Demencia (Coleccion de cuentos cortos capitulo III)

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Este es el capitulo tres, algo emocionante para prepararse para el capitulo final... espero que les guste y espero que el capitulo cuatro les guste tanto como ami... el capitulo cuatro lo publicare el Lunes o Martes. Agradezco Jesperser, dito de best, smokerat y pack8 por sus comentarios. Realmente me animaron a acabar la historia.
Links por si no leiste los capitulos anteriores
capitulo uno: http://ba-k.com/showthread.php?t=3278645
capitulo dos: http://ba-k.com/showthread.php?t=3286757

Capitulo III
Cuarto 195
A los cuatro días el doctor accedió a hablar con él, se presento en su cuarto y escucho lo que tenia que decir.
- Llevo como dos semanas aquí y ya no escucho esa música. Le pido, por piedad me deje salir ¡Por favor!
- Tienes razón, has mejorado; pero no puedo dejarte salir hasta que se cumpla el plazo de observación establecido.- Dijo con un tono muy amable el doctor Alejandro.
- Y… ¿Cuánto dura dicho periodo?
- Un mes
- ¡Por favor déjenme salir, rehacer mi vida!
- No puedo se tiene que cumplir lo establecido
- Entonces hágame un favor…
- Dime…
- Si quiere que viva cuerdo hasta cumplir el mes de observación, deme un lápiz o bolígrafo y algo para escribir.
- No puedo, pero hare una excepción; solo te traeré las hojas.
- ¿Y el lapicero?
- No puedo podría usarse como arma, pero veré que puedo hacer.- Y se retiro de la sala.
Era el mediodía y Juan estaba sentado en la misma mesa en que se sentaba cada día, viendo aquel show tan repúgnate para él, que exhibía la verdadera naturaleza humana. Alejandro entro a la sala y se paro frente a Juan, llevo su mano a la bolsa y saco un par de hojas arrugadas y las coloco sobre la mesa.
- Toma aquí esta lo que pediste.
- Muchas gracias.
- Ahh... y esto…- llevo su mano a la otra bolsa y le lanzo un crayón rojo- cuídalo bien, es de mi hija.
- Se lo agradezco.- Juan tomo el crayón y lo guardo en su bolsa, por el momento era su tesoro más sagrado.
El doctor se iba a dirigir a la salida pero se intereso en conocer un poco más a su paciente. Le pregunto de donde venia, que hacia y si estudiaba o trabajaba antes de llegar a ese lugar. La charla era amena, unas cuantas risas y palabrotas se escuchaba decir en su conversación. Su conversación fue interrumpida por el tararear de aquel viejo que siempre veía el televisor; imitaba la música de un comercial, no le tomaron importancia y continuaron hablando. Solo pasaron unos segundos cuando Juan se levanto irritado y le grito al viejo que se callara.
- Tranquilízate… es solo un viejo.
- Lo siento me exalte
- Bueno… ya es tarde, debo irme. Te veo después.
El doctor se dirigió a la salida y llamo a los vigilantes, cruzaron la puerta y desaparecieron del cuarto por unos momentos. El viejo seguía tarareando esa canción, Juan no lo soportaba era igual que la ultima ocasión, a cada instante se volvía irritante. Su limite fue excedido y se dirigió hacia el anciano, de un empujón lo tiro al suelo y le grito que se callara, el viejo continuaba tarareando y moviendo sus brazos al ritmo que hacia con su boca. Desesperado Juan se puso de cuclillas y lo tomo por los cabellos, y con una ira incontrolable Juan le grito “Dije que te callaras” y con un fuerte golpe arremetió la cara del viejo contra el duro suelo. El viejo guardo silencio, pero a Juan no le importo, lo levanto y con mucho más fuerza lo golpeo una vez mas contra el suelo; se escucho el crujir de sus huesos y una mancha roja cubrió el piso. No conforme aun, levanto una vez más la cara ya desfigurada del anciano y cuando iba a repetir la acción fue arremetido por los auxiliares que gritaban.
- Detente… tranquilízate… enfermera necesitamos un sedante.

Juan parecía incontrolable, no soltaba al anciano que se movía al ritmo de aquellos intentos por controlarlo, la cabeza se meneaba de un lado a otro de manera peligrosa de su cuerpo inmóvil en el piso. Por fin la enfermera llego y rápidamente suministro el sedante. El paciente cedió y su cuerpo lentamente se empezó a debilitar hasta que pudieron someterlo.
- ¿Que hacemos con él?- los auxiliares señalaron a Juan.
- Llévenlo al cuarto aislado- Dijo Alejandro bastante enojado y preocupado.
- ¿Y con el viejo?
- ¡Atiéndalo inútiles!... si muere; nos meteremos en grandes problemas.
Aquella persona loca y senil, era la que más aportaba dinero al hospital, ilícito pero en grandes cantidades. Su familia lo había internado cuando fue acusado de haber violado a una mujer. Se adjudico que era enfermo mental y fue condenado a pasar toda su vida en aquel asilo para dementes; para su comodidad, su familia inyectaba dinero al hospital y sobornaba a los vigilantes, doctores y enfermeras para tener trato preferencial. Pero nunca pensaron que la locura realmente lo había tocado y sacado de esta realidad. Alejandro no solo se quedaría sin dinero, tendría que enfrentarse a personas influyentes y dar a conocer el pasado de ese hospital traería consigo muchos problemas. Los auxiliares regresaron y guiaron a los demás pacientes a sus cuartos.
Los intentos por salvar al viejo fueron inútiles, murió media hora después de aquel altercado. Alejandro furioso por la noticia llamo a la enfermera.
- Necesito castigar al culpable, realmente lo necesito; estamos en grandes problemas.
- ¿Quiere que se apaguen por un momento las cámaras?- dijo la enfermera en un tono demasiado tranquilo, después de todo ella era parte de esa red de corrupción.
- No…- se tranquilizo a si mismo el doctor- suspéndele el medicamento, vamos a ver que pasa si lo enfrentamos a su locura.
Mientras tanto Juan gritaba en su cuarto, gritaba que lo dejaran salir, gritaba que no había sido su culpa y golpeaba con todas sus fuerzas las paredes acolchonadas del cuarto. Todo aquel intento por salir y demostrar su inocencia fue inútil; nadie hacia caso a sus gritos. Dejaron que continuara por horas, tarde o temprano tenia que callarse.
Cuando estaba cansado de tanto gritar, se dio cuenta que no estaba solo; la mujer desfigurada lo acompañaba. “Maldita sea esta aquí, esta aquí” pensaba Juan mientras corría y se estrellaba ente los muros acolchonados de su nueva prisión; después de un breve silencio continuo gritando que lo dejaran salir, mientras arañaba las paredes de su cuarto.
- ¡Déjenme Salir… no me dejen con ella… por favor!
La mujer solo lo miraba, era una mera observadora, siempre estática en el mismo lugar; observando los intentos inútiles de Juan por huir de ella. Los vigilantes pasaban diariamente y solo le dejaba un cuenco con agua que en el fondo tenia un pan. Después de dos días de convivir con el ser, Juan lo miro a lo que debería ser su cara y pregunto:
- ¿Y ahora que?...- tenia miedo, su voz se quebraba a cada palabra; pero la inmutes del ser le dio el valor para enfrentarlo.
El ser hizo lo que parecía una sonrisa y de su boca salió sangre; guio sus manos a esta y Juan por el miedo volteo y cerro sus ojos. Al tomar un poco de valor Juan volteo para encarar otra vez al ser; pero este ya no estaba, en su lugar había un mensaje escrito con sangre en la pared.
“Ahora nos perteneces, has música para nosotros”
Su herida pasada estaba abierta y su mano derecha cubierta de sangre; su vista perdida e inmutes llenaron el cuarto, ahora parecía uno de aquellos pacientes; viviendo en sus propios sueños. Rio con un escandaloso sonido y baño su mano con la sangre que brotaba; y como un pintor que ha visto su mayor inspiración; lleno la pared de sangre usando su mano de pincel.
- Enfermera…
- Si doctor…
- Apagué las cámaras y prepare al paciente; nos pagara un poco de lo que nos hizo perder- la enfermera nunca habían visto un gesto tan perverso como el de el doctor Alejandro.
- Inmediatamente… - La enfermera conocía aquel procedimiento; lo practicaban antes de la llegada de su benefactor; aquel anciano que Juan mato.
Era de noche; la enfermera se dirigió a la sala de vigilancia y pidió que apagaran las cámaras, su petición fue atendida y las cámaras se apagaron. Luego se dirigió a la cocina y tomo algo de comida y un vaso con jugo, tomo unos sedantes y los desborono ocultándolos entre la comida, se dirigió al cuarto “195” del pabellón de aislamiento. Abrió la pequeña ranura de la puerta y metió el plato con comida y el jugo dentro; Juan al escuchar eso corrió al plato. La enfermera dio por hecho su trabajo y se fue a comunicar que ya todo estaba listo. Juan miro el plato, tomo la comida y la oculto en los pliegues de la pared acolchonada, tomo el plato y lo rompió en pedazo guardando un pequeño pedazo en los pliegues de su pantalón. Estaba lucido, o eso parecía; se le había echo bastante extraño que después de dos días le mandaran un majar para la cena, pero ellos olvidaron que nunca daban de cenar, error fatal. Pero Juan lo recordó y no lo comió, se recostó en el suelo a dormir sin cenar.
 
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