Carlos Eduardo Robledo Puch - El Angel Negro

Midael

Bovino maduro
#1
Carlos Eduardo Robledo Puch



“Un joven de 20 años no puede vivir sin plata y sin coche”. Ese había sido el justificativo que había esgrimido este ángel negro para cometer los crímenes más atroces. Un caso emblemático para probar que, para forjar un despiadado criminal, no siempre es necesario un hogar roto, o padres violentos o alcohólicos, o haber sido víctima de violencia sexual.

Robledo Puch había nacido el 22 de enero de 1952 en un hogar acomodado en la zona norte del conurbano bonaerense, a pocos minutos de la ciudad de Buenos Aires. Su padre era un ejecutivo de la General Motors, por lo que la familia contaba con una buena posición.

Había ido a las mejores escuelas y su padre abrigaba la esperanza de que se convirtiera en ingeniero, como él y como su abuelo. Para ello, lo anota en la escuela industrial. A Robledo Puch le gustaban las máquinas. También le gustaba leer. Saca muchos libros de la biblioteca, y los devuelve rápido.

Es en la escuela industrial donde conoce a su primer socio del crimen, Jorge Ibáñez. Ambos abandonan la escuela. Se encuentran con frecuencia a tomar café y a filosofar sobre las cosas de la vida. No hay plata para más, por ahora. Jorge insiste que su padre es un tipo “macanudo”. Ya tiene varias armas en su casa y lo invita, a Robledo Puch, a practicar tiro. Robledo acepta encantado.

Robledo cumple 19 años. Su madre dice que está cansada, decide irse a Europa a reponerse. Por ello, prefiere viajar en barco, por lo que estaría ausente un largo período de tiempo. Su padre viaja por negocios. La casa estaría vacía. El campo perfecto para que Robledo se inicie en una trágica carrera criminal. Lo primero que hace es robarse una moto que le gustó. Anda por el barrio de manera enloquecida, hasta que la choca y la deja tirada. Con excitación, le comenta a Ibáñez de su hazaña.

Pero los muchachos estaban para algo más grande. El primer golpe es a una discoteca, “Enamour”. Entran y saquean la caja con total tranquilidad. En otra habitación duermen el dueño y el sereno del lugar, que no se habían despertado. Pero Robledo los ultima de varios disparos mientras dormían. Los muchachos se alzan con un botín importante.

Ibáñez es un tipo violento. Le gusta violar mujeres, a las que Robledo ultima generalmente a los tiros. a Robledo, las mujeres no le interesan. El 9 de mayo de 1971, a las cuatro de la mañana, Robledo Puch e Ibáñez ingresaron a un negocio de repuestos de automóviles Mercedes-Benz. Al entrar en una de las habitaciones, encontraron a una pareja y a su hijo recién nacido. Robledo no dudó, asesinó al hombre de varios disparos. También le asesta a la mujer un certero disparo en el pecho, pero no muere, queda gravemente herida. Para Ibáñez no es inconveniente. Igualmente la viola y deja la escena del crimen bañado en sangre. Pero la mujer, a rastras, logra pedir ayuda. Sobrevive, y luego testificaría en el juicio. Antes de huir, Robledo Puch disparó a la cuna donde lloraba un bebé de pocos meses, erró por poco, por lo que la criatura salvó su vida.

Cabe destacar que todas las víctimas de Robledo no representaban amenaza, porque no es que él intentó defenderse de alguna víctima que, naturalmente, trataba de repeler a su agresor. Robledo mató a casi todas sus víctimas mientras dormían. Muchos de ellos nunca supieron qué había pasado, porque nunca despertaron de su sueño.

Con 19 años, Robledo ya era un asesino consumado. Él y su socio Ibáñez robaban sin ningún empacho negocios y supermercados, siempre asesinando a los serenos, u ocasionales cuidadores de los lugares. El modus operandi era similar. Entraban por el techo, descolgándose con sogas o mangueras, y luego daban el atraco, con total tranquilidad.

El 24 de mayo de 1971 asesinaron al sereno de un supermercado en Olivos, para llevarse la recaudación del lugar. El dinero entraba fácilmente, pero también se iba fácil, especialmente con el gusto que tenía Ibáñez por las mujeres. Gastaban todo en la barra de bares y en mujeres, pero a Robledo las mujeres no le interesaban. Sin embargo, no tenía problemas en acompañar a Ibáñez en sus violaciones y hasta le hacía el favor a su amigo de ejecutarlas una vez ultrajadas. Las violaciones eran efectuadas en la ruta y los cadáveres eran abandonados allí mismo. A Ibáñez le gustaban los coches poderosos, por lo que se dedicaba a robar Torinos, su favorito.

El 5 de agosto se acabó el romance entre los socios. Para los registros, Ibáñez murió en un accidente de autos, del cual Robledo salió ileso. Se cree en realidad, que Robledo lo mató, y lo hizo pasar por un accidente. Robledo necesitaba un nuevo socio.

Héctor Somoza ocupó el lugar del fallecido Ibáñez. Pero Robledo no estaba muy feliz, decía que le traía mala suerte (en un par de atracos que realizaron, el botín había sido muy escaso).

Robledo va a comprar un auto a una concesionaria. Va acompañado por su madre. Compra el vehículo y paga en efectivo. Aprovecha la oportunidad para estudiar la caja de seguridad que estaba empotrada en el lugar. Ese fue su próximo golpe y el último de Somoza.

Los muchachos entraron al lugar. Por supuesto, mataron al sereno, y trabajaron por cinco horas con total tranquilidad, con un soplete, tratando de abrir el tesoro.

Mientras Somoza está ocupado en eso, Robledo le dispara de improviso. Somoza lo mira con horror y para no dejarlo sufriendo, Robledo lo remata de un disparo en la cabeza. “Era mi amigo”, dijo más adelante. “No iba a dejarlo sufrir”.

Para cubrir sus rastros, le quema la cara y las manos con el soplete, para que no pudiera ser identificado, pero se olvida de su cédula de identidad en el bolsillo del pantalón de Somoza. Al otro día lo detiene la policía en la puerta de su casa.

Fue juzgado y condenado en 1980. Sus últimas palabras ante el tribunal de la Sala 1ra de la Cámara de Apelaciones de San Isidro fueron “Esto fue un circo romano. Algún día voy a salir y los voy a matar a todos”.

En el año 2000 ya podía gozar del beneficio de la libertad bajo palabra, beneficio que decide no aprovechar, argumentando que “no estaba listo” para ser liberado. Pero en 2008 le entran las ganas de ser libre. Para ello, solicita sea efectivo el beneficio. Pero el juez que atiende su solicitud se la deniega por considerar que no se ha reformado de manera positiva en ningunos de los aspectos sociológicos necesarios para vivir en libertad, además de no poseer familiares directos que puedan contenerlo.

Robledo Puch sigue preso en un pabellón para homosexuales del penal de Sierra Chica.
 
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