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Gavin Hyatt, un plomero y ex bombero, visitó a varios médicos por un dolor persistente en el abdomen, y por una masa que parecía estarse formando encima del ombligo. Recibió toda clase de diagnósticos, desde un quiste, un absceso hasta una hernia, pero nada de lo que le daban parecía mejorar su condición, y el dolor era cada vez más intenso.
Pronto, la masa comenzó a hincharse y a tornarse roja, y un día Hyatt descubrió que estaba sangrando, y que algo estaba brotando de la herida. Corrió a una sala de urgencias donde su médico, el Dr. Joe Santos, le ayudó a “traer al mundo” a su gemelo, un pequeño embrión de 4 cm que estuvo en su vientre durante treinta años, pero que un buen día decidió que había que salir a conocer a su hermano y verlo cara a cara.
Lo que Hyatt tenía era un gemelo parasitario, que murió en las primeras etapas del desarrollo y que de alguna manera se incrustó en los tejidos de su hermano, que sobrevivió y llevó una vida normal hasta que se separaron en una escena digna de Alien, el Octavo Pasajero.


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