Tener un buen olfato es la herramienta principal de este trabajo. Los que se dedican a esto deben oler las axilas, pies, excremento de los animales y sudor de las personas para ayudar a los laboratorios a crear aromas que contrarresten el mal olor. Las empresas de desodorantes contratan a estos individuos para comprobar la eficacia de sus productos.