Donde vivo hace tiempo vagaba un señor de unos 40-45 años de edad, poseía un bastón con el cual tocaba el suelo en cada lugar que pasaba, pero no estaba ciego; se le escuchaba murmurar "¿en donde están?", "ayúdenme a encontrarlos" y cosas por el estilo. Hace muchos años en la ciudad de La Paz se vivió uno de los huracanes más devastadores de toda la historia del país, el huracán Liza, donde, a pesar de que el gobierno trató de cubrir con puño y espada la cifra, los que vivimos el suceso sabíamos que la cifra de muertos era de más de 7 mil personas, contra las 600 que afirmaba el gobierno. Pues resulta que durante la tormenta la represa "El Cajoncito" no soportó el caudal del río y se reventó, creando un arroyo que arrazó con las nuevas viviendas que se habían construido en la ciudad. Según fuentes informan que realmente el ejército voló intencionalmente la represa porque de otra manera se habría barrido con la población del centro (los negocios, palacio de gobierno, etc) y prefirieron descargarlo en la población; ingenieros afirman que realmente la tragedia se pudo haber evitado con algún tratamiento que por obligación debería haber sido considerado en la represa y que fue más negligencia que otra cosa, etc. Pues la familia de este señor, su esposa y dos hijos fueron tragados por el arroyo, y al día siguiente del macabro suceso los buscó por todos lados con dicho bastón, entre cadáveres, escombros, autos desechos, etc, tratando de encontrar a su familia y hasta hace poco aún continuaba, incluso cuando ya la ciudad había sido reconstruida y los cadáveres fueran echados en fosas comunes. al igual que el doctor de la historia, este hombre quedó loco tratando de buscar desesperadamente a su familia después del huracán Liza, y los vecinos de la localidad le daban alimentos y bebidas.
Acá unas imágenes de cómo quedó la ciudad después del huracán:
Acá un relato:
Refugiada en su hogar de la calle Jalisco, paralela a la unidad habitacional de Infonavit “Domingo Carballo”, Gregoria Hernández y su familia colocan tablas y protecciones en las ventanas, ya eran las 7 de la noche y no había luz, el nublado hizo oscurecer el horizonte antes de tiempo y los vientos comenzaron a atacar con furia. “Ya no había carros circulando, el agua sobre la calle Jalisco subía y subía y como a las ocho de la noche fue cuando comenzamos a escuchar crujidos muy fuerte, era que varios árboles de eucalipto estaban cayendo frente a nuestra casa”.
Lo peor había comenzado, ya eran las ocho de la noche y un ventanal de la casa de Gregoria estalló en mil pedazos, “como pudimos se colocó una tabla grande de madera para que no entrara agua, pero lo que me preocupaba era ver cómo el nivel del arroyo que se hizo sobre la calle Jalisco subía sin parar y aunque la casa está en alto nunca había subido tanto ese arroyo”.
Casi todos los hijos de Gregoria ya estaban dormidos en medio del caos, pero después de las doce de la noche inicia lo peor, “eran muchos los carros que pasaban frente a la casa y se escuchaban incesantes gritos de auxilio, la gente en su interior era arrastrada por el gran arroyo que se formó… ¿qué hacíamos?, eran gritos desgarradores de hombres y mujeres llorando pidiendo auxilio, ¡rescátennos por favor!, ¡auxilio me muero!, ¡mis hijos!, todo era un verdadero caos una historia de terror”.
Desde entonces esos gritos desgarradores solicitando ayuda, siguen muy presentes en Gregoria Hernández, “impotencia por no poder ayudar a la gente, tristeza porque se trataba de familias que iban rumbo a la muerte segura, ¡que tragedia!”…
Imaginen que de repente están todos asustados por la tormenta, es de noche y de un momento a otro se empiezan a escuchar los gritos de terror de la gente, automóviles por todos lados, alaridos de animales, niños y mujeres, sales a ver que pasa y a lo lejos ves un tsunami enorme de lodo con escombros de todo acercándose hacia ti con un estruendo que te hiere hasta los huesos. Tus padres rápidamente te amarran a ti y a tus hermanos a un poste de la casa, ellos no alcanzan a salvarse, el sonido de la ola es cada vez más fuerte y el inevitable encuentro llega, ves atónito como la ola arrasa con todo lo que conoces, personas, casas, autos, animales, árboles, ya nada tiene salvación. Al día siguiente te encuentras con una ciudad devastada llena de cadáveres y escombros por todos lados, partes del cuerpo humano en árboles, en las calles, ya nada después de eso te puede sorprender.