casanova39
Bovino adicto
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Marcial Maciel, ¿el Anticristo?
Jorge Camil
La Jornada
7 enero 2011
“Nuestro Padre”, como Maciel se hacía llamar de bienhechores y correligionarios (insinuando una condición beatífica más allá del bien y del mal), se creía predestinado a la santidad. Creó un culto a su personalidad que hubiese envidiado Adolfo Hitler (otro Anticristo histórico) y formó, con una educación primaria y estudios del seminario, pero con lucidez diabólica e inagotables donativos, un imperio de 15 universidades, 177 colegios y 150 mil alumnos en más de 10 países.
Sus activos están calculados en 35 mil millones de euros. Con ese imperio compró lealtades, sobornó cardenales, engañó a un Pontífice y se construyó una aureola de santidad. Sus activos obligaron a Benedicto XVI a moverse con pies de plomo.
Ante la defenestración y muerte de Maciel, y las declaraciones del Vaticano, que lo señalaron culpable de conductas criminales indignas del sacerdocio, el Vaticano necesitaba comprar tiempo para ubicar bienes diseminados en todo el mundo.
Monseñor Mullor, amigo y representante de Karol Wojtyla en México durante el apogeo de Maciel, mostró hace poco la calidad moral del ex legionario: monseñor Mullor (quien salió de México por intrigas de Maciel en la curia) en entrevista con Alazraki para su libro sobre Juan Pablo II rompió el silencio y reveló que en una última entrevista Maciel intentó explicarle que “a su juicio existía una doble moral: una para el pueblo y otra para los representantes de la alta política”. El nuncio le contestó con dureza: los 10 mandamientos son válidos para todos: “para el pueblo y para quienes usted considera de la alta política”.
En su entrevista con Alazraki monseñor Mullor aseguró que todos llevamos dentro un arcángel que nos hace volar hacia Dios y una serpiente que a veces nos arrastra por impensados lodazales. Resulta obvio cuál de las dos fuerzas controlaba a Maciel, el hombre que pudo haber derribado las paredes del Templo.
(resumen)
Casanova
Jorge Camil
La Jornada
7 enero 2011
“Nuestro Padre”, como Maciel se hacía llamar de bienhechores y correligionarios (insinuando una condición beatífica más allá del bien y del mal), se creía predestinado a la santidad. Creó un culto a su personalidad que hubiese envidiado Adolfo Hitler (otro Anticristo histórico) y formó, con una educación primaria y estudios del seminario, pero con lucidez diabólica e inagotables donativos, un imperio de 15 universidades, 177 colegios y 150 mil alumnos en más de 10 países.
Sus activos están calculados en 35 mil millones de euros. Con ese imperio compró lealtades, sobornó cardenales, engañó a un Pontífice y se construyó una aureola de santidad. Sus activos obligaron a Benedicto XVI a moverse con pies de plomo.
Ante la defenestración y muerte de Maciel, y las declaraciones del Vaticano, que lo señalaron culpable de conductas criminales indignas del sacerdocio, el Vaticano necesitaba comprar tiempo para ubicar bienes diseminados en todo el mundo.
Monseñor Mullor, amigo y representante de Karol Wojtyla en México durante el apogeo de Maciel, mostró hace poco la calidad moral del ex legionario: monseñor Mullor (quien salió de México por intrigas de Maciel en la curia) en entrevista con Alazraki para su libro sobre Juan Pablo II rompió el silencio y reveló que en una última entrevista Maciel intentó explicarle que “a su juicio existía una doble moral: una para el pueblo y otra para los representantes de la alta política”. El nuncio le contestó con dureza: los 10 mandamientos son válidos para todos: “para el pueblo y para quienes usted considera de la alta política”.
En su entrevista con Alazraki monseñor Mullor aseguró que todos llevamos dentro un arcángel que nos hace volar hacia Dios y una serpiente que a veces nos arrastra por impensados lodazales. Resulta obvio cuál de las dos fuerzas controlaba a Maciel, el hombre que pudo haber derribado las paredes del Templo.
(resumen)
Casanova