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Bovino Milenario
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- #1
Hola compañeros, navegando encontré éste artículom y me pareció interesante:
Fuente: http://www.nospank.net/peligros.htm
Por TOM JOHNSON
LAS NALGADAS, o sea palmadas en las nalgas (conocidas en algunos países como azotes, tundas, zurras, palizas, o chirlos) es una forma de pegar a alguien y por lo tanto de violencia física. Ese solo hecho debería hacer inaceptable el dar nalgadas a los niños por los mismos criterios que es inaceptable para los adultos, que no son tan vulnerables. Sin embargo, las nalgadas tienen que ver con algo más que pegar: las nalgadas también invaden una de las regiones del cuerpo más privadas y sexuales--las nalgas. Para entender por completo el mal que implica dar nalgadas a los niños, debemos considerar no solamente la cuestión de la violencia física, sino también de la intrusión sexual.
Aunque el daño de la violencia física por nalgadas ha sido explicado y probado bien durante el siglo pasado en un vasto cuerpo de literatura académica, investigaciones científicas, tratados legales, y recientemente por los medios de comunicación, es muy raro que se hable públicamente y en serio de las consecuencias sexuales de las nalgadas. Este folleto aspira a aumentar el conocimiento público sobre los aspectos sexuales que hacen de las nalgadas un modo particularmente inadecuado y aún peligroso de disciplinar a los niños, se lleve a cabo por los padres, los educadores o otros cuidadores. Mientras este folleto se fija en "nalgadas," según parece la forma de castigo físico más benigna, los argumentos hechos aquí se pueden aplicar igualmente al golpear las nalgas con una paleta, una vara, un cinturón, una zapatilla o cualquier instrumento.
Las nalgas son una zona sexual
Las nalgas, a igual que los pechos de una mujer, son una zona sexual o erógena de la anatomía humana, aunque no son de verdad órganos sexuales. Es por eso que exponer las nalgas en público es considerado indecente además del exhibicionismo ilegal, y que exponerlas en una película o en televisión constituye la desnudez. Es también la razón por la cual alguien que soba las nalgas a otra persona sin su permiso es visto como un delincuente sexual según la ley. La naturaleza sexual de las nalgas se explica no solamente por su proximidad a los órganos genitales, sino también por su alta concentración de terminaciones nerviosas que conducen directamente a los centros nerviosos sexuales. De ahí, las nalgas son un lugar mayor de señales sexuales.
Los niños son seres sexuales
La sexualidad de las nalgas es importante no solamente para los adultos, sino para los niños también. Aunque son sexualmente inmaduros y sin una libido activa, los niños nacen siendo seres sexuales neurológicamente completos con la capacidad de tener sensaciones eróticas. La existencia de pedófilos, además, significa que los niños pueden ser también blanco de intenciones sexuales. Por mucho que nos guste imaginar la niñez como un mundo inocente y despreocupado fuera de la influencia de sexualidad, fallamos a los niños si dejamos de reconocer que ellos también tienen zonas erógenas que merecen consideración y respeto.
Las nalgadas como delito sexual
Ya que los niños son seres sexuales y que las nalgas son una región sexual del cuerpo, nos deberíamos preguntar si es correcto dar a los niños palmadas en las nalgas. Entendemos por lo general que sobar o acariciar las nalgas a un niño es un delito sexual (aún si el niño no lo comprende así). Sabemos también que darle palmadas en las nalgas a un adulto es un delito sexual (aún si el delincuente no obtiene placer sexual por hacerlo).
La pregunta, entonces, es por qué no se considera un delito sexual darle palmadas a un niño en las nalgas. ¿Es acaso porque las nalgadas, a diferencia de las caricias, son físicamente dolorosas y usadas para castigar? No, pues si esa fuera la razón, dar nalgadas dolorosas a un adulto por su mala conducta tampoco sería un delito sexual. ¿Es porque los niños son menos propensos que los adultos a ser blancos sexuales, menos propensos a sentirse agredidos, y menos necesitados de protección? No, pues si así fuera, acariciar las nalgas de un adulto sería un crimen mucho más grave que hacer eso a un niño.
Una explicación más sencilla para esta falta de coherencia es que la mayoría de la gente no puede o no quiere creer que haya algo indecente acerca de una costumbre tan arraigada, común y aceptada como el dar nalgadas a los niños--algo que casi todo el mundo ha recibido, dado, o presenciado al menos una vez. Y puesto que las nalgadas vienen típicamente de una figura de autoridad estimada o hasta querida, muchas personas están muy renuentes a dudar de esta práctica.
En todo caso, el derecho a no ser víctima de una agresión sexual es uno de los principios básicos de libertad más reverenciados por el mundo libre. Y ya que este principio se aplica a los adultos, debería aplicarse igualmente, si no ante todo, a los niños que no tienen la edad de consentimiento. Tal vez darles nalgadas sea una costumbre tradicional, pero no merece la pena continuar ninguna tradición que los agreda tan gratuitamente.
Algunas personas creen que las nalgadas están justificadas o incluso forman parte de los mandatos bíblicos, del libro de Proverbios para ser exactos. Sin embargo, hay una distinción clave que les debería interesar a los fundamentalistas entre la práctica en la época del rey Salomón de golpear a la gente en la espalda y la costumbre moderna de pegar en las nalgas: la segunda no se prescribe en ninguna parte de la Biblia. Además, hay que tener en cuenta que el Antiguo Testamento contiene pasajes que podrían ser (y en algunos casos han sido) interpretados como respaldo divino para golpear a las esposas, la guerra racial, la esclavitud, apedrear a los niños rebeldes y otras prácticas consideradas ultrajantes hoy en día. Como escribió Shakespeare, "El diablo puede citar la Escritura para sus fines."
Las nalgadas como abuso sexual
Como en siglos pasados, hay personas hoy que se excitan sexualmente con las nalgadas. Esta característica, que es expresada a menudo en pornografía y asociada con el sadomasoquismo, se llama en la literatura científica el flagelantismo. Mientras que muchos flagelantes buscan nalgadas de consentimiento entre adultos, algunos encuentran las nalgadas a menores o más excitantes o más oportunas.
En muchos lugares del mundo, los padres y tutores, maestros, profesores y directores escolares así como otros cuidadores, les pueden dar legalmente nalgadas a la fuerza a los niños de hasta dieciocho años. Por consiguiente, es fácil para los flagelantes obtener puestos donde pueden abusar de niños con poco o ningún miedo a recibir quejas. Siempre que la sociedad siga viendo las nalgadas como un acto legítimo de disciplina, y siempre que se suponga que los jóvenes que reciben tal castigo lo han "merecido," los que abusan dando nalgadas tienen un disfraz moralizador y efectivo para sus motivos verdaderos. La historia, las actas judiciales, y las noticias contienen numerosos casos de abuso flagelante contra víctimas indefensas, y no se puede saber cuantos casos han tenido lugar sin llegar a ser denunciados.
Quizás algunos adultos piensen: "Pues yo sé que mis intenciones son puramente no sexuales, entonces no tienen de malo nalgadas que yo dé a un niño " El problema principal con este razonamiento es que deja de considerar a todos los niños que están a merced de otros adultos, entre quienes siempre habrá unos con motivos menos puros--y no necesariamente obvios. Incluso las nalgadas que no tienen ningún motivo sexual contribuyen al pretexto del que dependen los que abusan dando nalgadas, reforzando la vieja coartada: " ¿Cuál es el problema? Mucha gente le da nalgadas a sus chiquillos."
Las nalgadas y el desarrollo psicosexual
Aún sin motivos sexuales por parte del castigador, las nalgadas pueden alterar el desarrollo sexual y psicológico normal de un niño. Porque las nalgas están tan cercanas a los órganos genitales y enlazadas de forma múltiple con los centros nerviosos sexuales, que dar palmadas ahí puede provocar sensaciones fuertes e involuntarias de placer sexual. Esto puede ocurrir hasta en los niños muy jóvenes a pesar del gran dolor y angustia que les produzca.
Este tipo de estimulación sexual, que socava todo propósito disciplinario y que la mayoría estaría de acuerdo en que no es adecuado para menores en cualquier contexto, puede hacer que un niño ligue su sexualidad a la idea de las nalgadas. Es posible que esta fijación le cause problemas en la vida adulta. O, en cambio, el niño puede reaccionar contra estos sentimientos de placer indecorosos reprimiendo su sexualidad, de tal modo que tal vez como adulto, él (o ella) tendrá dificultades para gozar el placer sexual y lograr la intimidad.
Otro peligro es que la mezcla confusa de placer con dolor volverá a ser la base para tendencias sadomasoquistas permanentes. El sadomasoquismo, en que siente placer al infligir o recibir dolor, empuja a comportamientos destructivos hacia sí mismo y los otros y desde ahí a la sociedad en general. Mientras que la intensidad y los antecedentes del sadomasoquismo varian mucho entre individuos, la inmensa mayoría de casos estudiados señalan la misma causa primaria: azotes durante la infancia, usualmente en las nalgas.
Sería difícil calcular las probabilidades de que dar nalgadas a un niño conduzca a aberraciones psicosexuales. Sin embargo, el mismo hecho de que haya alguna posibilidad de originar estos problemas debería ser razón suficiente para abandonar la práctica. (Es importante hacer notar que incluso los niños que no reciben nunca nalgadas ellos mismos pueden quedar impactados negativamente por viendo a otros niños ser castigados de esta manera.) Los riesgos son completamente injustificables.
Las nalgadas y el pudor
Imagine su reacción si una figura de autoridad, habiendo descubierto alguna fechoría suya, le sujetara a través de su regazo y empezara a darle palmadas en las nalgas. Aparte del dolor, la mayoría de la gente consideraría esto un grosero e imperdonable atentado contra el pudor, sin importar qué hubiera hecho para "merecerlo."
Mucha gente quizás suponga que los niños, sobre todo los muy jóvenes, son demasiado ignorantes o inocentes para sentir tal humillación, ó que tal vez se quedan demasiado impresionados por el dolor físico de las nalgadas para que ésto les importe mucho. No obstante, la verdad es que nalgadas pueden lastimar gravemente el sentido de pudor de un niño. Cuando un niño tiene suficiente edad para decirle que se comporte púdicamente (que no es solamente una exigencia social, sino también una precaución prudente contra los agresores sexuales), él lo internalizará y cultivará el pudor como valor que aumentará con su edad. Este valor persistirá aunque el niño recaiga en comportamientos impúdicos de vez en cuando, como hacen la mayoría de los niños. Por consiguiente, el niño a quien se pega en las nalgas puede experimentar una vergüenza sexual profunda y duradera, sobre todo si el castigo se hace delante de otros o impone la desnudez. De hecho, hay algunos adultos que enfatizan a propósito esta humillación como parte del castigo (y algunos quienes , realmente, no limitan tal castigo a los niños más jóvenes ni siquiera a los preadolescentes). Pero igual que el infligir la vergüenza sexual es una manera impensable de castigar a los adultos en una sociedad civilizada, es una manera ultrajante de tratar a los niños.
Es una contradicción rara, además, que los adultos exhorten a los niños a tener pudor mientras los castiguen con un método que les quita su pudor y su intimidad de forma agresiva. Tales mensajes contradictorios confunden a los niños ó los hacen escépticos hacia la autoridad adulta. Especialmente si los adultos esperan infundir a los niños valores de pudor, dignidad, y respeto por otros--valores que se vuelven muy importantes durante las pruebas de la pubertad y la adolescencia--deberían dar buen ejemplo y abstenerse de la práctica irrespetuosa de dar palmadas en las nalgas.
Conclusión
Las nalgadas tienen un lado sexual además de un lado punitivo. Nuestra cultura y los medios de comunicación parecen tener un conocimiento generalizado de este hecho, por muy tácito que sea. No obstante, la sociedad ha dejado de hablar francamente sobre las implicaciones serias de la dualidad punitiva/sexual de las nalgadas. En vista del poder para corromper que tiene el sexo, junto con la coacción que es inherente al castigo, deberíamos asustarnos ante la mera idea de imponer disciplina por medio de nalgadas--tanto más cuando es dirigida a un grupo de personas tan indefensas, frágiles y confiadas como los niños.
Fuente: http://www.nospank.net/peligros.htm
“Es un trato asqueroso y tiránico que sin duda se consideraría un insulto si fuera infligido a los adultos . . . Piense también en que tan vergonzosos, tan peligrosos al pudor son los efectos producidos por el dolor o el miedo de las víctimas. Esta emoción de vergüenza hiere y degrada el espíritu, haciéndole huir y odiar la luz de día . . .”
Quintilian, A.D. 35-95
“Pero lo que Usted no estaba tan preparado para creer, es que hay personas que son estimuladas sexualmente por los golpes de las varas, y excitadas en una llama de lujuria por ser fustigadas . . . Un caso extraño del poder que tiene la fuerza de la educación por introducir vicios inveterados en nuestras morales . . .”
Johann Heinrich Meibom, médico, 1629
Por TOM JOHNSON
LAS NALGADAS, o sea palmadas en las nalgas (conocidas en algunos países como azotes, tundas, zurras, palizas, o chirlos) es una forma de pegar a alguien y por lo tanto de violencia física. Ese solo hecho debería hacer inaceptable el dar nalgadas a los niños por los mismos criterios que es inaceptable para los adultos, que no son tan vulnerables. Sin embargo, las nalgadas tienen que ver con algo más que pegar: las nalgadas también invaden una de las regiones del cuerpo más privadas y sexuales--las nalgas. Para entender por completo el mal que implica dar nalgadas a los niños, debemos considerar no solamente la cuestión de la violencia física, sino también de la intrusión sexual.
Aunque el daño de la violencia física por nalgadas ha sido explicado y probado bien durante el siglo pasado en un vasto cuerpo de literatura académica, investigaciones científicas, tratados legales, y recientemente por los medios de comunicación, es muy raro que se hable públicamente y en serio de las consecuencias sexuales de las nalgadas. Este folleto aspira a aumentar el conocimiento público sobre los aspectos sexuales que hacen de las nalgadas un modo particularmente inadecuado y aún peligroso de disciplinar a los niños, se lleve a cabo por los padres, los educadores o otros cuidadores. Mientras este folleto se fija en "nalgadas," según parece la forma de castigo físico más benigna, los argumentos hechos aquí se pueden aplicar igualmente al golpear las nalgas con una paleta, una vara, un cinturón, una zapatilla o cualquier instrumento.
Las nalgas son una zona sexual
Las nalgas, a igual que los pechos de una mujer, son una zona sexual o erógena de la anatomía humana, aunque no son de verdad órganos sexuales. Es por eso que exponer las nalgas en público es considerado indecente además del exhibicionismo ilegal, y que exponerlas en una película o en televisión constituye la desnudez. Es también la razón por la cual alguien que soba las nalgas a otra persona sin su permiso es visto como un delincuente sexual según la ley. La naturaleza sexual de las nalgas se explica no solamente por su proximidad a los órganos genitales, sino también por su alta concentración de terminaciones nerviosas que conducen directamente a los centros nerviosos sexuales. De ahí, las nalgas son un lugar mayor de señales sexuales.
Los niños son seres sexuales
La sexualidad de las nalgas es importante no solamente para los adultos, sino para los niños también. Aunque son sexualmente inmaduros y sin una libido activa, los niños nacen siendo seres sexuales neurológicamente completos con la capacidad de tener sensaciones eróticas. La existencia de pedófilos, además, significa que los niños pueden ser también blanco de intenciones sexuales. Por mucho que nos guste imaginar la niñez como un mundo inocente y despreocupado fuera de la influencia de sexualidad, fallamos a los niños si dejamos de reconocer que ellos también tienen zonas erógenas que merecen consideración y respeto.
Las nalgadas como delito sexual
Ya que los niños son seres sexuales y que las nalgas son una región sexual del cuerpo, nos deberíamos preguntar si es correcto dar a los niños palmadas en las nalgas. Entendemos por lo general que sobar o acariciar las nalgas a un niño es un delito sexual (aún si el niño no lo comprende así). Sabemos también que darle palmadas en las nalgas a un adulto es un delito sexual (aún si el delincuente no obtiene placer sexual por hacerlo).
La pregunta, entonces, es por qué no se considera un delito sexual darle palmadas a un niño en las nalgas. ¿Es acaso porque las nalgadas, a diferencia de las caricias, son físicamente dolorosas y usadas para castigar? No, pues si esa fuera la razón, dar nalgadas dolorosas a un adulto por su mala conducta tampoco sería un delito sexual. ¿Es porque los niños son menos propensos que los adultos a ser blancos sexuales, menos propensos a sentirse agredidos, y menos necesitados de protección? No, pues si así fuera, acariciar las nalgas de un adulto sería un crimen mucho más grave que hacer eso a un niño.
Una explicación más sencilla para esta falta de coherencia es que la mayoría de la gente no puede o no quiere creer que haya algo indecente acerca de una costumbre tan arraigada, común y aceptada como el dar nalgadas a los niños--algo que casi todo el mundo ha recibido, dado, o presenciado al menos una vez. Y puesto que las nalgadas vienen típicamente de una figura de autoridad estimada o hasta querida, muchas personas están muy renuentes a dudar de esta práctica.
En todo caso, el derecho a no ser víctima de una agresión sexual es uno de los principios básicos de libertad más reverenciados por el mundo libre. Y ya que este principio se aplica a los adultos, debería aplicarse igualmente, si no ante todo, a los niños que no tienen la edad de consentimiento. Tal vez darles nalgadas sea una costumbre tradicional, pero no merece la pena continuar ninguna tradición que los agreda tan gratuitamente.
Algunas personas creen que las nalgadas están justificadas o incluso forman parte de los mandatos bíblicos, del libro de Proverbios para ser exactos. Sin embargo, hay una distinción clave que les debería interesar a los fundamentalistas entre la práctica en la época del rey Salomón de golpear a la gente en la espalda y la costumbre moderna de pegar en las nalgas: la segunda no se prescribe en ninguna parte de la Biblia. Además, hay que tener en cuenta que el Antiguo Testamento contiene pasajes que podrían ser (y en algunos casos han sido) interpretados como respaldo divino para golpear a las esposas, la guerra racial, la esclavitud, apedrear a los niños rebeldes y otras prácticas consideradas ultrajantes hoy en día. Como escribió Shakespeare, "El diablo puede citar la Escritura para sus fines."
Las nalgadas como abuso sexual
Como en siglos pasados, hay personas hoy que se excitan sexualmente con las nalgadas. Esta característica, que es expresada a menudo en pornografía y asociada con el sadomasoquismo, se llama en la literatura científica el flagelantismo. Mientras que muchos flagelantes buscan nalgadas de consentimiento entre adultos, algunos encuentran las nalgadas a menores o más excitantes o más oportunas.
En muchos lugares del mundo, los padres y tutores, maestros, profesores y directores escolares así como otros cuidadores, les pueden dar legalmente nalgadas a la fuerza a los niños de hasta dieciocho años. Por consiguiente, es fácil para los flagelantes obtener puestos donde pueden abusar de niños con poco o ningún miedo a recibir quejas. Siempre que la sociedad siga viendo las nalgadas como un acto legítimo de disciplina, y siempre que se suponga que los jóvenes que reciben tal castigo lo han "merecido," los que abusan dando nalgadas tienen un disfraz moralizador y efectivo para sus motivos verdaderos. La historia, las actas judiciales, y las noticias contienen numerosos casos de abuso flagelante contra víctimas indefensas, y no se puede saber cuantos casos han tenido lugar sin llegar a ser denunciados.
Quizás algunos adultos piensen: "Pues yo sé que mis intenciones son puramente no sexuales, entonces no tienen de malo nalgadas que yo dé a un niño " El problema principal con este razonamiento es que deja de considerar a todos los niños que están a merced de otros adultos, entre quienes siempre habrá unos con motivos menos puros--y no necesariamente obvios. Incluso las nalgadas que no tienen ningún motivo sexual contribuyen al pretexto del que dependen los que abusan dando nalgadas, reforzando la vieja coartada: " ¿Cuál es el problema? Mucha gente le da nalgadas a sus chiquillos."
Las nalgadas y el desarrollo psicosexual
Aún sin motivos sexuales por parte del castigador, las nalgadas pueden alterar el desarrollo sexual y psicológico normal de un niño. Porque las nalgas están tan cercanas a los órganos genitales y enlazadas de forma múltiple con los centros nerviosos sexuales, que dar palmadas ahí puede provocar sensaciones fuertes e involuntarias de placer sexual. Esto puede ocurrir hasta en los niños muy jóvenes a pesar del gran dolor y angustia que les produzca.
Este tipo de estimulación sexual, que socava todo propósito disciplinario y que la mayoría estaría de acuerdo en que no es adecuado para menores en cualquier contexto, puede hacer que un niño ligue su sexualidad a la idea de las nalgadas. Es posible que esta fijación le cause problemas en la vida adulta. O, en cambio, el niño puede reaccionar contra estos sentimientos de placer indecorosos reprimiendo su sexualidad, de tal modo que tal vez como adulto, él (o ella) tendrá dificultades para gozar el placer sexual y lograr la intimidad.
Otro peligro es que la mezcla confusa de placer con dolor volverá a ser la base para tendencias sadomasoquistas permanentes. El sadomasoquismo, en que siente placer al infligir o recibir dolor, empuja a comportamientos destructivos hacia sí mismo y los otros y desde ahí a la sociedad en general. Mientras que la intensidad y los antecedentes del sadomasoquismo varian mucho entre individuos, la inmensa mayoría de casos estudiados señalan la misma causa primaria: azotes durante la infancia, usualmente en las nalgas.
Sería difícil calcular las probabilidades de que dar nalgadas a un niño conduzca a aberraciones psicosexuales. Sin embargo, el mismo hecho de que haya alguna posibilidad de originar estos problemas debería ser razón suficiente para abandonar la práctica. (Es importante hacer notar que incluso los niños que no reciben nunca nalgadas ellos mismos pueden quedar impactados negativamente por viendo a otros niños ser castigados de esta manera.) Los riesgos son completamente injustificables.
Las nalgadas y el pudor
Imagine su reacción si una figura de autoridad, habiendo descubierto alguna fechoría suya, le sujetara a través de su regazo y empezara a darle palmadas en las nalgas. Aparte del dolor, la mayoría de la gente consideraría esto un grosero e imperdonable atentado contra el pudor, sin importar qué hubiera hecho para "merecerlo."
Mucha gente quizás suponga que los niños, sobre todo los muy jóvenes, son demasiado ignorantes o inocentes para sentir tal humillación, ó que tal vez se quedan demasiado impresionados por el dolor físico de las nalgadas para que ésto les importe mucho. No obstante, la verdad es que nalgadas pueden lastimar gravemente el sentido de pudor de un niño. Cuando un niño tiene suficiente edad para decirle que se comporte púdicamente (que no es solamente una exigencia social, sino también una precaución prudente contra los agresores sexuales), él lo internalizará y cultivará el pudor como valor que aumentará con su edad. Este valor persistirá aunque el niño recaiga en comportamientos impúdicos de vez en cuando, como hacen la mayoría de los niños. Por consiguiente, el niño a quien se pega en las nalgas puede experimentar una vergüenza sexual profunda y duradera, sobre todo si el castigo se hace delante de otros o impone la desnudez. De hecho, hay algunos adultos que enfatizan a propósito esta humillación como parte del castigo (y algunos quienes , realmente, no limitan tal castigo a los niños más jóvenes ni siquiera a los preadolescentes). Pero igual que el infligir la vergüenza sexual es una manera impensable de castigar a los adultos en una sociedad civilizada, es una manera ultrajante de tratar a los niños.
Es una contradicción rara, además, que los adultos exhorten a los niños a tener pudor mientras los castiguen con un método que les quita su pudor y su intimidad de forma agresiva. Tales mensajes contradictorios confunden a los niños ó los hacen escépticos hacia la autoridad adulta. Especialmente si los adultos esperan infundir a los niños valores de pudor, dignidad, y respeto por otros--valores que se vuelven muy importantes durante las pruebas de la pubertad y la adolescencia--deberían dar buen ejemplo y abstenerse de la práctica irrespetuosa de dar palmadas en las nalgas.
Conclusión
Las nalgadas tienen un lado sexual además de un lado punitivo. Nuestra cultura y los medios de comunicación parecen tener un conocimiento generalizado de este hecho, por muy tácito que sea. No obstante, la sociedad ha dejado de hablar francamente sobre las implicaciones serias de la dualidad punitiva/sexual de las nalgadas. En vista del poder para corromper que tiene el sexo, junto con la coacción que es inherente al castigo, deberíamos asustarnos ante la mera idea de imponer disciplina por medio de nalgadas--tanto más cuando es dirigida a un grupo de personas tan indefensas, frágiles y confiadas como los niños.