El viaje (otro cuento largo....)

ozmodiar

Bovino adolescente
#1
Bueno, mi amigo está preparando una antología de cuentos de terror y sobrenaturales para fin de año, pero me envió algunos de los que no entrarán para que los comparta con ustedes. en la sección literaria ya he compartido dos de sus novelas por si quieren seguir leyendo cosas de él, la verdad no estan tan mal, solo que les falta mas cachondeo. comenzamos:






Todo empezó una tarde de septiembre de aquel lejano año de 1999. Aún recuerdo que en el hospital del IMSS (donde estaba haciendo mi servicio social) el tema de moda era el fin del mundo si las computadoras llegaban a fallar el 1 de enero del 2000. Yo estaba cubriendo mi turno acompañando al nefrólogo (especialista del riñón) en las visitas a los pacientes del tercer piso cuando de pronto mi teléfono sonó. El médico me dirigió una mirada reprobatoria así que ignoré el timbre del aparato dos veces más. Cuando me dí cuenta que quizá se trataba de algo urgente, en cuanto salimos de la habitación dejé que el doctor se adelantara y contesté la llamada.
-Hijo…necesitamos que te vengas a la casa hoy mismo. Es urgente. Acaba de fallecer….
La llamada se cortó. La voz de mi madre estaba llena de preocupación, así que no necesitó decirme más para darme cuenta que algo malo había sucedido. De inmediato se me vino a la mente mi abuelo, que en aquellos días acababa de cumplir los 78 años y que a pesar de su precaria salud no dejaba de fumar. Después de terminar la ronda me dirigí con el jefe de residentes y le pedí permiso para irme a mi casa, en Aldama, Tamps. Cuando iba saliendo del hospital alcancé a ver a Julio, uno de mis compañeros (no amigo) de la carrera, quien también se estaba retirando del lugar. Quizá mi cara denotaba demasiada angustia, pues él (con quien repito, no me llevaba ni bien ni mal, simplemente nos éramos indiferentes la mayor parte del tiempo) se acercó a verme para ver que tenía.
-¿Qué te pasó, médico? –Me preguntó mientras palmeaba mi hombro.- Andas con una cara que parece que te acaban de correr….
-Mi madre me acaba de llamar….me dijo que era urgente que me fuera a mi casa….creo que mi abuelo falleció…
-¡Híjoles….cuanto lo siento! –Hizo una breve pausa tras lo cual me preguntó.- ¿Tú vives en Aldama, no?
-Sí.
-Yo ahorita ya me iba a Tampico, si quieres te llevo en mi carro y te dejo allí de paso.
-Yo creo que….
-Te aseguro que llegarás antes en auto que en autobús, ahorita todas las salidas que hay son regulares y se van parando en todas las ciudades…sirve que te cambias y te echas un baño.
Asentí al ver la insistencia de Julio, quien me llevó hasta la pequeña casa de Infonavit que compartía con dos compañeras de la carrera, quienes también estaban haciendo el servicio social y a quienes rara vez veía fuera del hospital, pues nuestros horarios eran muy diferentes. Julio me dejó a solas para bañarme y arreglar mis cosas. Mientras estaba bajo el frío chorro de la regadera no pude contener más las lágrimas y lloré al recordar todos los buenos momentos que había pasado junto a mi abuelo. Tras terminar de arreglarme, salí a la calle y solo tuve que esperar unos pocos minutos a que Julio llegara en su auto: un Tsuru de reciente modelo, con rines deportivos y vidrios ahumados (polarizados) que le daban un aspecto moderno y llamativo.
-¿Nada más vas a llevar esa maletita? –Me preguntó mientras abría la cajuela para acomodar mis cosas.
-Solo unas mudas de ropa. Ya tengo todo lavado.
-¿Le avisaste a tus amigas que sales de la ciudad?
-Les dejé un recado en el refrigerador. Casi no las veo, ellas están casi siempre de noche…
-¡Uh, que lástima! –Exclamó mientras cerraba la cajuela de un azotón.- La güerita está muy sabrosa… ¿Cómo se llama? ¡ah, si…Mónica!
-¿Se te hace?
-¡Sí! –Dijo casi gritando mientras dibujaba con sus índices una silueta femenina en el aire.- ¡Se ve riquísima con esos pantalones apretaditos que se pone!
-¿Me creerás que no me había fijado en eso? –Mentí, tratando de ocultar que me sentía muy atraído hacia ella.- Ahora que regresemos te la presento.
-¡Perfecto! ¡Así son los amigos!
Entramos al auto y tras ponernos los cinturones de seguridad, emprendimos la marcha hacia el sur del estado. El tráfico hacia la salida de Reynosa estaba horrible esa tarde. Mientras Julio esquivaba hábilmente a los vehículos más lentos, buscando avanzar lo más rápido posible, me fue imposible evitar recordar cómo mi abuelo acostumbraba llevarme de paseo en su vieja camioneta los domingos en la mañana.
-Creo que lo mejor será irnos rumbo a Río Bravo. –Explicó Julio mientras tomaba el carril de alta velocidad.- ¡Mira cuanto tráfico hay por la carretera!
Miré que la fila de autos y camiones que se dirigían hacia la salida de Reynosa era enorme, por lo que si nos íbamos por allí quizá tardaríamos un par de horas en salir de la ciudad.
-¿Crees que por allá sea mejor?
-No es la primera vez que me desvío hasta allá. Si nos vamos por el libramiento llegamos en cuarenta minutos.
-Vámonos, pues.
Parecía que Julio había estado esperando mi permiso para acelerar, dirigiendo el auto hacia el libramiento (una autopista de cuota que va de Reynosa hasta Matamoros para ahorrar tiempo y viajar más seguros que en la carretera libre). Julio no mentía, ya que una vez que llegamos al libramiento, el camino estaba casi completamente despejado, por lo que pudimos avanzar mucho más rápido (excediendo el límite de velocidad en gran parte del trayecto) hasta llegar a Matamoros. Allí, nos detuvimos a cargar gasolina (él insistió en no aceptar que yo cooperara con algo de dinero para tal cosa) y comprar algunas chucherías para el camino, recordando de pronto que no había ingerido ningún alimento desde hacía más de diez horas, cuando me había tocado entrar a mi turno doble en el Seguro. De regreso en la carretera, fuimos charlando de cosas intrascendentes, es aquí donde debo aclarar que casi todas las ideas que tenía acerca de Julio estaban completamente equivocadas. Si bien era verdad que al ser hijo y nieto de médicos (su abuelo fue maestro de muchos de los nuestros en la facultad de medicina) se trataba de una persona bastante centrada y que amaba profundamente la profesión, además de que se había negado a usar las “palancas” de sus padres para que le tocara un mejor lugar para hacer su servicio, teniendo que irse hasta Reynosa con varios de nosotros. Lo único que si era verdad es que era un conquistador sin remedio y que cuando se proponía acostarse con alguna chica, lo hacía sin importarle las consecuencias. En silencio, me preocupé de que Mónica (y en menos grado Liliana, mi otra compañera de casa) pudieran caer en sus redes, pues eso me impediría ligarme a alguna de ellas. Se nos hizo de noche al pasar por San Fernando, que en aquellos días era una ciudad más tranquila que la zona de guerra en la que se ha convertido actualmente. Mientras seguíamos conversando de temas intrascendentes me di cuenta que por un instante se me había olvidado el motivo de mi viaje.
-¿Por qué tan callado, hombre?
-Me acordé de mi abuelo otra vez. No puedo evitarlo.
-Piensa que él está en un mejor lugar ahora. No estará sufriendo. Recuerdo cuando mi abuelo materno falleció hace como seis años. No fue nada fácil para nosotros, sobre todo para mi mamá que era su única hija y la consentida. Son cosas de las que nunca te vas a reponer….te juro que yo aún llego a visitar a mi abuela y casi sin querer paso por la recámara esperando ver al viejo acostado con la sonda de la diálisis por un lado. Pero me conforto al saber que ahora está en un lugar donde no sufre enfermedades ni dolor…ni pendejadas del gobierno jajaja
Me reí al escuchar la última parte de la reflexión de Julio. A pesar de su despreocupada apariencia, comenzaba a notar que en el fondo era una persona que se preocupaba por los demás.
-Me gusta Mónica. Me gusta mucho. –Me atreví a decírselo por primera vez a alguien.- Pero si quieres con ella, espero que sea algo bien y no solo para…
-¡Hey! –Exclamó mientras bajaba un poco la velocidad.- ¡Allí si que te equivocas, mi hermano!
-¿En qué?
-Es la regla de oro…jamás ligarte a la mujer que le gusta a alguno de tus amigos. ¿Crees que soy un traidor o qué?
-¿Entonces?
-Cuando regresemos, hay que hacer planes. Tú con Mónica y me presentas a tu otra compañera, la flaquita “pocas chichis” ¿cómo se llama?
-Liliana…pero créeme, tiene más de lo que ves a simple vista. –Le dije mientras recordaba aquella tarde en la que entré al baño sin fijarme si había alguien y la había mirado por varios segundos completamente desnuda.
-Pues ya está mi estimado colega….una para cada uno.
Sonreí y Julio subió el volumen del estéreo para comenzar a cantar una de los temas de moda, de la banda sonora de una película que se había estrenado hacía solo unas semanas. Tras un par de horas más de camino, llegamos hasta Aldama sin ningún contratiempo. Miré mi reloj y me sorprendí al ver que habíamos hecho casi cuatro horas de camino.
-Gracias, Julio…no sé cómo agradecerte que…
-Preséntame a Liliana y con eso quedamos a mano… ¿va?
Se estacionó y bajé para sacar mi pequeña maleta de la cajuela. Julio me entregó una tarjeta donde había anotado su correo electrónico y su número de teléfono.
-Cuando regreses, llámame. Y otra vez, mi más sentido pésame…mantente firme que tu familia te necesita ahora más que nunca. ¿Va?
-Gracias.
Nos despedimos y tras ver como su auto se perdía a lo lejos, rumbo a Tampico, me dirigí hacia mi casa para ver qué había ocurrido. Al llegar, me extrañó no encontrar a nadie y fue entonces cuando me dí cuenta que quizás todos estarían en el funeral, lo cual confirmé al entrar en la recámara de mi abuelo y encontrar la cama impecablemente tendida.
-¿Hijo?
La voz de mi padre me sorprendió antes de que la primera lágrima rodara por mis mejillas. Volteé y al verlo agaché la cabeza, temeroso de su reacción al verme así. No esperaba que me abrazara ni que lo hiciera tan fuerte como lo hizo, pero me sentía muy mal así que lo abracé también mientras lloraba.
-Calma, hijo….calma…todo va a estar bien…
-¿Por qué pasa esto, papá?
-Es la ley de la vida…a todos nos llega la hora….
-Pero ¿Por qué? Yo no quería…
-Ya, hijo…por favor…
-Perdón….no quise que me vieras así y que pensaras que sigo siendo un mariquita…
-Hijo…yo….quiero pedirte perdón por todo eso que te dije antes….de verdad, perdóname…
-Ya casi tengo veinticinco años…es un poco tarde para pedir perdón, ¿no crees?
-Quiero que sepas que estoy orgulloso de ti. Todos en la familia lo estamos y yo no soy la excepción. Tu madre….ella siempre dijo que serías el ejemplo a seguir para tus hermanos y veo que tuvo razón…
-Gracias…papá….yo…lo único que lamento es que…
-Ya hijo, no digas nada más. –Me abrazó nuevamente y el recuerdo de todas esas palabras que me había dicho a lo largo de mi juventud me hizo sentir ganas de llorar nuevamente.
-Yo también te pido perdón…papá….por si alguna vez llegué a pensar…a sentir que te odiaba….perdóname….
Seguimos así un largo rato. Es curioso como ciertas tragedias pueden hacer que las personas se unan de formas inexplicables. Ese día no solo me había hecho de un nuevo amigo (Julio) sino que después de varios años de una relación difícil con mi padre, nos habíamos reconciliado al fin. Nos separamos y sin decir palabra me fui a dejar la maleta a la recámara. Al regresar, mi padre estaba sentado a en la sala mientras veía el canal de las noticias.
-¿No vas a ir?
-¿A dónde? –Me respondió mientras se recostaba en su sillón favorito.
-Al funeral del abuelo. –Le dije mientras iba a la cocina para agarrar una lata de refresco.
-¿Tu abuelo? ¡Ja! ¡Todavía faltan algunos años para que el viejo estire la pata!
-¿Entonces por qué tanta urgencia de que me viniera a la casa?
No contestó, por lo que pensé que quizá no me había escuchado.
-¿Entonces por qué me llamó mi mamá para que me viniera a la casa con tanta prisa?
Al regresar a la sala no había nadie. Solo la TV encendida. Pensé que quizá mi padre se había levantado al baño, pero al ir y revisar no había nadie allí. “Quizá se haya ido al baño de arriba”, pensé mientras subía las escaleras para revisar. Nada. Ni rastros de él por ningún lado. El inconfundible ruido de la puerta principal de la casa (que al abrirse arrastraba) me indicó que alguien había llegado. Bajé pensando que quizá mi papá se había salido de la casa y estaba volviendo, pero con quienes me encontré fue con mi madre y con mi tío Pancho, quienes traían los ojos húmedos de las lágrimas y de inmediato me abrazaron.
-¡Ay, hijo! –Exclamó mi madre mientras me abrazaba.- ¡Fue horrible!
-Pensábamos que ibas a llegar más tarde, muchacho. –Explicó mi tío Pancho, el hermano mayor de mi madre.- Ahorita veníamos a llevarle a tu abuelo sus medicinas que se le olvidaron en su recámara.
Al escuchar las palabras de mi tío sentí como toda la sangre se me bajaba hasta los pies.
-¿Mi abuelo?
-Sí. Está con los demás en la funeraria.
-Pero…pensé que me habías llamado para decirme que mi abuelo….
-¡Ay, Pancho! ¡Te dije que había colgado sin querer! –Exclamó mi madre mientras me acariciaba el rostro con ambas manos.- Hijo…tu padre falleció…estaba en el techo…cuando….
-Se subió al techo para arreglar el cable de la tele, porque no se veía bien. Le dije que se esperara a que viniera el vecino, pero como siempre, no me hizo caso. –Explicó mi tío Pancho mientras mi madre estallaba en lágrimas.- Se cayó de cabeza…el doctor dijo que fue instantáneo, que no sufrió…
Lo siguiente que recuerdo fue que mi tío me estaba echando aire con un cartón mientras mi madre me frotaba alcohol en la frente con un algodón. Al parecer me había desmayado o algo así, porque no recuerdo como pude haber llegado hasta mi recámara. Les dije que me sentía bien y después de un baño rápido, nos dispusimos a ir a la funeraria. Antes de salir de la casa, me quedé pensando un instante y fui hasta la sala para encender la tele, dejándola en el canal de noticias que más le gustaba a mi padre. “Disfrútala, viejo” me despedí antes de salir. Hasta el día de hoy, mis hermanos me siguen criticando por no haber llorado en el funeral. Mis hermanas fueron las que peor se sintieron, pues cuando vieron el cuerpo bajar al foso tuvieron una crisis nerviosa. Mi mamá casi se desmaya y tuvimos que traerla a la casa para que descansara. Las únicas personas de mi familia a las que les conté eso fueron mi madre y mi tía Herminia (la hermana menor de mi padre) quienes creen que él no se podía irse hasta que nos pusiéramos a cuentas y estar en paz, que fue lo que creo que hicimos esa noche. Al regresar a Reynosa cumplí mi promesa y presenté a Julio con Liliana. Yo empecé a salir con Mónica y tuve que ajustar mis horarios para que coincidiéramos un poco más, aunque cuando entramos a hacer la especialidad tuvimos que terminar, pues a ella le tocó irse a Monterrey y yo me tuve que ir a Tampico. Julio y Liliana se casaron en el 2005 y siguen juntos hasta la fecha, mi esposa (a la que conocí en mi especialidad) y yo somos los padrinos de sus gemelos. El día del funeral no fue la última vez que ví a mi padre. Hace algunos meses soñé con él y con mi abuelo (que falleció en el 2003). Se habían tomado la libertad de venir a felicitarme por mi hija. Cuando me desperté pensé que quizá solo había sido un sueño, pero al recibir el mensaje de mi esposa de que teníamos que hablar, le respondí “Ya se…vamos a ser padres, y será una niña preciosa”. Hasta el día de hoy, ella sigue sin creerme cómo fue que lo supe. Supongo que también era algo que ellos habían dejado pendiente, y que ahora si….están en paz.


(Basado en una historia REAL):vientos:
 

MASROTH

Bovino Milenario
#2
wowwww.... que buenos relatos.

algo parecido con mi padre (QEPD)....

felicitaciones por la forma en que escribe sus historias....
 

ozmodiar

Bovino adolescente
#4
este relato me gustó mucho para compartirlo aquí porque aparte del elemento sobrenatural creo que muestra que no hay que guardar rencores con la gente que amamos. a veces no hay oportunidad de enmendar las cosas antes de que nos separemos para siempre.
 
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