Vean esta de Cananea
Les envío esta nota para que analicen los hermanos ba-kunos lo que realmente sucede con Cananea (mina), es como siempre lo presentan los medios (lacayos del des-gobierno) pura faramalla política a conveniencia del grupo en el poder.
Sin más lo dejo a su consideración.
Con esos amigos...
"Lo mejor y más saludable ahora, es no tener sindicato": GM
"Me entregaron una pala, que la cuidara pa’mí, que nunca la abandonara, pa’qué la tierra regara, despacito, despacito".
Víctor Jara
Por Felipe Larios Gaxiola / Dossier Politico / Agencia AP
Dia de publicación: 2010-06-14
Cananea.- A los hombres de Germán Larrea Mota Velazco les tomó poco más de tres horas mostrar a unos 60 reporteros el “enorme daño que nos han hecho” en casi tres años de huelga.
El ingeniero Isaac López Arzola, es un chihuahuense que lleva catorce años en Cananea y que hoy está al frente de "la mina más grande de México", y él hace su mejor esfuerzo para que sus palabras no queden a merced del viento que, acá arriba a casi 2 mil metros de altura, sopla con singular fuerza:
"La mina nos la dejaron destrozada", repite y repite solo para estrellarse con la réplica de los reporteros más aguzados:
"Ingeniero, no estará usted exagerando". El silencio, invariable, es la muda respuesta.
Pero Issac López Arzola repite esa y otras frases que por el orden y la disciplina con que lo hace, no queda sino bajo la sospecha de que se trata de un bien estudiado montaje.
"Los destrozos y el saqueo nos han dejado perdidas por 114 millones de dólares, ya verán cuando recorramos las diferentes áreas, ya verán", advierte cual mago que se prepara para ofrecer a un público incrédulo su truco predilecto.
Ya sentados bajo la telaraña de tubos con el andamiaje de acero sobre nuestras cabezas y que está dentro de la concentradora, alma y corazón del gigantesco complejo industrial, el jefe operativo de la mina del heredero Larrea Mota Velazco, avisa que hará “los comentarios previos al inicio del recorrido”.
“Primero -dice con el aire del gobernante infalible que habla a sus lacayos-- no se separen para nada y no cambien de vehículo”.
“Segundo: al terminar esta charla va estar en una mesa en la salida un paquete con toda la información, tomen --ordena sin pedir o pide ordenando-- un paquete por medio para que alcancen”
“Tercero: en la camionetas van a tener un pequeño lonche, sodas y agua”.
En efecto: al regresar a las camionetas tipo “pollero” (van’s con capacidad para doce personas), nos encontramos dentro de unas pulcras cajitas blancas, el famoso lonche para los invitados: tres burritos infamemente ahogados en aceite y una bolsita de plástico que contenía golosinas importadas.
No me siento seguro
El ingreso al filo de las diez de la mañana fue por la puerta 2, “porque por el centro aún existen riesgos”, dice López Arzola. Los locales tuvimos que esperar media hora para darle oportunidad de llegar al contingente de la “prensa nacional”.
Al inicio del recorrido nos topamos con grupos de 20 a 30 agentes federales; más arriba, justo a unos pasos donde el domingo anterior ardió la oficina administrativa, los paramilitares izaban una gigantesca bandera nacional.
Luego de las explicaciones de rigor y a bordo de las camionetas, iniciamos el ascenso. La primera parada es en la estación donde se encuentran “almacenados” los enormes “dompes”, algunos con capacidad para cargar por vez 360 toneladas métricas de material.
“Estos no fueron dañados, pero esperen a ver la pala que cuesta 16 millones de dólares”, dice nuestro anfitrión.
Pero los reporteros que ya le tomaron la medida a “el ingeniero” ahora se dedican a algo semejante al turismo:
Suben y bajan, se toman fotos y graban videos frente a los monstruosos camiones de 6 millones de dólares que, imperturbables, esperan que de nuevo sean echados a andar para acarrear del cielo abierto la materia prima que, una vez procesada, acrecentará la enorme fortuna del Clan Larrea.
Pero para Isaac López Arzola todo ese poder económico no le ha ofrecido calma, paz y tranquilidad:
“No me siento seguro…no me siento seguro, así es”, responde sin vehemente convicción, acaso consciente de que la metralla de más de mil agentes federales lo respaldan.
Como marchante del mercado (sin no compra no mallugue), mediante una alta voz los auxiliares apuran a los reporteros a regresar a las camionetas: “Vámonos, vámonos, regresen a los vehículos”, instruye el operador del megáfono.
Ahora, por una brecha pelona vamos rumbo a la parte más alta del complejo. El polvo mineralizado que en su andar levantan los vehículos, irremisiblemente, sin pasar aduana, se estaciona directamente en los pulmones de los visitantes.
Llegamos a la punta donde una enorme pala enmohecida espera como parte estelar de la escenografía de los presuntos daños.
Una persona que carga un radio transmisor comenta con el aire de quien porta los galones de jefe:
“Es una infamia, suban a la pala para que vean los destrozos”.
Uno a uno las y los reporteros suben, bajan, suben y constatan el mal estado del aparato.
“Verdad que es una infamia”, repite el amigo del radio.
Y la reportera enviada de un diario de Hermosillo pregunta con una inocencia que, sin embargo, hace sudar frío a nuestro anfitrión:
“Y esa pala qué modelo es”.
A pregunta inesperada, regularmente se encuentra una respuesta inadecuada:
“Estas son las palas que cuestan 16 millones de dólares y miren como nos las dejaron”.
“Y qué modelo es”.
“Bueno, está es de 1980”…
La joya de la corona de los destrozos
Empieza a caer la tarde y aún no llegamos al sitio donde, para el anfitrión, se encuentra “la joya de la corona larraeísta” de los destrozos y el vandalismo ocasionado, presuntamente, por los huelguistas que este domingo ni de chiste asomaron la cabeza.
Es parte de la tregua, dice un colega.
Por la veredas y caminos de un suelo agotado luego de más de 100 años de explotación, llegamos por la puerta 5 a la zona de la presa de los jales, donde se encuentra el vital sistema de agua.
El sitio luce desolado: destrozos por todos lados. Aparatos que, sin ser expertos, sin duda datan de la época de la segunda guerra mundial.
“Aquí hubo saqueo que nos costará 31 millones de dólares”, afirma el ingeniero López Arzola.
Los auxiliares-vigilantes empiezan a recoger los casos, chalecos y lentes de protección que en la víspera había repartido en la puerta 2. El director operativo de la mina habla ante los reporteros.
Cuántas terceras (empresas contratistas) están trabajando en la mina, pregunta el director de Dossier. El funcionario responde:
“Cuarenta empresas y van a venir cincuenta o sesenta más”.
En la primera etapa van a trabajar con terceras, repregunta el jefe de Dossier.
“Va a llegar el momento en que el personal sea nuestro”.
Pero en la primera etapa será solo con personal de terceras, vuelve a la carga el reportero.
La respuesta es afirmativa y, sin provocación alguna, don Isaac López Arzola, voluntariamente confiesa:
“Lo mejor, lo más saludable ahora, es no tener sindicato”.
Derechos laborales es lo que muchos quisieran que no hubiera en las empresas:metal:
Fuente: Dossier Pólitico
http://www.dossierpolitico.com/vernoticias.php?artid=79698&relacion=dossierpolitico&mas=9