Buen día.
Sigo con mis relatos de la casa de Vicente Suárez, en el centro de
Monterrey.
Resulta que a mis 9 años, mi madre me regalo una cruz católica plateada,
no sé si era plata o acero, pero el regalo era de mis favoritos, era un cruz
pequeña, de aproximadamente 5 centimetros de largo y sin ningún cristo
adherido a ella, la cruz venia con una cadenita sin broche que fácilmente me
entraba y salia por la cabeza.
Yo feliz me la colgaba y veía como los brillos fulgurabana en su superficie
de plata en las interminables tardes de verano de la niñez.
Volveré a esta cruz pronto.
Resulta que una tarde de sábado hubo reunión en la dichosa casa.
En total eramos como 12 personas, entre mayores de edad y menores de edad
mis primos y nosotros formabamos una célula bien ruidosa que andabamos de un
lado a otro como una nubecilla escandalosa, ya subíamos las escaleras, ya
corriamos por el pasillo, ya saliamos a la terraza que daba a la calle
Vicente Suárez, la tarde transcurría con normalidad, sin ningún incidente
extraño.
Como a las 5 de la tarde nos habló nuestro tío para encargarnos que fueramos
a la tienda por refrescos, la tienda en cuestión estaba ubicada en la parte
de atrás del mercado San Pedro, un mercado de una cuadra de extensión que
estaba justo enfrente de la casa. Así que fuimos mi hermano (12 años) y dos
primas (11 y 10 años) a la cocina por la red, ahí la extendimos y echamos
los 4 envases que ibamos a traer, nuestro tío nos dió dinero y ya con esto
nos dirigimos a la escalera para bajar a la primera planta directo a la
calle.
El Acceso a nuestra casa, la cual estaba ubicada en 3er. piso era por medio
de una puerta que estaba justo en la calle. Sí ibas por la banqueta, podías
ver la puerta de acceso, al abrirla se extendía una escalera la cual al
subirla tenía un descanso, daba la vuelta ese descanso mas escaleras, otro
descansoa y posteriormente seguía la escalera hasta dar a un pasillo en el
cual se extendían las puertas de las diferentes casas de renta.
Así que nosotros 4 nos dirigimos a la escalera rumbo a la tienda, mi hermano
al frente con la red en las manos, yo después y mis primas atras de
nosotros, a mitad de la escalera mi hermano se detuvo abruptamente. Algo le
llamo la atención en el primer descanso de la escalera. Yo me hice a un
ladito para tratar de ver que estaba viendo y porque se había detenido.
Lo que vi, era que en el primer descanso de las escaleras estaba un perro
echado, un perro nada diabólico en principio, muy grande y gordo, pelo negro
pegado al cuerpo, color negro atigrado con color gris, hocico puntiagudo,
orejas puntiagudas y ojos rojos.
No era la primera vez, ni la última que he visto a un perro de ojos rojos,
un color naranja rojizo que es menos común ahora que hay tanta raza de perro
fina, pero que era muy común cuando había tantos perros corrientes en las
calles.
Total, la razón de que se hubiera detenido mi hermano es que el perro estaba
echado obstruyendo el paso, y para cualquier niño de 10 a 12 años provoca
miedo un perro de esas características en tu camino.
Mi hermano, sin avanzar, le chisto como cuando quieres ahuyentar un perro,
el perro levanto la cabeza y nos vio, primero a mi hermano y luego a mi, y
mi excusa es que yo era muy niño, y por eso recuerdo que nos vio a los ojos,
primero a mi hermano, y después a mí.
Es decir, nos siguio con la mirada, a él y a mi.
Después se volvio a echar.
Mi hermano volvio a chistarle, y bajó un escalón más, lo que provoco que el
perro sin levantar la cabeza sacara las patas delanteras de su posición
inicial, como poniéndose en alerta. Mis primas corrieron de regreso a la
casa, y mi hermano me dijo en voz baja
-¡"sube las escaleras pero sin correr"!-
Ambos subimos las escaleras poco a poco, hasta que regresamos a la casa.
En la casa le explicamos asustados a mamá el incidente,
¡Que un perro en el descanso de la escalera!
¡Que si muy feo!
¡Que nos miró!
¡Que si ojos rojos!
Total, un tío, papá de las primas, fue el acomedido que dijo que él lo
corría, que no nos asustaramos, y se dirigio a la puerta, nosotros nos
fuimos detrás de él expectantes.
Mi tío, que en aquel entonces tendría 30 años, bajo las escaleras gritando y
aplaudiendo...
- "Ehhhhh, shhhht ¡a volar! vamonosssssss! shhhhhhhhhht!!!!"
Todo esto mientras descendía a paso firme las escaleras y nosotros veíamos
la escena desde la parte alta del comienzo de la escalera
Pero el perro no se movía, solo volteo a ver a mi tío con esa expresión
horriblemente humana para ser un perro.
Mi tío interrumpió su paso firme cuando le quedaban solo 4 escalones, pues
el perro negro de ojos rojos empezó a gruñir y enseñar los dientes, todo esto
sin levantar la cabeza o mover el cuerpo.
Solo ojos rojos y dientes.
Mi tío subio despacio las escaleras y nos ordeno que nos alejaramos, fue al
fregadero, puso una taza y abrio la llave del agua caliente, dejándola
correr, cuando del fregadero salio mucho vapor, señal inequivoca de que el
agua estaba hirviendo, lleno la taza y salió de nuevo a la escalera, esta
vez solo dio dos pasos y desde lo alto de la escalera le dejo caer el
contenido de la taza de agua hirviendo, la mayor parte del agua fue a dar al
lomo del perro de ojos rojos con un sonido terroso y seco,¡plop! como si
hubieras derramado un vaso de agua en una alfombra vieja
de su pelo salio vapor, pero no movio el cuerpo mucho más que cuando mi
hermano le chisto.
El perro volvio a sacar las patas delanteras, vio hacia arriba y gruño mas
fuerte mientras el agua se estaba encharcado alrededor de su cuerpo, el
gruñido era seco, lo que aunado a la acústica de ese lugar cerrado
amplificaba el sonido, era un sonido terrible de rugido.
No olvidare ese sonido, recuerdo que mientras mi tío regresó por ayuda y nos
metio a todos a la casa, cerrando la puerta tras de sí.
A lo lejos y a traves de la puerta cerrada aun se escuchaba el gruñido.
Yo no dejaba de frotar mi cruz plateada del pecho.
Mil Disculpas, mañana sigo con mi relato. Gracias