Los clarososcuros de Juan Pablo II
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El Papa Juan Pablo II, beato a partir de este 1 de mayo, fue uno de los personajes más influyentes del siglo XX y, en alguna medida, uno de los protagonistas de la historia contemporánea que moldearon el rostro que en el siglo XXI presenta el mundo.
Animal Político te presenta aquí algunos de los claroscuros más destacables del pontífice polaco, fallecido el 2 de abril de 2005.
La asunción
El polaco
Carol Wojtila fue nombrado Papa el 16 de octubre de 1978 y asumió el nombre de Juan Pablo II en
homenaje a su predecesor, Giovanni Luciani, quien con el nombre de Juan Pablo I se mantuvo 33 días al frente del Vaticano y luego murió en circunstancias nunca aclaradas (
algunos autores afirman que fue envenenado por las investigaciones que previamente realizó en torno a las irregularidades en la venta del Banco del Vaticano, así como por su postura favorable al control natal).
Fue así como ese lunes de 1978, y luego de dos votaciones, Wojtila no sólo se convirtió en el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica
número 264, sino también en el primero no italiano en los últimos 555 años y el más joven del siglo XX (58 años al asumir el cargo).
Gracias a ello, su papado se extendió por
26 años, siendo con esto el tercero más prolongado de la historia, sólo después de
San Pedro (fundador de la tradición católica y al que se atribuyen 37 años como representante de Jesús en la Tierra) y de
Pío IX (último soberano de los Estados Pontificios, primer antecedente del Vaticano derrocado en 1878 durante la unificación italiana, razón por la cual sólo pudor mantener en en puesto por 31 años).

Karol siendo todavía un joven adulto
La cultura de la muerte
A diferencia de Giovanni Luciani, quien incluso recomendó (antes de ser Papa) que el Vaticano avalara el uso de fármacos antiovulantes como método de control natal compatible con la tradición católica, Juan Pablo II siempre mantuvo una postura conservadora a este respecto.
De hecho, en su encíclica
El evangelio de la vida afirmó que “con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y consolidando una nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un aspectoinédito: amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual y, sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias.”
Pero la lucha de Juan Pablo II contra lo que calificó como “cultura de la muerte” abarcó no sólo lo relativo a la
interrupción del embarazo, sino también al
uso de preservativos, a los que atribuyó la
difusión del sida en la carta que envió en 2001 al entonces secretario general de la ONU,
Kofi Annan, a quien advirtió que “la temible difusión del sida se inscribe en un universo social caracterizado por una seria crisis de valores. La comunidad internacional no puede ignorar su responsabilidad moral; al contrario, en la lucha contra la epidemia, tiene que inspirarse en una visión constructiva de la dignidad del hombre e invertir en la juventud, ayudándole a que crezca en una madurez afectiva responsable”.
Dos días después de que el Papa firmara esta misiva, su enviado especial a la XXVI Sesión Especial de la ONU sobre Sida, el cardenal mexicano
Javier Lozano Barragán, dejó absolutamente claro el sentido de dichas palabras,
cuando afirmó, en nombre del Sumo Pontífice, que “las libertades sexuales aumentan el peligro de contagio; en este contexto se entienden los valores de la fidelidad matrimonial y de la castidad. La prevención debe realizarse respetando la dignidad del hombre y su destino trascendente, excluyendo campañas que conllevan modelos de comportamiento que favorecen la extensión del mal.”
Y es que, afirma el Vaticano, el condón suele presentar fallas mecánicas y no es una barrera 100% efectiva para impedir los embarazos no deseados o la transmisión del virus de inmunodeficiencia humana.
Durante el pontificado de Juan Pablo II, la población humana pasó de 4 mil a
6 mil millones de personas.

Detractor del control natal
El campo de la dominación
El nombramiento de Karol Wojtyla como Papa se inscribió en el contexto de la
Guerra Fría, en un momento en que arreciaba la inconformidad con el control omnipresente de la URSS sobre Europa oriental, a grado tal que, en 2009, dos décadas después de encabezar el movimiento masivo que reinstauró la democracia en Polonia,
Lech Walesa aseguró que “al Papa Juan Pablo II le corresponde el 50% del crédito por el colapso del comunismo”.
Ya en su primera encíclica,
Redemptor Hominis, publicada en 1979, el papa polaco aseguraba que durante el siglo XX se verificó “un inmenso progreso, jamás conocido, en el campo de la dominación del mundo por parte del hombre (…) La Iglesia, en consideración de Cristo, no puede permanecer indiferente a lo que lo amenaza (…), debe ser consciente también de todo lo que parece ser contrario al esfuerzo para que la vida humana sea cada vez más humana”.
En ese documento, Juan Pablo II advierte que, a causa del
materialismo (término directamente asociado
con la teoría marxista), “el hombre teme que sus productos, los que contienen una parte especial de su genialidad y de su iniciativa, puedan ser dirigidos de manera radical contra él mismo”, y destaca que el sentido esencial del dominio de la humanidad sobre la naturaleza, según el credo católico, “consiste en la
superioridad del espíritu sobre la materia”.
Por el contrario, en defensa del
capitalismo, afirma que “en el orden de los intercambios, hay que dejarse guiar por las leyes de una sana competición”, además de que califica las huelgas como “la plaga del paro”.
Asimismo, en este primer texto redactado en su condición de Papa, Juan Pablo II esgrimió una de sus principales argumentaciones en contra de la ideología comunista, atea de origen, y sobre lo cual asegura que “es difícil, incluso desde un punto de vista puramente humano, aceptar una postura según la cual sólo el
ateísmo tiene derecho de ciudadanía en la vida pública y social, mientras los hombres creyentes son apenas tolearados o tratados como
ciudadanos de categoría inferior.”
Siguiendo con la crítica, aunque coqueteando sutilmente con
Carlos Marx, este mismo texto señala que “una civilización con perfil puramente materialista condena al hombre a la esclavitud, por más que, indudablemente, esto suceda contra las intenciones y las premisas de sus pioneros”.
Pero el activismo del papa polaco no quedó en simples declaraciones políticas: entre 1979 y 1987 visitó la
Polonia comunista en tres ocasiones (en el último de los cuales fue ovacionado por casi un millón de personas); además, en 1987 recibió en el Vaticano al líder opositor
Wojciech Jaruzelski.
Dos años después,
Tadeusz Mazowieky llega al poder en Polonia y legaliza al movimiento demócrata-cristiano
Solidaridad, impulsor de la revolución pacífica en ese país.
La caída de los comunistas polacos desató a partir de 1989 un efecto dominó en la Europa oriental:
Hungría abrió sus fronteras y sus ciudadanos huyeron a
Austria, en señal inequívoca de repudio al régimen comunista; luego lo hizo
Alemania Oriental, y sus habitantes huyeron al lado capitalista, proceso que concluyó con la caída del
Muro de Berlín, el 9 de noviembre de ese año. Un mes después,
Mijail Gorbachov, presidente de la URSS, deambulaba por la
Plaza de San Pedro, en el Vaticano, y dos años después la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se derrumbó, llevándose consigo los regímenes de
Bulgaria, la entonces
Checoslovaquia y
Rumania.

Juan Pablo II y Lech Walesa, en Polonia
Relaciones públicas
En sus 26 años, 10 meses y 17 días de pontificado, Juan Pablo II canonizó a
482 nuevos santos (más de los que todos sus predecesores, sumados, en medio milenio); asimismo, formó en la lista de canonización a
mil 338 nuevos beatos.
Aunque en México se tiene particular aprecio por la devoción que mostró por la
Virgen de Guadalupe en particular, la realidad es que era devoto de la Virgen María en general, razón por la cual no sólo fueron constantes sus visitas a la
Basílica del Tepeyac, sino también a los templos marianos de Knock, en
Irlanda; Fátima, en
Portugal; y Lourdes, en
Francia.
Su política de promoción del Estado Vaticano lo llevó a visitar
130 países, y se calcula que recorrió más de
un millón 300 mil kilómetros, que lo mismo lo llevaron a México (en el reinicio de las relaciones diplomáticas entre ambos países, durante el gobierno del priista
Carlos Salinas de Gortari), que a
Filipinas (donde reunió a 8 millones de personas, en
la concentración multitudinaria más grande de la historia de la humanidad), o a
Israel (donde visitó el santuario nacional en homenaje a las víctimas del
genocidio nazi, así como el Muro de las Lamentaciones, el monumento más sagrado para los judíos y donde pidió perdón por la actitud omisa del Vaticano ante el exterminio del pueblo hebreo durante la Segunda Guerra Mundial). De hecho, Juan Pablo II fue el primer papa de la historia que visitó una sinagoga, la de
Roma.
Gracias a ello, la Asociación Judía Antidifamación (Anti Defamation League) aseguró que a él se le deben “más cambios para bien en sus 26 años de pontificado, que en los casi dos mil años que lo precedieron”.
Pero no sólo buscó reconciliar a la Iglesia Católica Apostólica y Romana con la tradición judía, sino también con los cristianos ortodoxos y con los musulmanes.

El Papa, en 1986, reunido en Asís con 120 representantes de otros cultos religiosos
En 1999 visitó Rumania, donde se logró el primer acercamiento con los ortodoxos en un milenio, y también devolvió a los ortodoxos rusos la imagen de Nuestra Señora de Karzán, aunque ni así logró que los ortodoxos rusos lo recibieran en su país.
Otro fue el trato que obtuvo de los musulmanes de Bosnia, quienes le agradecieron que, cada semana entre 1992 y 1995, llamara públicamente a poner fin a las guerras balcánicas.
Entre los personajes polémicos que recibió en el Vaticano se encuentran el líder histórico del movimiento independentista palestino,
Yasser Arafat, quien para algunos fue proclive al uso de
técnicas terroristas como parte de su lucha; el ex presidente de Austria,
Kurt Waldheim, quien sirvió como
oficial nazi durante la Segunda Guerra Mundial y al que se acusó de haber cometido crímenes de guerra; al dictador chileno
Augusto Pinochet, responsabilizado judicialmente por las miles de desapariciones forzadas durante su gobierno; así como el dictador cubano
Fidel Castro, al que antes de visitar en la isla recibió en el Vaticano.
A su muerte, en abril de 2005, entre los asistentes de honor de su funeral pudo verse al presidente congolés
Joseph Kabila, sucesor de su padre, el dictador
Laurent Désiré Kabila; al ayatola
Mohamad Katami, entonces presidente de Irán; a
Bashar al Asad, presidente de Siria que actualmente enfrenta una revuelta popular que reclama su salida del poder; a
Robert Mugabe, presidente de Simbawe desde hace más de 30 años y quien también enfrenta el repudio popular; y al presidente de Nigeria, Olusegun Obasango.
Todos ellos han sido acusados de perpetrar crímenes contra la población que gobernaban y, algunos, incluso, de participar en golpes de estado y masacres de opositores.

Visita del Juan Pablo II a Chile, en 1987, durante la dictadura de Pinochet.
Bajo la sotana
A partir de los años 90, al papa Wojtyla le tocó enfrentar una de las
crisis más fuertes sufridas por el Vaticano del siglo XX: las denuncias de
abusos sexuales sufridos por menores de edad, en distintos países del mundo, a manos de miembros de la grey católica.
Según la agrupación
Survivor’s Voice, entre 2001 y 2009 se investigó por estos delitos a más de 3 mil curas, pero sólo 300 fueron sancionados y, de éstos, sólo 10% fueron expulsados de la Iglesia.
De hecho, distintas agrupaciones internacionales condenaron la postura promovida por Juan Pablo II ante estas denuncias, y que se fijó a través de una carta de la
Congregación para la Doctrina de la Fe conocida como
De delictis pravioribus, que en 2001 redactó Joseph Ratzinger (actual papa
Benedicto XVI) “por encargo del Sumo Pontífice Juan Pablo II”, según las propias palabras del jerarca de origen alemán.
En este documento se ordena a los obispos de todo el mundo que, cuando tengan conocimiento de abusos sexuales perpetrados por curas en contra de infantes, deben realizar una investigación personal y, luego, si consideran que el delito efectivamente se cometió, deben reportarlo pero a la Congregación de la Doctrina de la Fe (que antes era conocida como la
Santa Inquisición), la cual determinará si el caso llega a su Supremo Tribunal.
Cabe destacar que esta ordenanza
prohíbe a los obispos
denunciar ante las autoridades judiciales a los presuntos curas pederastas, ya que “todas estas causas están sometidas al secreto pontificio”; además, se evita usar el término “
violación sexual infantil” o “
pederastia“, y sólo describe este delito como “Pecado contra el sexto precepto del Decálogo”, es decir, contra aquel mandamiento que estipula: “No cometerás actos impuros”.
Por último, se establece que, a los ojos de la Iglesia católica, el abuso sexual contra un menor a manos de un clérigo
prescribirá a los 10 años de cometido el delito, que comenzarán a contarse a partir de que la víctima cumple la mayoría de edad.

Wojtyla y Maciel.
Este debate quedó al descubierto, luego de que
cientos de víctimas de abuso sexual (niños, inicialmente, y después también monjas) de
Estados Unidos,
Irlanda,
Italia,
Austria,
España y
Alemania emprendieron campañas de denuncia pública, pero tal vez el caso más representativo de la opacidad con la que el Vaticano manejó estos reportes es el de los
Legionarios de Cristo, congregación de corte internacional, fundada en Veracruz por el padre michoacano
Marcial Maciel, y contra el que en reiteradas ocasiones se formularon denuncias por agresiones sexuales ante el Vaticano, sin que nada se hiciera.
Al respecto, el biógrafo papal
George Wigel aseguró el pasado miércoles que Maciel “engañó a Juan Pablo II, igual que a mucha gente”, y es que el polaco asignó distintos tipos de responsabilidades al michoacano, relacionadas siempre con la
formación de sacerdotes, la
vida consagrada, además de que lo nombró consultor permanente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
No fue sino hasta 2010, ya con Maciel y con Wojtyla muertos, que los Legionarios de Cristo aceptaron la veracidad de las acusaciones en contra de su fundador (que acompañó a Juan Pablo II en sus tres primeras visitas a México), y cuya formación doctrinal fue asumida personalmente por su tío abuelo, monseñor Rafael Guízar Valencia, beatificado por Juan Pablo II y canonizado por Benedicto XVI.
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