Después de llegar a casa te busqué y no miré que encendieras la luz de tu cuarto como acostumbras cada noche antes de ir a dormir.
Estuve horas y horas viendo hacia tu ventana... Y nada.
La desesperación invadió mi cuerpo y una ira extraña me carcomió por dentro.
Sentí un impulso por ir a buscarte y ver que estabas ahí.
Al salir de mi habitación con tan notable desesperación, tiré las llaves que mandé a hacer de tu casa.
Estaba tembloroso y algo asustado.
Por fin te vería.
Posiblemente te tocaría...
Estaba estupefacto ante la situación que enfrentaba.
Aún recuerdo cuando te conocí...
Llegaste al vecindario a mudarte justo delante de mi casa...
Estabas tan bella, tan sola, tan... Indefensa.
Tu cabello negro como la noche atrajo mi atención.
Pues sólo te ví de espaldas por primera vez.
Nunca me presenté ante ti, y aún así me saludabas.
Un simple saludo de mano, un gesto para cualquier vecino...
Se me hizo costumbre verte... Observarte.
Seguirte...
Cada día te conocía más y puede que por error o simplemente deseo, me adentré en tu vida sin que te dieras cuenta.
¿Recuerdas el último día que nos vimos?
Estabas tan bella... Tan silenciosa.
Casi podía ver a traves de tus ojos ese amor mezclado con odio y miedo.
Esa mirada que me vuelve loco...
Y tus labios, oh por dios, esos labios color carmesí...
Ese día fueron mios...
¿Lo recuerdas?
Yo te gritaba:
¡No huyas!
Yo sé que en el fondo me amas.
¿No me has notado?
Estoy todas las mañanas tras tu ventana esperando a que despiertes.
Voy contigo a todas partes siguiendo tus pasos y hoy...
Hoy aceleraste el paso.
Quizá llevabas algo de prisa...
¿Pero por qué me mirabas así?
Parece que no sabes quien soy
Y yo siempre estoy ahí.
Observandote...
Sé que soy invisible, pero algún día estaremos juntos.
Lo sé, entonces podré besar esos labios con los que besas a tu gato cada que sales de tu cuarto.
Podré escuchar tu voz...
Esa con la que contestas tu teléfono al ir en el subterraneo.
Aunque... A decir verdad...
Creo haberla escuchado esta noche.
Mientras gritabas que te dejara en paz.
No recuerdo mucho.
Yo sólo me espanté y quise hacerte callar...
Gritabas desesperadamente y pateabas todo lo que estuviera a tu paso...
Intentaste arañarme inútilmente... Pues no te soltaría aunque lo hicieras...
¡Por fin te sentí!
Ese calor tan maravilloso que se escapaba de tu cuerpo... Ese cuerpo que olía a jazmín mientras mantenía su vitalidad...
Eras simplemente perfecta.
Lástima que gritaras tanto...
El miedo se apoderó de mí y olvidé que sostenía tus labios fuertemente...
La noche se hizo larga cuando pensé que había soñado.
Y así fue.
O eso creo...
¿Quién me podría mentir diciendo que no estás aquí?
Justo ahora toco tu inherte cuerpo y acaricio tus labios que ya han perdido su tonalidad carmesí...
Pero no importa, yo te sigo amando así...
Serás mia por siempre.
Estuve horas y horas viendo hacia tu ventana... Y nada.
La desesperación invadió mi cuerpo y una ira extraña me carcomió por dentro.
Sentí un impulso por ir a buscarte y ver que estabas ahí.
Al salir de mi habitación con tan notable desesperación, tiré las llaves que mandé a hacer de tu casa.
Estaba tembloroso y algo asustado.
Por fin te vería.
Posiblemente te tocaría...
Estaba estupefacto ante la situación que enfrentaba.
Aún recuerdo cuando te conocí...
Llegaste al vecindario a mudarte justo delante de mi casa...
Estabas tan bella, tan sola, tan... Indefensa.
Tu cabello negro como la noche atrajo mi atención.
Pues sólo te ví de espaldas por primera vez.
Nunca me presenté ante ti, y aún así me saludabas.
Un simple saludo de mano, un gesto para cualquier vecino...
Se me hizo costumbre verte... Observarte.
Seguirte...
Cada día te conocía más y puede que por error o simplemente deseo, me adentré en tu vida sin que te dieras cuenta.
¿Recuerdas el último día que nos vimos?
Estabas tan bella... Tan silenciosa.
Casi podía ver a traves de tus ojos ese amor mezclado con odio y miedo.
Esa mirada que me vuelve loco...
Y tus labios, oh por dios, esos labios color carmesí...
Ese día fueron mios...
¿Lo recuerdas?
Yo te gritaba:
¡No huyas!
Yo sé que en el fondo me amas.
¿No me has notado?
Estoy todas las mañanas tras tu ventana esperando a que despiertes.
Voy contigo a todas partes siguiendo tus pasos y hoy...
Hoy aceleraste el paso.
Quizá llevabas algo de prisa...
¿Pero por qué me mirabas así?
Parece que no sabes quien soy
Y yo siempre estoy ahí.
Observandote...
Sé que soy invisible, pero algún día estaremos juntos.
Lo sé, entonces podré besar esos labios con los que besas a tu gato cada que sales de tu cuarto.
Podré escuchar tu voz...
Esa con la que contestas tu teléfono al ir en el subterraneo.
Aunque... A decir verdad...
Creo haberla escuchado esta noche.
Mientras gritabas que te dejara en paz.
No recuerdo mucho.
Yo sólo me espanté y quise hacerte callar...
Gritabas desesperadamente y pateabas todo lo que estuviera a tu paso...
Intentaste arañarme inútilmente... Pues no te soltaría aunque lo hicieras...
¡Por fin te sentí!
Ese calor tan maravilloso que se escapaba de tu cuerpo... Ese cuerpo que olía a jazmín mientras mantenía su vitalidad...
Eras simplemente perfecta.
Lástima que gritaras tanto...
El miedo se apoderó de mí y olvidé que sostenía tus labios fuertemente...
La noche se hizo larga cuando pensé que había soñado.
Y así fue.
O eso creo...
¿Quién me podría mentir diciendo que no estás aquí?
Justo ahora toco tu inherte cuerpo y acaricio tus labios que ya han perdido su tonalidad carmesí...
Pero no importa, yo te sigo amando así...
Serás mia por siempre.
