jarochilandio
Bovino de la familia
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La Crónica de Hoy
Carlos Ferreyra
Opinión
2014-11-02
Lo único cierto es que el país está dentro de una olla hirviente en la que ciudadanos e instituciones –oficiales o privadas— muestran sus desacuerdos en forma violenta sin que los tres niveles de la administración pública sepa cómo enfrentarlos.
Y sí, damos vueltas alrededor del mismo tema sin llegar a ningún lado, volvemos al punto de origen mientras los oportunistas de siempre se aprovechan; sueltan teorías, dictan soluciones y se adornan en las páginas de los medios como analistas certeros, independientes y honestos a los que el sistema nunca les hace caso.
Lo que explica, en la opinión de tantos sabios sueltos por allí, que el país ande mal, que no avancemos y que nuestra clase política se dedique al medro, al saqueo y al aprovechamiento de la oportunidad. Ya sabemos: no me den, pónganme donde hay que de lo demás yo me encargo.
Tenemos un mes, días más, días menos, dedicados al caso de Iguala en donde fueron asesinadas seis personas –además de los normalistas, los otros sacrificados también eran personas—y sin conocerse el destino de 57 más. De ellos se supo de la localización de 14 que estaban tranquilitos en sus casas, del resto nadie sabe.
Entre las versiones surgidas y que en nada contribuyen a esclarecer el asunto, está la quema en vivo y con leña de los estudiantes, el secuestro masivo, el regadero de cenizas en un río de la localidad y, lo más reciente y muy probable en mi opinión, la mitad de ellos si no es que todos, se treparon al cerro para unirse a las huestes del EPR.
Curioso: los guerrilleros sin guerrilla que periódicamente amenazan a todo el que labore para un gobierno, en esta oportunidad advirtieron que iban contra los narcos y dejaron de lado la oportunidad de aprovecharse de la desaparición de los estudiantes a su vez, convocados para “un boteo” necesario para viajar a la ciudad de México y sumarse a las actividades programadas por los politécnicos.
Los dos grupos de narcotraficantes que pelean desde hace tiempo el territorio igualteco, con ventaja para los Guerreros que patrocinaba la prima donna del lugar, supusieron que los estudiantes eran refuerzos de sus enemigos. Y en consecuencia los agarraron en medio de una cruenta batalla que no lo fue tanto: tres muertos directos, tres incidentales o, como decía Felipe Calderón haciendo propio el cínico lenguaje bélico gringo, “daños colaterales”.
Lo único cierto es que el país está dentro de una olla hirviente en la que ciudadanos e instituciones –oficiales o privadas— muestran sus desacuerdos en forma violenta sin que los tres niveles de la administración pública sepa cómo enfrentarlos. El presidente Enrique Peña Nieto, tras los laureles cosechados en reciente gira, se topa con uno de los desprestigios internacionales mayores que jamás gobernante mexicano tuvo. Sólo, quizá, Gustavo Díaz Ordaz y por parecidas causas.
En abono del mandatario actual debemos señalar que en este caso no hay responsabilidad propia, sino de los partidos políticos que en afán de capturar “huesos” recurren a cualquier sujeto que pueda garantizarles una elección, así sea conocido como traficante de drogas, asesino, defraudador.
Y en este jarabe los electores tienen su parte. En Iguala todos sabían las actividades de la primera dama y sus hermanos, dos de ellos ejecutados por los Beltrán Leyva, acusados de traidores. Tampoco ignoraban la súbita riqueza del edil que de vender sombreritos de palma en el mercado, resultó dueño de medio Iguala traficando, se sabe, con oro.
En Colima, recuérdese, un presidente municipal acusado de ladrón, reconoció que robó “pero nomás poquito” porque el municipio era pobre. Como candidato ciudadano volvió a encabezar el ayuntamiento. Eso lo hicieron los votantes porque, repito, no tenía partido.
Entre el descaro de los partidos y el autismo oficial, el ciudadano está totalmente inerme, es la conclusión.
Fuente
Nota: Por cierto, apenas anoche me enteré de algo que no es nuevo, pero a lo cual no se le ha hecho mucha publicidad. Que justo entre Iguala y Chilpancingo, en la sierra norte de Guerrero, El Carrizalillo, para ser exactos, está (y opera, mediante una concesión a una empresa canadiense) una de las minas de oro más ricas del mundo (Fuente1, Fuente2). ¿Entienden el interés y las razones por las cuales Abarca era dueño de joyerías, y de no querer "soltar prenda"? ¿Dudan que tuviese las manos metidas en negocios sucios con la explotación de esas minas? Según el reportaje (realizado en el lugar, con entrevistas a los pobladores locales, el crimen organizado tiene las manos metidas en la zona, exigiendo incluso cuotas a los habitantes, bajo el supuesto de que, como viven en ese minúsculo pueblo cercano a la mina... ¡por fuerza deben ser "ricachones"!; por supuesto, los pobladores han empezado a abandonar El Carrizalillo, iniciando el éxodo que convertirá a esa pequeña población en un pueblo fantasma, otro más, y fomentado la migración, ya sea a los USA, o a ciudades más grandes de este país).
Carlos Ferreyra
Opinión
2014-11-02
Lo único cierto es que el país está dentro de una olla hirviente en la que ciudadanos e instituciones –oficiales o privadas— muestran sus desacuerdos en forma violenta sin que los tres niveles de la administración pública sepa cómo enfrentarlos.
Y sí, damos vueltas alrededor del mismo tema sin llegar a ningún lado, volvemos al punto de origen mientras los oportunistas de siempre se aprovechan; sueltan teorías, dictan soluciones y se adornan en las páginas de los medios como analistas certeros, independientes y honestos a los que el sistema nunca les hace caso.
Lo que explica, en la opinión de tantos sabios sueltos por allí, que el país ande mal, que no avancemos y que nuestra clase política se dedique al medro, al saqueo y al aprovechamiento de la oportunidad. Ya sabemos: no me den, pónganme donde hay que de lo demás yo me encargo.
Tenemos un mes, días más, días menos, dedicados al caso de Iguala en donde fueron asesinadas seis personas –además de los normalistas, los otros sacrificados también eran personas—y sin conocerse el destino de 57 más. De ellos se supo de la localización de 14 que estaban tranquilitos en sus casas, del resto nadie sabe.
Entre las versiones surgidas y que en nada contribuyen a esclarecer el asunto, está la quema en vivo y con leña de los estudiantes, el secuestro masivo, el regadero de cenizas en un río de la localidad y, lo más reciente y muy probable en mi opinión, la mitad de ellos si no es que todos, se treparon al cerro para unirse a las huestes del EPR.
Curioso: los guerrilleros sin guerrilla que periódicamente amenazan a todo el que labore para un gobierno, en esta oportunidad advirtieron que iban contra los narcos y dejaron de lado la oportunidad de aprovecharse de la desaparición de los estudiantes a su vez, convocados para “un boteo” necesario para viajar a la ciudad de México y sumarse a las actividades programadas por los politécnicos.
Los dos grupos de narcotraficantes que pelean desde hace tiempo el territorio igualteco, con ventaja para los Guerreros que patrocinaba la prima donna del lugar, supusieron que los estudiantes eran refuerzos de sus enemigos. Y en consecuencia los agarraron en medio de una cruenta batalla que no lo fue tanto: tres muertos directos, tres incidentales o, como decía Felipe Calderón haciendo propio el cínico lenguaje bélico gringo, “daños colaterales”.
Lo único cierto es que el país está dentro de una olla hirviente en la que ciudadanos e instituciones –oficiales o privadas— muestran sus desacuerdos en forma violenta sin que los tres niveles de la administración pública sepa cómo enfrentarlos. El presidente Enrique Peña Nieto, tras los laureles cosechados en reciente gira, se topa con uno de los desprestigios internacionales mayores que jamás gobernante mexicano tuvo. Sólo, quizá, Gustavo Díaz Ordaz y por parecidas causas.
En abono del mandatario actual debemos señalar que en este caso no hay responsabilidad propia, sino de los partidos políticos que en afán de capturar “huesos” recurren a cualquier sujeto que pueda garantizarles una elección, así sea conocido como traficante de drogas, asesino, defraudador.
Y en este jarabe los electores tienen su parte. En Iguala todos sabían las actividades de la primera dama y sus hermanos, dos de ellos ejecutados por los Beltrán Leyva, acusados de traidores. Tampoco ignoraban la súbita riqueza del edil que de vender sombreritos de palma en el mercado, resultó dueño de medio Iguala traficando, se sabe, con oro.
En Colima, recuérdese, un presidente municipal acusado de ladrón, reconoció que robó “pero nomás poquito” porque el municipio era pobre. Como candidato ciudadano volvió a encabezar el ayuntamiento. Eso lo hicieron los votantes porque, repito, no tenía partido.
Entre el descaro de los partidos y el autismo oficial, el ciudadano está totalmente inerme, es la conclusión.
Fuente
Nota: Por cierto, apenas anoche me enteré de algo que no es nuevo, pero a lo cual no se le ha hecho mucha publicidad. Que justo entre Iguala y Chilpancingo, en la sierra norte de Guerrero, El Carrizalillo, para ser exactos, está (y opera, mediante una concesión a una empresa canadiense) una de las minas de oro más ricas del mundo (Fuente1, Fuente2). ¿Entienden el interés y las razones por las cuales Abarca era dueño de joyerías, y de no querer "soltar prenda"? ¿Dudan que tuviese las manos metidas en negocios sucios con la explotación de esas minas? Según el reportaje (realizado en el lugar, con entrevistas a los pobladores locales, el crimen organizado tiene las manos metidas en la zona, exigiendo incluso cuotas a los habitantes, bajo el supuesto de que, como viven en ese minúsculo pueblo cercano a la mina... ¡por fuerza deben ser "ricachones"!; por supuesto, los pobladores han empezado a abandonar El Carrizalillo, iniciando el éxodo que convertirá a esa pequeña población en un pueblo fantasma, otro más, y fomentado la migración, ya sea a los USA, o a ciudades más grandes de este país).