Y contrario a lo que diga Szandor con tal de que no le despeinen un pelo a su candidote. Parece que es bastante conocido que a Peña Nieto no le gusta leer, como atestigua uno de los mejores reporteros de política de este país como lo es Álvaro Delgado.
Peña Nieto en su jugo
MÉXICO, D.F. (apro).- “La verdad es que no me gusta leer”, le confesó  Enrique Peña Nieto a Manuel Espino cuando éste le regaló, en 2008, un  ejemplar de su libro Señal de alerta, en el que describe el lado oscuro  de Manlio Fabio Beltrones, rival de ambos. “Voy a pedirle a mis asesores  que me hagan unas tarjetas con lo más importante”.
 Espino me  compartió esta anécdota poco después de su encuentro con Peña Nieto, a  quien yo había entrevistado para Proceso, en octubre de 2004, cuando se  perfilaba para suceder a su tío Arturo Montiel, y su retórica tortuosa  para evadir una definición pública de su ambición me hicieron decirle  que era un político viejo a sus 38 años de edad.
 –Habla usted como si tuviera 68, diputado –le dije, en el café Balmoral, del hotel Presidente, donde me citó.
  –No, puede no convencerte, pero estoy convencido de esa disciplina  partidaria, que ha sido una fortaleza de los priistas. No quiere decir  que no se pueda, internamente, diferir. Se vale. Pero a final de cuentas  debe imperar una disciplina partidaria. En la historia hay ejemplos: El  Ejército y la iglesia.
 Ahora que es víctima del escarnio por el  ridículo que hizo en la presentación de su libro México, la gran  esperanza, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL)  –peor aún que en la entrevista con Jorge Ramos cuando no recordó de qué  había muerto su esposa y a cuánto asciende su patrimonio–, hay quienes  critican a sus asesores por no haberlo preparado para una pregunta  obvia, pero pienso distinto: Es positivo para los ciudadanos ver tal  cual es a quien quiere gobernar México.
 La descarnada  ratificación de lo que Peña Nieto le confió a Espino es de extrema  gravedad para México no porque en 2012 se dispute un concurso de  erudición literaria, como algunos minimizan este episodio de vergüenza,  sino porque la aversión al conocimiento que se adquiere a través de los  libros, como es el caso del virtual candidato presidencial priista,  exhibe lo que verdaderamente piensa de la educación.
 No en balde  los grandes proyectos educativos en México los protagonizaron  intelectuales de la talla de Justo Sierra, José Vasconcelos, Jaime  Torres Bodet, Agustín Yáñez, Gilberto Guevara Niebla y Jesús Reyes  Heroles, mientras que la decadencia ha sido obra de personajes tan  frívolos y corruptos como Vicente Fox y Elba Esther Gordillo, justamente  mentora ésta de Peña Nieto.
 La educación es, también, fuente de  valores cívicos y morales que son clave para el desarrollo de una nación  y, al contrario, al desdeñarse, sobreviene la ruptura del tejido social  y se gestan fenómenos tan repugnantes como la corrupción, el crimen y  la guerra.
 Sólo la ausencia de ética o moral permiten que un  gobernante corrupto como Montiel sea encubierto por su sobrino, Peña  Nieto, y exactamente por lo mismo los priistas de la cúpula aclamaron a  Humberto Moreira la renuncia a la presidencia de su partido sin exigirle  cuentas por el monumental endeudamiento de más de 34 mil millones de  pesos, la mitad al menos contratada de manera ilegal.
 De manera  que la ignorancia de Peña Nieto no es sólo un “error” libresco, como  quiere hacer creer, sino una concepción de México y del mundo en el que  los principios éticos están sometidos a la consecución de fines sin  importar los medios.
 La reacción de Paulina Peña Pretelini, hija  de Peña Nieto, es también lamentablemente reveladora de una pobreza  educativa. A través de la cuenta de Twitter de su novio envió, la  medianoche del domingo, este mensaje: “Un saludo a toda la bola de  pendejos, que sólo forman parte de la prole y sólo critican a quien  envidian”.
 Se entiende que la joven tilde de “pendejos” a los  críticos de su padre, ofuscada por la mofa que concitó el papelazo que  hizo en la FIL –donde fue custodiado por Raúl y Trinidad Padilla, que  controlan la Universidad de Guadalajara–, pero la expresión “prole”  revela sobre todo un desprecio por los pobres.
 Y como escribió  José Emilio Pacheco en Las batallas en el desierto, si los indígenas no  fueran al mismo tiempo pobres, nadie utilizaría la palabra indio como  insulto.
Es obvio que la joven Peña Pretelini no usó la palabra  “prole” en la acepción coloquial –“conjunto numeroso de personas que  tienen algún tipo de relación entre sí”–, sino en el sentido  discriminatorio: Proletarios, asalariados, pobres, jodidos.
Angélica Rivera, mujer de Peña Nieto, piensa lo mismo, pero va más allá, según sus propios mensajes en Twitter:
“Osea  (sic) sí, el PRI fue corrupto y mentiroso, pero ya supérenlo, no sean  resentidos. Carlos Salinas ha sido el mejor presidente de México, me  consta”. “No, los Zapatistas eran revoltosos que estaban poniendo en  peligro la estabilidad de las empresas. Salinas hizo bien en mandarles  al Ejécito.”
Y más de la actriz conocida como La Gaviota: “Osea  (sic), yo creo que si los indios quieren salir de donde están que  se pongan a trabajar y dejen de estar de flojos o violentos, como en  Atenco”. “Enrique no se arrepiente nada por lo que pasó en Atenco, la  verdad se lo merecían, sólo perturban la paz de todos los que  sí queremos trabajar”. “Por eso dije que Salinas hizo bien cuando mando  al Ejército a esos indios revoltosos, osea que se pongan a trabajar y  amen a México también”.
Es el mismo nivel de insulto que las  actrices Azalia Ojeda y María Vanessa Polo Cajica, a quienes se conoce  como las “Ladies de Polanco”, profirieron a policías capitalinos que las  reprendieron con insultos discriminatorios: “pinches asalariados de  mierda”.
El lenguaje de estas cuatro mexicanas es usual en el  mundillo de la farándula auspiciada por Televisa y copiada, tal cual,  por Televisión Azteca y demás remedos televisivos, y es el que, ante el  desdén del Estado en su deber formativo, se imparte a los millones de  mexicanos.
Por esa misma razón, Televisa y todo el amasijo  mediático que lubricaron los multimillonarios contratos con el erario  del Estado de México callan o disimulan la ignorancia de Peña Nieto, un  personaje que, ni modo, puede llegar a gobernar este país.
En  2006, Andrés Manuel López Obrador cometió el error de emplear una  expresión desafortunada para exigirle a Fox no entrometerse en el  proceso electoral –“cállate, chachalaca”–, y ahora Peña Nieto ha sentido  el rigor de Twitter, en el que, por primera vez, se librará también la  disputa presidencial.
Y es preciso recordar a Jesús Reyes Heroles: “En política únicamente se comete un error. Todo lo demás es consecuencia…”
Apuntes
Por  cierto, la asesora de Peña Nieto en redes sociales es Alejandra Lagunes  Soto Ruiz, exgerente de ventas de Google México y exdirectora general  comercial de Televisa Interactive Media. Pero, además, es esposa de  Rafael Pacchiano Alamán, diputado federal del Partido Verde y miembro de  la “telebancada” controlada por Televisa.