tiburonxx
Bovino de la familia
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A los exiliados cubanos que participaron de la invasión en Bahía de Cochinos, aún hoy, cinco décadas después, les cuesta creer el rotundo fracaso de esa operación encubierta organizada por la CIA para sacar del poder a Fidel Castro.
Recuerdan la confianza que tenían cuando fueron reclutados en Miami por la agencia de inteligencia norteamericana, y partieron con la seguridad de que tendrían detrás una fuerza militar estadunidense que no aceptaba derrotas.
“En gran medida nos dejamos llevar. Teníamos mucha confianza de que todo se haría bien”, afirma Julio González Rebull, un veterano de la Brigada de Asalto 2056. “Y si alguien dudaba de algo, uno de nuestros compañeros siempre repetía: ‘No te olvides que nosotros estamos con John Wayne’. Y eso creímos”, se lamenta el veterano.
Al igual que la gran mayoría de los combatientes, González Rebull no tenía experiencia militar. Estudiaba periodismo en la Universidad de La Habana cuando la revolución comandada por Fidel Castro llegó al gobierno e intervino el diario El Crisol, propiedad de su familia.
“Desde un principio nos dijeron que (el desembarco en Bahía de Cochinos) era un operativo secreto, nadie sabía nada”, recordó el ex brigadista, que llegó a Miami en mayo de 1960 y meses después, en diciembre, se sumaba al plan para invadir la isla.
Cuando llego a los campamentos de entrenamiento de la CIA en Guatemala, “ya había 400 hombres preparándose para la invasión”, comentó.
Aprobada por el presidente Dwight Eisenhower y asumida por su sucesor John F. Kennedy, la operación de Bahía de Cochinos se inició el 13 de abril de 1961 cuando zarparon de Nicaragua los buques con los expedicionarios, entrenados en bases secretas en ese país y en Guatemala.
“Los días previos hicimos vuelos desde Guatemala. Tiramos armas y propaganda pidiendo apoyo a la invasión en zonas de las montañas del Escambray y en la Sierra Maestra, donde decían que había algunos alzados contra Castro”, recuerda González.
Los exiliados devenidos combatientes comenzaron a percibir que algo no iba bien cuando les dijeron que de los 16 aviones bombarderos B-26 que había dispuesto Estados Unidos para la operación, finalmente sólo se emplearían ocho, que luego serían derribados en su totalidad.
“Además, había una gran diferencia de tropas. Recuerdo que en esos días le dije a uno de los advisers, los instructores estadunidenses: ‘Con mil 500 hombres no podemos hacer mucho’. Y me dijo: ‘Tú no te preocupes que nosotros estaremos allí’”.
Los ex brigadistas recuerdan que aviones A-4 Skyhawk de la marina estadunidense pasaron por la Bahía. Operaban desde el portaviones USS Essex que estaba apostado en la zona, pero nunca entraron en combate.
“Creímos que teníamos un aliado, pero llegado el momento quedamos solos”, asegura Félix Rodríguez, otro ex brigadista que se encargó de reclutar cubanos en Miami para la CIA y que luego se infiltró en La Habana para preparar el terreno para la invasión, con un plan que incluía intentar matar a Fidel Castro.
“Cuando todavía había brigadistas en el mar, el portaviones estadunidense y un destructor se fueron sin dar ningún auxilio” a fin de no develar el involucramiento de Estados Unidos en el operativo, recuerda Rodríguez. “Nuestro grupo no participó en absoluto del plan, y eso fue un gran error”, considera.
Jorge Infiesta-Casals estaba a bordo del Houston. Un barco cubano que debía arribar en la madrugada del 17 de abril al interior de la Bahía de Cochinos, en Playa Larga.
“Cuando nos estábamos acercando a la costa, todavía de noche, el barco fue bombardeado y comenzó a hundirse”, recuerda. “Fue un momento de gran desesperación, tuvimos que comenzar a tirarnos al mar y allí muchos compañeros murieron”, recordó.
“Yo pude llegar nadando a la orilla. Allí nos reunimos y salimos hacia Playa Girón a juntarnos con otro grupo”, recuerda Infiesta-Casals. Las municiones iban en una embarcación que fue hundida y se perdieron.
Jorge Marquet que también estaba en el Houston recuerda el momento cuando entraron en combate. “En cuanto desembarcamos aquello era correr y tirar. Teníamos bastantes armas, pero enseguida nos quedamos sin municiones”, rememora.
“Sin posibilidades de defendernos y sin apoyo de ningún tipo había que salvarse como fuera, y todo el mundo salió a ocultarse por las ciénagas hasta que fuimos rodeados y capturados, pero nunca nos rendimos”, afirma Marquet.
Tres días de combates dejaron 156 muertos en las filas de Castro y 107 entre los invasores, además de mil 189 prisioneros, que un año después Estados Unidos lograría liberar con un pago a Cuba de 53 millones de dólares en medicinas y alimentos.
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A los exiliados cubanos que participaron de la invasión en Bahía de Cochinos, aún hoy, cinco décadas después, les cuesta creer el rotundo fracaso de esa operación encubierta organizada por la CIA para sacar del poder a Fidel Castro.
Recuerdan la confianza que tenían cuando fueron reclutados en Miami por la agencia de inteligencia norteamericana, y partieron con la seguridad de que tendrían detrás una fuerza militar estadunidense que no aceptaba derrotas.
“En gran medida nos dejamos llevar. Teníamos mucha confianza de que todo se haría bien”, afirma Julio González Rebull, un veterano de la Brigada de Asalto 2056. “Y si alguien dudaba de algo, uno de nuestros compañeros siempre repetía: ‘No te olvides que nosotros estamos con John Wayne’. Y eso creímos”, se lamenta el veterano.
Al igual que la gran mayoría de los combatientes, González Rebull no tenía experiencia militar. Estudiaba periodismo en la Universidad de La Habana cuando la revolución comandada por Fidel Castro llegó al gobierno e intervino el diario El Crisol, propiedad de su familia.
“Desde un principio nos dijeron que (el desembarco en Bahía de Cochinos) era un operativo secreto, nadie sabía nada”, recordó el ex brigadista, que llegó a Miami en mayo de 1960 y meses después, en diciembre, se sumaba al plan para invadir la isla.
Cuando llego a los campamentos de entrenamiento de la CIA en Guatemala, “ya había 400 hombres preparándose para la invasión”, comentó.
Aprobada por el presidente Dwight Eisenhower y asumida por su sucesor John F. Kennedy, la operación de Bahía de Cochinos se inició el 13 de abril de 1961 cuando zarparon de Nicaragua los buques con los expedicionarios, entrenados en bases secretas en ese país y en Guatemala.
“Los días previos hicimos vuelos desde Guatemala. Tiramos armas y propaganda pidiendo apoyo a la invasión en zonas de las montañas del Escambray y en la Sierra Maestra, donde decían que había algunos alzados contra Castro”, recuerda González.
Los exiliados devenidos combatientes comenzaron a percibir que algo no iba bien cuando les dijeron que de los 16 aviones bombarderos B-26 que había dispuesto Estados Unidos para la operación, finalmente sólo se emplearían ocho, que luego serían derribados en su totalidad.
“Además, había una gran diferencia de tropas. Recuerdo que en esos días le dije a uno de los advisers, los instructores estadunidenses: ‘Con mil 500 hombres no podemos hacer mucho’. Y me dijo: ‘Tú no te preocupes que nosotros estaremos allí’”.
Los ex brigadistas recuerdan que aviones A-4 Skyhawk de la marina estadunidense pasaron por la Bahía. Operaban desde el portaviones USS Essex que estaba apostado en la zona, pero nunca entraron en combate.
“Creímos que teníamos un aliado, pero llegado el momento quedamos solos”, asegura Félix Rodríguez, otro ex brigadista que se encargó de reclutar cubanos en Miami para la CIA y que luego se infiltró en La Habana para preparar el terreno para la invasión, con un plan que incluía intentar matar a Fidel Castro.
“Cuando todavía había brigadistas en el mar, el portaviones estadunidense y un destructor se fueron sin dar ningún auxilio” a fin de no develar el involucramiento de Estados Unidos en el operativo, recuerda Rodríguez. “Nuestro grupo no participó en absoluto del plan, y eso fue un gran error”, considera.
Jorge Infiesta-Casals estaba a bordo del Houston. Un barco cubano que debía arribar en la madrugada del 17 de abril al interior de la Bahía de Cochinos, en Playa Larga.
“Cuando nos estábamos acercando a la costa, todavía de noche, el barco fue bombardeado y comenzó a hundirse”, recuerda. “Fue un momento de gran desesperación, tuvimos que comenzar a tirarnos al mar y allí muchos compañeros murieron”, recordó.
“Yo pude llegar nadando a la orilla. Allí nos reunimos y salimos hacia Playa Girón a juntarnos con otro grupo”, recuerda Infiesta-Casals. Las municiones iban en una embarcación que fue hundida y se perdieron.
Jorge Marquet que también estaba en el Houston recuerda el momento cuando entraron en combate. “En cuanto desembarcamos aquello era correr y tirar. Teníamos bastantes armas, pero enseguida nos quedamos sin municiones”, rememora.
“Sin posibilidades de defendernos y sin apoyo de ningún tipo había que salvarse como fuera, y todo el mundo salió a ocultarse por las ciénagas hasta que fuimos rodeados y capturados, pero nunca nos rendimos”, afirma Marquet.
Tres días de combates dejaron 156 muertos en las filas de Castro y 107 entre los invasores, además de mil 189 prisioneros, que un año después Estados Unidos lograría liberar con un pago a Cuba de 53 millones de dólares en medicinas y alimentos.
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