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Bovino maduro
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Los amantes sanguinarios.
Sin duda, esta fue una de las parejas criminales más sangrientas y enfermas de la historia: él era un latin lover especialista en bajarle su lana a mujeres que buscaban amor en revistas del corazón, ella era una lonjuda calenturienta que se anunciaba en esas mismas revistas en busca de su media naranja.
Raymond era un tipo obsesionado con el sexo, el hipnotismo y la magia negra. Un gigoló español que vivía del chantaje y no se tentaba el corazón para matar si con eso evitaba trabajar. Su plan era simple: contactar mujeres, quitarles todo lo que se pudiera y abandonarlas. El contacto era por correo y la estafa se lograba con sexo. Una de esas desesperadas era la rechoncha Martha Seabrook Beck, enfermera, madre soltera y dueña de casa propia, quien de ser una victima más, pasó inesperadamente a ser un complemento ideal para sus perversiones carnales y asesinas.
El acuerdo era sencillo, él seria su amante y ella le ayudaría en sus embustes al encontrar a una incauta; sin embargo, Raymond no contaba con los celos de su carnosa cómplice, quien no soportaba fingir ser su hermana mientras le metía mano a otras. Pequeño inconveniente que ella resolveria dando una sobredosis de barbitúricos a una o bien despedazando a martillazos el cráneo de otra, para después con ayuda de su macho latino meterlas en un baúl y enterrarlas bajo una capa de cemento en el sótano de sus propias casas. La suerte estaba echada. La simple estafa no era suficiente, la sangre los excitaba y sus mentes enfermas se sentían mas unidas.
Su carrera criminal avanzaría así entre mentiras y violencia, pero como todo asesino en serie, cometerían una estupidez. Nunca contaron con las sospechas de los vecinos de sus víctimas, no pensaron que sus ausencias eran evidentes, creyeron que nadie se daría cuenta nunca. No imaginaron que lo unico que se necesitaba era una llamada anónima y una posterior revisión policiaca para descubrirlos.
Al ser detenidos se sospechaba que eran responsables de diversos fraudes y de al menos 20 muertes. Las pruebas de sólo 5, incluyendo la de una pequeña de 2 años, fueron suficientes para sentenciarlos a la silla eléctrica, de nada les valió argumentar enfermedad mental ni decir que tenían sífilis.
Sin duda, esta fue una de las parejas criminales más sangrientas y enfermas de la historia: él era un latin lover especialista en bajarle su lana a mujeres que buscaban amor en revistas del corazón, ella era una lonjuda calenturienta que se anunciaba en esas mismas revistas en busca de su media naranja.
Raymond era un tipo obsesionado con el sexo, el hipnotismo y la magia negra. Un gigoló español que vivía del chantaje y no se tentaba el corazón para matar si con eso evitaba trabajar. Su plan era simple: contactar mujeres, quitarles todo lo que se pudiera y abandonarlas. El contacto era por correo y la estafa se lograba con sexo. Una de esas desesperadas era la rechoncha Martha Seabrook Beck, enfermera, madre soltera y dueña de casa propia, quien de ser una victima más, pasó inesperadamente a ser un complemento ideal para sus perversiones carnales y asesinas.
El acuerdo era sencillo, él seria su amante y ella le ayudaría en sus embustes al encontrar a una incauta; sin embargo, Raymond no contaba con los celos de su carnosa cómplice, quien no soportaba fingir ser su hermana mientras le metía mano a otras. Pequeño inconveniente que ella resolveria dando una sobredosis de barbitúricos a una o bien despedazando a martillazos el cráneo de otra, para después con ayuda de su macho latino meterlas en un baúl y enterrarlas bajo una capa de cemento en el sótano de sus propias casas. La suerte estaba echada. La simple estafa no era suficiente, la sangre los excitaba y sus mentes enfermas se sentían mas unidas.
Su carrera criminal avanzaría así entre mentiras y violencia, pero como todo asesino en serie, cometerían una estupidez. Nunca contaron con las sospechas de los vecinos de sus víctimas, no pensaron que sus ausencias eran evidentes, creyeron que nadie se daría cuenta nunca. No imaginaron que lo unico que se necesitaba era una llamada anónima y una posterior revisión policiaca para descubrirlos.
Al ser detenidos se sospechaba que eran responsables de diversos fraudes y de al menos 20 muertes. Las pruebas de sólo 5, incluyendo la de una pequeña de 2 años, fueron suficientes para sentenciarlos a la silla eléctrica, de nada les valió argumentar enfermedad mental ni decir que tenían sífilis.
