tiburonxx
Bovino de la familia
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No me queda claro si cabe en este subforo, pero por las implicaciones culturales que cita, me parece adecuado, salvo que el criterio de los moderadores decida otra cosa:
http://impreso.milenio.com/node/9003111
Lo tengo fresco en la memoria, como una X marcada en la frente: en los años noventa, cuando por fin pude pagarme por mí mismo el servicio de televisión satelital, me encerraba a mirar la octava maravilla. Tomaba un casete VHS y me ponía a grabar cuanto video y caricatura salía en MTV. “Undone, the Sweater Song”, de Weezer (dirigido por Spike Jonze), tandas enteras de Liquid Television, las brutales animaciones de Bill Plympton, capítulo tras capítulo de Beavis & Butt-Head. Y más y más videos... Así llené muchísimos casetes. Casetes que veía una y otra vez. Lo tenía todo y no necesitaba más, estaba listo para adelantarme a los tiempos, volverme un hikikomori. En las revistas musicales, los críticos se quejaban de la terrible mezcolanza en la programación de aquel engendro llamado MTV Latino. Yo no le ponía peros. Desde luego que a un video de Nirvana le seguía una aberración de Alejandra Guzmán, pero, bueno, para eso existe el control remoto, y la oferta acá era nula. Por allá del 94 la bellísima, pero miamiísima, Daisy Fuentes se burlaba del video de “Señor Matanza”, de Mano Negra. Claro: ella sabía, en el pequeño espacio cerebral que existe en su cabeza, que ellos —los winners— prevalecerían. Ser vj de MTV fue el trabajo perfecto para slackers profesionales que sabían hacer muy bien su trabajo: contonearse de atrás hacia delante una y otra vez. Como plus: saber balbucear.
EMPTY V
Sin embargo, si uno creía que después de MTV Latino nada podía ser peor, es porque nadie anticipó el grado cero al que llegaría el canal en el siglo XXI. Luego de la borrachera noventera, había que renovar los paradigmas. Si uno se atasca de vacío, vomita vacío. La proliferación de reality shows de celebridades estúpidas y/o estúpidos que quieren ser como las celebridades estúpidas se ha tragado el tiempo de programación. Ya casi no se ven videos, pero sí quinceañeras hiperconsumistas, springbreakers en su hábitat natural, teen moms que nos recuerdan que la educación sexual no tiene razón de existir mientras haya buenos teléfonos celulares, rockeros otrora diabólicos y peligrosos devenidos en tiernos y decadentes cadáveres vivientes, hiphoperos antes conocidos por ser respondones y contestatarios, convertidos en devoradores de pollo frito atrapados en sus propias muletillas. En corto: ultramodernidad oscurantista. El culto a la personalidad ceba. Sin embargo, no hay que equivocarse, pues si bien shows como el de Tom Green o Jackass son homenajes perpetuos a la estupidez, cuentan con algo que sus sucedáneos no: idea. Una idea dadaísta, punketa, anárquica. John Waters no se iba a andar sacando fotos con un estúpido menor, tenía que ser un estúpido como Johnny Knoxville.
Aún puedo presumir que no he visto, jamás, un capítulo entero de South Park. Los Simpson le cambiaron la jugada a los contenidos de la televisión. Haciendo una analogía, el programa de Matt Groening es como los albures —finos, inteligentes—, y South Park como Guerra de chistes —humor facilón, vulgar, perfecto para mentes poco o nada exigentes. Y ahí nace un problema: MTV y sus contenidos de unos años para acá están logrando que el público que solía considerarse a sí mismo liberal se vuelva conservador. Que un viejo video ochentero de hair metal sea preferible a uno de reggaetoneros disfrazados de hiphoperos es el horror, pero ese horror es el bolo alimenticio del gusto popular. Cuando Kanye West se sube al escenario a joderle la noche a Taylor Swift, se puede decir que estamos presenciando la arrogancia de los stars de la industria musical. Ya ni siquiera hace gracia.
Existe un chiste entre la banda que odia a U2 —banda que presido con orgullo—, y dice así: “Yo sí me acuerdo de cuando U2 era chido” (es un chiste porque, luego de que se dice la frase, se suelta una carcajada irónica). Lo mismo se puede decir de MTV. A quienes llegamos tarde sólo nos tocó la orilla de esa suculenta pizza de la que tanto se habla: Headbangers Ball, 120 Minutes, Yo! MTV Raps. MTV definió la cultura audiovisual de la Generación X y la que le sigue. Antes de MTV, los señores dominaban la industria. The man, como le llamaría Jack Black. Fue una válvula de escape indispensable, sobre todo en eras de un conservadurismo tenaz. Los años ochenta necesitaban de esa dosis de pop industrializado, rock metalizado y miniclips que ilustraran el sonido que emanaba de la radio. MTV —“lo mejor de la tv, combinado con lo mejor del radio”— nos dio grandes momentos, sobre todo durante las entregas de sus Video Music Awards, como el beso entre Britney Spears y Madonna. O Kurt Cobain, portando una playera con un dibujo de Daniel Johnston (“Hi, how are you?”), mientras que Dave Grohl provoca a Axl Rose y Chris Novoselic termina noqueado por su propio bajo. Pero también conocimos maravillas absolutamente perfectas como Daria. O Celebrity Deathmatch. O las cortinillas, siempre cambiantes y sorpresivas. O el Chico Migraña.
Habrá que poner las cosas en la balanza. Como un reflejo del fin del transbordador Atlantis, habrá qué preguntarse si el cohete que llevó a ese astronauta sónico hace treinta años a la luna no debería ser jubilado y vendido como chatarra inservible. MTV used to rock, now it just sucks big time.
:eolo::mota:
http://impreso.milenio.com/node/9003111
Lo tengo fresco en la memoria, como una X marcada en la frente: en los años noventa, cuando por fin pude pagarme por mí mismo el servicio de televisión satelital, me encerraba a mirar la octava maravilla. Tomaba un casete VHS y me ponía a grabar cuanto video y caricatura salía en MTV. “Undone, the Sweater Song”, de Weezer (dirigido por Spike Jonze), tandas enteras de Liquid Television, las brutales animaciones de Bill Plympton, capítulo tras capítulo de Beavis & Butt-Head. Y más y más videos... Así llené muchísimos casetes. Casetes que veía una y otra vez. Lo tenía todo y no necesitaba más, estaba listo para adelantarme a los tiempos, volverme un hikikomori. En las revistas musicales, los críticos se quejaban de la terrible mezcolanza en la programación de aquel engendro llamado MTV Latino. Yo no le ponía peros. Desde luego que a un video de Nirvana le seguía una aberración de Alejandra Guzmán, pero, bueno, para eso existe el control remoto, y la oferta acá era nula. Por allá del 94 la bellísima, pero miamiísima, Daisy Fuentes se burlaba del video de “Señor Matanza”, de Mano Negra. Claro: ella sabía, en el pequeño espacio cerebral que existe en su cabeza, que ellos —los winners— prevalecerían. Ser vj de MTV fue el trabajo perfecto para slackers profesionales que sabían hacer muy bien su trabajo: contonearse de atrás hacia delante una y otra vez. Como plus: saber balbucear.
EMPTY V
Sin embargo, si uno creía que después de MTV Latino nada podía ser peor, es porque nadie anticipó el grado cero al que llegaría el canal en el siglo XXI. Luego de la borrachera noventera, había que renovar los paradigmas. Si uno se atasca de vacío, vomita vacío. La proliferación de reality shows de celebridades estúpidas y/o estúpidos que quieren ser como las celebridades estúpidas se ha tragado el tiempo de programación. Ya casi no se ven videos, pero sí quinceañeras hiperconsumistas, springbreakers en su hábitat natural, teen moms que nos recuerdan que la educación sexual no tiene razón de existir mientras haya buenos teléfonos celulares, rockeros otrora diabólicos y peligrosos devenidos en tiernos y decadentes cadáveres vivientes, hiphoperos antes conocidos por ser respondones y contestatarios, convertidos en devoradores de pollo frito atrapados en sus propias muletillas. En corto: ultramodernidad oscurantista. El culto a la personalidad ceba. Sin embargo, no hay que equivocarse, pues si bien shows como el de Tom Green o Jackass son homenajes perpetuos a la estupidez, cuentan con algo que sus sucedáneos no: idea. Una idea dadaísta, punketa, anárquica. John Waters no se iba a andar sacando fotos con un estúpido menor, tenía que ser un estúpido como Johnny Knoxville.
Aún puedo presumir que no he visto, jamás, un capítulo entero de South Park. Los Simpson le cambiaron la jugada a los contenidos de la televisión. Haciendo una analogía, el programa de Matt Groening es como los albures —finos, inteligentes—, y South Park como Guerra de chistes —humor facilón, vulgar, perfecto para mentes poco o nada exigentes. Y ahí nace un problema: MTV y sus contenidos de unos años para acá están logrando que el público que solía considerarse a sí mismo liberal se vuelva conservador. Que un viejo video ochentero de hair metal sea preferible a uno de reggaetoneros disfrazados de hiphoperos es el horror, pero ese horror es el bolo alimenticio del gusto popular. Cuando Kanye West se sube al escenario a joderle la noche a Taylor Swift, se puede decir que estamos presenciando la arrogancia de los stars de la industria musical. Ya ni siquiera hace gracia.
Existe un chiste entre la banda que odia a U2 —banda que presido con orgullo—, y dice así: “Yo sí me acuerdo de cuando U2 era chido” (es un chiste porque, luego de que se dice la frase, se suelta una carcajada irónica). Lo mismo se puede decir de MTV. A quienes llegamos tarde sólo nos tocó la orilla de esa suculenta pizza de la que tanto se habla: Headbangers Ball, 120 Minutes, Yo! MTV Raps. MTV definió la cultura audiovisual de la Generación X y la que le sigue. Antes de MTV, los señores dominaban la industria. The man, como le llamaría Jack Black. Fue una válvula de escape indispensable, sobre todo en eras de un conservadurismo tenaz. Los años ochenta necesitaban de esa dosis de pop industrializado, rock metalizado y miniclips que ilustraran el sonido que emanaba de la radio. MTV —“lo mejor de la tv, combinado con lo mejor del radio”— nos dio grandes momentos, sobre todo durante las entregas de sus Video Music Awards, como el beso entre Britney Spears y Madonna. O Kurt Cobain, portando una playera con un dibujo de Daniel Johnston (“Hi, how are you?”), mientras que Dave Grohl provoca a Axl Rose y Chris Novoselic termina noqueado por su propio bajo. Pero también conocimos maravillas absolutamente perfectas como Daria. O Celebrity Deathmatch. O las cortinillas, siempre cambiantes y sorpresivas. O el Chico Migraña.
Habrá que poner las cosas en la balanza. Como un reflejo del fin del transbordador Atlantis, habrá qué preguntarse si el cohete que llevó a ese astronauta sónico hace treinta años a la luna no debería ser jubilado y vendido como chatarra inservible. MTV used to rock, now it just sucks big time.
:eolo::mota: