Toda actividad involucra riesgos. Sin embargo, hay actividades que conllevan riesgos no solo innecesiaros, sino absurdos.
El toreo pretende representar la lucha de dos "fuerzas contrarias": el hombre contra la naturaleza, la inteligencia contra la brutalidad, el bien contra el mal y una sarta más de tonterías, que según los aficionados, representa el toreo.
La realidad es que el que utiliza la brutalidad es curiosamente el hombre que se enfrenta al toro. Es un acto de brutalidad cuando lo vemos en su verdadero contexto: un grupo de personas se reune para ver como un hombre tortura a un animal, lo hace sufrir hasta la muerte y la gente lo vitoréa cuando esta llega. La mayoría de las veces, el hombre sale "victorioso" y asesina a su víctima, en este caso, la víctima fue el torero, que afortunadamente no murió.
Este "accidente" no es en realidad un accidente, el torero sabía a lo que se enfrentaba y la suerte no estaba de su lado, se encontró con un animal que no permitiría que le mataran.
La realidad es que esto debería ser un argumento más en contra del toreo: no solo es cruel para el animal, sino que también es peligroso para el torero. Si una persona, como el torero, quisiera demotrar su "valentía", debería hacerlo en algo que valga la pena, tal vez debería trabajar como bombero o paramédico. Ya en un caso extremo, que se dedique al deporte extremo, saltar en paracaídas a miles de metros de altura, escalar inclinadas montañas, practicar el surf, en fín, todas esas actividades que elevan los niveles de adrenalina y que implican riesgos solo a quien lo practica, riesgos que están dentro de ciertos límites y por lo tanto, relativamente seguros si el que los practica tiene la experiencia y precaución necesarias. El toreo implica variables que se pueden salir de control, como un toro excesivamente bravo.