EL MARIACHI SATÁNICO MAMMON DE ATOTONILCO (lo que falto)

tronics182

Bovino adicto
#1
credito al ing +chingon que se dio a la tarea de buscar el resto...
EL MARIACHI SATANICO MAMMON, DE ATOTONILCO

EL BAJO (JALISCO)

CANCIONES NEGRAS Y
CORRIDOS A LA MALA


(PARTE 2)​

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Nunca he podido superar mi fobia a las faltas de ortografía, ni soy paranoico como para suponer que podrían ser parte de una clave. Pero toparme con un documento escrito en una especie de castellano aderezado con arameo popular y latín populachero, es algo que me desconcertó y me provocó uno de mis horrendos ataques de entre 20 y 30 estornudos.
19 kleenex después comencé a leer lo siguiente:

(NOTA: NO LO TRANSCRIBO EN EL MISMO GALIMATÍAS QUE LO TUVE QUE LEER PARA AHORRARLE MIGRAÑAS A QUIEN ESTO LEA.)​

“Me llamo Asmodeo Ordaz Quiñones y no voy a decir ni cuándo ni dónde nací, ni quiénes me engendraron. No fui a la escuela porque desde pequeño preferí otro tipo de conocimientos más prácticos que saber cuál es la capital de Egipto, o sacar (perdonando la expresión) la raíz cúbica de 4. Mis padres vieron aquello como una oportunidad para ahorrarse una lanota por muchos años y me dejaron hacer lo que se me diera la gana (aclaro que, hasta donde sé, soy hijo único.)



A los 14 años pude lograr mi primera invocación y se me apareció Baal, Gran Duque del Infierno que reina en la parte oriental, manda 66 legiones, y tiene tres cabezas: gato, hombre coronado y sapo.



Aunque de entrada conmociona verlo, resulta un fulano muy tratable, condescendiente y dispuesto a ayudar a cambio de mínimos favores. Esa noche yo no había cenado (involuntariamente) y por eso me resultó fácil no vomitar. Superada la impresión, Baal no decía nada, miraba a su alrededor como persona chismosa pero discreta y al fin se dignó mirarme a los ojos. Yo no sabía a cuál de sus tres cabezas dirigirme y aunque intenté abarcarlas simultánemente, siempre alguna quedaba disminuida de mi campo de visión.



Primero, la cabeza de gato emitió un gruñido garrasposo… y como no le contesté entonces habló la cabeza de hombre coronado y con una voz de barítono ronco me dijo: ‘A ver escuincle, ¿pa’qué soy bueno?’



De repente se me ocurrieron muchas cosas que se me antojaban, desde uno de los sopes que vendía Doña Macaria (con salsa roja y sin cebolla), unas canicas de trébol y otras de agüita, hasta poder jugar con las partes íntimas de Fuensanta García (de los García de Acatlán de Juárez), una mujer más mayor que yo, pero llena de redondeces que me ponían en un estado afiebrado nada más pensar en ella. Sin embargo, lo que dije fue:



‘¡Quiero formar el mejor mariachi del mundo!’



Entonces Baal, con su cabeza de sapo mostró molestia, sacudiéndola negativamente. Con la cabeza humanoide me gritó: ‘¿Y para eso me has hecho venir, pedazo de charrito malcriado? ¡Aprende a invocar a quienes te pueden ayudar en eso, yo me especializo en cuestiones más trascendentales!’ Y ¡puf!, desapareció.



O sea, me quedé sin sope, sin canicas, sin las nalgas de Fuensanta y, lo peor, sin mariachi. Tendría que consultar al día siguiente, tempranito, a Don Palemón Añorve, profesor de matemáticas (su chamba socialmente aceptable para pagar la renta) y sabio conocedor de lo oculto para sacarle raja a la vida con mi sueño musical hecho realidad.



Don Palemón vive en San Miguel Cuyutlán, así que partí previo al amanecer para encontrarlo antes de que fuera a dar sus clases a la escuela secundaria Mártires de la Tenebra.



Me recibió medio de malas, lo cual no era malo, porque normalmente estaba MUY de malas. Pasé a su pequeña vivienda, me dijo que me sentara a la mesa donde estaba desayunando unos tamales de colibrí en salsa jíbara pero no me convidó ni un vaso de agua, nada más dijo ‘¿Qué quieres Asmodeíto?’ Le iba a decir que un vaso de leche, pero mejor fui al grano y le solté mi inquietud.



Se me quedó viendo seriamente, le tembló un poco la mano con que sostenía el tenedor, se levantó con brusquedad para ir a su recámara, regresó con un libro (¡otro!) de cubierta negra, me lo aventó y me dijo que ahí consultara eso que quería saber y me sacó casi a patadas de su asquerosa pocilga.



Emocionado, tomé rumbo al Balneario Las Delicias para encontrar un sitio tranquilo donde poder consultar aquellas hojas a punto de desencuadernarse. Lamentablemente el balneario y sus alrededores inmediatos estaban llenos de gente y a mi la gente me saca ronchas.


Caminé un poco más hacia Chimulco, un rinconcito medio salvaje y donde la ñoñería familiar no se acerca mucho por la leyenda de la Garza Come Niños (ave a la cual, por cierto, me gusta llevarle chamoys secos para que los picotee de mi mano. Se le erizan las plumas del gusto y me ve con ojos llenos de agradecimiento…, es buena onda, simplemente no soporta a los niños).


Por desgracia, esa mañana yo no llevaba chamoys así que cuando se dio cuenta, salió volando, como demostrándome que se sentía muy decepcionada.



Me acomodé lo mejor que pude entre la hierba, intenté sentarme en posición flor de loto pero algo me picó el culo, me levanté de un brinco y, parado, abrí el libro buscando el índice.


Curiosamente, el documento también estaba escrito sólo en las páginas del lado izquierdo. Leí:



Quien a estos saberes se arrime, que luego no chille. El que invoca, se lleva.

INDIXEUS:

Músicos Excelsos y Anexos:

Guitarristas de lo azul, violineros exhibicionistas, guitarristas circenses, tecladistas virtulocos, tamborileros bestias, orquestas malditas, combos irredentos, cantantes de rojo gorgoreo, bandas militares, marichis muy machines, tríos exaltadores de lo carnal, sonoras lujuriosas, estudiantinas poseídas,… y así seguía una lista extensa de especialidades musicales. Busqué con frenesí (y hambre física porque no había desayunado, ni cenado) la sección relacionada a los mariachis.



MARIACHIS:

Aquella persona que quiera formar un mariachi super chingón habrá de servir a Mammon a través de Marchosias, quien pertenece a la Orden de las Dominaciones. En caso de que MARCHOSIAS esté muy ocupado y lo cual es muy común, se debe buscar a PAYMON (es de la misma Orden y habla con voz muy ronca) quien se especializa en enseñar las artes, otorga y confrma dignidades y tiene a su mando 200 legiones infernales, además resulta relativamente flexible para negociar. Es un gran Maestro de ceremonias en el infierno y leal a LUCIFER.

PAYMON es uno de los reyes del infierno que sí se muestra a los exorcistas y lo hace bajo la forma de un dromedario, lleva en sus sienes una diadema brillante de perlas con cara de mujer. Si PAYMON es invocado para algunos sacrificios, favores o libaciones, aparece acompañado de los dos grandes príncipes BEBAL y ABALAN. Antes pertenecientes a la Orden de las Dominaciones.

Hasta ahí leí de un jalón. Me sentí mareado (¿otra vez el hambre o quizá algo más ominoso?) y me pareció escuchar lejanamente unos trompetazos parecidos al Son de la Negra, seguidos por un grito ¡aaaayjajaijajaiiiiiiayayayay!, en el más puro estilo de cantante de mariachi que sabe lo que hace.
Entonces, en pocas palabras, la clave estaba en invocar al tal Paymon y pedirle que me echara la mano para formar un super-mariachi. Lo que no me latía mucho era que fuera una especie de maestro de ceremonias (suelen ser muy fantochones) y que llegara acompañado de dos príncipes (Bebal y Abalan) porque tengo entendido que los príncipes son rete mamones. Por lo de las libaciones, yo no tendría inconveniente, siempre y cuando él (o ellos) pagaran.



La cuestión era, ¿cómo invocar a Paymon?



Regresar a molestar al profe Palemón no me latía, luego de lo majadero que se había mostrado. Seguro que llevaba como un chingo de tiempo sin coger.



¿Quién podría ayudarme?



Había una sola respuesta, pero ora sí me vomité (pura bilis) del miedo: buscar a la Bruja Astarté Rusalki, allá por Ixtlahuacan de los Membrillos, cerquita de la Laguna de Chapala.



Decían por ahí que ella se sabía cualquier conjuro y, si no, lo inventaba. Pero que había que aguantarla porque se la pasaba encuerada, no era de muy buen ver y le gustaba que le pagaran carnalmente sus insaciables apetitos de película puerca.

EL MARIACHI SATANICO MAMMON, DE ATOTONILCO EL BAJO (JALISCO)


(PARTE 3)


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Armado con un valor rayano en el suicidio, Asmodeo Ordaz Quiñones, necio como un peyote en el desierto para formar el mejor mariachi de la historia, se dirigió hacia la región de la Laguna de Chapala, concretamente al pueblo Ixtlahuacan de los Membrillos, para hablar/enfrentarse con la bruja Astarté Rusalki, con la ilusión de que le revelara el secreto de cómo invocar al demonio Paymon.

Cargando su mochila repleta de lo que él consideraba cosas que podían serle útiles y una maltratada pero fiel guitarra comenzó su peregrinaje en busca de la bruja. Caminando.

Cuando tuvo los dos pies con las plantas reventándole de ampollas, pidió aventón y lo dejaron al anochecer en Ajijic, muy cerquita de la Laguna de Chapala, pero no tanto del lugar donde se decía vivía la bruja. Pasó la noche en un hotelito de media estrella y al remover la cobija para acostarse encontró un cucarachón echándose tremenda siesta que no quería bajarse de la cama por más que el joven Asmodeo le invitaba por las buenas a hacerlo, o al menos a arrimarse a la orilla para que también él cupiera en el catre, jodidón pero reconfortante, tras un día agotador.

El insecto no cedía así que Asmodeo le puso en toda su madre con la guitarra. Sacudió la cobija para quitar los restos del bicho y luego lo pateó con un poco de remordimiento hasta sacarlo hecho cisco al pasillo. Cuando se acostó sintió tremenda culpa y agarró su guitarra para componer lo que sería su primera obra musical en plan Baladas Rurales de Nota Roja, una especie de corrido agrio titulado “Bicho de mierda tú te la buscaste” (originalmente decía “buscastes” pero eso, con el tiempo, se arregló gramaticalmente hablando, aunque en el terreno musical poco podía o pudo hacerse.) Pero por algo se empieza, siempre hay una primera…

Muy al estilo más puro de Jimi Hendrix, Asmodeo se quedó dormido con todo y guitarra. Tal vez por no haber cenado (¡chin, cómo lo evadía la comida!), o por el asesinato que acababa de cometer, o las vibras del lugar, tuvo un extrañísimo sueño. Ahora paso a citarlo, tal como él lo contó siempre que alguien soportó semejante jalada para escucharlo y lo dejara plasmado (es una bonita palabra “PLASMAR”…, en su manuscrito):

“Sentí primero como un cosquilleo raro en el chile y como que los tanates se me congelaban. Por más que me rascaba y buscaba formas de consuelo alternativas la molestia iba en aumento. Entonces, se me apareció ella, la mismísima bruja, que supuse era Astarté. No estaba de tan mal ver como decían, pero tenía un aliento como si acabara de lamerle el rabo a Satanás. Sin embargo, ella alivió mis picazones no sé cómo y me susurró al oído: Chamaco pendejo, déjate de mamadas, Paymon no te va a pelar, mequetrefe. Para lo de tu pinche mariachi lo que tienes que hacer lo sabe cualquier músico de cuarta, imbécil: Ve al panteón de Ixtlahuacan de los Membrillos y a la medianoche en la encrucijada del noroeste esperas a que se te acerque un mariachi un poco bizarro y no demasiado panzón, le prestas tu guitarra, te la va a afinar, pero para ello tienes que soplarle la corneta, ¿me entiendes?… Si lo haces bien cumplirá tus deseos artísticos. No vayas a pensar que es Paymon, menso, es simplemente uno de sus asistentes y no pienso decirte su nombre…’

La bruja desapareció, Asmodeo se vino y se quedó dormido muy en paz.

A la mañana siguiente le extrañó ver que su guitarra no estaba en la cama, sino en un rincón, paradita al revés, con la cuerda gorda reventada. Entonces recordó el extraño episodio onírico (él le decía PESADILLA) y no dudó en hacer caso de la extraña experiencia. Si en sueños la Bruja Astarté resultaba tan canija, mejor ni verla en persona.

Salió pues rumbo a Ixtlahuacan de los Membrillos. A medio camino visitó la Cueva del Toro para mirar el mural rupestre. Lo vio, le pareció una chingadera, algo como querer tocar la guitarra sin ni siquiera saber cómo agarrarla, y prosiguió su camino hasta llegar al centro de Ixtlahuacan, donde al fin se compró un par de burritas, famosas en la zona, que acompañó con una deliciosa, aunque tibia, agua de membrillo y se sintió como vivo.

Luego, procuró pasar el resto del día alejado de tanta iglesia y buscando un lugar donde poder darle con la guitarra a la canción que había empezado la anoche anterior, inspirada en el incidente con la mega cucarcha comodina, ya difuntita.

Pasó un buen rato afuera del Teatro de Atequiza, pero como a su lira le faltaba la cuerda gorda, no daba con la base rítmica para que la pieza tuviera un sabor más pesado.

Comenzó a anochecer y se dirigió hacia el panteón y ya ahí tuvo que meterse a la mala, porque no eran horas de visita y unos perros le ladraban y le enseñaban muy feo los dientes para no dejarlo pasar por la entrada principal. Así que dio un rodeo, desorientó a los canes (primos de los Perros de Tíndalo, aunque eso Asmodeo no lo sabía), se desorientó también él mismo, pero pues ya estaba adentro del cementerio y ahora la cosa era ubicar el punto que le había indicado la aparición en sueños de la bruja Astarté.

La bronca es que Asmodeo quería ser mariachi, no marinero, y no podía guiarse por las estrellas y así saber dónde estaba el norte. Por lo tanto se limitó a deambular por el panteón discretamente (¡pinches perros, no lo fueran a cachar!)

Pasaron algunas horas, ni idea de cómo calcular si ya sería la medianoche, ni por dónde podía aparecérsele el engendro enviado por Paymon.

Se entretuvo un rato viendo fuegos fatuos, anhelaba que se dejaran ver algunos fantasmas para hacer menos aburrida la espera, pero no pasó nada digno de película de terror. Sentado y recargado sobre una lápida empezó a cabecear de sueño cuando de pronto escuchó algo extraño. Le llegó un olor aberrante, como una mezcla de pipián con napalm light, y pensó que o bien alguien se había tirado un pedo cerca de él o el enviado del diablo andaba cerca.

Resultó esto último.

A unos 50 metros de Asmodeo se erguía, de forma un tanto titubeante, algo parecido a una persona, quizá vestida de charro y que le hacía señas de “ven, ven, ven” y luego se agarraba la entrepierna.

Asmodeo se levantó, casi en trance, pero como era muy machín pasó por alto la sobadera insinuante del espectro. Se le acercó y le tendió la guitarra. La aparición no hizo el menor intento de agarrar la lira. En cambio, se desabrochó los botones de su pantalón dejando al descubierto lo que parecía un tubérculo digno de exportación: grandote, grueso, retorcido y lleno de jorobitas.

Debía ser el secre de Paymon, pensó Asmodeo, y comenzaba a intuir lo que la bruja quiso decir con aquello de ‘soplarle la corneta’. Asmodeo reculó, tembloroso.

La criatura lasciva soltó una carcajada como de sonidero ultra naco, amplificadota, 6 octavas grave, hasta con reverb estilo medium hall. Insistía en señalarse el tubérculo que iba agrandándose, lento pero incontenible.

Asmodeo entendió de qué iba la cosa. Pensó en salir huyendo. Sin embargo la idea de tener al mariachi más chingón del sistema solar era el propósito de su vida, y si para ello tenía que… no quería ni pensarlo.

Aún así, su vocación musical fue tan grande que se acercó al espectro, entre asqueado, curioso y admirado por las dimensiones de aquella… cosa.

La risa siniestra se desvaneció como pasada por un delay análogo y, en pleno silencio del panteón a esas horas, Asmodeo se aplicó a cumplir con el trámite infernal que debería darle lo que tanto anhelaba.

Lo que la bruja no había aclarado era durante cuánto tiempo debía dejarse restregar las amígdalas por aquella salvajada falicoide. Cada que pensaba que ya era suficiente, el charro macabro le volvía a empujar la cabeza para que le siguiera.

Asmodeo no pudo saber si fue cosa de un minutito, o de horas, pero cuando al fin el espectro se estremeció obligándolo a tragar algo parecido a lava con limón se separó, tomó la guitarra y la afinó.

Hecho eso, desapareció, dejando solamente una especie de garabato en una lápida que apenas Asmodeo pudo descifrar. Decía: [FONT=&quot]Al amanecer, en Potrero del Campo Santo de Villa Corona, cerca de Atotonilco el Bajo[/FONT].

Asmodeo, tras leer aquello, cayó en un profundo sueño, abrazando a su guitarra.

Cuando lo despertó un perro ladrándole y a punto de morderle una pierna, todavía era de noche, imposible saber la hora. Asmodeo no usaba relojes, le daban “repeluzne” (hacía decía él). Tratando de calmar al can se levantó despació y luego le dio un guitarrazo en la cabeza, lo cual bastó para que el perro se fuera a buscar refuerzos.

Asmodeo, sin pensarlo dos veces, salió del cementerio y deambuló desorientado hasta que unos tipos en una camioneta destartalada se apiadaron de él y lo llevaron a Atotonilco el Bajo, pero no quisieron dejarlo en el potrero del Campo Santo. Como que se pusieron nerviosos cuando se los pidió. Nada más le dijeron, camínale pa’llá, pa’Villa Corona y tú sabrás cuando estés ahí donde quieres ir, allá tú…

Y así, cuando apenas clareaba, Asmodeo fue a enfrentarse a su destino
HORRORES MUSICALES (PARTE 4/FINAL)



EL MARIACHI SATÁNICO MAMMON, DE ATOTONILCO EL BAJO (JALSCO)
(PARTE 4 Y FINAL)

NOTA: La fotografía que acompaña a este texto permite ver solamente (de izquierda a derecha) a: Pazuzu Vargas Ochoa, Ukobac Salinas Baldor, Sargatanás Echeverría Guzmán, Belfegor Rivapalacio Peluffo y Kasdaya Limantur Azcárraga. Los otros 7 miembros del mariachi sólo los puede ver la gente que se porta bien y Asmodeo no sale porque él tomó la foto.)


Amodeo Ordaz Quiñones tenía una misión que cumplir. El Pacto había sido sellado (o, más bien, tragado), el perro que lo despertó seguía atarantado tras el guitarrazo que se llevó y la guitarra ya no sabía si era instrumento musical o arma.


Tenía que presentarse en Potrero del Campo Santo de Villa Corona, tempranito. ¿Y luego? Ni siquiera sabía cómo llegar a ese sitio, sin embargo, el perro (ya un poco más recuperado) empezó a ladrarle pero no como para llevarse otro guitarrazo sino como le hacían los perros de las películas, ladrando, corriendo tantito hacia adelante, volteaba a ver a Asmodeo, volvía a ladrarle moviendo el rabo y así pasaron como unos quince minutos hasta que Asmodeo consideró la posiblidad de que el perro podía ser quien lo guiara, que el perro era la mascota de aquél espantajo que le hizo exprimentar algo de lo que no estaba muy seguro si sentir repulsión, o quién sabe qué. Por no dejar, y por hacer las cosas más llevaderas, al perro le puso el nombre de Jacinto Benavente Tibidabo Ferrer, pero como muestra de compañerismo empezó a llamarle simplemente “Tibi”.


“Tibi”, al entender que aquél humano menso ya captaba de qué se trataba tanto ladrido y meneo de rabo, inició un trote decidido. Con rumbo fijo. El desbrujulado Asmodeo no tuvo más remedio que confiar en el can. No sabía de lo paradójico que resultaba formar el mejor mariachi del universo, a través de un pacto demoníaco, en tierras cristeras. De hecho, cuando él y el perro pasaron por Tizapan de Los Chiles sintió que cuando se acercaba alguna persona los veía feo, se persignaba y comenzaba a caminar más rápido. Incluso, ya en plena zona céntrica de Villa Corona, Asmodeo vio carteles de un evento en el que tocaría la Banda El Maguey, que era al parecer algo local equivalente a los Beatles en Liverpool, allá por 1963. Y es que a Asmodeo, por muy mariachi que se supiera, le gustaba mucho la canción “Obladiobladá” del famoso cuartero británico. Y odiaba la onda grupera.


Causando una especie de estupor apenas reprimido entre los habitantes de Villa Corona, al fin llegaron a Potrero del Campo Santo, que curiosamente, el cartel (como en “poster”) que lo anunciaba tenía prácticamente borrada la letra “m” de la palabra “Campo”… Aún así, Asmodeo no sumó uno más uno, ni le veía los ojos al perro, que refulgían como brasas para asar salchichas, chorizo, bisteces y herejes. Esos ojos rojazos, iridiscentes, no transmitían precisamente juguetonería canina.


El sitio estaba abandonado y nadie se le acercó mientras esperaba durante un par de horas. Con el sol mentando madres a diestra y siniestra, aquello ya no cuadraba con lo de esperar ahí algo “al amanecer”. “Tibi” permaneció ese tiempo echado, durmiendo intranquilo porque aunque estaba clavado, de pronto se agitaba y gruñía bajito. De pronto, el perro se despertó inquieto, comenzó a rastrear olfateando nerviosamente y al llegar a un arbolucho se arrancó de nuevo con la rutina de ladrar, mover el rabo, etc.


Tras unos diez minutos de esta escena, Asmodeo supuso al fin que el perro trataba otra vez de decirle algo y se dirigió hacia donde estaba. En una de las resecas ramas del árbol había una botella de tequila “El Chamuco” en cuyo interior no quedaba líquido sanador alguno, sino un papel enrollado. Ahora sí sumando uno más uno, pero sin estar seguro del resultado, Asmodeo saco la hoja y leyó:


ORA JÁLALE HACIA EL BALNEARIO LAS DELICIAS, AHI TODO SE HARÁ REALIDAD Y RECUERDA: CON NOSOTROS NO HAY FACILIDADES DE PAGO, CUANDO PASEMOS A COBRAR TU DEUDA, LA PAGAS, PUNTO.


Asmodeo estuvo a punto, así de cerquita, de encabronarse y mandar todo muy a la chingada. Mejor formaba un mariachito modesto y se largaba para el defe a talonear en Garibaldi. Pero el “Tibi”, al olisquear la duda, agarró con sus colmillos, sin clavarlos, con firmeza pero sin lastimar, una pierna de Asmodeo y lo jaloneó como diciéndole “ándale güey, hay que ir al blaneario, yo me sé el camino.”


Y para allá fueron, sin necesidad de que el perro arrastrara al aspirante a mariachi diabólico.


El Balneario las Delicias tiene aguas termales, con un buen de sulfuro (uno de los elementos más comunes en el mismísimo infierno.) No era una simple casualidad, ni coincidencia… esas aguas eran satánicas y la gente se metía a chapotear en ellas con la idea de curarse de algún achaque… y muchas se curaban, aunque luego cometían el error de agradecerle al otro cartel de la divinidad opuesto a Lucifer, los de “arriba”, por el milagro.


Asmodeo intentó convencer al de la entrada que tenía justo 10 años de edad, para pagar la mitad de la de por sí accesible entrada. Pero luego de varios días sin rasurase la peluza que le brotaba en el rostro sin ton ni son, no convenció a nadie. Luego hubo un timorato intento de un vigilante para no dejar entrar al “Tibi”, pero cuando vio los ojos del can, cual rubíes radiactivos, se abrió.


Lo primero que Asodeo consideró como básico para encontrarse con quien tuviera que encontrarse fue ir al área de las albercas. Evidentemente no llevaba traje de baño, es más ni calzones porque alguien, algna vez, le dijo que los europeos no usaba ropa interior y eso impresionó mucho a Asmodeo y al andar a raiz pensaba que estaba más cerca de ser prmimer-mundista. Además, no sabía nadar.


El que sí salió corriendo para echarse un chapuzón fue el “Tibi”. Algunos bañistas estaban entre el pánico y el asquito, pero se aguantaron cuando vieron cómo el perro nadaba de muertito y los miraba con esos ojos encendidísimos. Mientras, Asmodeo se acercó hacia uno de los toboganes que hacían de las delicias de los irresponsables vacacionistas que ni sabían, ni les importaba, saber todo lo que contenían esas aguas, además de sulfuro, en las que tan alegremente hacían el ridículo de la forma más acuática posible.


Recargado en un árbol oyó que le dirigían un “pssst, pssst” y al voltear vio a un tipo feo, con un ánimo de vinagre, pero sonriendo con cinismo de periodista vendidote que le hizo estremecerse (a Asmodeo). “Me lleva, ora sí a este no le hago ningún trabajito marranoide”… pensó. Sin embargo, el tipo no insinuaba nada como salido de una película puerca, simplemente le enseñó una trompeta algo extraña y con la otra mano le hizo seña de que se le acercara. Asmodeo se animó y el fulano le dijo:


-Mucho gusto hermano, soy Abraxas Archundia Rivadeneira y seré quien toque el trompetín barítono en tu mariachi, y también puedo ayudar con las letras de las canciones que vamos a componer.


Al estrechar su mano Asmodeo se dio cuenta de que la de Abraxas era muy rasposa y caliente al grado de sacar ampollas si mantenía el saludo más de 3 segundos. Medio pasmado, medio intrigado, Asmodeo fue muy preciso al decirle:


-¿Y luego?


El trompetista, para no quedarse atrás ni ser menos en cuanto a ser conciso le respondió:


-¡Pues a darle, pues’n!


NOTA: A partir de este momento transcribo el diálogo que ambos sostuvieron. No meteré mi cuchara haciendo observaciones que demeriten la fuerza de aquél momento.


Asmodeo: Quiero formar un mariachi, no un pinche dueto.
Abraxas: Así será, maestro. Un GRAN marichi. El MEJOR que haya existido.
Asmodeo: ¿Y los otros?
Abraxas: Orita vienen, andan agarrando fuerzas y formas.
Asmodeo: ¿Son muchos?
Abraxas: Los suficientes.
Asmodeo: ¿Y dónde vamos a ensayar?
Abraxas: Yo tengo el lugar ideal.
Asmodeo: ¿Los vecinos no van a joder la marrana por el ruido?
Abraxas: No les conviene.
Asmodeo: ¿Y vamos a tener representante?.
Abraxas: ¡El MEJOR!.
Asmodeo: Y la ropa, los trajes de mariachi, ¿cómo los vamos a comprar? No tengo un peso.
Abraxas: Eso ya está resuelto.
Asmodeo: ¿Y las canciones? No pienso tocar las que tocan todos.
Abraxas: Tendremos que componerlas, pero no será problema.
Asmodeo: ¿Y dónde vamos a tocar?
Abraxas: Asunto arreglado.
Asmodeo: ¿Y cómo nos vamos a repartir el dinero?
Abraxas: No me hagas reír porque se me enchirrisca el rabo… digo, se me pone la piel chinita.
Asmodeo: ¿Y…?
Abraxas: ¡Basta! Tampoco estoy para tanto interrogatorio.


NOTA: Aquí vuelvo a entrometerme.....


Abraxas dio tres palmadas y el ambiente empezó a oler fuerte a azufre y no precisamente porque estuviera llegándoles la brisa de las aguas termales. Podría decirse (aunque no es preciso, pero científicamente tampoco explicable) que entonces empezaron a dejarse ver unas figuras gelatinosas, multicolores, que poco a poco fueron adquiriendo forma humana.


En pocos minutos, delante de Asmodeo estaban, sin contar a Abraxas, once tipos vestidos con un traje de mariachi color rojo (en lenguaje CMYK sería: 0 Azul, 100 Rojo, 100 Amarillo, 0 Negro)… Rojo berrinche, rojo miguelito, rojo tomate de exportación, rojo de periodismo televisivo mexicano, rojo morbo, rojo venganza, rojo sangrita de la viuda de Sánchez, rojo hartazgo, rojo rubor, rojo nalga nalgueada, rojo satisfacción. Ribeteado el atuendo con unos como estoperoles dorados en forma de cuernos. Calzaban botines de charol rennegrido y muy brillante. Los sombreros eran de morado obispo excomulgado, adornados profusamente con figuritas del 666 en plata.


Cada uno llevaba su respectivo instrumento (musical.)


Abraxas se puso entre ellos y Asmodeo y le dijo:


-Hermano, aquí tienes a tu tropa, están a tu servicio… con una sola condición…


“Ya me lo figuraba”, pensó Asmodeo…, “siempre la letra chiquita…”


-El mariachi llevará el nombre de Mammon, nuestro jefe.


Al ver que Asmodeo parpadeaba fuerte y rápido, Abraxas aclaró:


-Mammon… con doble “M” intermedia. Es el Príncipe de la Codicia, por eso te aseguraba, mi hermano, qué digo hermano… que el dinero no nos va a faltar, aunque el 99% será para él.


Asmodeo parpadeó más rápido y más fuerte. Abraxas prosiguió:


-Él nos proporcinará todo. Para secres contaremos con varios Djinnes, para cuestiones legaloides (siempre hay pleito cuando uno trabaja por la lana del cover) habrán tres Balseraphs, de guaruras para broncas de dinero o fans alebrestados tendremos a nuestro servicio diez Calabims, para ayudarnos con alguna letra de las canciones podremos recurrir a dos muy talentosos Shedms y para mantener al grupo alegre nos van a sobrar Impudites, que a su lado las grupis de Led Zeppelin son como Blanca Nieves.


Asmodeo optó por sentarse porque la piernas no lo sostenían entre la emoción de salirse con la suya y el pavor de reconocer que se había metido en algo que lo rebasaba.


Abraxas agregó:


-El único enemigo que tenemos es un tal Haagenti, pero Mammon lo trae a raya, así que no te preocupes. Ese pequeño monstruo peludo nos la pela.


“Buena redundancia”, pensó Asmodeo, ya menos mareado, sintendo el suelo firme en el culo.


Para concluir, Abraxas indicó:


-Tenemos, eso sí, una condición que cumplir… todo lo que ganemos tenemos que gastarlo ¡nada de ahorrar!


A continuación procedió a presentarle a cada uno de sus músicos:


Kasdaya Limantur Azcárraga (Tololoche de 14 cuerdas)
Pazuzu Vargas Ochoa (Violín Primero)
Furcas Reyes Samperio (Violín Segundo)
Sargatanás Echeverría Guzmán (Guitarra líder)
Og García Maldonado (Gritos estratégicos)
Belfegor Rivapalacio Peluffo (Trompeta chueca)
Agramón López Escutia (Trompeta invertida)
Perrier Sánchez Castro (Coros)
Flauros Bermúdez Dóriga (Trompetón soprano)
Lilith Habibi Bizcocho (Bailarina)
Ukobac Salinas Baldor (Efectos especiales)


Aquella reunión no parecía una fiesta precisamente, pero Asmodeo se sentía enorme. En su exaltación desbordadora le llegó un golpe de sabiduría y preguntó:


-¿Y ora?


Entonces Abraxas dio seis palmadas, tres veces.


En un instante, Asmodeo y su mariachi se encontraban en el interior de una enorme caverna, iluminada con luz negra en algunas partes y con focos rojos en otras.


Convencido de que el buen músico no sabe leer música, sino que la siente, Asmodeo le habló a Abraxas y le dijo que reuniera al mariachi para palomear un rato.


Así, se arrancaron con lo que llegaría a convertirse en la pieza “Allá en el Averno Profundo”.


El mundo musical, a partir de ese momento, ya no volvería a seguir siendo el de siempre. Afortunadamente.
 

keikun

Bovino maduro
#10
oye we... fumas de la chida...... pero naa esta muy ineresante el tema... asi ya no me dan ganas de ir a Guadalajara.... se agradece tu aporte... y en vdd felicidades... esta chido aunq parece q lo sacaste de un libro o algo por el estilo.... bueno, eso n o importa mucho, saludos
 

Testeringo

Bovino Milenario
#14
Pues esta excelente el relato, mm yo me perdi la primer parte, es un extracto de algun libro por que la forma del relato me suenaa libros que he leido, si lo escribiste tu, pues excelente realmente muy buen escrito n_n.
 
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