Dragut
Bovino de alcurnia
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¿Conciencia de género?
En un juzgado de lo penal de cierta ciudad española se desarrollaba la causa contra un hombre acusado de malos tratos a su esposa. La víctima alegó en defensa de su marido argumentando que (sic) No soy una mujer maltratada, mi marido me pega sólo lo justo, sólo cuando me lo merezco.
Aún lo recuerdo con cierto estupor, y no sin sentir escalofríos. Pero hoy he leido algo que me ha quitado el estupor y me ha incrementado los escalofríos.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) acaba de publicar un informe -Progresos para la infancia- en el cual se refleja una encuesta realizada entre mujeres de 15 a 50 años de unos 70 países empobrecidos. En dicha encuesta, el 60% de las mujeres considera justificadas las agresiones físicas que sufren por parte de sus maridos. Sin distinción de edades, comparten la convicción de la superioridad masculina y asumen que pueden recibir castigos físicos por parte de sus compañeros si estos se sienten agraviados por el mal comportamiento de ellas.
¿Razones?
Para el 50% de las africanas y el 30% de las asiáticas, el "no preocuparse lo suficiente por el cuidado de los hijos" es motivo más que sobrado para recibir una paliza. Las demás justificaciones que esgrimen son, por orden: "discutir", "salir de casa sin avisar", "que se queme la comida" o "negarse a mantener relaciones sexuales".
Seguro que ahora mismo están pensando ustedes lo mismo que yo: una mujer golpeada por su marido debería "salir de casa sin avisar" pero para siempre. Ahí es donde vamos a poner el sentido de estas líneas: huir de casa para ir... ¿a dónde?.
El 60% de las niñas menores de 15 años en Malí, Níger, Chad, Bangladesh, Guinea y República Centroafricana están casadas. Un porcentaje que, punto arriba punto abajo, se repite en la mayoría de los países empobrecidos. Generalmente antes de los 18 ya tienen uno o varios hijos a su cargo. Por consiguiente sus posibilidades de formación académica o profesional son mínimas o inexistentes. Lo tienen francamente difícil para encontrar un empleo. A ese obstáculo a una posible emancipación económica el maltratador sumémosle el obstáculo jurídico que impone la legislación fundamentalista de muchos de estos países. Abandonar al marido, en aquellos lugares donde no equivale a ser muerta a pedradas, equivale a abanonar forzosamente a los hijos.
Violencia sexista y países empobrecidos, pues. ¿Debemos pensar que existe una relación causa-efecto entre machismo y pobreza? A tenor del machismo imperante en países enriquecidos como Japón, Italia o España, más bien debemos invertir el silogismo: el machismo no frena el desarrollo, pero el subdesarrollo económico sí potencia el machismo.
Porque si esas mujeres hubieran tenido la oportunidad de recibir una formación académica adecuada que les ampliara sus horizontes sociales y éticos, no se considerarían merecedoras de castigos físicos por motivo alguno.
Porque si esas mujeres hubieran tenido la oportunidad de recibir una formación profesional adecuada para poder acceder al mercado de trabajo con garantías de emanciparse económicamente del marido, podrían abandonar el hogar familiar con sus hijos al menor maltrato.
Sin embargo no es así; y esas mujeres siguen creyendo merecer palizas cuando sacan tibiamente los pies del rol de ama de casa, esposa y madre, para asomarse al rol de ciudadana. Y cuando se lapida a una mujer, hay decenas de mujeres en primera fila piedra en mano. Y para rebanarle el clítoris a una niña su propia madre la lleva de la manita hacia la mutilación.
Entonces, puede uno preguntarse ¿Qué género de conciencia es la conciencia de género?
La relación entre el maltratador y su víctima, mucho más allá de ser una relación de poder meramente físico, es una relación de poder económico y cultural. Esposa, madre y ama de casa, sin acceso al mercado de trabajo, inmersa en una sociedad cultural y jurídicamente androcéntrica VS Marido que obtiene y controla los ingresos familiares y tiene a la sociedad y a la ley de su lado.
¿No les recuerda a algo?
No nos engañemos pues; la lucha de sexos es una manifestación más de la lucha de clases. La más cotidiana, quizás. Entre poderosos y oprimidas. Entre los que hacen las reglas y las que tienen que cumplirlas sin rechistar. Entre ricos y empobrecidas.
Abrazotes.
En un juzgado de lo penal de cierta ciudad española se desarrollaba la causa contra un hombre acusado de malos tratos a su esposa. La víctima alegó en defensa de su marido argumentando que (sic) No soy una mujer maltratada, mi marido me pega sólo lo justo, sólo cuando me lo merezco.
Aún lo recuerdo con cierto estupor, y no sin sentir escalofríos. Pero hoy he leido algo que me ha quitado el estupor y me ha incrementado los escalofríos.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) acaba de publicar un informe -Progresos para la infancia- en el cual se refleja una encuesta realizada entre mujeres de 15 a 50 años de unos 70 países empobrecidos. En dicha encuesta, el 60% de las mujeres considera justificadas las agresiones físicas que sufren por parte de sus maridos. Sin distinción de edades, comparten la convicción de la superioridad masculina y asumen que pueden recibir castigos físicos por parte de sus compañeros si estos se sienten agraviados por el mal comportamiento de ellas.
¿Razones?
Para el 50% de las africanas y el 30% de las asiáticas, el "no preocuparse lo suficiente por el cuidado de los hijos" es motivo más que sobrado para recibir una paliza. Las demás justificaciones que esgrimen son, por orden: "discutir", "salir de casa sin avisar", "que se queme la comida" o "negarse a mantener relaciones sexuales".
Seguro que ahora mismo están pensando ustedes lo mismo que yo: una mujer golpeada por su marido debería "salir de casa sin avisar" pero para siempre. Ahí es donde vamos a poner el sentido de estas líneas: huir de casa para ir... ¿a dónde?.
El 60% de las niñas menores de 15 años en Malí, Níger, Chad, Bangladesh, Guinea y República Centroafricana están casadas. Un porcentaje que, punto arriba punto abajo, se repite en la mayoría de los países empobrecidos. Generalmente antes de los 18 ya tienen uno o varios hijos a su cargo. Por consiguiente sus posibilidades de formación académica o profesional son mínimas o inexistentes. Lo tienen francamente difícil para encontrar un empleo. A ese obstáculo a una posible emancipación económica el maltratador sumémosle el obstáculo jurídico que impone la legislación fundamentalista de muchos de estos países. Abandonar al marido, en aquellos lugares donde no equivale a ser muerta a pedradas, equivale a abanonar forzosamente a los hijos.
Violencia sexista y países empobrecidos, pues. ¿Debemos pensar que existe una relación causa-efecto entre machismo y pobreza? A tenor del machismo imperante en países enriquecidos como Japón, Italia o España, más bien debemos invertir el silogismo: el machismo no frena el desarrollo, pero el subdesarrollo económico sí potencia el machismo.
Porque si esas mujeres hubieran tenido la oportunidad de recibir una formación académica adecuada que les ampliara sus horizontes sociales y éticos, no se considerarían merecedoras de castigos físicos por motivo alguno.
Porque si esas mujeres hubieran tenido la oportunidad de recibir una formación profesional adecuada para poder acceder al mercado de trabajo con garantías de emanciparse económicamente del marido, podrían abandonar el hogar familiar con sus hijos al menor maltrato.
Sin embargo no es así; y esas mujeres siguen creyendo merecer palizas cuando sacan tibiamente los pies del rol de ama de casa, esposa y madre, para asomarse al rol de ciudadana. Y cuando se lapida a una mujer, hay decenas de mujeres en primera fila piedra en mano. Y para rebanarle el clítoris a una niña su propia madre la lleva de la manita hacia la mutilación.
Entonces, puede uno preguntarse ¿Qué género de conciencia es la conciencia de género?
La relación entre el maltratador y su víctima, mucho más allá de ser una relación de poder meramente físico, es una relación de poder económico y cultural. Esposa, madre y ama de casa, sin acceso al mercado de trabajo, inmersa en una sociedad cultural y jurídicamente androcéntrica VS Marido que obtiene y controla los ingresos familiares y tiene a la sociedad y a la ley de su lado.
¿No les recuerda a algo?
No nos engañemos pues; la lucha de sexos es una manifestación más de la lucha de clases. La más cotidiana, quizás. Entre poderosos y oprimidas. Entre los que hacen las reglas y las que tienen que cumplirlas sin rechistar. Entre ricos y empobrecidas.
Abrazotes.