemente a mitad de su camino para proporcionar dos distintos caminos que seguir para llegar a una única sala abrían camino al segundo piso. Los muebles rústicos, el extraño olor, la tenue luz del sol de atardecer entrante por las enorme ventanas de cristal cortado, la oscuridad que acompañaba el ambiente y el pacifico silencio me hacían sentir en otro tiempo. Un enorme piano Steinway color marrón y teclado de marmol con un atril abierto con unas partituras que no conocía estaba en mitad del pasillo del segundo piso, noté al tocarlo que estaba bastante desafinado.
Mi hijo se sentía algo excéptico respecto a la mudanza y recuerdo no haber escuchado una sola palabra de él durante todo el viaje, así que para hacerlo sentir mejor le dije que eligiera cualquier habitación que quisiera, pero me dijo que quería regresar a casa, al parecer no le gustaba la nueva lo cual no pude explicarlo ya que me parecía más grande y con mucho misterio que descubrir, traté de hacerselo notar, pero no logré animarlo.
"Y que te parece?" Mi mujer me hizo un gesto de aprobación sin decir una sola palabra y siguió inspeccionando el lugar, notaba que algo estaba mal con ellos, se veían muy desanimados y disgustados. "Sabes, el día de hoy descansaremos pero mañana dejaremos esta casa reluciente, verás que bien quedará, seremos la envidia de todos" entonces se detuvo bruscamente y volteó a una de las dos habitaciones de la izquierda del pasillo superior y retrocedió un paso con una expresión de terror que jamás había visto en ella. "Conoces bien la historia de ésta casa. Todos hablan de las horribles cosas que aquí pasaron Erick, porque no me consultaste siquiera para comprarla?" estaba muy tenza y parecía algo alterada. "Qué te ocurre?" se sacudió los ojos con ambas manos y un instante después parecía más relajada. "Nada, no me hagas caso, es que el cambio y todo me tiene algo cansada, supongo, vayamos a buscar nuestra habitación, necesito dormir" al entrar en una de las habitaciones me di cuenta que era algo tarde y la oscuridad no permitía ver bien, así que traté de cerrar el interruptor de los focos de la habitación, pero éstos no encendían; pasamos a la siguiente y tampoco encendían, entonces descubrimos que no había electricidad en todo el hogar. Llamé a la comisión y me indicaron que su personal estaba ocupado, que tendría que soportar hasta mañana ya que la Mansión Rodriguez tenía reportes de daños eléctricos, le dije a mi esposa que no se preocupara y que cenáramos antes de dormir.
La merienda fue muy elegante y romántica, con velas aromáticas encendias en torno a la mesa y el silencio provocado por la ausencia de dispositivos electrónicos y eléctricos fueron un ingrediente especial para tranquilizar las cosas, mi esposa y mi pequeño hijo parecían relajados y contentos, platicamos abiertamente y al final parecía agradarles la nueva casa, claro, con algunos "arreglos". Un silencio nos cubrió de pronto y un tenue, pero llamativo sonido, como de respiración pausada, de pronto se escuchó en el pasillo principal que estaba completamente a oscuras, mi hijo dió un salto de su silla y me sujetó fuertemente, también mi esposa con cara de espanto preguntó que era eso. Tomé uno de los cuchillos y les indiqué que esperaran; tomé una de las velas y me dirigí al pasillo que resultó estaba vacío, pero el sonido continuaba en la parte superior justo al subir las escaleras, pero era tan tenue que estaba seguro que mi familia no lo había oido. No debería ni mencionarlo, pero me dio tanto miedo que regresé rápidamente y de espaldas a donde estaba mi familia y con una cara de tranquilidad fingida les dije que se trataba de la vejez de los muebles, que a veces hacen esos ruidos al anochecer debido a la reducción del tamaño de los muebles debido a la diferencia de temperaturas que ocasionaba un déficit de vibración molecular, lo cual hacía más sólidas las cosas y por ello más compactas. La explicación pareció convencerlos y recogimos la mesa, sintiendo aún algo de preocupación por el extraño sonido; supe entonces que deberíamos subir a preparar la cama de mi hijo y la nuestra. Bien acompañado de mi familia me llené de valor y subimos todos juntos las escaleras, siempre temiendo encontrarme con algo, pero estaba todo vacío a excepción de lo común. Por supuesto mi hijo rechazo rotúndamente la idea de dormir solo en una nueva habitación de noche y sin luz, así que aceptamos que durmiera con nosotros solo por esa noche. Eran cerca de las once de la noche, como era sábado no tenía pendiente alguno a´l día siguiente y por algún motivo extraño me dio la sensación de que debía moverme y hacer algo, pero el cansancio terminó por hacerme caer en un profundo sueño. No puedo mover un solo músculo, pero estoy consciente. Estoy aún algo cansado y pienso en lo sucedido, recuerdo el extraño sonido del pasillo y me entra un miedo terrible, trato de moverme pero no puedo, no responden mis músculos, todo parece estar en silencio, demasiado silencio, ni siquiera escucho la respiración de mi esposa ni mi hijo, demonios!, no puedo abrir los ojos. Me entra una desesperación porque sé que estoy consciente, no estoy soñando, siento algo en los dedos de mis pies, es como una tela de seda que pasa por encima de mis pies; de nuevo ese sonido, lo escuché de nuevo y por fin logro abrir los ojos, pero aún no puedo moverme. Veo sobre mi cabeza un enorme espejo que permite algo de visibilidad a causa de la tenue luz proveniente de la luna, aún es noche. Mi esposa yace a mi lado y parece profundamente dormida, desafortunadamente el espejo no me permite ver mas haya de mi cintura, no se que es esa tela. Puedo mover mi cabeza ligeramente y veo frente a mi la silueta de un vestido azul. "Katy... Katy!" no puedo hablar, vuelvo a escuchar el sonido e identifico a una pequeña niña con largo cabello dirigirse hacia mi. "Katy!!!!!! aha, Katy!!" que desesperación tan fuerte, se acerca cada vez más y no puedo ni decir una palabra ni mover un músculo, entonces escucho un fuerte ruido a mi lado, un golpe y por fin reacciono, me levanto de un salto y literalmente me paro sobre mi cama; mi hijo que estaba dormido en el suelo a mi lado se encuentra con los ojos abiertos sin parpadear y temblando sin parar observando el lugar donde se encontraba la niña que parece haber desaparecido, mi mujer asustada a un lado me mira con terror, su respiración es fuerte.
La mañana parece ser de lo más normal, mi mujer me prepara el desayuno mientras mi hijo, que había sufrido un colapso nervioso la noche pasada se encuentra reposando en su habitación. Por ahora no se me cruza por la mente comentarle a mi esposa lo que había visto, de hecho pienso que tal vez solo fue un sueño, pero debo confesar que estoy muy nervioso y ella se da cuenta de eso.
Ya han pasado dos meses desde el incidente y la situación parece normal, todo marcha bien con mi nuevo cargo, mi esposa y mi hijo, que parece no recordar nada de aquella satánica noche, parecen haberse acostumbrado al nuevo hogar. Lo único extraño son los sonidos que se escuchan de repente, cosa que expliqué fielmente a mi familia, pero que en lo personal no me convenció del todo mi propia explicación. La noche del 24 de julio, a casi 3 meses de haber comprado la mansión, me llegó una extraña noticia de uno de mi allegados, Antonio Esquivél; quien había sido uno de los encargados de investigar las extrañas muertes ocurridas en la Mansión Rodriguez ocurridas aquella fría noche de noviembre en vísperas del día de muertos. Después de haberle contado los extraños sonidos que escuchaba, me comentó por correo electrónico que en el informe del suceso se mencionaba que una de las hijas de Don Rodriguez: Velamar, padecía de una extraña enfermedad pulmonar que le causaba una respiración forzada que tenía que ser asistida por un extraño aparato nasal que su padre había mandado hacer especialmente para ella, pero tal aparato le daba un aspecto un poco grotesco a su agraciado rostro. Lo extraño de ello era que el sonido, tal como me lo describía, encajaba con los sonidos que de repente escuchábamos mi familia y yo.
La noche del 24 de junio, ocurrió el desastre. Parecía ser una noche como cualquier otra, mi familia y yo cenamos a las ocho, como de costumbre, y al terminar mi hijo solicitó quedarse un rato en la sala de estar para ver televisión, a lo cual aceptamos sin importancia. Mientras tanto mi esposa y yo nos fuimos a dormir, cerrando con llave nuestra habitación. Después de unas horas, nos fuimos quedando dormidos de cansancio más que de otra cosa, pero entre sueño y realidad sentí un punzazo en el pecho y un extraño sentimiento causó una reacción inmediata, y sin pensamientos en mi mente salí de mi habitación a toda velocidad, eran casi las once de la noche. Mi hijo yacía inconsciente en el suelo de la sala de estar, la televisión estaba apagada, pero la luz de la habitación estaba encendida. Lo tomé en brazos y me lo llevé rápidamente por el pasillo para subirlo a su habitación, pero antes de subir las escaleras escuché en el término de éstas los sonidos de Velamar; una respiración forzada interrumpida en momentos que erizaba la piel. Me quedé estupefacto sin poder moverme y en un instante pude ver la silueta de una joven que se movía en dirección a la habitación de mi esposa. Tal fue mi cobardía en ese momento que salí de la casa con mi hijo en brazos y cerré la puerta tras de mi. Me encontraba en el patio de la mansión, a unos cuarenta metros de la salida. Ahí estaba sin saber que hacer cuando de pronto escuché el grito de terror de mi mujer, un grito desesperante, ahogado. Me armé de valor, dejé a mi hijo en la entrada, recostado, y entré azotando la puerta. Me dirigí a la habitación casi con los ojos cerrados, encendí la luz y en la cama, ahí estaba mi esposa con los ojos y boca abiertos, su rostro, Dios... me tumbé en el suelo con las manos en la boca, no podía dejar de temblar; estaba muerta, no se movía, no cerraba sus ojos. Tras de mi sentí que algo se movía. La ventana de la habitación se movió por el fuerte viento y solté un gemido de ahogo, me levanté y salté por la ventana, rompiendo los cristales y cayendo desde el segundo piso, pero no caí bien. Por el impacto mi cuello se fracturó y morí al instante.
Como me hubiese gustado haberle preguntado a mi esposa que fue lo que vio cuando estábamos discutiendo en las escaleras el primer día que nos mudamos. Como me hubiese gustado haberles contado lo que Antonio me dijo, haber compartido con ellos esa angustia que sentía para tomar una buena decisión. Y por último, como me hubiese gustado haber comprendido que mi hijo, en el momento en que lo cargaba en brazos antes de mi muerte, ya había fallecido.

 
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