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leyendas de la hermosa puebla de los angeles

divinoacuario

Bovino de alcurnia
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4 Mar 2009
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Como en toda región, toda cultura, toda civilización, se tejen leyendas durante el desarrollo y crecimiento de la Ciudad, historias que se cuentan de boca en boca, generación tras generación, historias que no son verdad obligada, pero que son creidas por quienes las cuentan y quienes las escuchan. A continuación, algunas de las leyendas más famosas desde la época de la Colonia en Puebla.


Leyendas de Puebla



El que mató al animal


La casa del que mató al animal está ubicada en la calle 3 oriente Nº 201, esquina con la calle 2 sur, en pleno centro histórico de la ciudad de Puebla, a espaldas de la Catedral. A principios del siglo XX fue el Hotel Italia; alrededor de 1940 fue vendida al coronel José García Valseca, y actualmente es ocupada por la Organización Editorial Mexicana, que edita el periódico El Sol de Puebla.



La leyenda cuenta que en la época colonial, un monstruo en forma de serpiente bajaba desde los bosques de la Malinche, continuamente amenazando a los pobladores. Cierto día, en el solar de la casona de Don Pedro Carvajal, hombre próspero y viudo, que tenía dos hijos, un pequeño de 6 años y una bella joven de nombre María apareció el monstruo que devoró a su niño. La noticia corrió por la ciudad con la promesa de Don Pedro de dar parte de su fortuna a quien matara al animal que le quitó a su hijo, de manera que así vengaría su muerte. Cuando nadie lo esperaba, llegó a la plaza un jinete armado que dejó en señal de su juramento un cartel que decía: Con amparo de la Virgen, mataré al monstruo. Este soldado era un joven de nombre Juan Luis, que pretendía a la hija de Don Pedro, y a quien le había sido negada su mano.





Salió con rumbo al oriente, por donde se sabía llegaba el monstruo, más al llegar a la plaza, asomaba la serpiente su cabeza. Después de luchar en condiciones desiguales, logró cortar la cabeza, cumpliendo así su promesa. Las autoridades premian al vencedor dándole un título nobiliario, y don Pedro otorga la mano de su hija así como la casa en recompensa. Actualmente se puede ver a la entrada de la casa, un grabado de la época en piedra, del soldado luchando contra el animal.


Fundación de Puebla, Ciudad de Ángeles


Cuenta la leyenda que Fray Julián Garcés, Arzobispo de la diócesis de Tlaxcala, soñó en vísperas del día de San Miguel, el 28 de Septiembre de 1530, con un campo lleno de flores y manantiales, hermoso lugar donde podrían habitar los mismos ángeles, quienes en su sueño, le mostraron la ubicación. Comentó en varias ocasiones con sus compañeros franciscanos el sueño y surge entre ellos la idea de localizarlo.



Uno de los principales promotores es Fray Toribio de Benavente, originario de San Miguel Extremadura, España, quien creía que era una señal del cielo para fundar una ciudad para españoles trabajadores.



El padre general de la orden Fray Francisco de los Ángeles Quiñones y el fundador de la orden, Fray Francisco de Asís, establecieron en el siglo XIII que en la orden franciscana eran devotos de San Miguel y de los Ángeles, Esto se refiere en aquella solemne misa de la fundación de la ciudad, el 16 de abril de 1531. Incluso cuando se decide cambiar a la ciudad al otro lado del río, se escoge para la segunda fundación el día 29 de septiembre, día de San Miguel Arcángel, con el fin de que esté presente. A partir de entonces, se crean una serie de leyendas donde los ángeles están presentes.





El escudo de armas de la ciudad es otorgado por el Rey de España Carlos V, en 1538, y quiso que estuvieran presentes sus letras iniciales, “K, V”, ya que por el origen austriaco del Rey inicia su nombre "Karolus V" con esta letra. Además pide que se ponga una cartela con fondo rojo y letras doradas con el salmo 91 versículo 11, que dice: “Dios mandó a sus Ángeles que te custodien en todos tus caminos”



La Campana Santa María


Se sabe que la Catedral de Puebla fue consagrada el 18 de Abril de 1649, por Juan de Palafox y Mendoza, pero sus torres fueron hechas mucho tiempo después. En 1678 comienza a construirse la torre norte, y cuando está terminada, se dispone a ponerle campanas. Una es de la vieja catedral, otras nuevas que se hicieron para tal ocasión, también se decide fabricar una campana mayor, que no funciona para los fines propuestos y por tal se tiene que destruir, y al volverla a hacer, se obtiene una pieza de casi nueve toneladas. Es en extremo pesada para los recursos con los que se contaba entonces, por lo que se dificulta su colocación en el campanario, ubicado en la torre de 73 metros de altura. En varios días no pudieron siquiera subirla.



Cuenta la leyenda que una de esas noches, estando la ciudad dormida, los Ángeles bajaron del cielo, levantaron la campana y la colocaron en el lugar que le correspondía.




El guardia nocturno de la construcción se quedó dormido hasta la mañana siguiente, y cuando despertó escuchó que los trabajadores al llegar por la mañana comentaban que no podían encontrar la campana. Para su sorpresa, durante la búsqueda, lograron verla ya colocada en la torre. Entonces, el guardia al recordar, les contó que en sus sueños vio como dos ángeles descendían del cielo, tomaban la campana y la elevaban hasta colocarla en su lugar en la torre. A esta Campana se le dio el nombre de María, porque con ella se Saluda a la Virgen María tocando el “Angelus” a las 12 del día y a las 6 de la tarde.






El Callejón del Muerto


Corría el año 1785, en la colonial Ciudad de Puebla de los Ángeles. Doña Juliana Domínguez, esposa de Don Anastasio Priego, propietarios del “Mesón del Priego”, comenzó con el trabajo de parto y era necesario ir por Doña Simonita, la partera que ayudaría a la llegada del nuevo miembro de la familia.



Era una noche lluviosa, pero Don Anastasio sin pensarlo, recogió su capa y su sombrero, dando órdenes a la servidumbre de preparar lo necesario para el alumbramiento, salió solo, a pesar del ofrecimiento de sus ayudantes de acompañarlo, a sabiendas de que la madrugada era propicia para asaltos, y así, se dirigió hacia el barrio de Analco.



Caminaba por lo obscuro de las calles alumbrándose con una lámpara de aceite, cuando de repente, en un callejón, frente a él apareció un hombre que de inmediato desenvainó y apoyó su espada en su abdomen y, amenazándolo le exigió el oro, o a cambio tomaría su vida. Don Anastasio, hábil espadachín reaccionó de inmediato, dando un salto y desenvainando al mismo tiempo, por lo que cuando el asaltante se dio cuenta, ya le había hundido su espada en el pecho, cayendo muerto de inmediato.



Por la prisa, Don Anastasio corrió hasta donde vivía Doña Simonita y en pocos minutos salieron hacia la casona para atender a Doña Juliana, tomando otro camino para evitar pasar por donde había tenido el altercado.



Poco después, recibieron a dos hermosos gemelos. Al término del trabajo, Don Anastasio llevó de regreso a su casa a la partera y, al pasar por el lugar donde intentaron asaltarlo, vieron a un grupo de curiosos que rodeaba el cuerpo y oraba por el alma de aquel desgraciado.



A partir de ese día, la gente comenzó a llamar al antiguo Callejón de Yllescas ubicado en la calle 12 Sur, entre las calles de la 3 y la 5 Oriente “El Callejón del Muerto” por el evento ahí suscitado, además de que todo aquel que pasaba de noche por ahí, veía al difunto asaltante penando, motivo por el cual, un vecino del lugar mandó a hacer misas para el descanso de aquella alma.



Tiempo después, en la Parroquia de Analco, el padre Panchito, llamado así cariñosamente por la comunidad, se retiraba junto con el sacristán, que estaba por cerrar, cuando se le acercó un hombre que le pidió lo confesara, ya que tenía una pena muy grande que no lo dejaba; por tal motivo el padre pidió al sacristán no cerrar aún, porque iría con este hombre al confesionario. Sin embargo, pasó el tiempo y el padre y aquel hombre no salían, el sacristán preocupado entró a buscarlos pero no pudo encontrarlos. Cerró y al día siguiente a las 7 de la mañana, hora de la primera misa el padre no acudió como acostumbraba. Preocupado, el sacristán acudió a la casa del padre encontrándolo muy enfermo, estaba confuso y muy alterado porque “había confesado a un hombre muerto”, y al darle la absolución, lo vio desaparecer.



Al día siguiente, el padre Panchito dejó de existir debido al impacto de haber hablado con alguien que no era de este mundo. Se dice que el alma de ese hombre dejó de penar debido a la absolución y desde entonces, ya no se volvió a ver a aquella silueta en aquel callejón, que a pesar del tiempo se le siguió llamando “El Callejón del Muerto”.



La Leyenda de los Túneles de Puebla



Se dice mucho acerca de ellos, pero no se sabe con certeza si existieron alguna vez. Hay quién asegura que fueron construidos por los franceses durante la invasión a México, entre 1862 y 1867, pero otros afirman que ya existían antes de su llegada.



Según los relatos, los túneles se conectan entre si desde la Catedral hacia varios puntos estratégicos, como el Convento del Carmen, y un segundo túnel hacia El Cerro de San Juan, pasando por el convento de San Agustín, llegando a la Iglesia del Cielo, hoy Cerro de La Paz; un tercero hacia el convento de San Antonio y el convento de Nuestra Señora de la Merced, hasta llegar al Cerro de Loreto. Otro más que salía del antiguo convento de San Francisco, pasando por la Casa de los Muñecos y llegando al Colegio del Espíritu Santo y a la casona que perteneció a quien Mató al Animal.



Lo cierto es que actualmente no hay salida hacia ellos, están identificados pero no hay acceso. Fueron tapados debido a la generación de plagas como ratas y a los malos olores que provenían de su interior, y que al final se percibían en los edificios y en las calles.



Sería muy interesante que si realmente existen, se pudiera tener acceso a ellos como en algunas ciudades europeas, convirtiendo esa parte no bien conocida, de la historia de esta ciudad, en un atractivo turístico que conlleva al misterio de lo que no está registrado en los libros, y que ha pasado como historia contada de generación en generación.



La leyenda de Popocatépetl e Iztaccíhuatl



Esta leyenda nos narra un hecho ocurrido en el tiempo en que los aztecas poblaban el valle de México, dominaban y subyugaban a los pueblos vecinos, a los cuales mantenían oprimidos y con pago de fuertes tributos. Esta es la razón por la cual se inició la guerra entre los aztecas y los tlaxcaltecas, ya que estos últimos, cansados decidieron liberarse de tal opresión. No es una leyenda colonial, ni tampoco de la ciudad de Puebla, en realidad se cuenta que sucedió en la mucho antes de la llegada de los conquistadores españoles, pero se ha contado por generaciones en toda la región de México , Puebla y Tlaxcala. Por tal razón merece ser contada.



Resulta que la hija del cacique tlaxcalteca, llamada Iztaccíhuatl, estaba enamorada de uno de los jóvenes guerreros de su padre. Era tan grande su amor, y con la obligación de ir a la guerra, que el joven pidió la mano de la princesa antes de partir, para que en el caso de regresar victorioso, pudiera de inmediato casarse con ella. El cacique aceptó y concedió la mano de su hija, para cuando regresara Popocatépetl, que este era el nombre del valiente joven, y se celebraría la boda.



Así pues, partió Popocatépetl hacia la guerra con hombres y armas, para luchar por la libertad de su pueblo contra los aztecas.



Resulta que después de cierto tiempo, otro joven, que también estaba enamorado de la princesa Iztaccíhuatl, y que regresó al pueblo antes de terminar la guerra, le informó falsamente al cacique que Popocatépetl había muerto en batalla. La princesa escuchó esta conversación, y a partir de entonces, lloraba amargamente la muerte de su amado, hasta que al poco tiempo, murió por la tristeza que no pudo superar



Al terminar la guerra, tal como lo había prometido, Popocatépetl regresó triunfante solo para enterarse de la reciente muerte de su amada. Ya no tenían sentido las promesas del cacique, pues el principal motivo de su lucha había desaparecido.



Decidió honrar a su amada haciendo una tumba muy particular: veinte mil hombres construyeron un gran cerro frente al sol, para que permaneciera en la memoria de las siguientes generaciones, a donde él mismo llevó el cuerpo sin vida para depositarlo en la cima. Le dio un beso y con una antorcha en la mano, se arrodilló junto a ella, velando su sueño eterno. La nieve cubrió sus cuerpos y así, con el paso del tiempo, se convirtieron en los volcanes que ahora podemos apreciar desde la ciudad de Puebla.



Así permanecen eternamente los enamorados, y de vez en cuando, Popocatépetl, al recordar el amor de Iztaccíhuatl, hace temblar la tierra y su antorcha revive el fuego de su corazón, cuyo humo de tristeza brota y puede verse desde muy lejos.



A partir de entonces, y hasta poco antes de la llegada de los españoles, las doncellas muertas de amores desdichados fueron enterradas en las faldas del volcán Iztaccíhuatl.



Por cierto, aquel hombre que por cobardía decidió reportar a Popocatépetl como caído en batalla, no pudo soportar el cargo de conciencia por haber desatado tan terrible tragedia, y tomó camino fuera de su pueblo, para morir solo y desorientado. Su cuerpo fue también cubierto por la nieve, convirtiéndose con el tiempo en volcán para permanecer siempre observando a quienes quiso separar, convirtiéndose en el volcán Citlaltépetl, que significa “Cerro de la Estrella” y que hoy se conoce como el Pico de Orizaba.



El valle de Puebla se encuentra ubicado precisamente entre estos tres volcanes.



El Puente de los duendes, leyenda de la sierra mixteca de Puebla

Hace tiempo ya, que en Tehuacán aconteció uno de los hechos más extraños en la historia del poblado. Don Hilario, uno de los lugareños más conocidos de la región, acostumbraba a ir de parranda todos los fines de semana a olvidarse del trabajo rutinario y encontrar algo de calma después de tanto cansancio. Don Hilario siempre regresaba a altas horas de la noche y en su camino, el puente lo esperaba para cruzar hasta la calle donde se encontraba su morada.

Generalmente sus amigos lo acompañaban, pero una noche de noviembre, una trifulca callejera impidió que la fiesta continuara y todos se dispersaron rápidamente, dejando a Don Hilario a su suerte y con suficientes copas encima como para perder la noción del tiempo y el espacio.

Sin embargo, Hilario caminó como pudo siguiendo el sendero de árboles que bien recordaba se encontraba antes del puente. Pensando que ya pronto estaría en casa y alegrándose por ello, se dispuso a cruzar el puente, cuando frente a él pudo observar una gallina grande y regordeta que al parecer había escapado de alguna casa aledaña y no sabía por donde regresar.

Hilario pensó que a esa hora nadie saldría a buscarla y fácilmente decidió atraparla y llevarla consigo, ya que la resaca del día siguiente sería muy bien controlada con un caldo de aquella bien nutrida gallina.

Decidido a obtener ese preciado regalo que se encontraba en su camino, comenzó a perseguirla, sin lograr siquiera alcanzarla. Cuando su suerte cambió y estuvo a centímetros de tomarla en brazos, la gallina corrió rápidamente hacia abajo del puente, donde Hilario la persiguió, bajando cautelosamente sin hacer demasiado ruido.

El rostro de Hilario palideció de un momento a otro y el alcohol que estaba en su cuerpo y lo hacía sentirse extraño, se desvaneció en un instante al contemplar como algunos seres diminutos, de grandes colmillos, devoraban viva a la gallina y la despedazaban para compartir su carne.

Presa del pánico, Don Hilario intentó correr a toda prisa y dejar atrás aquella tétrica escena; sin embargo, aquellas pequeñas figuras salieron de entre las sombras, persiguiéndolo y logrando con uñas y dientes, detenerlo momentáneamente.
Con las fuerzas que le quedaban, rezó pidiendo librarse de aquel suplicio que le ocasionaban las mordidas y rasguños por los cuales ya comenzaba a brotar la sangre.

Sin saber cómo ocurría, logró liberarse de aquellos diminutos seres que no dejaban de lamer su sangre. Corriendo con toda la rapidez que le era posible, llegó a su casa, donde se encerró y cayó desmayado.

Al día siguiente, Don Hilario despertó con la sensación de que todo aquello había sido una horrible pesadilla y que ahora estaba a salvo. Sin embargo, al intentarse poner de pie, se dio cuenta que en sus piernas y brazos había un dolor terrible, había restos de sangre y pudo distinguir las marcas de dientes en su piel. Don Hilario jamás volvió a beber y dejó el pueblo, deseando jamás repetir esa escalofriante experiencia.
Desde aquel entonces y hasta ahora, muchos que han cruzado el puente por la noche, aseguran haber escuchado y visto estas extrañas criaturas que dejan huellas de sangre en el camino.


El puente del Fraile, leyenda de la ciudad de Puebla

Una noche fría de noviembre, hace ya muchos años, en la ciudad de Puebla se encontraba en su hogar Doña Esperanza, una joven mujer que se dedicaba a tejer en su bastidor durante todas las tardes mientras esperaba la llegada de su marido. Tranquilamente trabajaba la mujer, cuando Don Filiberto, su esposo, llegó corriendo a su casa, desesperado e interrumpiendo a su mujer, le pidió que dejara todo y que lo acompañara a visitar a un amigo que se encontraba moribundo, por lo cual era preciso ir por un sacerdote para darle los Santos Óleos.

Doña Esperanza, llena de preocupación y angustia preguntó quién era aquél hombre que estaba a punto de morir, pues ella conocía a todos sus amigos y ninguno estaba enfermo. Don Filiberto le explicó que era un antiguo amigo que había regresado de España y que venía bastante enfermo.
Sin preguntar más, los dos se dispusieron a salir y buscar el sacerdote que su amigo necesitaba. Durante el trayecto, la mujer que además de hermosa era muy educada, preguntaba a su marido cómo había enfermado su amigo, sin que éste le diera una respuesta razonable.

El camino fue corto y rápidamente hallaron al sacerdote, al cual don Filiberto explicó lo sucedido y le pidió su ayuda, motivo por el cual los tres se pusieron en marcha rumbo a la casa del moribundo.
Caminaron por la oscura calle empedrada, Doña Esperanza al lado del sacerdote, y detrás de ellos Don Filiberto, quien iba sumamente callado y pensativo. Nadie sabía que no era preocupación por su amigo lo que sentía, sino profundos celos ante el hecho de que su esposa le fuera infiel, ya que ella era muy bella y muchos hombres caían rendidos ante sus encantos.

Don Filiberto lo había planeado hace mucho: sacar a su esposa de casa, conseguir un sacerdote que la confesara delante de él y conocer el nombre de su amante, para matarlos a ambos. A pesar de que Doña Esperanza siempre fue una mujer recatada y fiel, Filiberto siempre había sentido esos celos enfermizos por ella.

Tomando por la espalda a su mujer y empujándola contra el sacerdote, le gritaba que debía confesar con quién lo engañaba a diario mientras él trabajaba, mientras la amenazaba con una daga en el cuello.
La mujer lloraba e intentaba que su esposo entrara en razón y se diera cuenta que estaba equivocado, pero el hombre no entendía y insistía en conocer la verdad.

El padre pensó rápidamente una forma de evitar un asesinato y salir con vida de aquella locura, por lo cual, sabiendo que había un puente muy cerca del callejón, fue obligando en su caminar a que Filiberto se dirigiera hacia él. Al llegar al borde, el sacerdote pensó en aventarlo hacia el agua y escapar, pero al intentarlo, Don Filiberto le clavó la daga en la cabeza y el sacerdote de inmediato murió, dejando a su suerte a Doña Esperanza, quien finalmente pudo escapar.

Desde aquel entonces y hasta ahora, los habitantes de la ciudad aseguran que por las noches en el Puente del Fraile se puede ver la espectral figura del sacerdote, quien camina sin rumbo entre las sombras.

La amante de los ojos claros, leyenda de la ciudad de Puebla


Corría el siglo 15, cuando en la ciudad de Puebla de los Ángeles, en la calle detrás del Convento de Santo Domingo, vivía una mujer hermosa, de ojos claros y mirada profunda, doña Leonor de Osma, quien estaba casada pero jamás se había enamorado, por lo que en sus sueños, ella esperada al caballero que realmente mereciera su encanto.

Y así ocurrió, una mañana, al salir de misa, el hombre soñado llegó a su vida. Era un joven de postura arrogante llamado Gutierre de Cetina, sevillano de origen, noble y de acomodada familia; era soldado y antes de su llegada a la Nueva España había seguido a la corte por toda España, Italia y Alemania.

Al contemplar a doña Leonor de Osma, el caballero no pudo resistir al encanto de tanta belleza y cayó enamorado ante sus pies. Trató de conquistarla con frases y versos de amor que le hacía llegar mediante su servidumbre, con lo cual la dama sabía que su alma se consumía ante sus bellos ojos.
Sin embargo, doña Leonor no contestaba a sus cartas y cuando lo hacía alegaba su condición de casada, mencionándole todos los impedimentos ante aquel amor, sabiendo que a pesar de todo el joven la amaba.

El caballero nunca se sintió derrotando e intentó seguir concertando una cita hasta que llegó el momento en que doña Leonor de Osma decidió aceptar la cita y se dejo ver a los ojos del enamorado caballero desde su balcón, envuelta en finísimo velo blanco, como si la luna misma bajando del cielo, viniera a resaltar la magnífica escultura de su cuerpo.

Después de esa noche, sus amores fueron apasionados; pero la galante cortesanía de la época, sabía ocultar la intensidad de esas pasiones. Gutierre y doña Leonor eran felices, sabiendo que a pesar de no estar juntos, se amaban intensamente.

Su dicha, sin embargo fue pasajera, ya que el esposo de doña Leonor supo de aquella relación que además de dolerle en el corazón, lo humillaría algún día antes sus amistades, por lo que ordenó acabar con la vida de Gutierre. Y así fue que una noche clara de abril de 1554, mientras el joven esperaba a la hermosa dama, un hombre cubierto de pies a cabeza, clavó en la blanca carne del hombre un puñal, hasta que éste murió.
Momentos más tarde llegó doña Leonor, que terriblemente asustada y triste, lloraba la muerte de su amado, quien en su vida sólo fue una ilusión sin futuro.

Desde esa noche, muchos que pasan por la calle detrás del Convento aseguran que algunas veces puede escucharse la voz de Gutierre de Cetina recitando poemas a su dulce amor, la amante de los ojos claros.

Los muertos vivos de cholula

Hace muchos siglos ya que en Cholula se vivió una de las matanzas más grandes de la historia de nuestro país. Se cuenta que un día, llegaron a los oídos de Alvarado -conocido por los indígenas como el dios Tonatiuh- noticias de sublevación, señalándole que días atrás, sacerdotes y habitantes se habían atrincherado en la pirámide con una buena provisión de armas, esperando la distracción de las tropas españolas para atacar.

Alvarado, molesto por lo que escuchaba y alegando que las nuevas tierras eran reclamadas por los Reyes Católicos, dio la orden de recorrer casa por casa de los sospechosos, buscando detrás de puertas, altares y muros de piedra a aquellos que se atrevían a desafiarlo. Se había girado la instrucción de amarrarlos de pies y manos y llevarlos a rastras a la explanada frente a la pirámide, en el patio central.

La orden era cumplida sin reprochar. De centenares de casas salían los hombres maniatados y sangrantes, gritando que nada habían hecho y que nada planeaban, y aunque no se encontraran armas que supusieran un ataque, bastaba con que a los ojos de las tropas parecieran sospechosos, por lo que niños, mujeres y hombres eran llevados por cúmulos a la explanada.

Todos aquellos que un día habían visto con admiración a Tonatiuh, ese día lo miraban con recelo y desconfianza, incapaces de creer su crueldad hacia ellos.
Esa misma noche, Alvarado hizo cargar las armas de pólvora y en unas cuantas horas, el olor a muerte inundaba toda la región; se mezcló la brea, la sangre, la pólvora y las lágrimas, para terminar con una noche silenciosa que se imponía sobre los gritos de dolor.

Desde aquél trágico suceso, en los muros de adobe rellenos de tepalcates que forman las paredes de algunas casas viejas que rodean el centro ceremonial de Cholula, todavía se pueden escuchar las voces de las almas que nunca llegaron a comprender que el destino les tenía preparada la furia de Alvarado.

El Diablito Del Cerro De San Miguel

Hace muchos años ya que en Atlixco se acostumbra realizar año con año la celebración del día de San Miguel durante el último domingo de septiembre. Subir al cerro de San Miguel y participar de las fiestas en honor al santo era uno de los momentos que más disfrutaba el cura Uribe, quien se encargaba de llevar todos los años, la figura del diablo, recordando a la población lo importante que era evitar los pecados y jamás dejarse tentar por este maligno ser.

Un año como cualquier otro, el cura se dispuso a dirigirse muy temprano a la Sacristía de la Iglesia de San Francisco y tomar la figura para después llevarla a la celebración. Al encontrarse de frente con el diablo de madera, pudo observar como algunos extraños dibujos marcaban la espalda de la figura.

Molesto, pensando que podía tratarse de una broma de mal gusto, tomó a la figura y la llevó hasta el cerro, cubriéndole la espalda con un manto para evitar que otros vieran aquellas marcas.

Al terminar la feria y después de un día de intenso júbilo para el pueblo, el cura Uribe tomó en sus manos al diablo, para colocarlo de nuevo en la Sacristía. El camino, de por si ya pesado, se hacía cada vez más, la figura parecía pesar toneladas y los brazos le eran ya muy torpes para cargar tal peso. Los últimos pasos, ya con el diablo a rastras, fueron los peores para el sacerdote, quien con sus últimas fuerzas puso la figura en su sitio, con el frente hacia la pared, como siempre lo hacía.

Cerrando con llave y candado, se retiró a sus aposentos para al fin descansar de aquel día tan ajetreado. La mañana siguiente, cuando esperaba poder descubrir quien había dañado la imagen del diablo, súbitamente se levantó de la cama al ver en sus sueños aquel diablo con su mirada penetrante y sus labios sangrando, dirigirse hacia su lecho para terminar con su vida.

El rostro del cura palideció por completo cuando al incorporarse tuvo frente a él, justo en la repisa de su cuarto, la figura de aquel ser que lucía monstruoso y que ahora tenía más dibujos no sólo en la espalda sino en todo el cuerpo.
Mientras recordaba que nadie excepto él tenía llaves de la Sacristía y de su habitación, el aliento le faltaba y su corazón latía con extrema rapidez. Recuperando su valentía, corrió hasta la repisa, tomando al diablo con un paño blanco y se dirigió al sótano, donde lo arrojó al vacío y nunca supo más de él.

El padre Uribe murió años después, pero todos aquellos que recorren los interiores y habitaciones de los sacerdotes, aseguran que la imagen del diablo de San Miguel aparece en las puertas y en la Sacristía, esperando algún día ser liberado de la oscuridad donde fue arrojado.

El Espejo Del Diablo

Dicen que en un antiguo y lejano pueblo de la sierra de Puebla, un joven caminaba por la noche con un cargamento de espejos que debía entregar en una región cercana. Sin embargo, el cansancio y el frío lo hicieron detenerse en su camino, donde encontró a un hombre viejo, quien lo invitó a sentarse junto a él en la fogata y beber un poco de aguardiente, que mitigaría su malestar y le harían recuperar las fuerzas.

Platicaron largas horas, y durante todo el tiempo, el viejo no quitaba de encima los ojos de aquellos espejos, donde él decía, vivía el diablo. La tristeza comenzaba a notarse en la mirada del hombre y el aguardiente se consumía cada vez más rápido en su interior.

El viejo le contó al vendedor de espejos, que un día, cuando se realizaban los festejos d San Miguel Arcángel, él y su mujer decidieron asistir a la celebración, sin saber que el diablo los seguía y ese día regresaría con ellos a casa.

Todo el día fue de fiesta y baile, y al regresar, por el pueblo pasaron por diversas tiendas, en las que Matilde, la esposa del viejo, vio un enorme y hermoso espejo, el cual de inmediato el hombre compró para complacer a su mujer.

El viejo notó desde el primer día, que Matilde pasaba largo tiempo frente al espejo, observando su rostro con una mirada muy especial, lo cual al hombre no le gustó. Sin embargo, la fascinación de Matilde por el espejo comenzó a aumentar, hasta que pasaba horas frente a él, peinándose y colocándose listones de colores en el cuerpo, lo cual el viejo decía era únicamente para complacer al diablo, a quien estaba seguro, su mujer le coqueteaba descaradamente.

El enojo del viejo llegó a su límite cuando observaba que mientras él y su mujer estaban en la cama, ella buscaba mirar el espejo mientras sonreía, lo cual indicaba que ella era abiertamente la amante del diablo. Así pasaron días, hasta que una noche al regresar del trabajo, el viejo descubrió a Matilde desnuda frente al espejo, acariciándolo y con una mirada llena de fuego.

La ira del viejo se desató. Tomó a Matilde del cabello y la mató en ese mismo momento, al igual que destrozó el espejo en pedazos, terminando con la tentación del diablo.

A su mujer la enterró en una cañada y volvió al pueblo diciendo que ella lo había abandonado por otro hombre y pasó siete largos años de mala suerte, los mismos que se pagan al enfrentarse el diablo en el espejo y no volvió a conocer a ninguna mujer que lo deslumbrara como lo hacia Matilde.

El joven vendedor de espejos estaba absorto en sus pensamientos mientras miraba la fogata, y al sacudirse de aquella extraña sensación, se percató que se hallaba completamente solo, en medio de una cañada, donde no había ni una casa ni un alma. Acostado sobre la tierra, contemplaba a su lado, un espejo roto donde la figura de una mujer se miraba y sonreía.

El Chignautla

Hace miles de años que en Teziutlán, conocida como la Perla de la Sierra de Puebla, se vivió una de las historias de amor más hermosas de la historia de Puebla.

Al grito de guerra y el vibrar de los teponaxtles, se rompió el sueño de tres hermosas doncellas aztecas: Ixcaxóchitl, la dulce prometida de Xaltócan; Quilatzi, la altiva novia de Maxtla; y Yaocíhuatl, la prometida de Tayátzin.

Tristes y angustiadas, las 3 doncellas caminaron juntos con sus amados guerreros hacia la montaña, donde los despidieron y los vieron partir hacia la lucha, esperando pronto su regreso y jurando que los esperarían para casarse con ellos en cuanto la guerra terminara.

Muy lentamente pasaban los días y la incertidumbre crecía en el corazón de las jóvenes que oraban a Huitzolopoxtli, dios de la guerra, para que les permitiera a sus amados hombres, volver con ellas.

Fue algunos meses después que el padre de las doncellas, Tepáctin, regresó de la guerra. Envuelto en sudor y tierra, les ordenó a las jóvenes que volvieran a su casa, que no podían seguir esperando en la montaña el regreso de sus guerreros.

Los ojos de las doncellas se llenaban de lágrimas mientras su padre les decía que Maxtla, Tayátzin y Xaltócan habían hallado la muerte en la batalla. Ordenaba que volvieran las mujeres a su hogar y siguieran con sus labores cotidianas.
-Ya las desposarán otros valientes hombres. Ahora, vengan conmigo.

Las jóvenes, a pesar del gran respeto y amor que sentían por su padre, le dijeron que esperarían, pues así lo juraron y así lo cumplirían. Ya tendrían tiempo después para hilar sus vestidos de boda y dejar en orden su casa, pero ahora debían esperar.

Ni ruegos, ni amenazas doblegaron la voluntad de las jóvenes doncellas que a pesar de su espera, sabían bien que sus amados guerreros no regresarían, y fue así que en ese momento cada una formó un montículo donde se recostaron, hasta esperar su muerte.

Fue entonces que Mixtli, la diosa de las nieblas, llegó a la montaña y formó los mantos que cubrirían a las doncellas y de su profundo dolor, obtuvo nueve lágrimas con las que hizo nueve manantiales que aún siguen brotando y sus cristalinas aguas llegan hasta el mar, recordando las lágrimas de las doncellas que murieron de amor.

La Calle De La Calavera
En lo que actualmente es la calle 7, número 700, se vivió hace ya varios siglos una de las historias más trágicas de la ciudad.
En aquel entonces vivían en una suntuosa casa el marqués Don Juan de Ibarra, un hombre mayor de 83 años, con su esposa doña Inés Torroella, una mujer joven que al casarse con el marqués sólo tenía 23 años, y la hija de la pareja, Estrella Ibarra, una joven de gran belleza, que deslumbraba con su encantador y angelical rostro a todos los jóvenes de la capital.


Llegaba abril de 1649, cuando la ciudad se llenaba de fiesta al realizarse la consagración de la catedral, por lo que la joven participaba al igual que todos en los festejos, pero dedicaba un tiempo a rezar su rosario en el templo, sin darse cuenta que un apuesto joven la observaba.

Al mirarlo, el amor nació instantáneamente entre los dos, quienes decidieron seguirse viendo a solas durante un tiempo, a pesar de que la idea era del todo molesta para el marqués, quien le pidió a Estrella se olvidara de Alberto, su gran amor.

Estrella dejó de ver por unos días a su amado, pero al no soportar más esta separación, decidió escapar con Alberto hacia un lugar en despoblado, donde se casaron y vivieron felices, aunque esta alegría poco les duraría.

El marqués sufría en su morada la desdicha de saber que su hija lo había desobedecido y sufría alucinaciones, fiebres constantes y un dolor insoportable. Su mujer lo acompañaba en su cuarto, pero una noche, al dejarlo un momento a solas, el marqués escapó y vagando por toda la ciudad, consiguió averiguar el paradero de su hija.

Caminó y corrió hasta llegar a la puerta donde su Estrella, con el rostro pálido, quedó petrificada al verlo delante de ella. Alberto intentó tranquilizar la ira de su suegro, pero lo único que consiguió fue enfurecerlo más y que éste, lleno de rabia, lo persiguiera hasta el sótano de aquella casa, donde finalmente le clavó un puñal en el cráneo.

Doña Inés llegó momentos después, al saber de la huida de su marido, encontrando la terrible escena: su esposo moribundo, su hija paralizada y enloquecida y Alberto, muerto en el sótano, por lo que decidió llevarse a su hija de vuelta a su hogar, tratando de calmar su terrible dolor.

Una noche, en la memoria de la perturbada mente de Estrella surgió un recuerdo de su amado y de su antiguo hogar, por lo que sin dudarlo, salió corriendo hasta el lugar, donde prendió una vela y bajando hasta el sótano, encontró el cráneo de Alberto, el cual tomó en sus brazos y corrió de nuevo lanzando escalofriantes gritos de dolor, hasta caer muerta, en el umbral de la puerta.

La joven fue hallada al siguiente día, con el cráneo en brazos y desde aquel día, todos los que viven cerca de este sitio, aseguran que por las noches se escuchan los terribles gritos de Estrella que llora por su amor, y se puede ver la calavera de Alberto, brillando en lo profundo de la oscuridad.
La amistad de Nahuani y Orizaba: Leyenda del Citlaltépetl.
En la ciudad de Orizaba se cuenta que hace mucho tiempo, en la época en que los olmecas habitaban estas regiones, había una guerrera llamada Nahuani, quien siempre llevaba consigo a su amiga y consejera Orizaba, una hermosa águila pescadora.


En una de tantas batallas, Nahuani fue vencida, por lo que su amiga Orizaba, transida de dolor, se elevó a lo más alto del cielo y se dejó caer a la tierra, y el lugar en donde cayó, poco a poco se fue formando una montaña hasta convertirse en un poderoso y magnífico volcán.



Después de un tiempo, Orizaba se acordó de lo sucedido a Nahuani por lo que hizo estallar su furia haciendo erupción en varias ocasiones, y para calmar su furia, los aldeanos de la tribu debían subir a lo más alto del volcán a rendir culto a Nahuani, mediante peregrinaciones y ofrendas.


Ahora el espíritu de esa amistad brilla con toda su intensidad en el lucero de las mañanas, sobre el cerro de la estrella, el poderoso Citlaltépetl.



El Rozario De Amozoc

Durante el periodo de Virreinato, en el municipio de Amozoc aconteció un hecho que a lo largo de la historia de México ha extrañado y conmocionado a todos quienes han escuchado el relato. En este tranquilo poblado de artesanos y gente trabajadora, vivía Alberto, líder de uno de los gremios más importantes de plateros de la región. Alberto acostumbraba a reunirse frecuentemente con sus vecinos y amigos de Amozoc para celebrar las festividades del pueblo. Sin embargo, la discordia provocada por una mujer llevó a que algunos de sus más allegados compañeros decidieran alejarse de él y formar su propio gremio.

Durante el periodo de Virreinato, en el municipio de Amozoc aconteció un hecho que a lo largo de la historia de México ha extrañado y conmocionado a todos quienes han escuchado el relato. En este tranquilo poblado de artesanos y gente trabajadora, vivía Alberto, líder de uno de los gremios más importantes de plateros de la región. Alberto acostumbraba a reunirse frecuentemente con sus vecinos y amigos de Amozoc para celebrar las festividades del pueblo. Sin embargo, la discordia provocada por una mujer llevó a que algunos de sus más allegados compañeros decidieran alejarse de él y formar su propio gremio.


Llegaba la época de las primeras festividades del año y los gremios acostumbraban superar sus diferencias y unirse para compartir los gastos y por unos días, celebrar en conjunto las fiestas, que ya eran toda una tradición en Amozoc. La celebración requería que días antes de la misma, cada gremio dedicara un día entero a los preparativos; que todo fuera incluido y que cada habitante del pueblo fuera informado era lo más importante para Alberto. La alegría en su rostro aumentaba cuando se veía acompañado de Catalina, una joven de gran belleza y esplendor, quien en todo Azomoc era conocida como “La Culata”. La presencia de la joven intimidaba a muchos y molestaba a otros, sobre todo a Enrique, líder del segundo gremio más importante del pueblo.


El coraje que Enrique sentía al ver a La Culata al lado de Alberto provocaba en él los sentimientos más despreciables y continuamente se lamentaba por no haber conseguido el amor de Catalina. Su odio aumentaba cada día más, hasta el grado de que ambos gremios se miraran con desprecio y evitaran a toda costa cruzar siquiera una palabra. La situación era cada vez más insoportable y decidieron hacer sus fiestas por separado, sin que ni unos ni otros intervinieran en los festejos.


Así fue, hasta que las rencillas se hacían cada vez más notables entre los gremios. Preocupados por un posible enfrentamiento, las autoridades religiosas y civiles del pueblo citaron a ambas partes a dialogar y llegar a un acuerdo justo para los grupos de Alberto y Enrique. A pesar del profundo odio que se tenían, decidieron que las próximas festividades las llevarían a cabo en conjunto, sólo por agradecimiento a su Santo Patrono
Llegó el día esperado y todo estaba listo para la fiesta. En la Iglesia se dieron cita todos los miembros de ambos gremios y gente del pueblo. La misa se celebraba con normalidad y daba paso a la letanía; fue cuando el coro comenzó a cantar “Mater Immaculata” en latín, cuando Enrique alcanzó a ver sobre sus hombros, como Catalina besaba con suavidad en la mejilla a Alberto. La ira que se produjo en el corazón de Enrique era cada vez mayor. Entre las estrofas de aquel cántico logró distinguir las palabras “maten a la Culata”, las cuales se confundían con las angelicales voces de los niños.


Sin dudarlo más, Enrique sacó el cuchillo que siempre llevaba consigo y se abalanzó sobre La Culata. Un grito seco y estremecedor se escuchó antes de que el corazón deLa Culata cayó a los pies de Alberto y éste tomó de su cinturón el machete que lo acompañaba en todo momento. Los golpes comenzaron entre ambos bandos, interrumpiendo la celebración. Niños, mujeres y hombres pelearon y muchos de ellos murieron en aquel día de fiesta. Catalina fuera atravesado con aquel frío metal.
La Culata cayó a los pies de Alberto y éste tomó de su cinturón el machete que lo acompañaba en todo momento. Los golpes comenzaron entre ambos bandos, interrumpiendo la celebración. Niños, mujeres y hombres pelearon y muchos de ellos murieron en aquel día de fiesta.

La tragedia dividió al pueblo durante muchos años y a pesar de que las diferencias entre gremios se han olvidado poco a poco, algunos de los plateros de Amozoc aseguran que por las noches, en la Iglesia del poblado se pueden escuchar los gritos de Catalina y un coro celestial que canta “maten a la Culata”.


 
orale!!!gracias he!! ahora cuando vaya a puebla no voy a parecer tan turista!! jejejeje
 
gracias por tu comentario, y te puedo decir que puebla es un estado bello para visitar
 
Aiiii weyy que padre son las leyendas y la neta no sabia de estas leyendas ni por que vivo en Puebla jejeje se te agradece
 
Aiiii weyy que padre son las leyendas y la neta no sabia de estas leyendas ni por que vivo en Puebla jejeje se te agradece

claro, este estado aparte de ser bello, tambien tiene buenas leyendas, la que he buscado la leyenda de la llorona,pero no la encuentro, yo me entere de ella en un 2 de noviemvre en el zocalo y pues la neta se me hizo interesante. si la encuentro la posteare sin falta.
 
arriba mi Puebla querida :metal: y de los tuneles se que hay un tunel que va de catedral a los fuertes y la que no me sabia era el callejon del muerto esta interesante grax :vientos:
 
La del Popocatepetl e Iztaccihuatl estan muy buenas, excelente recopilacion
 
claro, este estado aparte de ser bello, tambien tiene buenas leyendas, la que he buscado la leyenda de la llorona,pero no la encuentro, yo me entere de ella en un 2 de noviemvre en el zocalo y pues la neta se me hizo interesante. si la encuentro la posteare sin falta.



Deja investigo esa leyenda y de la llorono deja ver que si consigo mas leyendas d Puebla
 
Como en toda región, toda cultura, toda civilización, se tejen leyendas durante el desarrollo y crecimiento de la Ciudad, historias que se cuentan de boca en boca, generación tras generación, historias que no son verdad obligada, pero que son creidas por quienes las cuentan y quienes las escuchan. A continuación, algunas de las leyendas más famosas desde la época de la Colonia en Puebla.


Leyendas de Puebla


El que mató al animal

La casa del que mató al animal está ubicada en la calle 3 oriente Nº 201, esquina con la calle 2 sur, en pleno centro histórico de la ciudad de Puebla, a espaldas de la Catedral. A principios del siglo XX fue el Hotel Italia; alrededor de 1940 fue vendida al coronel José García Valseca, y actualmente es ocupada por la Organización Editorial Mexicana, que edita el periódico El Sol de Puebla.

La leyenda cuenta que en la época colonial, un monstruo en forma de serpiente bajaba desde los bosques de la Malinche, continuamente amenazando a los pobladores. Cierto día, en el solar de la casona de Don Pedro Carvajal, hombre próspero y viudo, que tenía dos hijos, un pequeño de 6 años y una bella joven de nombre María apareció el monstruo que devoró a su niño. La noticia corrió por la ciudad con la promesa de Don Pedro de dar parte de su fortuna a quien matara al animal que le quitó a su hijo, de manera que así vengaría su muerte. Cuando nadie lo esperaba, llegó a la plaza un jinete armado que dejó en señal de su juramento un cartel que decía: Con amparo de la Virgen, mataré al monstruo. Este soldado era un joven de nombre Juan Luis, que pretendía a la hija de Don Pedro, y a quien le había sido negada su mano.

Salió con rumbo al oriente, por donde se sabía llegaba el monstruo, más al llegar a la plaza, asomaba la serpiente su cabeza. Después de luchar en condiciones desiguales, logró cortar la cabeza, cumpliendo así su promesa. Las autoridades premian al vencedor dándole un título nobiliario, y don Pedro otorga la mano de su hija así como la casa en recompensa. Actualmente se puede ver a la entrada de la casa, un grabado de la época en piedra, del soldado luchando contra el animal.

Fundación de Puebla, Ciudad de Ángeles

Cuenta la leyenda que Fray Julián Garcés, Arzobispo de la diócesis de Tlaxcala, soñó en vísperas del día de San Miguel, el 28 de Septiembre de 1530, con un campo lleno de flores y manantiales, hermoso lugar donde podrían habitar los mismos ángeles, quienes en su sueño, le mostraron la ubicación. Comentó en varias ocasiones con sus compañeros franciscanos el sueño y surge entre ellos la idea de localizarlo.

Uno de los principales promotores es Fray Toribio de Benavente, originario de San Miguel Extremadura, España, quien creía que era una señal del cielo para fundar una ciudad para españoles trabajadores.

El padre general de la orden Fray Francisco de los Ángeles Quiñones y el fundador de la orden, Fray Francisco de Asís, establecieron en el siglo XIII que en la orden franciscana eran devotos de San Miguel y de los Ángeles, Esto se refiere en aquella solemne misa de la fundación de la ciudad, el 16 de abril de 1531. Incluso cuando se decide cambiar a la ciudad al otro lado del río, se escoge para la segunda fundación el día 29 de septiembre, día de San Miguel Arcángel, con el fin de que esté presente. A partir de entonces, se crean una serie de leyendas donde los ángeles están presentes.

El escudo de armas de la ciudad es otorgado por el Rey de España Carlos V, en 1538, y quiso que estuvieran presentes sus letras iniciales, “K, V”, ya que por el origen austriaco del Rey inicia su nombre "Karolus V" con esta letra. Además pide que se ponga una cartela con fondo rojo y letras doradas con el salmo 91 versículo 11, que dice: “Dios mandó a sus Ángeles que te custodien en todos tus caminos”


La Campana Santa María

Se sabe que la Catedral de Puebla fue consagrada el 18 de Abril de 1649, por Juan de Palafox y Mendoza, pero sus torres fueron hechas mucho tiempo después. En 1678 comienza a construirse la torre norte, y cuando está terminada, se dispone a ponerle campanas. Una es de la vieja catedral, otras nuevas que se hicieron para tal ocasión, también se decide fabricar una campana mayor, que no funciona para los fines propuestos y por tal se tiene que destruir, y al volverla a hacer, se obtiene una pieza de casi nueve toneladas. Es en extremo pesada para los recursos con los que se contaba entonces, por lo que se dificulta su colocación en el campanario, ubicado en la torre de 73 metros de altura. En varios días no pudieron siquiera subirla.

Cuenta la leyenda que una de esas noches, estando la ciudad dormida, los Ángeles bajaron del cielo, levantaron la campana y la colocaron en el lugar que le correspondía.


El guardia nocturno de la construcción se quedó dormido hasta la mañana siguiente, y cuando despertó escuchó que los trabajadores al llegar por la mañana comentaban que no podían encontrar la campana. Para su sorpresa, durante la búsqueda, lograron verla ya colocada en la torre. Entonces, el guardia al recordar, les contó que en sus sueños vio como dos ángeles descendían del cielo, tomaban la campana y la elevaban hasta colocarla en su lugar en la torre. A esta Campana se le dio el nombre de María, porque con ella se Saluda a la Virgen María tocando el “Angelus” a las 12 del día y a las 6 de la tarde.

El Callejón del Muerto

Corría el año 1785, en la colonial Ciudad de Puebla de los Ángeles. Doña Juliana Domínguez, esposa de Don Anastasio Priego, propietarios del “Mesón del Priego”, comenzó con el trabajo de parto y era necesario ir por Doña Simonita, la partera que ayudaría a la llegada del nuevo miembro de la familia.

Era una noche lluviosa, pero Don Anastasio sin pensarlo, recogió su capa y su sombrero, dando órdenes a la servidumbre de preparar lo necesario para el alumbramiento, salió solo, a pesar del ofrecimiento de sus ayudantes de acompañarlo, a sabiendas de que la madrugada era propicia para asaltos, y así, se dirigió hacia el barrio de Analco.

Caminaba por lo obscuro de las calles alumbrándose con una lámpara de aceite, cuando de repente, en un callejón, frente a él apareció un hombre que de inmediato desenvainó y apoyó su espada en su abdomen y, amenazándolo le exigió el oro, o a cambio tomaría su vida. Don Anastasio, hábil espadachín reaccionó de inmediato, dando un salto y desenvainando al mismo tiempo, por lo que cuando el asaltante se dio cuenta, ya le había hundido su espada en el pecho, cayendo muerto de inmediato.

Por la prisa, Don Anastasio corrió hasta donde vivía Doña Simonita y en pocos minutos salieron hacia la casona para atender a Doña Juliana, tomando otro camino para evitar pasar por donde había tenido el altercado.

Poco después, recibieron a dos hermosos gemelos. Al término del trabajo, Don Anastasio llevó de regreso a su casa a la partera y, al pasar por el lugar donde intentaron asaltarlo, vieron a un grupo de curiosos que rodeaba el cuerpo y oraba por el alma de aquel desgraciado.

A partir de ese día, la gente comenzó a llamar al antiguo Callejón de Yllescas ubicado en la calle 12 Sur, entre las calles de la 3 y la 5 Oriente “El Callejón del Muerto” por el evento ahí suscitado, además de que todo aquel que pasaba de noche por ahí, veía al difunto asaltante penando, motivo por el cual, un vecino del lugar mandó a hacer misas para el descanso de aquella alma.

Tiempo después, en la Parroquia de Analco, el padre Panchito, llamado así cariñosamente por la comunidad, se retiraba junto con el sacristán, que estaba por cerrar, cuando se le acercó un hombre que le pidió lo confesara, ya que tenía una pena muy grande que no lo dejaba; por tal motivo el padre pidió al sacristán no cerrar aún, porque iría con este hombre al confesionario. Sin embargo, pasó el tiempo y el padre y aquel hombre no salían, el sacristán preocupado entró a buscarlos pero no pudo encontrarlos. Cerró y al día siguiente a las 7 de la mañana, hora de la primera misa el padre no acudió como acostumbraba. Preocupado, el sacristán acudió a la casa del padre encontrándolo muy enfermo, estaba confuso y muy alterado porque “había confesado a un hombre muerto”, y al darle la absolución, lo vio desaparecer.

Al día siguiente, el padre Panchito dejó de existir debido al impacto de haber hablado con alguien que no era de este mundo. Se dice que el alma de ese hombre dejó de penar debido a la absolución y desde entonces, ya no se volvió a ver a aquella silueta en aquel callejón, que a pesar del tiempo se le siguió llamando “El Callejón del Muerto”.

La Leyenda de los Túneles de Puebla

Se dice mucho acerca de ellos, pero no se sabe con certeza si existieron alguna vez. Hay quién asegura que fueron construidos por los franceses durante la invasión a México, entre 1862 y 1867, pero otros afirman que ya existían antes de su llegada.

Según los relatos, los túneles se conectan entre si desde la Catedral hacia varios puntos estratégicos, como el Convento del Carmen, y un segundo túnel hacia El Cerro de San Juan, pasando por el convento de San Agustín, llegando a la Iglesia del Cielo, hoy Cerro de La Paz; un tercero hacia el convento de San Antonio y el convento de Nuestra Señora de la Merced, hasta llegar al Cerro de Loreto. Otro más que salía del antiguo convento de San Francisco, pasando por la Casa de los Muñecos y llegando al Colegio del Espíritu Santo y a la casona que perteneció a quien Mató al Animal.

Lo cierto es que actualmente no hay salida hacia ellos, están identificados pero no hay acceso. Fueron tapados debido a la generación de plagas como ratas y a los malos olores que provenían de su interior, y que al final se percibían en los edificios y en las calles.

Sería muy interesante que si realmente existen, se pudiera tener acceso a ellos como en algunas ciudades europeas, convirtiendo esa parte no bien conocida, de la historia de esta ciudad, en un atractivo turístico que conlleva al misterio de lo que no está registrado en los libros, y que ha pasado como historia contada de generación en generación.

La leyenda de Popocatépetl e Iztaccíhuatl

Esta leyenda nos narra un hecho ocurrido en el tiempo en que los aztecas poblaban el valle de México, dominaban y subyugaban a los pueblos vecinos, a los cuales mantenían oprimidos y con pago de fuertes tributos. Esta es la razón por la cual se inició la guerra entre los aztecas y los tlaxcaltecas, ya que estos últimos, cansados decidieron liberarse de tal opresión. No es una leyenda colonial, ni tampoco de la ciudad de Puebla, en realidad se cuenta que sucedió en la mucho antes de la llegada de los conquistadores españoles, pero se ha contado por generaciones en toda la región de México , Puebla y Tlaxcala. Por tal razón merece ser contada.

Resulta que la hija del cacique tlaxcalteca, llamada Iztaccíhuatl, estaba enamorada de uno de los jóvenes guerreros de su padre. Era tan grande su amor, y con la obligación de ir a la guerra, que el joven pidió la mano de la princesa antes de partir, para que en el caso de regresar victorioso, pudiera de inmediato casarse con ella. El cacique aceptó y concedió la mano de su hija, para cuando regresara Popocatépetl, que este era el nombre del valiente joven, y se celebraría la boda.

Así pues, partió Popocatépetl hacia la guerra con hombres y armas, para luchar por la libertad de su pueblo contra los aztecas.

Resulta que después de cierto tiempo, otro joven, que también estaba enamorado de la princesa Iztaccíhuatl, y que regresó al pueblo antes de terminar la guerra, le informó falsamente al cacique que Popocatépetl había muerto en batalla. La princesa escuchó esta conversación, y a partir de entonces, lloraba amargamente la muerte de su amado, hasta que al poco tiempo, murió por la tristeza que no pudo superar

Al terminar la guerra, tal como lo había prometido, Popocatépetl regresó triunfante solo para enterarse de la reciente muerte de su amada. Ya no tenían sentido las promesas del cacique, pues el principal motivo de su lucha había desaparecido.

Decidió honrar a su amada haciendo una tumba muy particular: veinte mil hombres construyeron un gran cerro frente al sol, para que permaneciera en la memoria de las siguientes generaciones, a donde él mismo llevó el cuerpo sin vida para depositarlo en la cima. Le dio un beso y con una antorcha en la mano, se arrodilló junto a ella, velando su sueño eterno. La nieve cubrió sus cuerpos y así, con el paso del tiempo, se convirtieron en los volcanes que ahora podemos apreciar desde la ciudad de Puebla.

Así permanecen eternamente los enamorados, y de vez en cuando, Popocatépetl, al recordar el amor de Iztaccíhuatl, hace temblar la tierra y su antorcha revive el fuego de su corazón, cuyo humo de tristeza brota y puede verse desde muy lejos.

A partir de entonces, y hasta poco antes de la llegada de los españoles, las doncellas muertas de amores desdichados fueron enterradas en las faldas del volcán Iztaccíhuatl.

Por cierto, aquel hombre que por cobardía decidió reportar a Popocatépetl como caído en batalla, no pudo soportar el cargo de conciencia por haber desatado tan terrible tragedia, y tomó camino fuera de su pueblo, para morir solo y desorientado. Su cuerpo fue también cubierto por la nieve, convirtiéndose con el tiempo en volcán para permanecer siempre observando a quienes quiso separar, convirtiéndose en el volcán Citlaltépetl, que significa “Cerro de la Estrella” y que hoy se conoce como el Pico de Orizaba.

El valle de Puebla se encuentra ubicado precisamente entre estos tres volcanes.




Por eso me gusta mi ciudad, la capital mundial de los topes y los baches, por cierto de la leyenda de los volcanes se desprende otra sobre el tenzo, la cadena montañosa que esta en la salida a Atlixco que se supone fu un enamorado de la Iztaccihuatl pero pro más que se estiró para alcanzarla, nunca pudo y por eso asi se quedo.
Y con respecto a los de los tuneles, es verdad que ya habían sido hechos antes de la llegada de los españoles, ya que en la zona de amalucan, la resurrección y xonacatepec hay muchos de estos, en mis tiempos de adolescente los exploré con algunos amigos, y hubo un tiempo en que el subterraneo que esta en el fuerte de Guadalupe se montó una exposición de reliquias de la batalla del 5 de mayo y entre los que estaba expuesto se encontraba un mapa con todos los tuneles que pasan bajo toda la ciudad.

La mente de los humanos es tan poderosa que es capaz de crear un dios que les arregla todos sus problemas.
 
:vientos:Pues citando a las leyendas una de ellas no lo es tanto son la de los tuneles de puebla, yo soy de puebla y cerca del cerro de amalucan existen o existian parte de esos tuneles ya rato de eso como en 1990, y lo se porque tuve la oportunidad de entrar en ellos estan cerca de unas casitas y una iglesia antigua muy tetrica por cierto con todo y panteon adelante pasabas un pequeño bosque como de 100 metros y ahi estaban pero era un hueco en el piso como de 1 metro de diametro, el detalle que los que vivian por ahi lo estaban tapando con basura porque decian que muchos se metian a drograse o se perdian de plano adentro cuando me toco entrar pasabas de a gusanito todo encojido por toda la basura que habia ya adentro te podias levantar eran tuneles como de 1 metro de ancho por unos2 de alto pero se hiban reduciendo, se veian talladas las paredes como con palas en si eran unos laberintos caminabas 300 metros mas o menos y se partian en otros dos tuneles y asi sucesivamente.
y si habia tuneles mas grandes como de 4 metros de alto y en las paredes huecos que te ausmabas hacia arriba y eran entradas de pozos de agua las mayoria de las entradas ya estaban tapeadas con piedras de consturccion y cemento o con ladrillo se ve que muy grueesos porque quien sabe y asi caminabas minimo com tres horas adentro lo malo que el unico camino que dejaron nunca se termino y era sin salida ahi si se sentia feo porque si no dejabas señales para regresar te entra la desesperacion y te das unos buenos fregadazos ahora uspongo que esos ya estan tapados por toda la basura que aventaban pero al rededor de ese tunel hay otros mas pequeños muy bien echos con piedras pero igual ya selladosp or los que viven ahi. y al recordar la leyenda si encaja mucho con los tuneles regadosp or toda puebla aunque la mayoria tapados pero es una experiencia que si valio la pena vivirla.
 
muchas gracias a todos por sus comentarios, me da un gran gusto el ver que le agrado el tema.
 
Orale, muy buenas historias, no las había escuchado y eso que conozco los lugares que se mencionan, gracias por el aporte :)
 
si ke si arriba puebla


Loreto y Guadalupe tu no te preocupes
esta batalla es pa que se eduquen
5 de mayo peleamos como gallos
cañones y rifles que truenen como rayos
Guadalupe victoria cambio la historia
con Ignacio Zaragoza los puso en la gloria
córranle invasores con esos tambores
que viva puebla ¡Esa es mi tierra!


saludos dsde chichiquila puebla




 
solo puedo decir algo... SOY POBLANO... SOY POBLANO... LLEVO A PUEBLA Y MEXICO EN EL CORAZON!!! gracias por compartir... tenia conocimientos de esas historias pero no del todo... a ustedes paisanos... que saben del mito de que en el centro de puebla, vaga un niño, que desde ya hace mucho tiempo, cura a las personas con solo tocarlas... nadie sabe quien es y porque lo hace... solo se acerca a una persona con algun mal, lo toma de la mano y este de inmediato sana... tambien lo habia escuchado...
 
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