medriocridad
Bovino maduro
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Que hay banda, hoy quiero contarles una historia de estos lares (san juan de los lagos Jalisco), la primera vez que supe de esta historia fue porque la leí en un libro de leyendas, ya después con el tiempo y un poco de investigación, me la conto la persona que la vivió en carne propia.
POR RESPETO Y A PETICIÓN DEL SEÑOR QUE ME LA CONTO, CAMBIARE LOS NOMBRES DE LAS PERSONAS INVOLUCRADAS EN ESTA HISTORIA.
La historia comienza hace aproximadamente 60 años aquí en mi pueblo. La familia Fernández adquirió una vieja finca a espaldas del hospital DR. Manuel Montero, en el centro de la ciudad, aunque maltratada por el paso de los años, conservaba la fortaleza que caracteriza a las fincas antiguas (paredes de adobe y vigas de mezquite). La primera opción era remodelarla para hacerla la morada familiar, pero debido al alto gasto que este representaba, decidieron solamente adecuar la entrada principal como un local comercial, ya que como es bien sabido, el comercio es una de las principales fuentes de ingresos para las familias sanjuanences.
Pues bien ya estaba casi todo echo solo faltaba ver que producto sería adecuado para ofrecer a los peregrinos que acuden a ver a la virgen, se decidieron por los artículos religiosos (imágenes de la virgen, cristos, rosarios etc.). El ambiente dentro del local confundía los sentidos, hacia transportarse al interior de una iglesia a todo aquel que ingresara en ella. La encargada de atender el negocio era doña Martina, mujer sumamente apegada a las labores religiosas, asistía a misa de 7 de la mañana todos los días sin excepción alguna, y al rosario de las 7:30 de la tarde de igual manera, además de esto se daba tiempo de ayudar a las labores en el orfanato del pueblo y en el asilo de ancianos, todo esto sin descuidar los cuidados y atenciones que merecía su familia, sin duda una mujer extraordinaria en todos los aspectos de su vida.
Una tarde a punto de caer el sol, llego a su local una joven de aspecto lastimoso, su vestido estaba roto, lleno de tierra y manchado, su pelo enmarañado y mal cortado, su cara reflejaba una tristeza que daba pena verla, con los ojos llorosos y unas ojeras que parecía como si la hubieran golpeado, su voz era baja y tenue, como si solo balbuceara, si caminar era lento y arrastraba los pies a cada paso, su nombre era María José padilla. La joven hablo con doña Martina, le dijo que ella había vivido en esa casa cuando niña y que le traía muchos recuerdos, que un día se marchó y creía que nuca volvería a estar en ella.
Le pido trabajo, de lo que fuera, lavando pisos, haciendo el aseo en la casa, o si se pudiera, en las labores del negocio, doña Martina se tentó el corazón y acepto y le dijo que ella se encargaría de cuidar el local y acomodar toda la mercancía en una pequeña bodega que estaba atrás del local, por las noches y que esa bodega podría utilizarla como su habitación, le dijo que por la comida y la vestimenta no se preocupara que ella le proporcionaría los alimentos y la ropa que ella necesitara. Era poco el tiempo que se veían entre ellas, ya que cuando doña Martina iba a cerrar el local, mari, como le decía de cariño doña Martina, llegaba para quedarse a cuidar el local, pero cada vez que se veían doña Martina notaba como iba cambiando el aspecto de mari, se veía más joven, la tristeza de su rostro había desaparecido, su forma de hablar era más clara y con más volumen, había ocasiones que se le veía sonreír, en pocas palabras de le notaba mas feliz.
Una tarde antes de cerrar, llego al local don francisco con su hijo pequeño, para ayudar a su esposa a cargar unas cosas que había comprado para su casa, fue ahí cuando conoció por fin a mari, la mari de la que tanto hablaba sus esposa, se impresiono de la belleza de la joven, eso no se lo había contado sus esposa, estuvieron platicando un rato, hasta que se hiso la hora de cerrar, se marcharon pero se dio cuenta que habían olvidado el monedero de doña Martina, el que decidió regresar por él, fue don francisco con el pequeño Sebastián, abrieron la puerta y llamaron a mari para que les ayudara a buscar el monedero, al no recibir respuesta, fueron a buscarla a la bodega, al entrar la encontraron llorando de frente a la pared del fondo, con una mano se tapaba la cara y con la otra, rascaba la pared con mucha fuerza y cada vez que lo hacia el enjarre de la pared se desprendía poco a poco, y gritaba que la ayudaran, le pregunto que si estaba bien, a lo cual mari no respondía solo lloraba con más fuerza, don francisco se asustó y decidió salir de la bodega corriendo con su pequeño hijo en brazos.
Llego a su casa y le conto a su esposa lo ocurrido, doña Martina no daba crédito a la historia de su esposo, le dijo que quizá era una broma de mari para asustarlo y que por lo visto había tenido éxito, pero no, don francisco no estaba convencido de la broma y pensó que tal vez mari sabía que hay en la casa había un tesoro escondido y lo quiere sacar para ella sola, recordó que mari vivo hay de niña, le conto a su esposa lo que había pensado y decidieron hablar con ella en ese mismo momento, ya que aún no era tan tarde (las diez de la noche aproximadamente) dejaron a los niños encargados con la vecina, pero Sebastián el más pequeño no se quiso quedar y los acompaño, llegaron al local y ni rastro de mari, la buscaron por todos lados y nada , no daban con ella, pero era imposible que saliera ya que estaba todo cerrado, no había modo.
No le dieron tanta importancia a la ausencia de mari, lo importante era ver que estaba buscando en esa pared. Don francisco llamo a un amigo que tenía un local frente al suyo, le pidió ayuda, los dos hombres con sus herramientas en mano se dispusieron a escarbar en la pared, en busca del tesoro, notaron que la pared estaba muy dura, que el pico no le hacía casi nada, don francisco recordó que mari tumbaba el engarre solo con las uñas, como era posible. Siguieron escarbando, hasta que se toparon con una loza de cemento muy grueso, fueron por unos mazos y a punta de golpes lo destruyeron, cuál fue su sorpresa, que no encontraron ni una tinaja de barro, ni cofre con monedas, lo que encontraron fue un ataúd, lo sacaron de la pared y se dispusieron a abrirlo.
Cuando lo abrieron se asombraron al descubrir que en su interior estaba el cuerpo de una mujer, casi momificado, y aun se notaban los huellas de tortura, ya que tenía los pies y manos atadas con lazo, la boca abierta, y marcas de golpes y heridas en su cara. Cuando doña Martina se asomó al interior del ataúd, cayó al suelo casi fulminada por el susto, se dio cuenta que el vestido que tenía el cuerpo era igual al que traía mari el día que llego al local a buscar ayuda, en eso un fuerte grito salió del interior del ataúd, y un frio que congelaba hasta los huesos.
Esta historia me la conto Sebastián, que en aquel entonces tenía solo 8 años, me dijo que después de que encontraron el cuerpo, dieron parte a las autoridades y se dispusieron a investigar como habían pasado los hechos, todo paso en 1906, la joven muerta era la menor de la familia y la quisieron casar con un hacendado, esta al negarse firmo su sentencia de muerte, sus padres la condenaron a vivir encerrada en la casa toda su vida, pero un día la joven desapareció sin dejar rastro alguno, hasta años después, cuando regreso de la tumba para que alguien la ayudara a descansar en paz en un lugar santo. Aun en día el local está en pie, pero ya no venden artículos religiosos, ahora venden colchas y cosas de ese estilo, pero mari ya no se aparece buscando ayuda.
COMETARIOS DE DON SEBASTIÁN
Aún recuerdo la cara de mari, aunque la vi solo un par de veces que acompañe a mi madre al negocio, nunca veía a nadie a la cara, ni a mis hermanos y yo que solo éramos unos niños, menos hablar con nosotros, solo hablaba con mi madre. Tengo muy presente el día que paso esto, no sé por qué pero algo me decía que fuera con mis padres al local, cuando vimos el cuerpo, sin duda era mari, tenía hasta un lunar en el cachete, pobre niña, lo que ha de ver pasado en esa casa, sabrá dios cuantos años estuvo sufriendo el abuso de sus padres hasta que murió, porque según eso murió de las golpizas que le ponían.me acuerdo Cuando yo y mi padre la encontramos llorando en la bodega, que llanto más angustioso, como si ya no tuviera fuerza para seguir llorando y trasmitía mucho dolor y pena. Te juro que cuando se escuchó el grito, sentí el peor miedo que he sentido en la vida, era como si ese grito hubiera estado guardado hay desde el día que murió.
POR RESPETO Y A PETICIÓN DEL SEÑOR QUE ME LA CONTO, CAMBIARE LOS NOMBRES DE LAS PERSONAS INVOLUCRADAS EN ESTA HISTORIA.
La historia comienza hace aproximadamente 60 años aquí en mi pueblo. La familia Fernández adquirió una vieja finca a espaldas del hospital DR. Manuel Montero, en el centro de la ciudad, aunque maltratada por el paso de los años, conservaba la fortaleza que caracteriza a las fincas antiguas (paredes de adobe y vigas de mezquite). La primera opción era remodelarla para hacerla la morada familiar, pero debido al alto gasto que este representaba, decidieron solamente adecuar la entrada principal como un local comercial, ya que como es bien sabido, el comercio es una de las principales fuentes de ingresos para las familias sanjuanences.
Pues bien ya estaba casi todo echo solo faltaba ver que producto sería adecuado para ofrecer a los peregrinos que acuden a ver a la virgen, se decidieron por los artículos religiosos (imágenes de la virgen, cristos, rosarios etc.). El ambiente dentro del local confundía los sentidos, hacia transportarse al interior de una iglesia a todo aquel que ingresara en ella. La encargada de atender el negocio era doña Martina, mujer sumamente apegada a las labores religiosas, asistía a misa de 7 de la mañana todos los días sin excepción alguna, y al rosario de las 7:30 de la tarde de igual manera, además de esto se daba tiempo de ayudar a las labores en el orfanato del pueblo y en el asilo de ancianos, todo esto sin descuidar los cuidados y atenciones que merecía su familia, sin duda una mujer extraordinaria en todos los aspectos de su vida.
Una tarde a punto de caer el sol, llego a su local una joven de aspecto lastimoso, su vestido estaba roto, lleno de tierra y manchado, su pelo enmarañado y mal cortado, su cara reflejaba una tristeza que daba pena verla, con los ojos llorosos y unas ojeras que parecía como si la hubieran golpeado, su voz era baja y tenue, como si solo balbuceara, si caminar era lento y arrastraba los pies a cada paso, su nombre era María José padilla. La joven hablo con doña Martina, le dijo que ella había vivido en esa casa cuando niña y que le traía muchos recuerdos, que un día se marchó y creía que nuca volvería a estar en ella.
Le pido trabajo, de lo que fuera, lavando pisos, haciendo el aseo en la casa, o si se pudiera, en las labores del negocio, doña Martina se tentó el corazón y acepto y le dijo que ella se encargaría de cuidar el local y acomodar toda la mercancía en una pequeña bodega que estaba atrás del local, por las noches y que esa bodega podría utilizarla como su habitación, le dijo que por la comida y la vestimenta no se preocupara que ella le proporcionaría los alimentos y la ropa que ella necesitara. Era poco el tiempo que se veían entre ellas, ya que cuando doña Martina iba a cerrar el local, mari, como le decía de cariño doña Martina, llegaba para quedarse a cuidar el local, pero cada vez que se veían doña Martina notaba como iba cambiando el aspecto de mari, se veía más joven, la tristeza de su rostro había desaparecido, su forma de hablar era más clara y con más volumen, había ocasiones que se le veía sonreír, en pocas palabras de le notaba mas feliz.
Una tarde antes de cerrar, llego al local don francisco con su hijo pequeño, para ayudar a su esposa a cargar unas cosas que había comprado para su casa, fue ahí cuando conoció por fin a mari, la mari de la que tanto hablaba sus esposa, se impresiono de la belleza de la joven, eso no se lo había contado sus esposa, estuvieron platicando un rato, hasta que se hiso la hora de cerrar, se marcharon pero se dio cuenta que habían olvidado el monedero de doña Martina, el que decidió regresar por él, fue don francisco con el pequeño Sebastián, abrieron la puerta y llamaron a mari para que les ayudara a buscar el monedero, al no recibir respuesta, fueron a buscarla a la bodega, al entrar la encontraron llorando de frente a la pared del fondo, con una mano se tapaba la cara y con la otra, rascaba la pared con mucha fuerza y cada vez que lo hacia el enjarre de la pared se desprendía poco a poco, y gritaba que la ayudaran, le pregunto que si estaba bien, a lo cual mari no respondía solo lloraba con más fuerza, don francisco se asustó y decidió salir de la bodega corriendo con su pequeño hijo en brazos.
Llego a su casa y le conto a su esposa lo ocurrido, doña Martina no daba crédito a la historia de su esposo, le dijo que quizá era una broma de mari para asustarlo y que por lo visto había tenido éxito, pero no, don francisco no estaba convencido de la broma y pensó que tal vez mari sabía que hay en la casa había un tesoro escondido y lo quiere sacar para ella sola, recordó que mari vivo hay de niña, le conto a su esposa lo que había pensado y decidieron hablar con ella en ese mismo momento, ya que aún no era tan tarde (las diez de la noche aproximadamente) dejaron a los niños encargados con la vecina, pero Sebastián el más pequeño no se quiso quedar y los acompaño, llegaron al local y ni rastro de mari, la buscaron por todos lados y nada , no daban con ella, pero era imposible que saliera ya que estaba todo cerrado, no había modo.
No le dieron tanta importancia a la ausencia de mari, lo importante era ver que estaba buscando en esa pared. Don francisco llamo a un amigo que tenía un local frente al suyo, le pidió ayuda, los dos hombres con sus herramientas en mano se dispusieron a escarbar en la pared, en busca del tesoro, notaron que la pared estaba muy dura, que el pico no le hacía casi nada, don francisco recordó que mari tumbaba el engarre solo con las uñas, como era posible. Siguieron escarbando, hasta que se toparon con una loza de cemento muy grueso, fueron por unos mazos y a punta de golpes lo destruyeron, cuál fue su sorpresa, que no encontraron ni una tinaja de barro, ni cofre con monedas, lo que encontraron fue un ataúd, lo sacaron de la pared y se dispusieron a abrirlo.
Cuando lo abrieron se asombraron al descubrir que en su interior estaba el cuerpo de una mujer, casi momificado, y aun se notaban los huellas de tortura, ya que tenía los pies y manos atadas con lazo, la boca abierta, y marcas de golpes y heridas en su cara. Cuando doña Martina se asomó al interior del ataúd, cayó al suelo casi fulminada por el susto, se dio cuenta que el vestido que tenía el cuerpo era igual al que traía mari el día que llego al local a buscar ayuda, en eso un fuerte grito salió del interior del ataúd, y un frio que congelaba hasta los huesos.
Esta historia me la conto Sebastián, que en aquel entonces tenía solo 8 años, me dijo que después de que encontraron el cuerpo, dieron parte a las autoridades y se dispusieron a investigar como habían pasado los hechos, todo paso en 1906, la joven muerta era la menor de la familia y la quisieron casar con un hacendado, esta al negarse firmo su sentencia de muerte, sus padres la condenaron a vivir encerrada en la casa toda su vida, pero un día la joven desapareció sin dejar rastro alguno, hasta años después, cuando regreso de la tumba para que alguien la ayudara a descansar en paz en un lugar santo. Aun en día el local está en pie, pero ya no venden artículos religiosos, ahora venden colchas y cosas de ese estilo, pero mari ya no se aparece buscando ayuda.
COMETARIOS DE DON SEBASTIÁN
Aún recuerdo la cara de mari, aunque la vi solo un par de veces que acompañe a mi madre al negocio, nunca veía a nadie a la cara, ni a mis hermanos y yo que solo éramos unos niños, menos hablar con nosotros, solo hablaba con mi madre. Tengo muy presente el día que paso esto, no sé por qué pero algo me decía que fuera con mis padres al local, cuando vimos el cuerpo, sin duda era mari, tenía hasta un lunar en el cachete, pobre niña, lo que ha de ver pasado en esa casa, sabrá dios cuantos años estuvo sufriendo el abuso de sus padres hasta que murió, porque según eso murió de las golpizas que le ponían.me acuerdo Cuando yo y mi padre la encontramos llorando en la bodega, que llanto más angustioso, como si ya no tuviera fuerza para seguir llorando y trasmitía mucho dolor y pena. Te juro que cuando se escuchó el grito, sentí el peor miedo que he sentido en la vida, era como si ese grito hubiera estado guardado hay desde el día que murió.