Denunciarán penalmente a Gabriel García Márquez

tiburonxx

Bovino de alcurnia
#21
El Gabo y las botellas de coñac

Iván Ríos Gascón
Milenio Diario
http://impreso.milenio.com/node/8654813

Apunto de festejar su cumpleaños, el nonagenario doctor de Memoria de mis putas tristes, dice enfático a su proveedora de servicios genitales: “El sexo es el consuelo que uno tiene cuando no le alcanza el amor”, y después vuelve a sumergirse en la brillante prosa de García Márquez para contarnos el itinerario de un anhelo que corone su declive: el deseo de poseer a una virgen, a la niña, así la nombra cariñosamente, ambición de romántico, de viejo y moribundo.
En 2004, esta magnífica novela escandalizó a los mojigatos que no leyeron una ficción sino que desentrañaron los “mensajes tenebrosos”, la “malévola lujuria” y la “cínica indecencia” del Nobel colombiano, y organizaron una cruzada para prohibir la circulación de lo que a sus ojos, sólo a los de ellos, era una impúdica invitación a ejercer la pederastia. Ahora esos mismos melindrosos, cobijados por membretes, amenazan con demandar penalmente al maestro García Márquez y al gobierno de Puebla (sí, el del góber precioso y las botellas de coñac que, ironías o vueltas de la vida, fue exonerado por la Suprema Corte en el oprobioso affaire de la periodista Lydia Cacho) en caso de echar a andar el rodaje de la película basada en la novela, a cargo del director danés Henning Carlsen, bajo un guión de Jean C. Carrière.
Aduciendo los mandatos del artículo 8 del Código Penal Federal, que habla de la prevaricación contra la moral pública y las buenas costumbres, estos paladines de la salud mental califican como un crimen a la creación literaria, por la presunción de que el relato de García Márquez “provoca un delito y hace apología de un vicio”, nada más estúpido, grotesco y cavernario en pleno siglo XXI.
A lo largo de la historia, los escritores y sus obras han sido objeto de una despiadada persecución por los paletos que, incapaces de discernir entre lo imaginario y lo real y, básicamente, de comprender que si la literatura tiene como génesis la contemplación de la naturaleza humana desde sus debilidades y virtudes, su complejidad y claroscuros, abdica de la responsabilidad de enviar mensajes, dictar modelos o reclutar conversos. Pienso en Sade y su temporada en La Bastilla. En Flaubert, que en su tiempo fue tachado de panegirista del adulterio (Madame Bovary c’est moi!). En Céline y su linchamiento y ostracismo. En Carlos Fuentes y la iracundia del difunto Carlos Abascal a propósito de Aura, y en tantos, tantos escritores (la lista es interminable). Sin embargo, me quedo con Henry Miller: procesado por la publicación de Sexus en París, el juez apostilló: “Señor Miller, hay una última cuestión que debo plantearle. Por favor, preste mucha atención... ¿Cree usted honestamente que un escritor tiene derecho a decir en un libro lo que quiera?”
Miller perdió el centro de gravedad unos minutos, y exclamó: “¡Lo creo, Señoría!”. Todos enmudecieron. Sólo el estenógrafo aplaudió por debajo de la mesa. El juez descendió de la tribuna. Abrazó y besó en ambas mejillas al acusado, y luego prorrumpió: “Usted pertenece a la raza de los inmortales: François Villon, Baudelaire, Zola y Balzac. Yo le saludo”. Estoy seguro de que Gabo piensa lo mismo que Henry Miller, a pesar de las sospechosas botellas de coñac…

:mota::eolo::mota::eolo:
 

alihanz

Bovino de la familia
#22
Citando a Lovecraft ¿que pasaria si esta gente leyera El gran dios Pan"?

Me llevo esa frase del juez a Miller, no tiene desperdicio (los poetas malditos aun viven)
 
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