OPAXO
Bovino Milenario
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Calderón cree que tú y yo somos diferentes (yo digo que no)
http://eleconomista.com.mx/contra-e...ree-que-tu-yo-somos-diferentes-yo-digo-que-no
“Como concebimos a la democracía hoy, los derechos de la minoría deben ser protegidos sin importar que tan singular o alienada esa minoría sea respecto a la mayoría; de otro modo, los derechos de la mayoría pierden su sentido”.
Alexis de Tocqueville
Haré lo que nunca, hablaré de mi en un editorial. Lo hago por una sola razón: a veces, lo personal es político y hablar en 'yo' es la única forma de expresar en su justa dimensión algo que, irónicamente, nos trasciende.
Soy politólogo, y encuentro en el análisis de la política más de la mitad de mis pasiones. Estudié la licenciatura en el CIDE, lugar que me definió como ningún otro, y posteriormente el doctorado en la Universidad de Nueva York, donde me especialicé en economía política y encontré en los métodos cuantitativos un atajo para entender y poseer al mundo.
Soy profesor en el ITAM, y desde el primer momento que me paré frente un salón de clases, entendí lo generosa que es esa actividad. Los alumnos no lo saben, pero como profesor uno se lleva un aprendizaje alucinante: enseñarles e interactuar con ellos es, sin duda, la actividad intelectual más enriquecedora.
Soy editor e investigador en medios de comunicación. Trabajo en este periódico como parte de la Unidad de Inteligencia, una posición privilegiada que me permite usar mis herramientas académicas y trasladarlas en productos editoriales que alcancen un público amplio; siempre, con entera libertad. Co-edito también el sitio laloncheria.com, un proyecto colectivo que en su insolencia, informa y se compromete con las causas que consideramos justas y/o oportunas.
Soy parte de una familia que junto al afecto, puso de inmediato la libertad y la solidaridad. Mi madre, mi hermano, mis sobrinos; son una fuente permanente de solidez emocional y certidumbres. Nos tenemos una admiración y cariño recíprocos enormes. Son mi piso.
Soy mexicano, aquí nací, aquí quiero trabajar, aquí quiero criar a mis hijos y aquí quiero terminar. Incidir, del modo que sea en la mejora de mi país, es una de las razones que me mueven cotidianamente. Quiero ver un país próspero, democrático y justo.
Soy, mejor dicho, trato de ser, un ciudadano redondo: voto, pago impuestos, participo en los temas que me parecen clave, y procuro respeto a mis co-ciudadanos.
También soy gay.
Y serlo me ha parecido siempre irrelevante. Para otros parece no serlo. Ser gay es hoy un atributo activado políticamente y me molesta.
Querría hablar de la reforma política (y lo haré pronto), querría estar aportando ideas para que las instituciones representativas y el sistema electoral mexicanos incrementen la incidencia ciudadana, la rendición de cuentas, la transferencia de información entre políticos y ciudadanos, y la formación orgánica de mayorías legislativas.
No, en lugar de hablar sobre cómo perfeccionar nuestras instituciones democráticas tengo que salir a defender una idea democrática elemental: puedo ejercer mis derechos en mi país sin que ser gay implique ningún matiz.
Felipe Calderón usa el poder Ejecutivo para decirme que no, que no soy igual a todos y que no debo ni aspirar a tener los mismos derechos.
Como homosexual eso me hiere. Como politólogo y demócrata me enerva.
Los matrimonios libres y la adopción por parte de parejas del mismo sexo, no es un tema moral o gay, es un tema de equidad y democracia. Pensarlo de otro modo sería tan absurdo como pensar que los derechos civiles eran un tema de negros o la equidad de género un tema de mujeres.
Usando la exposición de motivos de una reforma constitucional de 1974 y con una lectura moral del artículo 4o constitucional, mi gobierno me dice que el matrimonio está definido exclusivamente como la unión entre un hombre y una mujer.
Mi gobierno me dice también, que yo no tengo la capacidad de ser padre. Que ser gay me impide educar, proteger y formar adecuadamente un@ hij@. Que no importa si soy o no un ciudadano de bien, mi elección afectiva dañará a mis hijos.
Toda la evidencia científica concluye lo contrario, y hay una literatura bastísima que da respaldo.
Este año cumpliré una de las metas de vida más importante que me planteé desde muy joven: iniciaré los trámites de adopción y formaré, si el Estado cree que soy idóneo, una familia con es@ hij@. Quiero hacerlo porque me parece inaceptable tener los medios, y no hacerse cargo de al menos uno de los miles de niñ@s mexican@s en completo desamparo, y porque en su cuidado sé que encontraré una fuente constante de contento y realización.
Seguiré viviendo en este mismo lugar, continuaré con mis actividades de enseñanza y comunicación, no dejaré de pagar mis impuestos, votaré en todos los procesos electorales que me toquen. Y en cada cosa que haga defenderé la elemental idea de no ser diferente jurídicamente a nadie, de que soy titular de iguales derechos.
Eso me dice el artículo 1 de mi constitución.
http://eleconomista.com.mx/contra-e...ree-que-tu-yo-somos-diferentes-yo-digo-que-no
“Como concebimos a la democracía hoy, los derechos de la minoría deben ser protegidos sin importar que tan singular o alienada esa minoría sea respecto a la mayoría; de otro modo, los derechos de la mayoría pierden su sentido”.
Alexis de Tocqueville
Haré lo que nunca, hablaré de mi en un editorial. Lo hago por una sola razón: a veces, lo personal es político y hablar en 'yo' es la única forma de expresar en su justa dimensión algo que, irónicamente, nos trasciende.
Soy politólogo, y encuentro en el análisis de la política más de la mitad de mis pasiones. Estudié la licenciatura en el CIDE, lugar que me definió como ningún otro, y posteriormente el doctorado en la Universidad de Nueva York, donde me especialicé en economía política y encontré en los métodos cuantitativos un atajo para entender y poseer al mundo.
Soy profesor en el ITAM, y desde el primer momento que me paré frente un salón de clases, entendí lo generosa que es esa actividad. Los alumnos no lo saben, pero como profesor uno se lleva un aprendizaje alucinante: enseñarles e interactuar con ellos es, sin duda, la actividad intelectual más enriquecedora.
Soy editor e investigador en medios de comunicación. Trabajo en este periódico como parte de la Unidad de Inteligencia, una posición privilegiada que me permite usar mis herramientas académicas y trasladarlas en productos editoriales que alcancen un público amplio; siempre, con entera libertad. Co-edito también el sitio laloncheria.com, un proyecto colectivo que en su insolencia, informa y se compromete con las causas que consideramos justas y/o oportunas.
Soy parte de una familia que junto al afecto, puso de inmediato la libertad y la solidaridad. Mi madre, mi hermano, mis sobrinos; son una fuente permanente de solidez emocional y certidumbres. Nos tenemos una admiración y cariño recíprocos enormes. Son mi piso.
Soy mexicano, aquí nací, aquí quiero trabajar, aquí quiero criar a mis hijos y aquí quiero terminar. Incidir, del modo que sea en la mejora de mi país, es una de las razones que me mueven cotidianamente. Quiero ver un país próspero, democrático y justo.
Soy, mejor dicho, trato de ser, un ciudadano redondo: voto, pago impuestos, participo en los temas que me parecen clave, y procuro respeto a mis co-ciudadanos.
También soy gay.
Y serlo me ha parecido siempre irrelevante. Para otros parece no serlo. Ser gay es hoy un atributo activado políticamente y me molesta.
Querría hablar de la reforma política (y lo haré pronto), querría estar aportando ideas para que las instituciones representativas y el sistema electoral mexicanos incrementen la incidencia ciudadana, la rendición de cuentas, la transferencia de información entre políticos y ciudadanos, y la formación orgánica de mayorías legislativas.
No, en lugar de hablar sobre cómo perfeccionar nuestras instituciones democráticas tengo que salir a defender una idea democrática elemental: puedo ejercer mis derechos en mi país sin que ser gay implique ningún matiz.
Felipe Calderón usa el poder Ejecutivo para decirme que no, que no soy igual a todos y que no debo ni aspirar a tener los mismos derechos.
Como homosexual eso me hiere. Como politólogo y demócrata me enerva.
Los matrimonios libres y la adopción por parte de parejas del mismo sexo, no es un tema moral o gay, es un tema de equidad y democracia. Pensarlo de otro modo sería tan absurdo como pensar que los derechos civiles eran un tema de negros o la equidad de género un tema de mujeres.
Usando la exposición de motivos de una reforma constitucional de 1974 y con una lectura moral del artículo 4o constitucional, mi gobierno me dice que el matrimonio está definido exclusivamente como la unión entre un hombre y una mujer.
Mi gobierno me dice también, que yo no tengo la capacidad de ser padre. Que ser gay me impide educar, proteger y formar adecuadamente un@ hij@. Que no importa si soy o no un ciudadano de bien, mi elección afectiva dañará a mis hijos.
Toda la evidencia científica concluye lo contrario, y hay una literatura bastísima que da respaldo.
Este año cumpliré una de las metas de vida más importante que me planteé desde muy joven: iniciaré los trámites de adopción y formaré, si el Estado cree que soy idóneo, una familia con es@ hij@. Quiero hacerlo porque me parece inaceptable tener los medios, y no hacerse cargo de al menos uno de los miles de niñ@s mexican@s en completo desamparo, y porque en su cuidado sé que encontraré una fuente constante de contento y realización.
Seguiré viviendo en este mismo lugar, continuaré con mis actividades de enseñanza y comunicación, no dejaré de pagar mis impuestos, votaré en todos los procesos electorales que me toquen. Y en cada cosa que haga defenderé la elemental idea de no ser diferente jurídicamente a nadie, de que soy titular de iguales derechos.
Eso me dice el artículo 1 de mi constitución.