arrebola
Bovino de la familia
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Profesionales recién egresados ante un sombrío panorama
A un año de terminada la carrera de Químico Farmacobiólogo (QFB), Irma Quintal Padrón, Álvaro Yam Galaz y Eduardo Campos Aranda, de 24, 26 y 24 años, respectivamente, presentaron anteayer examen para ingresar a la planta laboral del Hospital Regional de Alta Especialidad (HRAE), con pocas expectativas de ser contratados.
“Somos muchos, tan sólo en el puesto de despachador de farmacia, que es el que solicitamos, presentaron unos 50 y sólo hay una vacante”, dice Yam Galaz.
“Siempre pasa lo mismo, llegamos y ya hay un mundo de gente esperando”, interviene Irma Quintal.
“Nos mintieron cuando nos dijeron al principio de la carrera que nuestra profesión tenía mucho mercado en el área de las farmacias, en el control de calidad de los alimentos, entre otras, y que tendríamos un trabajo seguro al salir. Ahora vemos la triste realidad. Hace un año que recorremos farmacias, laboratorios, industrias y la respuesta es la misma: ‘No hay vacantes’, o si la hay, te piden mínimo uno o dos años de experiencia”, añade Irma Quintal, quien de vez en cuando hace alguna suplencia en farmacias.
Situación actual Los tres son egresados de la misma generación de la Uady. Irma y Álvaro estudiaron en un salón donde había 35 alumnos, de los cuales sólo tres trabajan en un laboratorio como empleados del Banco de Sangre, con sueldos muy bajos. Lo mismo ha pasado con el salón de Eduardo Campos: sólo cinco de 35 compañeros trabajan en el área de la química y muchos han decidido emigrar a Playa del Carmen, donde les dicen que hay más oportunidades de empleo.
“Si nosotros nos frustramos, más frustrados están nuestros padres, que durante cinco años nos costearon la carrera para vernos ahora ya graduados sin empleo o en trabajos que nada tienen que ver con lo que estudiamos”, comenta Irma.
“Y tienen razón los papás”, agrega Eduardo. “Hay compañeros que ganan más que uno sin tener ninguna profesión, como es el caso de los ejecutivos de ventas, a quienes sólo les piden preparatoria.
“‘No me maté a estudiar y gano más que tú’, te dicen algunos compañeros cuando te ven luchar por conseguir un empleo”, agregó el joven.
“¿No es risible?” Los tres muchachos miran el hospital y uno de ellos le dice al reportero: “¿No es risible que siendo un hospital tan grande sólo haya empleo para un despachador de farmacia o que sólo vayan a contratar a unas cuantas personas? “Este hospital debería tener un montón de especialistas, de doctores, enfermeras, químicos, está grandísimo, pero vacío”, agrega Eduardo.
Los aspirantes señalaron que durante las pruebas se encontraron a mucha gente que trabaja en el Issste, en el O’Horán y en el IMSS, lo cual no les pareció justo, pues, según ellos, “son gente mayor que está próxima a jubilarse y está en busca de dónde acomodarse”.
A pesar de todo, Irma, Álvaro y Eduardo no se rinden.
A diario consultan en el Diario y por internet las ofertas de trabajo, se avisan entre ellos y, además, se esfuerzan por terminar su tesis y titularse.— Luis Iván Alpuche Escalante
Profesionales recién egresados ante un sombrío panorama
A un año de terminada la carrera de Químico Farmacobiólogo (QFB), Irma Quintal Padrón, Álvaro Yam Galaz y Eduardo Campos Aranda, de 24, 26 y 24 años, respectivamente, presentaron anteayer examen para ingresar a la planta laboral del Hospital Regional de Alta Especialidad (HRAE), con pocas expectativas de ser contratados.
“Somos muchos, tan sólo en el puesto de despachador de farmacia, que es el que solicitamos, presentaron unos 50 y sólo hay una vacante”, dice Yam Galaz.
“Siempre pasa lo mismo, llegamos y ya hay un mundo de gente esperando”, interviene Irma Quintal.
“Nos mintieron cuando nos dijeron al principio de la carrera que nuestra profesión tenía mucho mercado en el área de las farmacias, en el control de calidad de los alimentos, entre otras, y que tendríamos un trabajo seguro al salir. Ahora vemos la triste realidad. Hace un año que recorremos farmacias, laboratorios, industrias y la respuesta es la misma: ‘No hay vacantes’, o si la hay, te piden mínimo uno o dos años de experiencia”, añade Irma Quintal, quien de vez en cuando hace alguna suplencia en farmacias.
Situación actual Los tres son egresados de la misma generación de la Uady. Irma y Álvaro estudiaron en un salón donde había 35 alumnos, de los cuales sólo tres trabajan en un laboratorio como empleados del Banco de Sangre, con sueldos muy bajos. Lo mismo ha pasado con el salón de Eduardo Campos: sólo cinco de 35 compañeros trabajan en el área de la química y muchos han decidido emigrar a Playa del Carmen, donde les dicen que hay más oportunidades de empleo.
“Si nosotros nos frustramos, más frustrados están nuestros padres, que durante cinco años nos costearon la carrera para vernos ahora ya graduados sin empleo o en trabajos que nada tienen que ver con lo que estudiamos”, comenta Irma.
“Y tienen razón los papás”, agrega Eduardo. “Hay compañeros que ganan más que uno sin tener ninguna profesión, como es el caso de los ejecutivos de ventas, a quienes sólo les piden preparatoria.
“‘No me maté a estudiar y gano más que tú’, te dicen algunos compañeros cuando te ven luchar por conseguir un empleo”, agregó el joven.
“¿No es risible?” Los tres muchachos miran el hospital y uno de ellos le dice al reportero: “¿No es risible que siendo un hospital tan grande sólo haya empleo para un despachador de farmacia o que sólo vayan a contratar a unas cuantas personas? “Este hospital debería tener un montón de especialistas, de doctores, enfermeras, químicos, está grandísimo, pero vacío”, agrega Eduardo.
Los aspirantes señalaron que durante las pruebas se encontraron a mucha gente que trabaja en el Issste, en el O’Horán y en el IMSS, lo cual no les pareció justo, pues, según ellos, “son gente mayor que está próxima a jubilarse y está en busca de dónde acomodarse”.
A pesar de todo, Irma, Álvaro y Eduardo no se rinden.
A diario consultan en el Diario y por internet las ofertas de trabajo, se avisan entre ellos y, además, se esfuerzan por terminar su tesis y titularse.— Luis Iván Alpuche Escalante