Alina_Calacci
Bovino adolescente
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- 16 Mar 2009
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Acto 1: La dura realidad.
Suspiré con nerviosismo mientras el auto de mi Mamá se estacionaba frente a la entrada principal de la escuela, y casi sin querer me fui metiendo en el asiento como si quisiera desaparecer ahí mismo.
“Ya llegamos, mi amor.” Me dijo mi Mamá con una sonrisa comprensiva.
“Ay Mamá, es que… -Me asomé por la ventana. –No quiero, yo… no me siento bien y…”
“Megan, entiendo que estés triste por lo que pasó con tu Mateo, pero tienes que poner buena cara a la situación, ya verás que las cosas se arreglarán pronto.”
“Ay, pero… -Me mordí los labios. –Mamá, ¡Me muero de la vergüenza por lo que pasó! Y mi Papá ha de creer que soy una pervertida de lo peor.”
Mi Mamá se rió mucho con mi comentario. “No linda, solo necesita tiempo para entender esto, y… aceptar a Mateo. ¿No? Porque sin duda sientes algo por él, ¿No es así?
Suspiré suavemente sin saber realmente que responder. ¿Qué significaba Mateo en mi vida? Sin duda, había algo en mí que anhelaba estar con él, cuidarlo, protegerlo… y obedecerlo, sentir ese fuego interior cuando tomaba el control y me hacía las cosas más perversas posibles, pero…
¿Sería amor?
No lo sabía.
“No sé, Mamá, no sé.”
“Bueno, -Me respondió dándome un tierno beso en la mejilla. –Ya lo sabrás a su debido tiempo, pero por ahora tienes que ir a clases.”
“Ay no, de verdad no tengo ganas de ir, no quiero…”
“Hija, ¡Pero si te ves súper linda con tu traje de tenis! Yo sé que te gusta lucirte, y hoy es el día indicado para hacerlo.”
Sonreí ligeramente al oírla decir eso, y casi sin poder evitarlo volteé a ver la forma en que mi blusita blanca se apretaba contra mi cuerpo y mi faldita de tenis dejaba sensualmente mis piernas al descubierto, efectivamente haciéndome ver como toda una diosa de la sensualidad.
Sin duda, mi Mamá sabía que la vanidad era la vía más fácil para levantar mi moral, y siendo honesta, había funcionado. Mis energías estaban de nuevo al 100%.
“Está bien, -Agarré mi raqueta y la mochila del asiento trasero. –Iré, pero si me siento mal me regreso a la casa, ¿Va?”
“Es un trato.” Me respondió mientras me daba un tierno beso de despedida, y al tenerla cerca no pude evitar decirle: “Gracias por comprender.” A lo que ella respondió con otro tierno beso y un: “Cuídate mucho hija, y paso por ti en la tarde.”
Me quedé emocionada viendo como el carro de mi Mamá se alejaba en la distancia, y entonces me di la vuelta y muy feliz entré a la escuela, sonriendo con coquetería al ver el impacto que estaba teniendo mi trajecito de tenista en las miradas de todos los chicos, hasta que…
Vi algo increíble. Literalmente.
Michelle, vestida también con un trajecito sexy de tenista, estaba en una esquina junto a las escaleras abrazando muy cariñosamente a uno de los amigos de Mateo, un simpático gordito que incluso había estado presente el día que me desnudé en la recamara.
“Oh.” Me quedé sin habla, y cuando Michelle me vio empujó con frialdad al gordito a un lado mientras me confrontaba con ironía: “Que bueno que llegas, Megan, porque te tengo una sorpresita.”
El gordito bajó la mirada como si estuviera muy apenado, y pasó rápidamente junto a mí mientras corría hacia el pasillo. “Lo siento Megan, yo… ¡Lo siento!”
“¿Lo sientes? P-pero, ¿De qué me hablas?”
En ese momento Michelle recibió una llamada en su celular, y su respuesta hizo aún más enigmático todo el asunto: “¡Perfecto! Ese el que buscábamos.”
“¿Qué están buscando?” Pregunté con nerviosismo, y la sonrisita malvada de Michelle solo empeoraba más la situación, hasta que finalmente colgó el celular y con actitud arrogante me confrontó: “Así que, -Se mordió los labios. -¿Eres la esclava de Mateo?”
Me quedé helada.
“¡¿Q-que?! No, c-claro que no, el…”
“No mientas más, Megan, LO SÉ TODO.”
“M-Michelle, no e-estoy mintiendo, él es mi… novio, y…”
“¡Claro Megan! –Se rió con sarcasmo. –Sobre todo tú, tan superficial, fijándote en un pobre nerdcito. Al menos dime, ¿Tan bueno es culeandote? Porque sé que te ha estado montando TODOS los días.”
El color se me fue al rostro de la vergüenza, y más porque a la distancia estaba un grupito de gente que podría oír lo que Michelle estaba diciendo. “P-por favor, Michelle, -Le supliqué. –Baja la voz.”
“Está bien, -Sonrió enigmáticamente. –Tienes razón, nadie más debe saber esto más que yo, y más porque a partir de ahora sólo me obedecerás a mí. Es más, te diré lo que sucederá en la fiesta de Halloween del sábado: Renunciarás a ser la capitana de porras, cumplirás todos los caprichitos que se me antojen, y… cortarás con Mateo para ser novia de Miguel.”
“¡Estás loca! –Respondí indignada. -¿Y crees que por saber lo que pasa entre Mateo y yo haré todo eso?”
Michelle me dijo al oído: “Oh Megan, estoy segura que lo harás porque aún no te he mostrado todas mis cartas. Es más, te sorprenderías de lo que tuve que hacerle al nerdcito gordito para que me contara todo, y aún más al saber que mis amigas acaban de estar en tu casa y que tengo el USB con las fotos porno que te tomó Mateo.”
“N-no, estas mintiendo, -Tartamudeé mientras me cubría la cara con las manos. –No es verdad.”
“¿Ah no? Pues compruébalo tu misma.”
Acto 2: Desesperada.
Sin poder contener los nervios salí corriendo por los pasillos hacia la salida, viendo como mi mundo se caía a pedazos sin que pudiera hacer nada por evitarlo, hasta que al llegar a la calle oí la voz más dulce posible:
“¡Megan! –Me gritó muy emocionada Claudia, y antes de que pudiera decir algo corrió hacia mí y me abrazó con muchísima fuerza. -Estaba muy preocupada por lo de ayer, tenía miedo de que no fueras a venir hoy, y…”
Pero al ver que estaba tan agitada se detuvo de golpe. “¿Q-que tienes, Meg?”
“¿T-tienes a-auto?”
“Si, si, -Claudia sacó torpemente de su bolsita las llaves y me tomó enérgicamente de la mano. –Ven, vamos.”
La seguí mientras llegábamos hasta donde estaba estacionado un viejo carro blanco como de los 70´s, y con toda la prisa del mundo me metí en él mientras Claudia se ponía al volante, acelerando tan rápido que hasta me asusté un poco. “Ay Megan, ¡¿Qué pasa?!”
“La maldita de Michelle, -Respondí con la voz quebrada por la emoción. –Sedujo a uno de los nercitos y… me acaba de decir que tiene el USB que me dio Mateo, el que tiene mis fotos.”
“Dios mío.”
“Y eso no es lo peor. Quiere que renuncie a las porras y que… ¡Ay! ¡Que me haga novia de Miguel!”
“N-no te preocupes, Megan! -Respondió Claudia con visible preocupación, acelerando aún más el auto. –Mateo nos sacará de esta.”
“No sé, Claudia, no sé. –Me mordí los labios. -¡¿Cómo va a poder Mateo quitarle las fotos a Michelle?! T-todo es mi culpa, ¡Soy una idiota! Hubiera borrado las fotos cuando él me las dio, hubiera…”
“No, Meg, no te tortures así, mira, Mateo siempre tiene un plan, él sabrá que hacer, aunque…”
“¿Aunque?”
Claudia me miró con nerviosismo. “Aunque primero tendremos que localizarlo, porque sus papas se lo llevaron a algún lado muy temprano en la mañana.”
Pero ya no nos dio tiempo de decir más porque con un brutal frenazo Claudia se estacionó justo frente a mi casa, e instintivamente salté como resorte para llegar a la puerta y entrar como de rayo, viendo que mi Papá estaba plácidamente desayunando en la mesa del comedor.
“¡Papá! –Casi le grité. -¡¿Ha venido alguien?!”
“Si, -Me dijo sin dejar de leer su periódico. –Acaban de irse tus amigas, que vinieron a recoger el vestido que les dijiste.”
“¡¿Las dejaste pasar?!”
“Bueno hija, ¿Por qué no habría de hacerlo, si siempre te visitan tus amigas?”
“¡Papá!” Le dije a modo de reclamo mientras subía apresuradamente por las escaleras, pero cuando llegué a mi cuarto me quedé en shock…
Por todos lados se veían cajones abiertos, ropa tirada, libros en el suelo…
“Ay Dios, no.” Me dije con angustia mientras me arrodillaba al lado de la cama y metí la mano entre los colchones para llegar al lugar en donde había dejado el USB escondido, y al no encontrar nada la desesperanza me ganó y me quedé acostada contra el borde sin poder contener las lágrimas, hasta que un ruido extraño en la ventana me hizo voltear en su dirección, y cuando unos dedos se agarraron del borde el corazón casi se me sale del pecho: “¡Mateo!”
Pero un segundo después la tierna cara de Claudia se asomó por ahí, a la vez que torpemente intentaba terminar de entrar a mi recamara aunque sin éxito, por lo que tuve que ayudarla y después de un empujón las dos caímos pesadamente al suelo.
“¿Lo encontraste?” Preguntó Claudia inmediatamente, pero al ver mis lágrimas tiernamente las retiró con sus dedos y me abrazó muy fuertemente, consolándome al oído: “No llores, Meg, vas a ver que Mateo solucionará todo, él siempre lo hace.”
“P-pero Claudia, ¿Qué va a poder hacer si Michelle ya tiene el USB? Ella va a quitarme todo, hasta a… Mateo.”
“No, no, -Claudia me dio un par de dulces besos en la mejilla. –Eso no podrá ser.”
“Ay Claudia, no sé.”
“¿Te cuento algo gracioso?”
Suspiré con tristeza.
“Me da algo de pena, -Puso una mueca simpática. –Pero te contaré como es que Mateo me hizo su esclava, y así entenderás por qué sé que tú y el estarán siempre juntos.”
Mi curiosidad despertó de inmediato. “A ver.”
“Bueno, así como lo hizo Mateo, yo también te espiaba, y hasta me compré un telescopio para verte mejor. ¿Te confieso algo más? Los días en los que te asoleabas en el jardín eran los mejores para mí.”
Oír esa confesión me hizo sonreír un poco, y más por el encanto que Claudia le ponía a su narrativa. “¿Así que eras toda una pervertidita mirona?”
“Si, -Claudia puso una expresión tan tierna que no pude reprocharle nada. – ¿Y cómo no volverse loca por ti?”
Me sonrojé ante su piropo. “Pero sígueme contando.”
“Bueno, un buen día pensé: ¿Y porque no la invito a salir? Aunque claro, ¿Qué esperanzas tendría yo? Para empezar, sería difícil que a ti te gustaran también las mujeres, y aunque así fuera, ¿Qué esperanzas tendrías de salir conmigo? Por lo que me dije: Al menos tengo que tener algo de ella, así que…”
Claudia dudó un segundo y se puso roja de la vergüenza, sin atreverse a seguir contando su historia.
“Ay dime, -Le dije con la curiosidad a mil. -¿Qué pasó entonces?”
“Ay Meg, perdóname pero… -Claudia se cubrió la cara con un gesto infantil. -¡Un día se me ocurrió meterme a tu recamara para robarme un bikini tuyo!”
Me reí ante esa travesura.
“Pero, -Continuó apenada. –No contaba con que Mateo te estaba grabando a todas horas, y cuando me estaba escapando de tu recamara el me interceptó, y al verme atrapada confesé mi amor por ti.”
“Oh. ¿Amor?”
Claudia se mordió los labios antes de continuar. “P-pero no te preocupes, te amo aunque sé que nunca me corresponderás.”
“Claudia, yo…”
“Déjame terminar, ¿Ok? Mira… Mateo también me dijo que estaba enamorado de ti y que podía entender lo que yo sentía. Eso hizo que poco a poco nos hiciéramos amigos, y él me dejaba ser cómplice en los videos que te tomaba, hasta que un día que saliste con el bikini blanco me dijo: No puedo más, tengo que hacer algo YA.”
“Ese día… lo recuerdo perfectamente.”
“Ay Meg, no sé si por celos o algo, intenté detenerlo, pero Mateo iba con total determinación en su mirada. Nunca lo había visto así.”
“Y… ese día me esclavizó.” Dije en voz baja, casi como un suspiro.
“Sí. ¿Te confieso algo más? –Claudia se rió con actitud traviesa. -El día del collarcito, él nunca supo que fui a comerte.”
“¿Fue tu idea?”
Claudia puso una cara de total culpabilidad. “Y lo haría de nuevo.”
“Ay, -Me reí ante su respuesta. –Pero, ¿Y no tenías celos?”
“Si, muchos, y al principio intenté competir por tu amor, pero… al ver tus reacciones con él, tus miradas, y luego lo de la cancha de futbol… supe que…”
Se hizo un largo silencio.
“… Que tú ya le pertenecías.”
“Ay Claudia, no sé, no lo sé aún.”
“No Meg, -Claudia rozó sus labios contra mi oído. –Sí lo sabes. El te ama."
De repente se oyó el sonido de un carro estacionándose en la casa de al lado…
… La de Mateo.
Acto 3: ¡Mateo!
“¡Ya llegó!” Saltamos las dos y con mucha discreción nos asomamos muy sigilosamente por la ventana, y el corazón casi se me sale del pecho al ver a Mateo salir del carro de sus papas, aunque eso sí, con cara de muy pocos amigos.
“¿Qué habrá pasado?” Preguntó Claudia en voz baja, y la respuesta llegó casi al instante: El papá de Mateo se volteó a darle una palmadita de apoyo, diciéndole: “Vamos hijo, no me digas que te la pasaste tan mal en el retiro espiritual al que te llevó tu madre, ¿O sí?”
Mateo estaba enojadísimo. “Fue la peor experiencia de mi vida.”
“Hijo, mira, -Su Papá adoptó una actitud comprensiva. –Entiendo que tu madre ha exagerado lo que sucedió, pero tienes que entenderla un poco. Para ella fue terrible verte así con dos chicas en tu recamara.”
“¡Pero Papa, ya no soy un niño!”
“Bueno, en eso tienes razón, pero sólo aguanta un poco y verás que se le pasa, ¿Ok?”
“Ya que, pero que ni quiera mencionarme lo de los rezos e ir a misa todos los días, porque no pienso hacerlo.”
Me mordí los labios para contener la risa, y Claudia andaba igual, hasta que después de algunos segundos vimos que Mateo y su Papá se metían a la casa mientras la horrible señora sacaba unas bolsas del mercado y se metía a la cocina.
“Ay Meg, ¿Y ahora qué hacemos?”
Apreté las manos con determinación. “Vamos a meternos en su casa YA, tengo que hablar con Mateo.”
“Pero Megan, -Claudia me miró con angustia. -¿Y sus papas? ¡Si su Mamá nos encuentra es capaz de llamar a la policía!”
“No me importa, tengo que verlo ya.” Respondí con determinación mientras bajaba corriendo por las escaleras hacia la salida trasera hacia el jardín, con Claudia siguiéndome temerariamente a pesar de que mi Papá aún seguía en el comedor leyendo el periódico, pero cuando llegamos al jardín apenas nos dio tiempo de escondernos detrás de un arbusto porque la Mamá de Mateo salió a colocar la basura en el bote junto a la calle.
“Ay Dios, ¡Nos van a ver!” Dijo Claudia muy angustiada, pero al ver que la Mamá de Mateo seguía caminando hacia la calle y nos daba la espalda me levanté de un salto y a toda velocidad atravesé los 8 metros que separaban mi casa de la de Mateo y me metí por la cocina, con Claudia siguiéndome como si fuera mi sombra, y entonces me asomé sigilosamente por el borde de la puerta de la cocina, sonriendo con actitud traviesa al ver que no había nadie en la sala ni en el comedor, por lo que tomé a Claudia de la mano, abrí la puerta y…
¡Zas! Me impacté de golpe con algo, y nos quedamos congeladas de miedo por lo que vimos: Ahí, parado frente a nosotras, estaba el Papá de Mateo.
“S-señor, -tartamudeé súper nerviosa a la vez que Claudia se apretaba a mi como si fuera una niña chiquita. –P-por favor, no diga nada, t-tenemos que…”
El señor puso una mirada comprensiva. “Chicas, no se preocupen, pero suban rápido porque mi esposa está a punto de volver.”
“¡Gracias señor, es usted un ángel!” Le dije mientras muy emocionada le daba un beso en la mejilla, y sin darle tiempo a nada subí corriendo las escaleras y de golpe me metí en la recamara de Mateo, seguida muy de cerca por Claudia, que cerró la puerta con seguro.
“¡Megan! –Mateo saltó de su cama para abrazarme con todas sus fuerzas, aunque un segundo después puso la misma mirada de tristeza que cuando fue a dejarme el USB y me soltó. -¿A que vinieron? No sé si… sea conveniente, Meg, después de lo del sábado.”
“Mateo, -Lo miré con ternura. -Tengo un problema, es que Michelle me robó el USB.”
“¿Qué? Pero Meg, ¿Cómo sabia ella que…?
“¿Recuerdas a tu amigo, el gordito que estuvo ese día que me desnudé frente a todos?”
Ahora fue Claudia la sorprendida. “¡¿Te desnudaste frente a todos sus amigos?!”
“Ay, Claudia, -Me puse roja de la pena. –Luego te cuento.”
“Si, -Mateo se puso muy serio. –Es mi amigo, y… “
“Mateo, ¡Él fue el que le dijo a Michelle todo lo que ha pasado entre nosotros, y además le dijo que el USB tenía las fotos!”
“No, no puede ser, -Mateo estaba muy mortificado. -¡El sería incapaz de traicionarme así!”
“Pero Michelle es muy guapa, -Intervino Claudia. –Y tiene formas para sacarle la información al chico que sea.”
“Pero, -Mateo estaba pasando de la negación a la aceptación. –Por Dios, Megan, ¿Qué he hecho? Sin querer estoy destruyendo tu vida. No debí haberle contado eso.”
“N-no Mateo, -Tomé su rostro entre mis manos. –No fue tu culpa, fue mía. Yo… Debí haber borrado el USB cuando me lo diste, y… ay, ¡Soy una idiota! Es mi culpa todo esto.”
“Bueno, -Nos separó Claudia con un gesto travieso. –Luego deciden de quien fue la culpa, ¡Pero hay que hacer algo ya!”
“Tienes razón.” Dijo Mateo mientras se sentaba en su escritorio y sacaba una laptop de uno de los cajones, y no pude evitar sonrojarme un poquito al ver su antiguo monitor todo quebrado gracias a la tremenda culeada que me había puesto el sábado. "¿Cuál es el email de Michelle?”
“Es SexyVeryCool@Fresa.com.” Respondí sin poder aguantar la risa, aunque Mateo ni se inmutó y comenzó a teclear muy rápidamente a la vez que aparecían un montón de códigos y datos en la pantalla, hasta que con voz muy calmada nos dijo:
“Tengo un plan. Seguramente Michelle va a querer copiar las imágenes a su cuenta de correo, por lo que primero tenemos que romper su clave para borrarlas.”
“Pero, -Preguntó Claudia. -¿Y si se las muestra a sus otras amigas?”
“No, -Respondí rápidamente. –A ella le gusta el control, y no creo que piense compartir las imágenes con nadie más. La muy perra va a querer tenerme para ella sola, y seguramente va a querer publicar las fotos en la fiesta de Halloween del sábado para humillarme.”
“¿Y qué pasa con las imágenes del USB?” Volvió a preguntar Claudia.
“Eso es lo complicado. –Dijo Mateo. –Lo de su cuenta de email no me preocupa, en un par de horas romperé su clave, pero tenemos que asegurarnos de borrar físicamente ese USB antes del sábado. El problema es que no creo que Michelle suelte nunca el USB, pero…”
“Ay, -Salté de ansiedad. -¿Pero qué?”
“Pero si logro meter un virus en su laptop para que cuando ella meta el USB automáticamente se borren las fotos, podríamos vencerla.”
“¡Wow! –Claudia se emocionó. -¡Que inteligente eres, Mateo! Me gusta ese plan, aunque… bueno, ¿Y cómo le ponemos el virus?”
“No lo sé, -Dijo Mateo sin dejar de mirar su laptop. –Pero algo se nos ocurrirá, lo primero que hay que hacer es entrar a su email, luego ya veremos.”
En ese momento Mateo volvió a escribir cosas indescifrables en su laptop, y durante varios minutos Claudia y yo nos limitamos a mirarlo aburridas sin saber que más hacer, hasta que finalmente me senté en la cama y Claudia se puso atrás de mi contra mi espalda, deslizando sus dedos traviesos debajo de mi playerita y metiéndolos en mi ombligo, besándome suavemente el cuello y el oído una y otra vez.
“Ay Claudia, -Le susurré mientras Mateo seguía ocupado con sus labores de hacker. –N-no podemos hacer nada aquí, recuerda lo del sábado. Si su Mamá nos descubre de nuevo…”
“Meg, -Claudia se rió tiernamente contra mi oído. – ¡Ya se! Pero… no te estoy haciendo nada, solo te quiero dar besitos. ¿Me dejas?”
“Ay, ya sabes que sí, pero… -Suspiré de forma algo obvia al sentir como Claudia estaba metiendo y sacando su dedito juguetón en mi ombligo. –Solo eso, ¿Ok?”
“Si, sí, sí. –Me dio otro beso en el cuello. –Solo eso.”
Pero 15 minutos después era obvio que no solo sería “eso”. Las delicadas manos de Claudia se deslizaban ahora sugerentemente por mis piernas, levantando mi faldita sin ningún pudor a la vez que dejaban la delicada telita de mis panties blancas al descubierto, y…
De repente Mateo se nos quedó mirando fijamente, como cuando un Lobo ve a 2 ovejas jugosas. Pero incluso ante tan tremenda tentación, intentó poner calma en este asunto: “Meg, Claudia, ¿Cómo esperan que me pueda concentrar si están haciendo eso?”
“S-sí, -Claudia dijo en un tono de voz de niña regañada. –Tienes razón, sigue trabajando y… prometemos comportarnos, ¿Ok?”
Asentí ligeramente.
Pero 5 minutos más tarde…
Claudia seguía manoseándome las piernas, a la vez que me decía al oído: “Megan, ¡Te ves súper, súper guapa vestida de tenista!”
Mi vanidad volvió a traicionarme. “¿Sí?”
“Sí. Ay, ¡Esa faldita! Tus piernas, la cinturita, tu pelo en cola de caballo, tus ojos… ¿Se enojará Mateo si te hago mi esclava durante unos minutos?”
Me mordí los labios al oírla decir eso, sintiendo como mi sangre comenzaba a hervir a la menor provocación de sumisión, pero…
…Pero no debíamos distraer a Mateo con nuestras calenturas. La misión de él era más importante que todo.
“Ay Claudia, -Le reproché ligeramente. –Ya te dije que ahorita no debemos hacer nada. ¡Vamos a distraer a Mateo!”
“No creo.” Dijo con una sonrisita malvada, y justo estaba a punto de seguir besándome el cuello cuando alguien tocó a la puerta, y las dos instintivamente nos miramos asustadas. ¡La Mamá de Mateo!
“¡Mateo! –Sonó la aterradora voz de la señora. –Ábreme hijo, ¿No te dije que no pongas seguro en esta casa? Traigo tu ropa limpia.”
“Megan, ¡¿Qué hacemos?!” Dijo Claudia muy asustada, e instintivamente la tomé de la mano mientras Mateo nos abría la puerta del closet y nos escondíamos en una esquina del mismo detrás de unos sacos, y un instante después cerrábamos la puerta.
Entonces Mateo le abrió la puerta a su Mamá, la cual entró y le dijo con visible molestia: “Mateo, ya sabes cómo me molesta que pongas el seguro, siento que me ocultas algo.”
“No Mamá, -Respondió Mateo con enojo, pero sin atreverse a levantar la voz. –Pero tengo derecho a mi privacidad, ¿No?”
“No después de lo del sábado.” Dijo la señora con indignación, a la vez que Claudia se apretaba aún más contra mi cuerpo en la esquina, y de repente…
La puerta del Closet se abrió de golpe, aunque afortunadamente un par de sacos verdes nos tapaban aún. Me quedé congelada en mi posición, casi sin respirar, y sólo el movimiento de la ropa al lado de nosotras mientras la Mamá de Mateo acomodaba cosas en el closet rompía la tensión del lugar, aunque la señora daba muestras de acercarse cada vez más a nuestra esquina, hasta que…
“¡Mamá!” Mateo le quitó a la señora la ropa que estaba acomodando, y ella se detuvo de inmediato.
“¿Qué pasa?”
“N-no, nada, es que yo puedo acomodar mi ropa, ya no soy un niño para que tú lo hagas siempre.”
Afortunadamente la señora no replicó ante esto. “Me alegra que lo veas así, hijo, acomoda entonces tu ropa mientras hago la comida.”
Un segundo después oímos que la puerta se cerraba, y totalmente muertas de nervios y sudando salimos Claudia y yo de nuestro escondite.
“Ay Dios, sentí que nos iba a descubrir de nuevo. -Dije mientras me echaba aire con las manos, pero Claudia seguía sin soltarme. -Yo también, y me hubiera muerto de la pena si sucedía eso.”
“Tranquilas, -Dijo Mateo mientras nos abrazaba cariñosamente a las dos. –No pasa nada, aunque tenemos que ser más cuidadosos con esto.”
“Sí.” Respondí con voz casi imperceptible, fascinada al sentir los brazos de Mateo que nos apretaban y mantenían muy juntas, sintiéndome segura en medio de todo el caos que era mi vida. Y al parecer Claudia sentía lo mismo, porque se apretó aún más contra mi cuerpo, y después de algunos segundos era evidente que hasta Mateo estaba acelerándose también.
“Meg, -Dijo con apuros. –T-tenemos que controlarnos, esto no puede pasar por ahora.”
Pero nuestros instintos estaban ya tomando el control, y en medio de 3 agitadas respiraciones la situación se estaba calentando cada vez más, hasta que…
Claudia me dijo al oído: “Perdóname Megan, pero ya no aguanto más.” Y entonces empezó a bajar junto a mí mientras besaba mi cuello, espalda y cinturita hasta que llegó a mi falda, la cual agarró por los costados y de un tirón fuerte la bajó hasta el suelo, dejándome sólo con mis panties. Bueno, al menos durante un segundo, porque con otro tirón también ellas también quedaron en el suelo, y entonces Claudia hizo la cosa más perversa y deliciosa posible…
Sus delicadas manos se apretaron agresivamente contra mis firmes nalgas y su inocente rostro se apretó entre ellas para darme juguetonas lengüeteadas en el ano, metiéndome su lengüita traviesa hasta el fondo.
"¡Ah, Claudia!” Di un saltito travieso al sentir eso en mi interior, y sin querer gemí fuertemente sin medir las consecuencias, ya que la Mamá de Mateo podría estar aún cerca, pero…
… Eso ya no me importaba en estos momentos.
Esa lengüita me estaba volviendo loca, y al verme así Mateo perdió la última pizca de auto-control que le quedaba y con total desenfreno levantó mi blusita y empezó a apretar y besar mis pechos sin parar, respirando agitadamente mientras lo hacía.
“Oh Dios, -Dije febrilmente mientras ese par de bocas me aceleraban a mil, aunque intenté débilmente poner un poco de razón en esto: “Chicos, ah, re-recuerden la… misión, hay que…”
Pero era inútil, Mateo y Claudia estaban aferrados con desesperación a mi cuerpo, y era evidente que no se detendrían ni aunque quisieran. Y mi propia voluntad estaba también de rodillas ya, con todo mi cuerpo reaccionando deliciosamente ante lo que estaba sucediendo, sudando ligeramente mientras mi temperatura aumentaba y mi respiración agitándose más y más, hasta que después de casi 10 minutos así…
Mateo me dijo al oído: “Meg, estás empapada, quiero beberme todo.”
Y un segundo después me empujó juguetonamente a la cama, aunque ni tiempo tuve de reaccionar porque la atrevida boca de Claudia volvió a apretarse contra mi ano y Mateo, después de acomodarme de lado, hizo lo mismo con mi coñito. “Oh D-dios, -Gemí de nuevo ruidosamente. –C-chicos, oh Dios.”
Simplemente, esas bocas no paraban ni un segundo: La lengua de Claudia taladraba mi culo una y otra vez, metiéndose descaradamente hasta el fondo mientras sus manos apretaban agresivamente mis nalgas, y Mateo se aferraba a mi sexo como si su vida dependiera de eso, con sus labios chupando agresivamente mi clítoris mientras su lengua se llenaba de mis jugos, con sus manos deslizándose sin parar por mis piernas.
“Ah, M-Mateo, Claudia, ahhh.” Me retorcí en deliciosa agonía entre las sabanas mientras tiernos gemidos escapaban de mis labios, y en medio del éxtasis deslicé mis dedos por el cabello de Mateo y Claudia y los apreté descaradamente aún más contra mi cuerpo, como si el placer recibido no fuera suficiente aún y quisiera que sus lenguas llegaran aún más profundo.
Y ellos respondieron aún con más intensidad, devorándome con tanta pasión que hasta tuve que levantar mi pierna izquierda en el aire para facilitar aún más sus ataques, sonriendo con total lujuria mientras mis manos seguían guiándolos, gimiendo cada vez más fuerte, hasta que…
“Meg, -Me dijo Mateo con apuros. –Gime en silencio, ¡Te va a oír mi Mamá!”
“S-si, Meg… -Gimió Claudia con ternura pero sin dejar mi vulnerable agujerito. –Nos van a descubrir.”
Pero lo que me pedían era imposible.
Simplemente, el placer era casi irresistible, y cada lengüetada, beso y mordida parecían hecha de fuego, envolviéndome de pies a cabeza en un mar de sensaciones que me estaban acercando cada vez más al más exquisito orgasmo, y así las cosas seguí gimiendo sin importarme nada, aunque la solución llegó de la manera más inesperada posible.
Con un gesto de travesura Claudia soltó finalmente mi culo y me dijo al oído: “¿Me dejas silenciarte, Meg?”
Asentí débilmente con los ojos cerrados.
Aunque un segundo después sentí movimiento sobre la cama, y cuando abrí los ojos vi que Claudia se había quitado la ropa hasta quedarse sólo en sus lindas panties color rosa y sus tenis, y… un segundo después, se colocó sobre mi rostro como si quisiera sentarse en él, pero sin tocarme aun.
“Ay, Clau...” Me quejé tiernamente al sentirme dominada, y más cuando Claudia agarró mis muñecas con sus manos y me obligó a colocarlas sobre mi cabeza, efectivamente sometiéndome.
“Lo siento, Megan. –Me dijo con un gesto simpático. –Pero si vas a gemir, vas a tener que hacerlo con la boca ocupada en algo.”
“P-pero Clau, -Intenté resistirme un poquito. –Y-yo nunca he…”
“¿Nunca te has comido a otra chica?”
“S-sí, -Me puse roja de la pena. –Eso, yo…”
En ese momento sentí como Mateo levantaba mis piernas sujetándolas por debajo de mis rodillas, y un instante después su poderoso miembro se abrió paso lentamente entre mis húmedos labios vaginales hasta llenarme por completo, con sus bolas apretándose agresivamente contra mi vulnerable ano.
“Ahhhhh.” Me arqueé de forma felina al sentir como mi cuerpo era profanado de esa manera, y más cuando Mateo comenzó a bombear mi coño con fuertes y vigorosas embestidas, haciendo temblar la cama una y otra vez. “M-Mateo, oh Dios…así, así… ahhhhhh, mmmmm.”
“Megan, -Dijo Claudia en voz baja mientras deslizaba sensualmente sus dedos por mi pelo. –Lo siento, tendré que silenciarte ya.”
“P-pero… -Intenté decir algo, pero con un movimiento Claudia se apretó sensualmente contra mi rostro y entonces apretó mi cabeza entre sus piernas, inundando mis sentidos con la deliciosa suavidad de las tela de sus panties y el exquisito aroma sexual que desprendían.
Y no sé qué me sucedió.
Mi cuerpo se aceleró al máximo al sentirme así, sometida y obligada a servir a otra mujer, sin más opción más que comérmela mientras el golpeteo en mi interior ocasionado por la gruesa anaconda iba en aumento…
Y lo hice. Con total lujuria hice a un lado las panties de Claudia y me aferré al su delicioso coñito caliente, gruñendo como si estuviera en celo mientras sus jugos comenzaban a empapar mi rostro, a la vez que mi lengua se deslizaba descaradamente a su interior. “Grrrrrrr, grrrrr, grrrrrr.”
“¡OH DIOS, MEGAN!” Gritó ahora Claudia sin poder controlarse, y sólo gracias a que Mateo reaccionó rápidamente y le metió mis panties en la boca es que evitamos que alguien oyera lo que estaba sucediendo en este cuarto.
Y sin duda, si alguien entrara en este momento vería frente a si el espectáculo más perverso y decadente posible. 3 cuerpos calientes, la cama temblando con cada acometida, el olor a sexo en el aire, una boca devorando un coñito, y otra saboreando la esencia de mis panties.
Me hubiera reído si pudiera, ya que me imaginé que a la Mamá de Mateo ahora si le daría un infarto de vernos así. Pero el sexo de Claudia no me dejaba hacer nada más, ya que se movía descaradamente por todo mi rostro una y otra vez, y el único respiro que me daba era cuando se apretaba contra mi boca abierta para que lo chupara hasta el fondo…
Pero yo aún quería más.
Y Mateo se dio cuenta de eso.
Sin dejar de follarme, dijo con muchos apuros: “Meg, ¿Q-quieres que te culeé?”
“Oh D-dios, sí.” Gemí en respuesta.
“L-lo haré, pero… haz que Claudia se venga en tu cara. Es una orden.”
Oír eso fue tremendo. Con un empujón me liberé de las manos de Claudia y la agarré de las caderas, jalándola aún más contra mí para devorarla hasta que su coñito pidiera piedad, y fue tal mi intensidad que a la pobre inocente se le cayeron mis panties de la boca y comenzó a retorcerse deliciosamente sobre mi cara. “Ahhh, M-Megan, oh Dios, t-tu boca…”
Pero aún faltaba lo mejor.
Con un gesto travieso deslicé mi dedo índice entre sus firmes y apretadas nalgas, y sin pedirle permiso ni nada comencé a insertarlo en su ano muy lentamente, aunque retorciéndolo agresivamente en su interior, y la reacción de Claudia no se hizo esperar: “¡MEGAN! N-no, no, yo nunca… ahhhh, no… no pares, ¡No pares!”
Y me perdí al ver a Claudia así. Simplemente, era lo más hermoso que hubiera visto jamás, una combinación de ternura y deseo imposible de resistir. Ver sus muecas, oír sus gemidos, la forma en que abría la boca y temblaba con cada latigazo de placer…
En ese momento sucedió algo con lo que no contaba. La primera en venirse fui yo, y en el momento en que ese exquisito fuego orgásmico comenzó a consumirme perdí la noción de todo. Cada poro de mi piel estaba al rojo vivo, el delicioso sudor sobre mi cuerpo parecía que entraría en ebullición, y el sublime e olor sexual de Claudia quemaba deliciosamente mis pulmones…
Y me dejé llevar por ese mar de sensaciones, hasta que después de lo que parecieron horas…
Abrí lentamente los ojos y se me escapó otro tierno gemido. “Ay.”
Y parecía que lo mismo le había pasado a los demás. Claudia seguía apretada contra mi boca, con los ojos cerrados e inclinada ligeramente hacia adelante, gimiendo suavemente por todo lo vivido. Y Mateo… había sido tal la intensidad de lo vivido que ni cuenta me di que su verga estaba clavada ahora firmemente en mi culo, y sólo su respiración agitada y el temblorcito de sus manos sosteniendo mis rodillas en el aire delataban que seguramente se había venido de una forma brutal, y que su semilla estaba depositada en mi interior.
Nos quedamos así durante casi 15 minutos, perdidos en el trance orgásmico que aun recorría nuestros cuerpos, hasta que finalmente Mateo, con visible agotamiento, salió de mi cuerpo y se sentó en su silla para dar una nueva checada a lo que estaba haciendo su computadora, y acto seguido se dejó caer sobre el escritorio.
Claudia también estaba exhausta, y con débiles movimientos se dejó caer en la cama junto a mí, aunque aún tuvo fuerzas para cariñosamente tomar unos kleenex de su bolsa y limpiarme el rostro de sus jugos, besándome en cuanta ocasión tuviera, hasta que de repente Mateo dijo emocionado: “¡Lo logré! ¡Tenemos la clave del email de Michelle!”
Claudia y yo saltamos emocionadas y nos sentamos en el borde de la cama para ver como Mateo entraba al email de Michelle y sustituía las carpetas con otras.
“¿Por qué no simplemente las borras?” Preguntó Claudia con su carita de inocencia.
“No, sería demasiado sospechoso. Ella vería que la carpeta está vacía, y las copiaría a otra cuenta.”
Miré orgullosa a Mateo, que seguía escribiendo cosas en la cuenta de Michelle, hasta que después de algunos minutos volteó a vernos con cierta seriedad. “Ahora viene la parte 2 del plan.”
“¿Qué se te ha ocurrido?” Pregunté con toda la curiosidad del mundo.
“Vamos a tener que meternos en la casa de Michelle, tengo que llegar a su laptop.”
“Oh Dios.” Me quedé helada, pero en el fondo sabía que no teníamos opción. Y a pesar del riesgo que todo esto implicaba…
Aquí estaba Mateo, arriesgando todo por mí. Sonreí ligeramente con ese pensamiento, sintiéndome segura con él a pesar de estar en medio de la peor tormenta, sabiendo que él nunca permitiría que me pasara nada.
Si, -Suspiré emocionada. –Se sentía bien eso.
“Ahora, -Me dijo Mateo con un guiño coqueto. –Este es el plan: Mañana en la noche vamos a…”