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Bovino de la familia
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Lima ha recibido a una EXCELENTE actriz, hija de una leyenda como fuera Charles Chaplin... Acá la entrevista del diario Peru21...
Fuente: Peru21“¡Qué sorpresa, comen galletas Chaplin!”
Geraldine Chaplin preside el jurado del Festival de Cine de Lima. En esta entrevista hablamos de su padre y de ella, es decir, de purito cine.
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Geraldine Chaplin ha venido a alegrar los tristes días del invierno limeño. (Luis Gonzales)
Por Gonzalo Pajares
“En Mayo del 68, Jean Luc Godard, el cineasta francés, me rompió un diente, pero no lo hizo a propósito. Era una época de protestas y queríamos retirar nuestra película del Festival de Cannes en solidaridad con los obreros y los estudiantes. Sin embargo, pese a nuestra oposición, intentaron proyectar la película usando como ecran las cortinas que habíamos cerrado”, nos dice Geraldine Chaplin, la hija del genial Charles Chaplin.
“Yo me colgué de ellas tratando de impedir que las abrieran y, en la confusión, en medio de puñetazos y peleas, Godard lanzó un puñetazo que me trajo abajo el diente. No recuerdo haber sentido dolor. Solo recuerdo mi expresión: ‘Uy, fue Godard’ (risas)”, agrega la simpatiquísima actriz que en estos días se encuentra entre nosotros como presidenta del jurado del Festival de Cine de Lima.
¿Ha sido muy rebelde?
Por buenas causas, sí. Por ejemplo, no recuerdo si a los 17 años me fui o me echaron de mi casa, pero sí se que yo no aguantaba el clima que se vivía allí, donde tampoco me aguantaban (risas). Aquella rebeldía empezó a los 14 años: comencé a maquillarme, a ponerme minifaldas. La verdad es que empecé a portarme de una manera que no era ‘decente’ (ríe). Lo curioso es que este proceso lo viví con mi hija.
¿Es inevitable que los padres liberales nos transformemos luego en padres conservadores?
Sí. Recuerdo una obra de teatro inglesa que lo explica todo. En la primera escena hay una pareja de hippies que fuma marihuana y que tiene un hijo recién nacido y que le dice: “Contigo todo será distinto, podrás venir a casa con tus novias, podrás dormir con ellas, la libertad será extrema”. En la segunda escena, 18 años después, el niño llega a casa con un cerdo y les dice a sus papás: “Estoy enamorado. Sé que es un cerdo, pero lo amo”. Los padres lo botan. Uno siempre cree que va a ser distinto, pero los hijos siempre llegan más lejos (risas).
Su padre, Charles Chaplin, era muy estricto con usted, ¿no?
Es verdad. Sin embargo, me encanta hablar de él, estoy orgullosa de Charles Chaplin, quien es mi héroe. Se siente fantástico ser la hija de un genio. Todos los niños piensan que su padre es lo mejor que existe, pero en mi caso era verdad, una deliciosa certeza (ríe).
Es muy crítica de Hollywood…
Sí, porque hacen películas para que la gente vaya y ponga el trasero en una sala durante un fin de semana. Ellos cuentan traseros, miden las películas por la recaudación.
La ‘alta cultura’ nunca ha sido masiva, incluso en Europa…
Yo creo que las buenas películas siempre han dado dinero.
Ha actuado en más de cien filmes. ¿Cómo es la sensación de ser otro?
Uno aprende mucho sobre el ser humano. La actuación es para mí un trabajo que disfruto, que me fascina, que me hace más comprensiva y me permite tener más compasión y piedad con el ser humano, pues uno se pone en la piel del otro. Yo he actuado en muchos países, en muchas cinematografías, pero el arte o es bueno o es malo, sin importar dónde se haga.
Y vaya que usted ha trabajado con grandísimos directores…
Es mentira que los grandes genios no sean seres simpáticos. Por ejemplo, a Robert Altman lo adoraba, era un genio con una gran simpatía. Era, antes que un director, un gran espectador, adoraba a los actores y, por eso, hacía todo por darles placer.
¿Los actores son meros instrumentos de los directores?
Así es. Para mí, el director lo es todo: la película es el director, por eso, su oficio, al ser una especie de Dios, es el oficio más solitario del mundo. A pesar de que soy una rebelde, en un set soy muy obediente y muy disciplinada; soy un camaleón que se transforma de acuerdo con las necesidades del director.
¿Cómo es Scorsese?
Un detallista, un obsesivo, que nos enseñaba, por ejemplo, cómo se comía en el siglo XIX.
¿Cómo es Saura?
Con él, la relación era distinta pues era mi novio. Saura era un gran cerebro, un gran pensador. Tomaba distancia de lo que pasaba en escena, era un entomólogo observando a unos insectos.
¿Cómo es Almodóvar?
Ah, es una bestia maravillosa (risas). Su cerebro va tan rápido que galopa a cien por hora y tiene un corazón que le sigue el paso.
Hemos hablado de cuatro grandes directores. ¿Cuando piensa en ellos dice: “son grandes pero no geniales, como mi padre”?
(Ríe). A veces comparo a Almodóvar con mi padre, porque tiene una gran capacidad para hacernos reír y, luego, conmovernos y hacernos llorar. Tiene el sentido del drama y de la comedia. Sin embargo, mi padre era un director diferente: él hacía y uno tenía que imitarlo. Era un genio que dirigía, escribía, producía, y no hacía de camarógrafo porque no podía estar en dos sitios al mismo tiempo.
Está alegrando a los limeños…
Y, qué cree, me he dado con la sorpresa de que ustedes se alimentan con las galletas Chaplin que, desde ahora, serán parte de mi dieta, no comeré otra cosa (risas). La verdad es que estoy encantada: la gente es tan entrañable, tan acogedora, tan cariñosa… y esto lo he vivido solo acá.
¿Cómo ha encontrado el cine latinoamericano?
Muy bien. Hay un talento enorme, enorme. En el cine, cada vez las distancias entre Europa, Estados Unidos y América Latina se sienten menos. En este mundo no hay ni Primer Mundo ni Tercer Mundo; solo buen y mal cine, sin importar su procedencia.