Alej17
Bovino de la familia
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La clave para persuadir: una imagen de autoridad
Siguiendo mi linea con posts de Sicologia.
Durante los juicios de Nuremberg justo después del Holocausto, no era nada raro escuchar a los nazis acusados de matar a centenares de seres humanos con extrema crueldad, defenderse con argumentos tales como “sólo estaba siguiendo órdenes”, “Soy un buen ciudadano, padre y esposo ejemplar”, “De verdad, ¡Soy una buena persona!”, y frases por el estilo. Al parecer, no se sentían realmente culpables de lo que habían hecho; atribuían sus acciones a la ciega obediencia que otorgaban a sus superiores, aún cuando habían cometido crímenes atroces.
Tales “defensas” no tardaron en llamar la atención de un psicólogo de la Universidad de Yale llamado Stanley Milgram, quien se hizo la siguiente pregunta: ¿Hasta dónde es capaz de llegar el ser humano al obedecer a una imagen de poder? ¿Qué somos capaces de hacer bajo la presión de la autoridad? Obviamente, preguntarle directamente a las personas no era lo suficientemente divertido… y entonces se le ocurrió un experimento tan singular como políticamente incorrecto (¡y muy posiblemente inmoral para nuestros estándares actuales!)
Milgram publicó un aviso clasificado solicitando voluntarios para un experimento sobre “memoria y aprendizaje”, ofreciendo una pequeña bonificación. A los voluntarios se les pedía que aplicaran un cuestionario a un individuo, y por cada respuesta incorrecta deberían aplicarle una descarga eléctrica pulsando un botón. ¿Sencillo, verdad? Pues lo interesante es que el sujeto del interrogatorio era un cómplice del psicólogo; sentado sin camisa y con unos electrodos pegados a su cuerpo, respondía incorrectamente a propósito y simulaba dolor al recibir las descargas, supuestamente de 45 voltios. Aunque visiblemente perturbados, los voluntarios obedecían a Milgram cuando les decía que aumentaran el voltaje de la descarga. “No hay peligro de heridas ni muerte por debajo de 450 voltios, se lo aseguro”, decía sin abandonar su expresión impávida y grave.
El científico había comentado previamente a un círculo de colegas el experimento que planeaba hacer, pero éstos, entre risas, le recomendaron que no perdiera su tiempo, pues no creían que alguien sería tan sádico como para continuar el experimento después de aplicarle tres o cuatro descargas a otra persona. ¿Qué creen que pasó? Pues logró probar su punto a cabalidad, pues más del 60% de los voluntarios llegaron a aplicar la descarga de los 450 voltios. Si en algún momento dudaban, Milgram simplemente acotaba frases neutras como “Es necesario que concluya el experimiento”, “Debe usted completar el cuestionario”, “No tiene opción alguna, debe continuar”. Sorprendentemente, nadie abandonó el experimento antes de aplicar descargas de 300 voltios, mientras el actor gritaba desgarradoramente. Casi todos abandonaron la prueba visiblemente descompuestos, y algunos incluso devolvieron los cuatro dólares que el científico les había pagado por participar.
¿Qué nos deja de moraleja este relato? Pues que el ser humano puede ser fuertemente influenciado por una imagen de autoridad. Ya sea una bata de laboratorio como en este caso, un uniforme de policía, militar o inclusive un traje Dolce y Gabanna coronado por unas convenientes canas y algunas arrugas, pueden llevarnos a actuar, digamos, un poco fuera de lo normal. Estoy seguro que en este momento quieren saber cómo desarrollar una imagen de poder, cierto? pues puedes hacerlo a través de tu vestimenta o tus gestos. ¿Por qué no ambos?
P
En otro post publicare la vestimenta y gestos que puedes utilizar para complementar esta informacion.
Via: Lenguajecorporal.org
Saludos

Siguiendo mi linea con posts de Sicologia.
Durante los juicios de Nuremberg justo después del Holocausto, no era nada raro escuchar a los nazis acusados de matar a centenares de seres humanos con extrema crueldad, defenderse con argumentos tales como “sólo estaba siguiendo órdenes”, “Soy un buen ciudadano, padre y esposo ejemplar”, “De verdad, ¡Soy una buena persona!”, y frases por el estilo. Al parecer, no se sentían realmente culpables de lo que habían hecho; atribuían sus acciones a la ciega obediencia que otorgaban a sus superiores, aún cuando habían cometido crímenes atroces.
Tales “defensas” no tardaron en llamar la atención de un psicólogo de la Universidad de Yale llamado Stanley Milgram, quien se hizo la siguiente pregunta: ¿Hasta dónde es capaz de llegar el ser humano al obedecer a una imagen de poder? ¿Qué somos capaces de hacer bajo la presión de la autoridad? Obviamente, preguntarle directamente a las personas no era lo suficientemente divertido… y entonces se le ocurrió un experimento tan singular como políticamente incorrecto (¡y muy posiblemente inmoral para nuestros estándares actuales!)
Milgram publicó un aviso clasificado solicitando voluntarios para un experimento sobre “memoria y aprendizaje”, ofreciendo una pequeña bonificación. A los voluntarios se les pedía que aplicaran un cuestionario a un individuo, y por cada respuesta incorrecta deberían aplicarle una descarga eléctrica pulsando un botón. ¿Sencillo, verdad? Pues lo interesante es que el sujeto del interrogatorio era un cómplice del psicólogo; sentado sin camisa y con unos electrodos pegados a su cuerpo, respondía incorrectamente a propósito y simulaba dolor al recibir las descargas, supuestamente de 45 voltios. Aunque visiblemente perturbados, los voluntarios obedecían a Milgram cuando les decía que aumentaran el voltaje de la descarga. “No hay peligro de heridas ni muerte por debajo de 450 voltios, se lo aseguro”, decía sin abandonar su expresión impávida y grave.
El científico había comentado previamente a un círculo de colegas el experimento que planeaba hacer, pero éstos, entre risas, le recomendaron que no perdiera su tiempo, pues no creían que alguien sería tan sádico como para continuar el experimento después de aplicarle tres o cuatro descargas a otra persona. ¿Qué creen que pasó? Pues logró probar su punto a cabalidad, pues más del 60% de los voluntarios llegaron a aplicar la descarga de los 450 voltios. Si en algún momento dudaban, Milgram simplemente acotaba frases neutras como “Es necesario que concluya el experimiento”, “Debe usted completar el cuestionario”, “No tiene opción alguna, debe continuar”. Sorprendentemente, nadie abandonó el experimento antes de aplicar descargas de 300 voltios, mientras el actor gritaba desgarradoramente. Casi todos abandonaron la prueba visiblemente descompuestos, y algunos incluso devolvieron los cuatro dólares que el científico les había pagado por participar.
¿Qué nos deja de moraleja este relato? Pues que el ser humano puede ser fuertemente influenciado por una imagen de autoridad. Ya sea una bata de laboratorio como en este caso, un uniforme de policía, militar o inclusive un traje Dolce y Gabanna coronado por unas convenientes canas y algunas arrugas, pueden llevarnos a actuar, digamos, un poco fuera de lo normal. Estoy seguro que en este momento quieren saber cómo desarrollar una imagen de poder, cierto? pues puedes hacerlo a través de tu vestimenta o tus gestos. ¿Por qué no ambos?
P

Via: Lenguajecorporal.org
Saludos
