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Leyendas de México - Varios estados

Estan buenas las leyendas, nos las pude leer todas pero si hay buen material, espero encontrar algunas de nuevo leon :D
 
El Diablo
Leyenda de Baja California Norte

“Se dice que aquí en nuestro Mexicali, el diablo hizo acto de presencia en una conocida discoteca, por el año de 1960, causando el pánico entre todos los presentes, siendo algo que hasta en los medios se difundió, ocasionando que los jóvenes de esa época, la pensaran dos veces antes de ir a bailar.”

Allá por los años 60’s por la calle 11, empezaron a propagarse los centros nocturnos, en donde había música, bebidas embriagantes de diversos tipos y en grandes cantidades; en donde la clientela de jóvenes de parranda aumentaba en consideración. Los chicos invitaban a las muchachas o a sus novias a esos lugares para bailar toda la noche, emborracharse y divertirse en grande.

Los más conocidos centros nocturnos de ese tiempo fueron La Ronda, el Waikiki y Los Cocos. Muchos de nuestros padres, cuando jóvenes, eran a los lugares a los que acostumbraban ir.

Una noche, resulta que el Los Cocos, mientras todos estaban pasándola bien, entró un muchacho desesperado y casi sofocado gritando: -¡En La Ronda se apareció el diablo!

Naturalmente, nadie le creía (se pensaba que el tipo había tomado de más); pero al ver que de La Ronda salían histéricas las personas, se causó un gran alboroto. Algunos se fueron rápidamente a sus casas, otros curiosos fueron a La Ronda a ver y oír de otras personas el suceso.

Lo que las personas que presenciaron, según dijeron, fue que una persona muy elegante y bien parecido, sacó a una muchacha a bailar, ella aceptó y duraron bailando muchas horas y cuando dieron las 12 de la noche, esa persona comenzó a transformarse, saliéndole cuernos, cambiando su tono de piel y a oler a azufre, despidiendo humo; algunos dicen que se desató un gran llino ahí adentro saliendo y dejando a la muchacha desmayada, otros dicen que se la llevó.

Cuando sucedía todo esto, la histeria se dejó venir, toda la gente estaba aterrada huyendo de La Ronda, el lugar se quedó solo cuando todo eso pasó, pues todos entraron en pánico. El rumos se hizo general entre la población mexicalense, ocasionando que disminuyera demasiado el auge que tenían esos centros nocturnos, por la supuesta aparición del diablo.
 
El Ahogado de Cabo San Lucas
Leyenda de Baja California Sur

En Cabo San Lucas cuentan la historia de un hombre que sin preveer los peligros de las corrientes y remolinos que se presentan alrededor del arco natural que existe en la península, murió ahogado junto al mismo, sin que nadie pudiera auxiliarlo.

Aunque lograron sacar su cuerpo y, posteriormente, darle cristiana sepultura, dicen que el mar atrapó su espíritu y como éste sigue penando, en ocasiones aparece de manera fantasmagórica a los visitantes que después de cierta hora de la tarde se acercan al arco.

Según la leyenda, cuando los buzos se sumergen en esa parte del mar, el ahogado se les aparece y no los deja salir, como si tratara de ahogarlos también. Se cree que esa ánima en pena busca venganza y por eso pretende ahogar a otras personas.
 
El Cautivo Rafael
Leyenda de Chihuahua

Se dice que venía de una tribu de comanches y desde que tuvo uso de razón, había cabalgado con su tribu por la región de los ríos en busca de la buena caza, buscando ganado, asaltando rancherías cuando era necesario, sin permanecer en el mismo sitio por mucho tiempo.

Desde pequeño se había dado cuenta de que era distinto a los demás de su tribu por el color de su piel, de sus ojos y la textura de su pelo; aun así había sido criado en las costumbres comanches. Creció entre ellos al tutelaje de una vieja india. Aprendió su lengua y vivió una vida de perseguidor y perseguido. La tribu comanche constantemente guerreaba con los apaches, a la vez que se veía asediada por el ejército en ambos lados de la frontera. Desde niño aprendió a fabricar arcos y flechas; ya mayorcito se dedicaba a cazar con trampas, a criar caballos; como buen comanche recorrió kilometro tras kilometro sobre su caballo, siguiendo tribus de todas partes.

Todo mundo en la tribu sabía que no era un comanche neto y se imaginaba que provenía de algún ataque que su tribu había hecho en una ranchería, pero no sabían de dónde. Las pocas veces que se lo pregunto a la nana india, todo lo que ella hacía era señalar con el dedo rumbo a las tierras del sur.

Creía tener 17 años. Hace poco había tenido un problema grave con su tribu y por poco lo ejecutan. Había matado al jefe porque este le había cortado la cabeza a una niña gringa que habían tomado cautiva en tierras texanas. Solo la intervención de su nana india le salvó la vida. Sin embargo, al enfermarse de las piernas y a punto de morir, la tribu decidió abandonarlo en el arroyo, a eso ni la nana pudo oponerse. Era la ley india.

Así fue como el Cautivo Rafael se hizo Sancarleño. Pronto se hizo a la vida sedentaria y aunque no hacía amistad con nadie, resultó buen trabajador de campo, buen cazador y excelente jinete.

Medio aprendió a hablar español, se deshizo del paliacate rojo pero cuando amanecía con el pañuelo en la cabeza nadie se le acercaba. Decían que era mal “encachao”.

Supo ganarse el cariño de Cornelio y Doña Guadalupe y hasta Jacinta, quien se estremecía cada vez que lo veía cargar la montura con los dientes, al ir a ensillar su caballo una vez que se acostumbró a la silla.

Así fue como 5 años después de haber aparecido en San Carlos, el cautivo Rafael se casó con la hija de los Hernandez. Nadie supo cómo nació el idilio, pero Jacinta, con su modo de decir las cosas, dijo, sin explicaciones “me caso con el cautivo”.

De esta manera se vió forzado a ponerse apellido al efectuarse el matrimonio y ya sea por honrar a su nieva familia o por la falta de imaginación, escogió el de los Hernandez. Con Jacinta procreó cuatro hijos hasta que ella murió en el último parto.

El Cautivo Rafael, como le decían, se alivió de las reumas y se casó en segundas nupcias con Francisca Carrasco allá por 1876. Para entonces Rafael tenía 40 años y Francisca 15 , con ella tuvo también cuatro hijos. Gil, Sabino, Germana, y Cruz. Se dice que de uno de ellos desciende una de las familias de mayor estima en Ojinaga. Cierto o no, la leyenda así lo cuenta.
 
Cuca Mía
Leyenda de Durango

Eran los primeros años de la Revolución Mexicana cuando el joven Gabriel Gavira se incorporó al ejército que luchaba contra la Dictadura Porfirista. Participó en innumerables combates donde se distinguió por su valentía y pronto escaló todos los grados de la oficialidad hasta llegar a General Brigadier.

Recorrió en su carrera militar muchas ciudades de la Republica y en una de ellas sucedió lo inesperado. Conoció en la ciudad de Guanajuato a una dama de nombre María del Refugio que por su belleza lo impresionó. Era una mujer de gran belleza de la cual el militar se enamoró perdidamente y a la que por cariño llamó Cuca.

Todas las noches se veían en el balcón de la casa y pronto hicieron compromiso de matrimonio concertando la realización del evento para una fecha muy próxima. La noticia se extendió por todo el vecindario.

De pronto llegó a la jefatura de Operaciones Militares de la ciudad minera, un escueto telegrama que decía: “Es urgente la presencia de la Brigada que comanda el General Gabriel Gavira para que se presente de inmediato en la ciudad de Zacatecas”. El comandante de la plaza llamó al militar dándole esta orden escueta: -Mi general: por instrucciones debe estar usted el día de mañana en la ciudad de Zacatecas. Acuartele su tropa y saldrá esta misma noche.

Aquella orden le cayó al militar como un baño de agua fría, encuadrándose ante quien le daba la orden, hizo el saludo militar y contestó: -Enterado, mi general. Serenamente ordenó que se tocara llamada a oficiales; se reunió con ellos, les informó la salida urgente de la brigada y ordenó se tocara llamada de tropa para acuartelar. Se pudo desocupar un poco a las ocho de la noche y con paso firme se dirigió hacia la casa de su amada para darle la noticia.

Al tocar la puerta, salió la muchacha, se le colgó del cuello y le dio un beso, el militar fingiendo serenidad le contestó: -Te vengo a avisar, que la boda se realizará un poco tiempo después de la fecha que habíamos señalado, en virtud a que yo salgo para Zacatecas esta misma noche.

Cuca prorrumpió en llanto y le dijo: -No mi amor, no me dejes: yo me voy contigo. No se habló más, María del Refugio abordó el tren militar y salió acompañando a su amado como estaba previsto a las diez de la noche en punto. Poco tiempo estuvieron en la ciudad antes referida, las operaciones de la guerra reclamaron la presencia de esa brigada constitucionalista para desalojar a las tropas del Centauro del Norte de la ciudad de Torreón. Cuca como inseparable soldadura acompañó a su esposo. El combate fue reñido, al fin las tropas villistas abandonaron la plaza y la Brigada entró con honores a la Perla de la Laguna. Pasó el tiempo y considerando el presidente Carranza, que Villa tenía siempre en jaque a los estados de Durango y Chihuahua ordenó al general Gavira se hiciese cargo de la Comandancia Militar y Gobierno de Estado de Durango. Así María del Refugio se convirtió en la primera dama del Estado. El día 24 de febrero de 1918, las fuerzas del Centauro intentaron formalmente destruir un gran contingente militar federal que se encontraba acantonado en Santa María del Oro, Dgo.

Al conocer esto el jefe de operaciones militares decidió salir con un fuerte contingente de tropas a batir a los villistas. Así salió el General Gavira a hacerse cargo del personal de acciones militares. Cuca se quedó con el corazón partido, no pudo acompañar a su esposo. Se encontraba embarazada de su tercer hijo y su estado de salud era delicado. Al despedir al General le dijo: -Dios te ha de cuidar y si te toca la de malas, deja dicho que trasladen tu cadáver a mi presencia para darte el beso en el que estamos comprometidos.

El militar tuvo suerte, salió airoso en su campaña y consiguió replegar al enemigo. Entusiasmado, regresó a la ciudad de Durango para incorporarse a su esposa amada; solamente que el destino le había dispuesto lo inesperado. El delicado estado de salud de María del Refugio no resistió la ausencia del esposo querido que se encontraba en peligro y falleció repentinamente. Inútiles fueron los esfuerzos realizados por avisarle al General Gavira. Cuando llegó a su casa hacia veinticuatro horas que se había sepultado a su esposa. Recordó lo que su mujer le había dicho en el momento de su partida y sin meditarlo mucho se hizo acompañar de un pelotón de soldados y se dirigió al Panteón de Oriente. Al llegar al sepulcro sin mayores trámites ordenó la exhumación del cadáver. Él quería contemplar a su amada y entregarle el beso postrero de despedida. Grande fue su sorpresa y mayor su desesperación, al abrir el féretro y constar que el cuerpo estaba bocabajo y en las manos acusaba huellas de haber hecho esfuerzo por abrir la caja. Todo manifestaba que la señora había sido víctima de un letargo solamente y había vuelto en si cuando se encontraba ya sepultada. El general lloro como niño, llamo a varios doctores para que la revisaran; la hizo velar dos noches seguidas con la esperanza de un milagro de resurrección. Todo fue inútil, María del Refugio estaba bien muerta. Gavira desconsolado le entregó el beso de compromiso y sobre su tumba ordenó que con letras de bronce se escribiera el siguiente epitafio:

17 de Octubre de 1918

I
Fue a un tiempo honrada y hermosa
raro en mujer sin fortuna
cual ninguna cariñosa
discreta como ninguna

II
Nuestras vidas se fundieron
de amor al fuego candente
mas las iras atrajeron
del que dichas no consciente

III
Y arrebatar mi tesoro
llegóse la muerte impía
llevándose a la que adoro
en mi ausencia. Cuca mía


Así en el lote No. 261 letra E de la Mansión de Reposo destruida y abandonada, permanece la tumba de Cuca la que en un tiempo fue la Primera Dama del Estado de Durango.
 
Las primeras leyendas no tienen pérdida, las últimas están un poco más flojas; de cualquier manera, sigue siendo un tema que vale bastante la pena leer, ojalá se hicieran más aportes de este tipo.

Gracias.
 
El casino del diablo
Leyenda de Hermosillo, Sonora

Cuenta la leyenda que hace muchos años atrás en la ciudad de Hermosillo, Sonora ocurrió una especie de aparición extra normal del diablo. La historia dice que en un casino de la colonia Country Club, que era un lugar para fiestas, un 31 de diciembre se ofreció una gran fiesta de año nuevo. Este lugar era el más llamativo y la sensación en esos tiempos, a donde acudían todos los jóvenes de cualquier tipo de nivel social a bailar y disfrutar del ambiente y de una noche de diversión.

Todos los jóvenes estaban muy entusiasmados por asistir, sobre todos las muchachas quienes se arreglaban de una forma muy especial. Duraban días buscando el mejor vestido, horas haciendo su peinado y sin más decir. sus mejores zapatos para bailar toda la noche con algún muchacho. Muchas de ellas llegaban a pensar que encontrarían al amor de su vida.

Ese día una joven llamada Linda, tenía muchas ganas de ir a ese baile, tanto que duró días buscando el mejor vestido y tardó varias horas en arreglarse para convertirse en la joven más bonita del lugar. Al terminar de arreglarse fue con su mamá para avisarle que ya se iría al famoso baile, pero la mamá de Linda no la dejó ya que ella estaba en cama muy enferma y según su madre no le había dado pedido antes. Linda se había molestado mucho porque no podría ir al baile, se fue a su cuarto y duró unas horas encerrada hasta que no aguanto más.

Decidió escaparse por la ventana de su cuarto, para esto ya tenía a sus amigos fuera de su casa. La estaban esperando para irse. Llegaron al baile, entraron muy contentos y lo mejor aún es que tocaría una de las mejores bandas de la época. Linda era una joven soltera y sin compromisos.

Linda se convirtió en la joven más bonita de toda la noche, tenía varias propuestas para bailar pero ella no las aceptaba ya que estaba esperando al hombre mas guapo, caballeroso, y con un gran aroma.

De pronto entre la multitud salió un guapo muchacho de cabello negro, ojos enormes, vestido elegantemente, nadie conocía al joven apuesto, todos se preguntaban quién era. El joven invitó a bailar a Linda, ella aceptó rápidamente y dijo que era a quien ella estaba esperando. Se fueron al centro de la pista para bailar toda la noche.

A la media noche mientras bailaban Linda sentía mucho calor, sentía que algo la quemaba en su espalda, voltio a ver y miró una mancha en su vestido, así que decido ir al baño a quitarse esa mancha pero al llegar y verse bien el vestido aquella mancha no era una mancha, tenía pintada la mano de aquel apuesto y caballeroso hombre estaba marcada en su vestido. Ella pensó que era una simple mancha de su mano, así volvió a la pista de baile y terminó de bailar con aquel hombre. Después un hubo un fuerte olor a azufre, comenzó a aumentar la temperatura. Todas las personas que estaban presentes en el baile miraron hacia el centro de la pista.

Para encontrarse ante los ojos de todos una pata de gallo y otra de cabra que les salían al joven del pantalón. Linda se desmayó de la impresión. Comenzó a salir mucho humo y desapareció el joven. Ttodos los presentes salieron corriendo hasta que el casino quedó en llamas. Pero lo más curioso es que sólo quedaron las paredes que aún se ven a lo lejos de la ciudad.

No se supo que pasó con Linda, mucho menos quién era ese misterioso hombre, muchos dicen que fue internada tras una crisis nerviosa, otros que está con el demonio. Después de lo que sucedió ese día el casino cerró sus puertas ya no se volvió a realizar ningún evento.

El casino se encuentra actualmente en un cerro, a la vista de cualquier hermosillense, hay casas, edificios, pero es habitado muy poco ese sector por miedo a que vuelva a suceder algo similar, aunque estén solo las paredes del casino.

Se fueron a realizar entrevistas a los vecinos del casino o a los testigos .Se encontraron con varias versiones de la leyenda. La señora Refugio Martínez dice que como a la tercera pieza la muchacha comenzó a sentir algo que la quemaba y allí se dio cuenta que al joven le salía una pata de gallo y otra de cabra.
 
Muchas gracias altoro80 por el aporte al tema, esa es la actitud, de compartir!!:)

Respecto al comentario de SpleenMuffin, voy a tratar de poner leyendas con la misma redaccion de las primeras, que creo yo es lo que les da su toque mismo de leyendas, o por lo menos, que tengan un poco mas de contenido.

Una disculpa por haber estado ausente estos días pero ya me hacían falta unas vacaciones jejeje; ahora sigamos con las leyendas...


P.D. Muchas gracias altoro80 por respetar el formato de como he estado posteando las leyendas.
 
El Charco Verde
Leyenda de Sinaloa

El charco verde se localiza en donde comienza la Quebrada de El Salto, la que se constituye en un afluente de la de Ventanas, y que posteriormente se le conoce como Rio Presidios, con desembocadura en el Océano Pacífico por la localidad de Villa Unión, Sinaloa.

La leyenda de este “Charco Verde” se remonta a la época del Porfiriato, época en que por los límites del estado de Sinaloa y Durango, merodeaban personajes como Heraclio Bernal e Ignacio Parra. Bernal era conocido como “El Rayo de Sinaloa”, aunque nacido en el municipio de Santiago Papasquiaro, Durango; a principios del siglo XIX. Registran las consejas que en aquella época, en municipios duranguenses como Tamazula, Otáez, Canelas, Santiago Papasquiaro, Canatlán, Indé, Guanasevi, Tepehuanos, Coneto de Comonfort, El Oro, San Bernardino, San Dimas y Pueblo Nuevo, había ricos centros mineros al igual que en el estado de Sinaloa.

Por el rumbo de Cosalá, en el estado de Sinaloa, existió una localidad llamada Guadalupe de los Reyes, en las cercanías de San Ignacio. En esta localidad, un campesino Heraclio Bernal fue acusado injustamente de un delito que no cometió y por el que fue a prisión. Bernal escapó de tal encierro y se dedicó a formar gavillas con el fin de cobrarse las injusticias al verse privado de su libertad. Asaltaba los centros mineros, tanto de Durango como de Sinaloa, así como las conductas en que los ricos mineros transportaban sus metales preciosos ya fundidos a las grandes ciudades en las que residían sus propietarios o asociados.

Con una parte de lo que Bernal robaba, ayudaba a los campesinos de las regiones por donde merodeaba y los campesinos, en agradecimiento mal informaban; Bernal después de hacer una de sus visitas a los mineros y hacendados, se disfrazaba de leñero o de carbonero para así escapar de sus persecuciones que las acordadas organizaban en su contra. Las acordadas eran rurales que estaban al servicio del gobierno y en la mayoría de las ocasiones, al servicio de los ricos hacendados, mineros o terratenientes.

Las consejas dicen que allá por el año 1890, Bernal traía un cargamento de barras de oro y plata selladas que había reunido de las “visitas” que había hecho a los minerales de Charcas, Cópala, Panuco, Gavilanes y Ventanas entre otros, enfilando rumbo al estado de Durango. Se dice que lo traía “El Rayo de Sinaloa”, eran de 20 a 30 barras de plata y oro selladas. Con su precioso cargamento, Bernal enfiló rumbo a la región de Pueblo Nuevo, tomando el camino real, el cual en uno de los tantos periodos, el presidente de la Republica, había mandado a construir.

Bernal se ingresó por la comunidad de Chavarría, donde comenzaba la hacienda de El Salto; una de las haciendas más importantes en la sierra de Durango, al encontrarse la sierra madre occidental con buenos pastos y ricos bosques de coníferas. Ya cerca del casco de la hacienda, fue avisado por sus vigías que los guardias de las haciendas mineras del Estado de Sinaloa le darían alcance en una jornada más. Bernal sopesó la situación y tomando en cuenta que por la hacienda de Otinapa eran los terrenos en los que Octavio Meraz tenía bajo dominio, se vió en el apuro de encontrar una solución. Octavio Meraz era un aguerrido jefe de las acordadas del Gral. Juan Manuel Flores, gobernador del Estado de Durango, y que tenía a Bernal en apuros, por lo que se vió en la necesidad de enviar a sus hombres de confianza a esconder el cargamento. Los hombres de Bernal informaron a éste que debajo de la casa grande de El Salto se encontraba un gran charco sobre la quebrada y que a pesar de ser tiempo de secas, no se le veía fondo. Además contaba con la ventaja de que la hacienda se encontraba sola, ya que la familia Acosta, encargada de la misma, no se veía por los alrededores. Bernal se puso a pensar en las desventajas de la situación y vió que con las doce mulas cargadas de barras de oro y plata no podía huir; ordeno a sus compañeros arrojar las barras de los preciados metales al “Charco Verde”, que como se mencionó anteriormente, ya tenían localizado.

Se calcula que cada mula traía dos barras con un peso de 32 a 35 kilogramos cada una, las cuales se dice Bernal ordenó arrojar a ese lugar. Una vez liberadas las mulas de su preciosa carga, el bandolero pudo escapar de sus perseguidores, pensando en volver a rescatarlas, cosa que nunca logró porque tras varias persecuciones y escaramuzas, nunca pudo regresar por ese cargamento, el que sin duda, aún se encuentra en el fondo del “Charco Verde”.

Se ha corrido la voz de que un grupo de personas de El Salto quisieron desaguar el charco al meter motobombas y desviar el agua para sacar el valioso cargamento y según se dice nunca pudieron sacar el agua. Tal parece que “El Charco” reclama para sí el tesoro o será la voz del pueblo que a través de generaciones así como historiadores, quisieron hacer de una leyenda, una realidad. Otra anécdota en cuanto al tesoro de “El Charco Verde”, es lo que ocurrió a finales de los años treinta, en el siglo XX. Se cuenta que era un verano, durante la época en que escaseaba el agua en El Salto. Una mujer iba a lavar la ropa de la familia de un militar miembro del 40 batallón de línea, que se localizaba establecido en este lugar; ella tenía por costumbre ir a lavar al arroyo. Uno de tantos días mencionado, el militar acompaño a su esposa y sus hijos a la quebrada de El Salto. Ella iba a lavar la ropa de la familia y para ello se dirigió a las corrientes que surgían, arroyo abajo, del “Charco Verde”.

Mientras su esposa lavaba la ropa, el militar se descalzo de sus botas y junto con sus hijos se puso a jugar a las orillas del “Charco Verde”. Fue al estar jugando con los pies dentro del agua, que identificó un objeto en el fondo, este notó que por el peso, color y sonido pudiera ser plata. Sin duda que sí lo fue, porque el militar y su familia se desaparecieron de El Salto.
 
El Crimen del Chino Galán
Leyenda de Sonora

Era una tarde normal en los meses invernales con su habitual aburrimiento en el barrio El Tápiro.

Con la llegada de los chinos al mineral de Cananea, también proliferaron los burdeles, ya que es sabido de esta raza, son además de fecundadores, también muy dados a la lascivia. Al menos los orientales de esa época enseñaron el cobre en cuanto se empezaron a acomodar y a prosperar con lo que a ellos se les da de maravilla, el comercio.

Comenzaban a pie o con un burro cargado de verdura, y a los pocos meses ya se establecían en edificios que levantaban en los lotes del barrio El Ronquillo.

La verdura la sembraban a orillas del arroyo que va por donde principian las faldas de la Mesa Sur; y para conservar el producto aprovecharon un tiro abandonado (que permanecía muy fresco durante el verano).

Daniel Lee Tong esa mañana del mes de diciembre de 1929 se levantó con gran animosidad, se vistió y apenas si probó un sorbo de una bebida que ellos llamaban “corazón de soya” saliendo presuroso a la cueva para empezar a empacar en su carreta algo de cebollas y cilantro que debía entregar en uno de los comercios más grandes del Ronquillo.

La cueva quedaba a unos cien metros de su casita de madera ajada donde encerraba en el corral de caballos, lo cual era su afición el salir cada domingo a pasear por los alrededores.

Daniel era como de unos 27 años, y su aspecto físico nada desagradable para las muchachas mexicanas que se lo comían con la mirada cada mañana que pasaba cargado de verdura.

Los chinos tienen una característica que mucho les ayuda en su trato con el sexo débil, su sonrisa entre burlona y bonachona, con la cual las mujeres se rendían y más a Daniel al que consideraban irresistible.

No todas las muchachas eran solteras, y el chino verdulero no dejaba ni una para comadre. Su papá le decía que tuviera mucho cuidado pues los mexicanos son muy celosos. Y como Don Rafael “El Chapo” Lee como se le conocía, era cristiano, le recomendó que no debiera desear la mujer de su prójimo.

Pero Daniel que era mujeriego sin control ni pudor alguno, le respondió: “también dice la Biblia: dejadlas que venir a mí, no las rechacéis”.

George Simpson se llamaba el tripulante de la diligencia que viajaba dos veces por semana a Bisbee, Arizona. Cosa que aprovechaba Miss Helen para verse a sus anchas con el chino Daniel, sin importarles que fueran objeto de miradas suspicaces que inevitablemente se encargaron de llevar a los oídos del gringo el comportamiento amoroso e indecoroso de su señora esposa.

George era bastante bueno para el revolver pero también sabía usar la navaja con precisión pues ranchero como era, se crio trasquilando ovejas y ocasionalmente capando toros.

Daniel aunque fornido no tenía la fuerza del norteamericano que fácil lo sujetó por el cuello y le dejó “encargada” el arma blanca la cual le perforó el corazón de un golpe certero.

Como el verdulero no llegaba a dejar el pedido, Don Luis Wong, dueño de La Cariñosa como se llamaba la gran tienda de dos plantas que después fue la Cooperativa de Consumo Sección 65, mando investigar pues tuvo un presentimiento de que a lo mejor sucedió lo que tanto temía.

Y no se equivocó, y tanto que le decían a Daniel que se abstuviera de andar de lujurioso por allí complaciendo a tanta mujer frustrada. Le mandó decir al papá del muchacho lo que había pasado y el Chapo Lee corrió dando de gritos, no pudiendo llegas hasta la cueva dado a que le sobrevino un infarto fulminante. Ambos, padre e hijo fueron sepultados juntos en el cementerio viejo.
 
El Hechizo del Pando
Leyenda de Colima

Hilario sentía que su enfermedad se agravaba cada vez más. Desde hacía ya mucho tiempo que la padecía, y habían sido vanos todos los esfuerzos que había hecho por curarse. Bien es verdad que, como sucede siempre con los enfermos que sufren por largo tiempo, no había sido constante en curación; nunca había sido atendido por un médico siquiera por el espacio de un mes.

Él se decía para sus adentros:
¿Para qué curarme un médico? Los médicos no curan el hechizo. No pueden curarlo ni creen en él. Y sin embargo, por algo dicen que cuando el tecolote canta, el indio muere… ¡yo no tengo remedio!

Hilario estaba hechizado por una mala mujer a quien desgraciadamente había él querido con todo el corazón; pero, al fin, se habían separado por no haberse podido comprender uno a otro.

Ella tenía mal carácter, y ahora se vengaba del pobre hombre causándole un mal incurable. Todo el barrio de Manrique lo sabía, y aún había personas que aseguraban que Teófila, la amada perversa, tenía en un lugar secreto de su casa, un muñeco que era el vivo retrato de Hilario, con una espina clavada en la espalda.

Aquel infeliz se moría a pausas, sufriendo atroces dolores, ¿La espina? La espina que tenía el muñeco clavada en la espalda le causaba terribles dolencias que los médicos no saben curar, porque dicen que son los riñones. ¡Los riñones!... ¡El hechizo! El hechizo era lo que hacía padecer a Hilario. Margarita, su hermana, le hacía cuanto remedio le aconsejaban los vecinos del barrio y sobre todo los boticarios, que en Colima presentaba a los médicos una gran ayuda en el ejercicio de su profesión, pues ellos curaban la bilis, sin cobrar más que la medicina; curan piadosamente y con toda generosidad, el mal del amor, principalmente a los rancheros decepcionados que acuden a ellos en busca de consuelo, y les venden unos polvitos blancos y dulces, como si fuera azúcar molida, diciéndoles que es el polvo de enamorar, mucho más eficaz que elixir del doctor Dulcamara; ellos vendían unciones de manteca de elefante y aceite de cocodrilo legítimo para las reumas, y preparaban polvos de víbora inmejorables para las enfermedades de la sangre. Pero el hechizo… ¡el hechizo no lo curaban ni los boticarios de Colima!

Un día, ya al atardecer y con la esperanza perdida, la atribulada Margarita pensó hablarle a un médico que fuera a hacerle una visita a su hermano, no para que lo curara, sino para que lo viera y en trance fatal de muerte que ya esperaba, le diera el certificado de defunción, sin el cual no podía enterrar el cadáver.

¡Tiene una ocurrencia el gobierno! ¿Qué necesidad hay que sea un médico el que asegure que está muerta una persona, cuando la presencia del cadáver es prueba mejor que cualquier papel escrito?, pero así son las cosas.

El médico llegó ya casi entrada la noche.

La pieza estaba apenas alumbrada por una vela de grasa de buey que difundía una tenue luz amarillenta y vacilante, dando a la estancia un aspecto fantástico y lúgubre, desde la mesa en que estaba colocada, hasta otra mesa corriente llena de botellas y trastos de cocina. El enfermo, con una respiración fatigada y angustiosa, yacía en un catre de madera. En el semblante expresaba la cercanía del último momento. El médico lo examinó; escuchó silencioso y atento algunas palabras entrecortadas por la angustia de la respiración, sacó del bolsillo algunas hojitas de papel, y recetó. ¿Qué recetó? ¡Letra ininteligible, como la de todos los médicos! Letra que solo saben entender los boticarios, porque ellos todo lo saben. Antes de retirarse, el médico dio al enfermo lo único que podía darle: la esperanza (Le prometió que se aliviaría, aunque fuera un poco tarde).

Pero llamó aparte a Margarita para explicarle como debía darle la medicina al enfermo, y advertirle que ya era extemporáneo el esfuerzo por la curación, esfuerzo que hacía en cumplimiento de un deber profesional, porque un buen médico, como el soldado, tiene la obligación de luchar, aunque sea inevitable la derrota, haciéndose la ilusión de conseguir la victoria. En aquel momento recetaba por deber, pero sin esperanza.

El médico no se equivocaba, aún venía de la botica con la medicina, cuando el enfermo expiró. Bien claro lo decía el canto lúgubre del tecolote que desde el obscurecer se escuchaba entre el ramaje espeso del aguacate del corral, infundiendo en el barrio cierto misterioso terror. ¡Qué había de poder la ciencia médica contra el hechizo! Este sólo pueden curarlo los hechiceros.

Tales creencias vinieron a confirmarse poco después de expirar el enfermo, que cuando tenían su cadáver en el suelo con una teja para que ganara las indulgencias, se levantó de medio cuerpo, atemorizando a los presentes y arrojo algo por la boca. -¡Ya lo ven! -exclamaron todos -¡La postema! ¡No cabe duda, estaba hechizado por aquella mala mujer!

Sepultaron el cadáver de Hilario, que vulgarmente era conocido en el barrio de Manrique, por el apodo de El Pando, y por varios días, al oscurecer, siguió el tecolote cantando lúgubremente entre el ramaje espeso del aguacate del corral.
 
El Palacio de Medrano
Leyenda de Jalisco

Hace unos 70 años, se levantaba un edificio entre las actuales calles de Medrano y la Calzada Independencia Sur, era un inmenso caserón que cuando fue construido, quedaba a la orilla oriental del río San Juan de Dios; en ese tiempo estaba retirado de la ciudad y también ahí terminaba el pueblo de Analco. Cristóbal de Oñate mandó construir esta casa, fuerte mansión “para vivir en esta ciudad, era de altos y bajos”; pero Oñate murió en Zacatecas en 1567 y quedó este palacio sin habitar y en completo abandono.

E. Brun V., nos dice que: “El palacio sin ninguno de sus poseedores, pasó a ser albergue donde fungieron los togados, que entraron a él en 1575, sirviendo al igual desde entonces, como casa habitación de la suprema autoridad neogallega, que lo era el Presidente de la Audiencia, quien al mismo tiempo usaba y servía siempre el cargo de Gobernador de Nueva Galicia”.

En 1588, se casaron Nuño Nuñez de Villavicencio y María de Lomas, pero como Nuño era Oidor en Audiencia requerían sus nupcias un permiso real, éste se casó sin importarle el permiso y el gobierno español le ordenó el destierro; en 1589, al acercarse el ejército a esta ciudad, esta casa sirvió de fortaleza a los habitantes de Analco, al paso del tiempo fue desterrado Villavicencio.

Esta casona era “inmensa en su mole, triste en su aspecto, desafiante por sus matices, simulacro y recuerdo de las antiguas construcciones tapatías; de anchos muros, corredores aplastados, vigas de madera, techos encajonados, ventanas apretadas, patio empedrado y pozo colonial, lo que todo le daba cierto dejo de pavor, de misterio y de abandono”. Pues resulta que este Palacio de Oñate, Palacio de Medrano o Palacio de la Ahorcada (dele el nombre que usted quiera), sucedió una tragedia que dio motivo a una historia y tradición a esta ciudad tapatía. Al comenzar el siglo XVIII murió Santiago de Vera, quien gobernaba a la Nueva Galicia, en estos casos estaba previsto que mientras llegaba el nuevo nombramiento de España, se escogiera un gobernador local, o bien, arribada éste trayendo asido dicho título para sí, debía ocupar el puesto de Oidor Decano.

En esta ocasión, le tocó ser Oidor Decano de la Audiencia del Nuevo Reino de la Galicia, este señor quiso ser monje pero no lo logró, pasó el tiempo y se casó con Beatriz; ya para 1608 habitaba la casona de Oñate; tuvieron varios hijos, pero en esta historia sólo nos interesarán Diego y Ana. Ana era una niña muy bella y cuando cumplió sus once años, se fugó de su casa y se refugió en el convento de Santa María de Gracia; ahí pasó su pubertad y su preparación, tranquila y feliz. Pasados ocho años, su padre la sacó del convento (ya que no la quería religiosa) porque la quería casar con el joven Pedro de Salcedo, así que al cabo de un año ya la tenía casada con un mancebo noble y rico, el cual le dio muchas joyas y prendas.

Hizose una boda con gran solemnidad y aparato, con regocijos de máscaras y de toros, así por la calidad del esposo como por la autoridad de los padres, y por las amables prendas de la novia. Para la pobre de Ana este fue un golpe tremendo, pues imagínense ustedes, ella quería seguir con su vocación de religiosa y la casan por la fuerza, pobrecilla, quedó loca, se le veía angustiada caminando muy triste por esos oscuros corredores, tétricas alcobas y desolados patios, la chispa de sus ojos se había perdido y sólo se escuchaban los lamentos y lloriqueos de ella.

Se le oía a menudo gritar:

¡Ay de ti que dejaste a Dios por un hombre!
¿Qué se hicieron tantos años de monasterio?
¿En que pararon tantas mercedes divinas?
Todo acabó, ¡condenada estás!


Al paso del tiempo, su cerebro casi estallaba por sus delirios, sus enojos y por ese sabor amargo de su desventura, así que un buen día ya muy desesperada, ingirió solimán (sublimado corrosivo) y cayó al suelo abrasándose el abdomen y le gritó a su madre quien fue a su auxilio; después de un eficiente remedio, la libraron de la muerte que ella tanto deseaba.

A los varios días, intentó arrojarse por una ventana, pero sus hermanitas que por ahí jugaban, la sujetaron a tiempo evitando que Ana cayera. De nuevo intentó desplomarse de un balcón y su padre ágilmente trató de salvarla, pero Ana, tan confusa y perturbada, no lo reconoció y le hizo “dar tan despiadada y mortal caída, que a poco más ahí mismo lo deja listo para la sepultura”.

Al ruido y alboroto que ocasionó esto, los familiares y servidumbre corrieron a ver qué pasaba, así que cargaron con el Oidor y a Ana la encerraron en una alcoba. Dejemos un momento a la señora Ana y su moribundo padre, y veamos a Diego, el otro hijo de esta pareja: Diego era un joven alegre, “divertido genio, gallardo brío, gentil compostura, bullicioso y valentón, y de libre y disipada lengua, por lo que dio muchos desazones a sus padres… y tenía a muchos ofendidos”.

Diego fue novicio de Santo Domingo en el convento de la ciudad de México, hasta que logró ser sacerdote. Un día de esos, venia Diego de cierto casorio que se había celebrado cerca de la casa de sus padres, montando en su brioso caballo, pronto dejó atrás al indio que lo acompañaba y le servía de mozo; cual fue la sorpresa del indio al encontrar a su amo muerto en el riachuelo de San Juan de Dios; lo extraño era que el arroyo tenía poca agua, ¿acaso fue asesinado por venganza de sus muchos enemigos? ¿Fue muerte natural? ¿Jugarretas del destino? Enterraron a Diego en algún pueblo vecino, posiblemente Analco.

Al pasar la tragedia de su hijo, se agravó el estado de Francisco, los médicos le dijeron que ya “la vida se le iba”, así que “dispuso sus cosas y mandó se trasladase el cuerpo de su hijo, del pueblo donde había sido enterrado, al mismo sepulcro que al suyo se le diese”. Mientras que doña Beatriz atendía a su moribundo esposo, Ana aprovecho que no la cuidaban y se ahorcó; cuando su madre la encontró en ese estado tan terrible sintió desmayar, la amortajaron en secreto, la vistieron con un hábito de San Francisco y le dijeron a los sacerdotes que había muerto súbitamente, así la enterraron en San Francisco esa misma tarde.

A las pocas horas después expiró su padre y a la mañana siguiente lo enterraron en la misma sepultura de Ana, y con ellos el cuerpo de Diego; Navarrete en su “Compendio de la Historia de Jalisco”, nos dice que: “Este triste acontecimiento causó pavorosa sensación entre los vecinos de la ciudad y se esparció el rumor de que los tres muertos se aparecían en las noches, paseándose por el palacio, por las orillas del rio y por el centro de la ciudad…”. Cosa que hizo que muchos horrorizados vecinos huyeran a otros barrios de Guadalajara.

Remodelo este edificio el oidor Francisco de Medrano en 1740, la gente bautizó ahora a esta casona como el Palacio de Medrano; en 1750, se comenzaron a celebrar las audiencias en el sitio del actual Palacio de Gobierno y el Palacio de Oñate comenzó hacia su ruina. Al tiempo se reparó y sirvió de mesón, pasaron los años y se convirtió en vecindad (también como cuartel). En 1918, se dividió esta vieja finca en predios y en 1931, por los meses de julio y agosto, este edificio se destruyó, desapareciendo así el más antiguo de los monumentos históricos de esta ciudad, el Palacio de Oñate, Palacio de Medrano o Palacio de la Ahorcada. Actualmente este terreno está ocupado por la Arena Coliseo.
 
Gracias por las leyendas :)

Solo como nota cultural, Cuca Mía fue real, la leyenda de Durango realmente ocurrió. En el Panteón Oriente (uno de los panteones más antiguos de la ciudad de Durango, su primer tumba data de 1861) existe la tumba y el poema dedicados a "Cuca Mía". He aquí unas cuantas imágenes:

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El Cerro de Mariana Misteriosa
Leyenda de Michoacán

Michoacán. El mundo mágico de los paisajes carreteros, así como de los pequeños pueblos con los que cuenta nuestro estado, funda su principal riqueza en aquellas particulares historias que marcan un lugar por el resto de su existencia.

Sin saber si son ciertas o no, al escucharlas nos trasladan a aquellas vivencias que los más viejos de sus habitantes suelen contarnos como vividas. Estamos hablando de las leyendas surgidas en los pueblos y regiones michoacanas, en este caso, en particular, de las leyendas más importantes del Cerro de Mariana, el cual en alguna ocasión fue víctima de los enfermos celos paternos por proteger a una pequeña jovencita con este nombre, celos que, a decir de los vecinos, acabó con los habitantes de dicho lugar.

Y es que viajando por las cálidas regiones del sur de Michoacán, pasando por los pequeños pueblos de Nocupétaro y Carácuaro, los cuales aún parecen tener penetrada la presencia del modesto cura que llegó a ser el generalísimo Morelos, se tendrá que atravesar el camino conocido como Loma Larga, en donde desde cualquier punto se admira la imponencia del maravilloso Cerro de Mariana, una maravilla verdosa que muestra no sólo lo grandiosa que puede ser la naturaleza, sino toda la magia que hay detrás de las diversas leyendas que cuentan la historia de la pequeña Mariana.

Según Eloy García, versador, cronista y cuentero -además de agricultor- avecindado en la sierra de Tacámbaro, se cuenta que en el Valle de Nocupétaro habitó, en alguna lejana época, el rey de los Chichimecas y Nahuatlacas, llamado Campincherán, quien vivía en una edificación gigantesca y rica ubicada en medio del valle.

Este señor contaba con un duro carácter marcado por sus celos y tenía una sola hija llamada Marili, quien supuestamente contaba con una hermosura coronada por su preciosa cabellera que le cubría hasta sus tobillos. Un día el rey se encontraba próximo a asistir a una reunión con sus colegas los mexicas y los señores aztecas, y no sabía qué hacer con su hija mientras él estuviera fuera, ya que dudaba en llevarla consigo por miedo a que alguno de sus colegas pudiera enamorarla. Fue por esto que, no teniendo otra opción, buscó a su amigo el Satán, quien en otras ocasiones le había auxiliado.

Como era de esperarse, y ante la belleza de la joven muchacha, el Satán no pudo decir que no a la petición del celoso padre que le pedía la cuidara y protegiera de los hombres durante su ausencia. El rey se fue confiado dejando sus pertenencias, entre ellas la joven heredera, en manos del diabólico espíritu de aquel cornudo personaje, quien se comprometió a cuidarla sin haberle pedido permiso a sus superiores para hacerlo.

Al retirarse Campincherán, la preciosa dama pidió al Satán que se casara con ella: <<Por los celos de mi padre nunca he conocido a ningún novio, ni siquiera un amigo. Ahora que él no se encuentra yo me siento enamoradísima y te ruego les pidas a tus superiores te dejen casar conmigo>>. El joven diablo corrió a poner piedras y lodo encima de las pertenencias que el rey le había encargado, esto, buscando protegerlas, y recostando a la muchacha encima de aquella pequeña montaña, solicitándole que no se moviera de ahí hasta su regreso.

Cuando el diablo llegó con su superior, el diablo mayor, lo único que consiguió fue una paliza porque jamás permitiría que un diablo tuviera un suegro tan celoso como lo era Campincherán, y lo encerró bajo custodia para evitar que cometiera esa locura, razón por la cual nunca más volvió al lado de su princesa. Las piedras y el lodo que puso encima se convirtieron en lo que hoy es el Cerro de Mariana, quien ahí sigue recostada esperando a su único amor para casarse, convertida en la verde naturaleza que muestra el cerro. En cuanto al padre, se cuenta que se volvió loco, convirtiéndose en un fuerte ventarrón que rodea el cerro en busca de su hija perdida.

Por otro lado, Felipe E. Calvillo cuenta que un humilde indígena de Nocupétaro sostiene la versión de que en tiempos muy lejanos llegó al lugar la comarca del rico español Antonio X, quien como principal tesoro tenía una hija adolecente, la hermosísima y angelical Mariana, quien se enamoró de un apuesto doncel indio, viril y energético, resto de pasadas grandezas tarascas. Pero don Antonio no podía consentir el perder su gran tesoro, por lo que un 2 de mayo subió al cerro donde se encontró al diablo y con un grito desesperado aseguro:

“¡Primero muerta Mariana, y todos los que me rodean, que ella de hombre alguno…!”, el demonio aseguró recoger ese grito y la insistencia de don Antonio para evitar que Mariana se casara. Al día siguiente, durante la Fiesta de la Santa Cruz, el novio de Mariana le ofrendó a la hermosa jovencita una pequeña cruz fabricada con el oro de sus antepasados como símbolo de la unión de una raza heroica con otra raza de talento y nobleza sin igual. En ese instante se produjo un cataclismo espantoso; el cerro se desgajaba en moles inmensas, una atmosfera de fuego invadió el ambiente haciendo que la vida cesara en un instante en micha leguas a lo redondo.

El diablo había cumplido la petición del celoso padre, “antes muertos que ver a Mariana casada”. Se cuenta que sólo algunos de los habitantes salieron con vida para transmitir de generación en generación la noticia de este suceso tan raro y formidable. Hasta hoy se pueden ver los restos de la finca en la meseta del Cerro de San Antonio, que también lleva el nombre de Mariana, y se cuenta que cada 3 de mayo, en la fiesta de la Santa Cruz, se aparece una joven hermosísima entonando una triste canción y besando una pequeña cruz de oro que cuelga de su pecho.

Existe una tercera historia contada por Nicanor Strozzi, quien asegura que después de aquel cataclismo Mariana regresa cada 3 de mayo para enamorar a algún ingenuo lugareño, quien hace caso a un sinfín de peticiones por parte de la princesa para conseguir su amor; y concluyendo los favores solicitados por la joven, la ve convertida en serpiente que busca ingresar a la tumba donde fue enterrada Mariana en el momento de su muerte.

Nadie sabe si es verdad que Mariana regresa cada 3 de mayo o no, es más ni siquiera sabemos si realmente existió, lo que sí sabemos es que este tipo de historias se mantienen vivas gracias a la creencia en la magia que tienen los habitantes de estos lugares, magia que nos traslada a conocer vivencias que no necesariamente son reales pero que las adoptamos como nuestras y que dejarán siempre en nuestras memorias la duda sobre el verdadero origen del Cerro de Mariana.
 
El Ladrón del Cementerio
Leyenda de Nayarit
Escrito por Francisco Javier Nieves Aguilar


Cuentan que a mediados del siglo pasado, en el Barrio de Los Indios, de Ixtlán, había una ancianita que vivía sola en una gran casona, la cual parecía que se iba a caer. La ancianita, que no tenía a ningún ser querido que la cuidara, murió y en su última voluntad pidió que se le enterrara con todas sus joyas y pertenencias ya que no tenía a nadie que se las heredara. Así se cumplió a la señora: fue enterrada con sus cosas.

Pasaron algunos años y un guardia del panteón, que era nuevo se enteró del tesoro con el que la señora había sido enterrada. Así que decidió sacar las cosas de valor que tuviera ahí dentro.

Así, a media noche, comenzó a profanar la tumba de la cual sacó las joyas que pudo, pero a él le llamó la atención un anillo que el cadáver llevaba en uno de sus dedos.

Este, al tratar de quitárselo -no podía, puesto que el anillo se había atorado-, al no poder sacarlo, el hombre utilizó la pala que llevaba para cortar el dedo.

Pasó el tiempo y un día que estaba haciendo su ronda por el cementerio vió a una señora sobre una tumba. Pensó que era alguien que había ido a visitar a sus muertos. Se le acercó y le pidió que saliera del cementerio, que ya no eran horas de visita.

La señora no le hizo caso siguió arrodillada. El guardia del panteón se molestó y la sujeto del brazo para sacarla.

Luego se dio cuenta que a la mano de la señora le faltaba un dedo, e intrigado le pregunto qué le había pasado y le contestó, pero al comenzar a hablar el velo que llevaba puesto se le cayó dejando ver su rostro, el cual era el de la señora que estaba en la tumba que había saqueado.

El hombre salió corriendo con todas sus fuerzas pero por más que corría, la señora no le dejaba ir y ésta comenzó a desaparecer. Dicen que el guardia del panteón murió enseguida de un infarto y que al día siguiente encontraron el cuerpo junto a la tumba de la señora sin un dedo y con una expresión de terror y el cabello blanco, del miedo que experimentó.
 
El Cristo del Santo Entierro
Leyenda de Hidalgo

En el siglo XVI el poblado de Tepeji era paso obligado para los viajeros que se dirigían a la capital del Virreinato a entregar o vender las mulas que traían del norte.

Pues bien, en una hermosa tarde, las pocas personas que paseaban por las cercanías del convento, vieron que una mula se internaba por las puertas del cementerio, aun cuando algunos de ellos comentaron sobre su procedencia, sobre la falta de arriero y sobre el lugar en el que el animal vagabundo buscaría refugio.

Al día siguiente, cuando el sacristán abrió la puerta de la iglesia, encontró una mula cargada con dos cajones, echada cerca de la puerta, lo que impedía la entrada de los frailes. Llamó al cura y entre ambos trataron de levantar a la acémila sin lograrlo. Esta operación se repetía cada que llegaba algún hombre, pero parecía que el animal se había adherido al suelo. Hasta que al fin alguien sugirió que se le quitara la carga, cosa que realizaron inmediatamente y enseguida el animal se levantó sin ningún esfuerzo.

Pasó el tiempo y al ver que no se presentaba el dueño de la bestia, se consultó el caso a las autoridades civiles y religiosas. Ambas convinieron en abrir las cajas para ver su contenido. Se procedió a forzar las cerraduras y se encontraron con un Cristo de gozne dividido. Y este es el Cristo guardado en una urna que se venera bajo advocación del Santo Entierro y que todos los Viernes Santos sale del templo acompañando a los cuadros de la Procesión del Silencio.
 
Ciudad de Ángeles
Leyenda de Puebla

Cuenta la leyenda que Fray Julián Garcés. Arzobispo de la diócesis de Tlaxcala, que soñó en vísperas del día de San Miguel, el 28 de Septiembre de 1530, con un campo lleno de flores y manantiales, hermoso lugar donde podrían habitar los mismo ángeles, quienes en su sueño, le mostraron la ubicación. Comento en varias ocasiones con sus compañeros franciscanos el sueño y surge entre ellos la idea de localizarlo.

Uno de los principales promotores es Fray Toribio de Benavente, originario de San Miguel Extremadura, España, quien creía que era una señal del cielo para fundar una ciudad para españoles trabajadores.

El padre general de la orden Fray Francisco de los Ángeles Quiñones y el fundador de la orden, Fray Francisco de Asís, establecieron la orden franciscana eran devotos de San Miguel y de los Ángeles, esto se refiere en aquella solemne misa de la fundación de la ciudad, el 16 de abril de 1531. Incluso cuando se decide a cambiar a la ciudad al otro lado del río, se escoge para la segunda fundación el día 29 de septiembre, día de San Miguel Arcángel, con el fin de que esté presente. A partir de entonces, se crean una serie de leyendas donde los ángeles están presentes.

El escudo de armas de la ciudad es otorgado por el Rey de España Carlos V, en 1538, y quiso que estuvieran presentes sus letras iniciales, “K, V”, ya que por el origen austriaco del Rey inicia su nombre “Karolus V” con esta letra. Además pide que se ponga una cartela con fondo rojo y letras doradas con el salmo 91 versículo 11, que dice: “Dios mandó a sus Ángeles que te custodien en todos tus caminos”
 
El Fraile
Leyenda de Tlaxcala

La siguiente historia se desarrolla en Tlaxcala, durante la época colonial de la nueva España, cuando un matrimonio de españoles acababa de tener su primer hijo, quien resultó ser una hermosa niña, la cual, aparte de la inmensa fortuna que la rodeaba, dicen que era tan blanca como la nieve. Los padres, como buenos cristianos, la llevaron bautizar con un sacerdote amigo de la familia. La niña creció y ya entrada la adolescencia sus padres murieron en un trágico accidente. Cuentan que antes de morir dejaron a la hija al cuidado del sacerdote, el cual aceptó gustoso pues la niña era su adoración, además de que la niña afectuosamente le llamaba padrino.

Los años transcurrieron y esta joven doncella cada día era más hermosa, por lo que no tardaron en aparecer pretendientes y estafadores que comenzaron a rondarla, sin embargo su padrino, el clérigo, siempre estaba al pendiente de ella y de su cuidado. Ocurrió que por esas fechas, procedente de Europa, llegó un joven aristócrata portugués venido a Tlaxcala por las deudas de juego. Éste, al llegar a Tlaxcala y aprovechando su condición social, conoció a esta joven y comenzó a cortejarla. Los halagos y promesas a dicha joven quien se enamoró perdidamente de este joven, sin embargo su padrino no estaba muy convencido y se dedicó a investigar la conducta y el pasado de dicho joven.

Se enteró de que en Portugal había dejado a su esposa e hijos y que mantenía relaciones con algunas jóvenes aristócratas, además de que frecuentaba por las noches lugares de dudosa reputación. El clérigo prohibió a su ahijada que lo volviera a ver, y decidió hablar con el joven a quien amenazó con delatarlo ante su sobrina de sus actividades y conducta si este insistía en cortejarla. El portugués no encontró otra salida que pedirle a esta bella dama que huyeran lejos al puerto de Veracruz, donde tomarían un barco que los llevaría a Europa para vivir su amor. La joven moza aceptó y quedaron de verse en la noche para huir lejos de la influencia de su padrino. Al caer la noche el joven esperaba en la puerta de la residencia a su amada, pero a lo lejos vislumbró una silueta ya conocida, era el clérigo que por una extraña razón tuvo el repentino impulso de buscar esa noche a su ahijada.

El portugués se dirigió a él y se vieron frente a frente en un puente, donde comenzaron a discutir. El joven sacó su puñal y lo clavó en la cabeza al cura el cual cayó herido de muerte a sus pies. Al ver lo que ocurría decidió arrojar el cuerpo al río. Lo arrojó, y al momento recordó que el puñal tenía grabadas sus iniciales y dedujo que al notar la desaparición del fraile, los cortesanos intuirían que el único enemigo del fraile seria él y más si encontraban el cuerpo con el puñal, razón por la que decidió huir a Perú. La joven esperó toda la noche y nunca llegó su amado. Se encerró en su casa a llorar por lo ocurrido y tiempo después fue a buscar a su padrino para buscar consuelo, pero no lo encontró. La gente comenzó a murmurar la desaparición del portugués y la del fraile y llegaron a la conclusión de que el portugués había matado al clérigo y había huido del país para evitar el castigo de las autoridades.

Transcurrieron tres años y el joven portugués recibió noticias de que la joven todavía estaba soltera y no había dejado de pensar el él. Nuevamente la avaricia y el deseo por esa joven tan hermosa y sumamente rica lo motivaron a regresar a la nueva España. Regresó y se hospedo en un mesón cercano a la casa. Al comenzar a anochecer salió a buscar a su amada, para lo cual tenía que atravesar ese puente donde dio muerte al fraile. Al momento de atravesarlo una visión espectral lo detuvo en seco, ante él estaba un cadáver putrefacto con jirones de ropa que en otros tiempos debieron de haber sido los hábitos de un fraile. Estaba dispuesto a gritar pero una fría mano se aferró a su garganta y sus ojos se apagaron.

Al día siguiente encontraron al joven portugués muerto con los ojos abiertos y sobre él estaba el esqueleto de un fraile con un puñal atravesado en la cabeza. Cuentan que todo ese tiempo el fraile estuvo esperando con paciencia el regreso de este joven para tomar venganza y velar por el bienestar de su ahijada.
 
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