Alej17
Bovino de la familia
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Proponen reemplazar el sistema gregoriano que hoy usamos
Año nuevo, calendario nuevo
Por: Juan David Torres Duarte
Dos catedráticos de la Universidad Johns Hopkins crearon un calendario compuesto por 364 días sin años bisiestos. El día de Navidad sería celebrado siempre un sábado y el 20 de julio caería siempre un viernes.
Semestre tras semestre, Richard Conn Henry, astrofísico y catedrático de la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos, preparaba su clase con base en los mismos libros, las mismas actividades y los mismos talleres. Lo único que debía cambiar durante cada temporada de estudio era su cronograma. Los días, año a año, se desajustaban.
Henry —meticuloso, incluso molesto por tener que rehacer su agenda por falta de un calendario más exacto— se preguntó si sería necesario perder horas preciadas de ese modo. Entonces se respondió que no, que no había por qué perder tiempo ajustando los tiempos y, como si se tratara de un asunto menor, creó un nuevo calendario que reemplazara el actual sistema gregoriano.
Henry desarrolló un programa informático y, utilizando fórmulas matemáticas, construyó su calendario. Luego lo presentó en la reunión de la Sociedad Americana de Astronomía en 2003. Su sistema comenzó a rodar y en 2004 algunos medios le prestaron atención. Consistía en un año de 364 días, compuesto por ocho meses de 30 días (enero, febrero, abril, mayo, julio, agosto, octubre y noviembre) y cuatro de 31 (marzo, junio, septiembre y diciembre).
Henry admitía que hacía falta un día y un poco más para completar la rotación total de la Tierra alrededor del Sol —un año tiene exactamente 365,2421896698 días— y por ello ideó una semana adicional en diciembre cada cinco o seis años. De ese modo prescindiría de los años bisiestos. Así cada año sería idéntico al anterior. El día de Navidad sería celebrado siempre un sábado y el 20 de julio caería siempre un viernes.
El sistema de Henry, sin embargo, no tuvo mayor impacto. No fue aplicado, fue más bien olvidado. A pesar de ello, Henry insistió en las ventajas prácticas que traería una nueva variación del calendario, 430 años después de que el papa Gregorio XIII instaurara el sistema gregoriano. Henry acepta que el esfuerzo cronológico del papa fue bastante acertado, pero permite demasiados saltos en los días de la semana. Acepta además que su calendario no es exacto. “El calendario que estoy defendiendo no es tan preciso —dice— como el gregoriano. Pero es más conveniente”.
Una reforma con historia
El calendario gregoriano —impuesto en 1582— no es más que una modificación del sistema propuesto por Julio César en el año 46 a. de C. El gregoriano mantuvo los años bisiestos de éste y tuvo que eliminar diez días. El sistema, paulatinamente, se establecería en los demás países de dominio católico hasta convertirse, casi 200 años después, en el sistema general de medición del tiempo.
Pero Henry considera, además, que el calendario gregoriano define, sobre todo, un punto de vista religioso y no un desarrollo económico de las sociedades. “Ese calendario es el producto de varias disputas entre iglesias —asegura—, pero que no deben impactar el comercio y la organización efectiva de los negocios en la actualidad”.
¿Para qué sirve?
Henry encontró el apoyo de Steve Hanke, economista, profesor de la misma universidad y columnista de Forbes. Con la ayuda de Hanke, Henry resolvió algunas inexactitudes de su calendario y tomó fuerzas para pedir, de nuevo, que el calendario tradicional sea reemplazado. Ahora no sólo insiste en los beneficios que traería a la organización interna de las empresas y los colegios, sino —de la mano de Hanke— en el impacto económico.
¿Qué favores traería para la economía, de acuerdo con Hanke? “Nuestro calendario simplifica los cálculos financieros y elimina la ‘estafa de los factores’”, asegura en un artículo reciente, escrito junto con Henry, refiriéndose al cálculo de los intereses diarios que se acumulan en instrumentos financieros como bonos, hipotecas y permutas entre muchos otros. El calendario actual contiene complejidades que generan problemas a la hora de hacer el recuento.
Henry asegura que el calendario podrá ser empleado desde el domingo 1º de enero de 2017. Dice que él mismo está triste porque el Día de las Brujas, el 31 de octubre, desaparecería.
Otro intento de reforma en 1923
El de Henry no es el primer intento de cambiar el sistema gregoriano para contar los días y las noches.
George Eastman, negociante y fundador de la Eastman Kodak Company, también apoyó con entusiasmo un calendario que consistía en 13 meses de 28 días cada uno, con unos saltos mínimos cada semestre.
El proyecto —también llamado International Fixed Calendar— fue creado por Moses B. Cotsworth en 1923. Este analista de origen británico se interesó por la reforma del calendario cuando trabajaba para una compañía de trenes y notó que la contabilidad era muy complicada por la variedad de los días y meses.
Su idea no fue acogida: no respetaba el Sabbath.
http://www.elespectador.com/impreso/vivir/articulo-319855-ano-nuevo-calendario-nuevo
Saludos

Año nuevo, calendario nuevo
Por: Juan David Torres Duarte
Dos catedráticos de la Universidad Johns Hopkins crearon un calendario compuesto por 364 días sin años bisiestos. El día de Navidad sería celebrado siempre un sábado y el 20 de julio caería siempre un viernes.

Semestre tras semestre, Richard Conn Henry, astrofísico y catedrático de la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos, preparaba su clase con base en los mismos libros, las mismas actividades y los mismos talleres. Lo único que debía cambiar durante cada temporada de estudio era su cronograma. Los días, año a año, se desajustaban.
Henry —meticuloso, incluso molesto por tener que rehacer su agenda por falta de un calendario más exacto— se preguntó si sería necesario perder horas preciadas de ese modo. Entonces se respondió que no, que no había por qué perder tiempo ajustando los tiempos y, como si se tratara de un asunto menor, creó un nuevo calendario que reemplazara el actual sistema gregoriano.
Henry desarrolló un programa informático y, utilizando fórmulas matemáticas, construyó su calendario. Luego lo presentó en la reunión de la Sociedad Americana de Astronomía en 2003. Su sistema comenzó a rodar y en 2004 algunos medios le prestaron atención. Consistía en un año de 364 días, compuesto por ocho meses de 30 días (enero, febrero, abril, mayo, julio, agosto, octubre y noviembre) y cuatro de 31 (marzo, junio, septiembre y diciembre).
Henry admitía que hacía falta un día y un poco más para completar la rotación total de la Tierra alrededor del Sol —un año tiene exactamente 365,2421896698 días— y por ello ideó una semana adicional en diciembre cada cinco o seis años. De ese modo prescindiría de los años bisiestos. Así cada año sería idéntico al anterior. El día de Navidad sería celebrado siempre un sábado y el 20 de julio caería siempre un viernes.
El sistema de Henry, sin embargo, no tuvo mayor impacto. No fue aplicado, fue más bien olvidado. A pesar de ello, Henry insistió en las ventajas prácticas que traería una nueva variación del calendario, 430 años después de que el papa Gregorio XIII instaurara el sistema gregoriano. Henry acepta que el esfuerzo cronológico del papa fue bastante acertado, pero permite demasiados saltos en los días de la semana. Acepta además que su calendario no es exacto. “El calendario que estoy defendiendo no es tan preciso —dice— como el gregoriano. Pero es más conveniente”.
Una reforma con historia
El calendario gregoriano —impuesto en 1582— no es más que una modificación del sistema propuesto por Julio César en el año 46 a. de C. El gregoriano mantuvo los años bisiestos de éste y tuvo que eliminar diez días. El sistema, paulatinamente, se establecería en los demás países de dominio católico hasta convertirse, casi 200 años después, en el sistema general de medición del tiempo.
Pero Henry considera, además, que el calendario gregoriano define, sobre todo, un punto de vista religioso y no un desarrollo económico de las sociedades. “Ese calendario es el producto de varias disputas entre iglesias —asegura—, pero que no deben impactar el comercio y la organización efectiva de los negocios en la actualidad”.
¿Para qué sirve?
Henry encontró el apoyo de Steve Hanke, economista, profesor de la misma universidad y columnista de Forbes. Con la ayuda de Hanke, Henry resolvió algunas inexactitudes de su calendario y tomó fuerzas para pedir, de nuevo, que el calendario tradicional sea reemplazado. Ahora no sólo insiste en los beneficios que traería a la organización interna de las empresas y los colegios, sino —de la mano de Hanke— en el impacto económico.
¿Qué favores traería para la economía, de acuerdo con Hanke? “Nuestro calendario simplifica los cálculos financieros y elimina la ‘estafa de los factores’”, asegura en un artículo reciente, escrito junto con Henry, refiriéndose al cálculo de los intereses diarios que se acumulan en instrumentos financieros como bonos, hipotecas y permutas entre muchos otros. El calendario actual contiene complejidades que generan problemas a la hora de hacer el recuento.
Henry asegura que el calendario podrá ser empleado desde el domingo 1º de enero de 2017. Dice que él mismo está triste porque el Día de las Brujas, el 31 de octubre, desaparecería.
Otro intento de reforma en 1923
El de Henry no es el primer intento de cambiar el sistema gregoriano para contar los días y las noches.
George Eastman, negociante y fundador de la Eastman Kodak Company, también apoyó con entusiasmo un calendario que consistía en 13 meses de 28 días cada uno, con unos saltos mínimos cada semestre.
El proyecto —también llamado International Fixed Calendar— fue creado por Moses B. Cotsworth en 1923. Este analista de origen británico se interesó por la reforma del calendario cuando trabajaba para una compañía de trenes y notó que la contabilidad era muy complicada por la variedad de los días y meses.
Su idea no fue acogida: no respetaba el Sabbath.
http://www.elespectador.com/impreso/vivir/articulo-319855-ano-nuevo-calendario-nuevo
Saludos
