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Anatomía de la revista

tiburonxx

Bovino de la familia
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6 Nov 2005
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4.037
Hablando de la poca compresión lectora de algunos foristas o que no leen:

http://www.letraslibres.com/beta/blogs/anatomia-de-la-revista?page=full

1.
¿Somos los que leemos? Si es así, los mexicanos somos un tabloide impreso en colores brillantes con una mujer en bikini en primer plano. La revista más leída en México es TvNotas. En Inglaterra es la TvGuide y en Estados Unidos es la revista de la AARP, la American Association of Retired Persons. Siguiendo con el estereotipo, lo que los franceses más leen es la mítica Paris Match, cuyo lema es históricamente conocido: le poids des mots, le choc des photos (el peso de las palabras, el impacto de las fotos). ¿Rusia? Zhiyin, una Cosmopolitan para que las futuras esposas por encargo luzcan hermosas en todo momento. Y en China, estado zen in a nutshell: Reader’s Digest, la revista con mayor circulación mundial. Cosas de la vida.
2.
El método es el siguiente: un sondeo informal en puestos de revistas ubicados en distintas zonas de la ciudad de México. De Indios Verdes a Polanco. De la Condesa a Iztacalco. El resultado siempre es el mismo. La revista más vendida, con un tiraje de 782 mil números semanales, es TvNotas. Una publicación de editorial Notmusa que surgió en 1994 y que hoy es la lectura número uno para muchos mexicanos.
3.
Un hombre en un puesto de revistas afuera de metro Indios Verdes. Un paradero de microbuses que se extiende varios metros: sobre el camellón hay un mercado multiforme, los puestos acomodados en bloques como los hexágonos de un panal. En la esquina de Colcahuac e Insurgentes Norte está el tenderete descolorido por el sol. Poco surtido, pero con un dueño alegre. Casi todas las revistas que exhibe son pornográficas. Si le preguntas qué se vende más, él contesta que novelas. Las señala. El título de una de ellas es El sofá del placer; la historia de esa semana, “Anastasia y sus tetas chuponas”. Varias de ellas son importadas: Purely 18, Taboo. Pero de otros títulos, nada. Eso sí, las sopas de letras también se venden considerablemente. “Las revistas de música casi no porque son caras”. Cuestan 35 pesos.
4.
En la esquina de Monte de Piedad y 5 de mayo, muy cerca del Hostelling International Catedral, el dueño de un puesto de revistas logra sus mejores ventas con las revistas para adultos. Sus principales clientes: gringos y extranjeros que aparecen para llevarse una Playboy y un mapa, casi religiosamente. En el paradero Cuatro Caminos, la revista más vendida (después, siempre después de TvNotas) es H Extremo. En Polanco, Arquímedes con Horacio, una respuesta extraña: después de ¡Hola! y Vanidades, revistas de tejido y crochet. En Jalapa y Puebla y en Hamburgo y Génova, TvNotas y Vanidades. En la central camionera del norte, Muy Interesante y Proceso. ¿También se le vende la Vogue, que cuesta 140 pesos? Sí. Los viajes largos lo ameritan.
5.
Estos son los precios para anunciarse en TvNotas: cuarta de forros, 331 mil 81 pesos; tercera de forros y segunda de forros (cada una), 305 mil 613 pesos; una página, 254 mil 562 pesos; media página, 140 mil 73 pesos y un tercio de página, 93 mil 768 pesos.
Un par de titulares de la última edición: “Mamá alivianada, ¡Nailea Norvind apoya que su hija mayor tenga novia!” y “Unidas por el dolor, Thalía y Laura Zapata lloran juntas la muerte de su madre”. Hagamos cuentas de la facturación por publicidad de esta edición: 19 anuncios de página completa, dos de media página y uno de un tercio de página; sumados a la cuarta, tercera y segunda de forros, da como resultado 6 millones 152 mil 899 pesos. Si cada edición obtiene este aproximado, las ganancias al mes son de más de 24 millones y medio de pesos. Casi 300 millones de pesos anualmente solo por concepto de publicidad. Como nota al margen, TvNotas vende más de 2 millones de ejemplares mensualmente. Sin embargo, los dueños de puestos de revistas adquieren cada ejemplar en la Unión de Voceadores con un 29% de descuento, es decir, por 15.60 pesos. Es mejor no hacer más cuentas.
6.
Los argentinos leen Pronto. Un porteño la define como la Caras del proletariado. Cuesta 4 pesos argentinos, menos de un dólar. Las revistas que menos se leen en México, según los dueños de puestos de periódicos: Newsweek, Milenio Semanal, Cambio, Impacto, Contralínea. Es la opinión de un hombre (oculto en su tejabán, las pestañas blancas, la piel enrojecida) en Tlalpan, Insurgentes Sur y Ayuntamiento. La síntesis política no vende. Una mujer en metro Chabacano dice que depende de los artículos. ¿Cómo cuál? La Rolling Stone, la Mega Póster, responde convencida.
7.
Los defeños le hacemos honor a los estereotipos. El dueño de un puesto de revistas en el corazón de la Condesa, en la calle de Michoacán, es un tipo alto, rubio, de barba. Tiene expansiones en las orejas y tatuajes. Demasiado cool para vender revistas. Dice que muchos de sus clientes solo se aparecen para encargarle un número. Por un mes no los ve. “Gente de la colonia”, me dice, como si habláramos de una fraternidad o, mejor, de una logia. Para entrar debes dejar tus gustos lumpen en la puerta.
8.
Una mujer en un puesto sobre avenida Cuauhtémoc se desahoga. “No entiendo a los editores, a los escritores, ¿por qué prefieren venderle la revista a tiendas como Sanborns? Allí la gente va nada más a leer, no se llevan la revista, la dejan ahí toda maltratada. A mí lo que me interesa es vender, gracias a mí hacen su negocio”. De la TvyNovelas, esa mítica revista que surgió en los años setenta, la señora solo vende un número a la semana, “si bien le va”. De muchas otras revistas también solo compra un número. De TvNotas, más de treinta.
9.
México no es un país de lectores. 2.9 libros por año es el promedio según la Encuesta Nacional de Lectura. Sin embargo, 39.9% de la población lee revistas. Son de más fácil acceso: una tercera parte del porcentaje anterior las consigue por medio de préstamos de familiares o amigos. El pass-along de TvNotas asciende a diez, los que leen un solo ejemplar. El de Quién, por ejemplo, es de 3.8.
10.
Junto con el Libro vaquero, formador de generaciones enteras de mexicanos, TvNotas se lleva el primer lugar de lectura, aunque el Conaculta no la reconozca como libro. En un país con índices de lectura tan bajos como México ¿la lectura de un tabloide de espectáculos es mejor que nada?
:mota:
 
Que pasaría si tuviéramos libros más baratos? Los mexicanos leeríamos más o será meramente un asunto cultural? Un legado de haber sido educados por el canal de las estrellas? Interesante artículo, mi tiburs, me gustó mucho, especialmente porque te deja con más preguntas por hacer.
 
Desafortunadamente México no es un país de lectores serios, prefieren enterarse de qué le pasó a X o Y personaje de la TV que interesarse por algo más formativo.

Y me sorprende que la encuesta dé a "Tvno sé que" como la más vendida, porque en todos los puestos de periódico, lo primero que se puede ver son las revistas para adultos, no me digan que esas no se venden...

El placer de la lectura, debe surgir desde el hogar y la familia, pero si desde ahí hay problemas, es complicado, más no imposible, ir en contra de ese sistema.

Y como menciona Joker, si los precios de los libros fueran menores, sin duda tendría una biblióteca particular enorme, pero si debo decidir entre comprar un libro de 500 pesos y comer toda la semana, sin duda decidiré comer y leer de vez en cuando los libros que me interesan (principalmente técnicos -electrónica-) y que no son nada baratos... U.U

El alto costo de los libros es sólo una parte del problema de la baja calidad y cantidad de lectores del país.

Ser lector no es aventarse el "Tv no sé qué" cada que sale, eso no es leer, es chismorrear.
 
Estupendo el tema hermano tiburon. Me alegro que lo traigas al foro para compartir con los bakunos. Buenos datos y buena investigación de la señora. Sin duda invita a la reflexión. Aunque parece que la respuesta es muy sencilla, en mi opinión no lo es.
Son muchos los factores que influyen en esta situación particular (la lectura), pero me gustaría enfocarme a dos principalmente: Educación y Cultura.

La educación en México es deplorable, por no usar palabras más fuertes. Parte de la culpa es del gobierno y parte de la culpa es de nosotros mismos.
"Un pueblo inculto es fácil de dominar", esa es la postura del gobierno.
Estamos tan acostumbrados al conformismo, a la mediocridad, inculcado por los gobiernos durante tanto tiempo que ahora es algo normal.
En los últimos años la educación en casa es casi nula, y en muchos de los casos es educación negativa: violencia, divorcios, maltrato, etc.

¿Cómo se puede educar el mexicano cuando falla el gobierno y la familia? Por convicción personal. Tristemente hay un porcentaje pequeño de estos casos.

La cultura, la buena cultura, se basa en actitudes de la sociedad encaminadas al bien común, al crecimiento, al mejoramiento de la calidad de vida.
Vemos cultura en el Japón, en las naciones europeas, y por que no en Estados Unidos también.
¿Y México? Aquí la cultura es simplista, idiotizante, sencillamente anticultural. El TvNotas, futbol, luchas o box, comida rápida, el estres, redes sociales; todo esto es nuestra cultura, ahora resulta que los ninis también.

La sociedad cambia la cultura, la pregunta es: ¿Cuándo nos cambiaremos nosotros mismos?


¿Somos los que leemos?

Yo creo que reflejamos lo que leemos.
Incluso leer revistas es bueno, pero leer solamente el TvNotas como que no aplica.
Leer nos hace mejores personas, nos divierte y entretiene, nos educa. Bueno no quiero extenderme demasiado en esto, pero leer es la ley.
Mi punto es que leer vale la pena, desgraciadamente esto lo sabemos solo aquellos que leemos. Ironico no?


En la central camionera del norte, Muy Interesante y Proceso. ¿También se le vende la Vogue, que cuesta 140 pesos? Sí. Los viajes largos lo ameritan.

Todos en este post consideramos el factor económico. Ciertamente es influyente, aunque no es limitante.
En el D.F. hay varias bibliotecas públicas. Aca en mi tierra, Guadalajara, también las hay. Seguro que en muchas ciudades tienen bibliotecas públicas.
Para leer el periodico tenemos muchas opciónes: la más fácil internet. En las cadenas de cafeterías sólo compras un café o refresco y puedes leer ahi mismo todos los diarios. También aplica la biblioteca pública. Vaya hasta el diario del metro que es gratis.
No hay pretextos, el que quiere puede, y el que busca encuentra.


Ahora para libros baratos, no hay como la librería Porrua, en su editorial Sepan Cuantos. Sus libros más baratos rondan los $40 y el más caro que he comprado está en $150.

Para descargar libros gratis en pdf y word, recomiendo esta pagina: http://www.bibliotheka.org/?/inicio/
 
El problema no es tanto de falta de dinero si no casi nadie compraria religiosamente cada semana el tvnotas es la falta de educacion ya que al no enseñarnos a leer por gusto un libro sino como una obligacion hace que la lectura la veamos como algo innecesario para nuestra vida personal.
Aparte que como todos sabemos a ninguno de nuestros gobernantes les conviene darnos una educacion al 100% ya que asi tendriamos mejores decisiones y nunca seria nuestro diputado, alcalde o alguna otra cosa el analfabeto que se quiere postular ya que en la mayoria de los casos no son lo que dicen ser.
Pero yo creo que en algo ha avanzado la lectura son las redes sociales ya que nos vemos obligados a leer el unico pero es la pesima ortografia de la mayoria de los que escriben ya que al haber chamacos de 11 a 15 años o mas en ellas se les hace un habito la mala ortografia y en nada sirve que escriban si no saben escribir correctamente.
Y en lo de como es posible que a sanborns le den muchas revistas aunque todas las regresen maltratadas o no vendidas es porque a la asociacion de voceadores les conviene vender miles al contado ya que las que regresan las agarran sin decir pio que prestarles la revista a los voceadores esperando que las vendan para que paguen y un voceador con la crisis que hay actualmente se lleva 15 tvnotas y 3 de otras 4 revistas que esten un poco en auge ya ni la de H la agarran muchos por lo cara ya que si no se vende la tienen que regresar al expendio y si esta maltratada pues ya no la aceptan.
 
Que pasaría si tuviéramos libros más baratos? Los mexicanos leeríamos más o será meramente un asunto cultural? Un legado de haber sido educados por el canal de las estrellas? Interesante artículo, mi tiburs, me gustó mucho, especialmente porque te deja con más preguntas por hacer.

Ojalá y fuera cierto, por desgracia la respuesta tonta de "es que no tiene dibujitos" es la que más me han dicho...
 
Ojalá y fuera cierto, por desgracia la respuesta tonta de "es que no tiene dibujitos" es la que más me han dicho...

Definitivamente concuerdo con mondaman, muchas veces nisiquiera leen el contenido (si se le puede llamar así) de la Tv Notas, solo ven las fotos de los "guapotes" o las "nalgonas". Muchas veces los padres o los profesores, de castigo te ponen a leer, imaginense despues terminan por aborrecer la lectura.
 
¿Somos lo que leemos?: pregúntale a Google

A seguir con el tema que me parece, desde mi humilde opinión, muy importante:

http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=7895

En México, el nivel de lectura de la población presenta un panorama desolador. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) estima, en sus ya célebres estudios sobre hábitos de lectura en el mundo, que el mexicano promedio lee 2.8 libros al año y, por lo tanto, nuestro país, en una lista que incluye a 108 países, ocupa la deshonrosa penúltima posición. Lo anterior va de la mano de los hábitos de lectura. Al respecto, una nación como Japón se ubica a la cabeza, con 91% de su población, en posesión del hábito de la lectura; seguido de Alemania, con un 67%, y de Estados Unidos, con el 65%. México, en contraste, sólo cuenta con un 2% de su población acostumbrada a leer.
De acuerdo con un documento publicado por la Secretaría de Educación Pública (SEP), la lectura es “un proceso interactivo de comunicación en el que se establece una relación entre el texto y el lector, quien al procesarlo como lenguaje e interiorizarlo, construye su propio significado. En este ámbito, la lectura se [erige] en un proceso constructivo al reconocerse que el significado no es una propiedad del texto, sino que el lector lo [crea] mediante un proceso de transacción flexible en el que conforme va leyendo, le va otorgando sentido particular al texto según sus conocimientos y experiencias en un determinado contexto”.1
De conformidad con esta definición, el lector es un verdadero actor, no sólo receptor pasivo, lo que añade mayor complejidad a la problemática de la lectura en México. No cuenta como lectura, por ejemplo, revisar las instrucciones de las cajas de los medicamentos, tampoco echar un ojo a las etiquetas de los envases de alimentos procesados. Se infiere, por ende, que el hábito de la lectura va de la mano del nivel educativo, de manera que es válida la máxima “dime qué lees y te diré quién eres”. Y si leer ayuda a pensar, lo contrario también es cierto: no leer equivaldría a no pensar.
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En 2006, Gabriel Zaid afirmaba que los bajos niveles de lectura en México están directamente relacionados con el fracaso del sistema educativo nacional.2 Así, aunque el gasto en educación se ha elevado –si bien está muy lejos de cumplir con los estándares sugeridos por la UNESCO y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)–, no parece repercutir en la calidad educativa, amén de que una buena parte de los recursos para el sector educativo se destinan a salarios y pensiones de los docentes, lo que deja muy poco dinero para investigación, infraestructura, capacitación, etcétera, sin contar el clientelismo político en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.3 Los docentes no leen;4 los padres de familia, tampoco. Vaya, hasta los profesionistas con licenciaturas y estudios de posgrado dejan mucho qué desear en este rubro.
Guillermo Sheridan afirma que “hay 8.8 millones de mexicanos que han realizado estudios superiores o de posgrado, pero el 18% de ellos (1.6 millones) nunca ha puesto pie en una librería”5, de manera que la mitad de los universitarios (4 millones) está en una situación en la que no compra libros. Además, refiere que “en 53 años el número de librerías por millón de habitantes se ha reducido de 45 a 18” en el Distrito Federal, considerado como el “corazón cultural” del país. Sheridan concluye que “a mayor esfuerzo educativo, menos lectores.
Esto demuestra algo realmente inaudito: en México la clase ilustrada es aún más bruta que la clase iletrada”.6
Conforme a lo expuesto, pareciera como si en México, a todos los niveles, edades, clases sociales y profesiones se careciera de hábitos de lectura. Y claro, hay círculos viciosos: si los adultos –entre ellos los maestros– no leen, difícilmente van a fomentar la lectura entre los más jóvenes. En este sentido, existen dificultades para inducir a la lectura a las nuevas generaciones –tema crucial, –dado que muchos hábitos que se adquieren en la infancia y la adolescencia tienden a permanecer en las siguientes etapas de la vida.
Por qué hay sociedades que leen más
Muchas personas están de acuerdo con que “leer es un placer”, y que lejos de ser un hábito, la lectura está llamada a convertirse en una especie de adicción o vicio, una diversión, una alegría, y, sobre todo, una necesidad. Además, la palabra “hábito”, desde el punto de vista de la psicología, parece una acepción muy cuestionable para acompañar a la lectura, toda vez que el hábito es un comportamiento que se repite con regularidad, que generalmente es aprendido, no innato, y, sobre todo, que requiere de muy poco o nulo raciocinio. Por lo tanto, muchas personas rechazan que la lectura sea un hábito mecánico, sobre todo por el papel activo que se espera que desempeñe el lector, quien presumiblemente agregaría al acto de leer importantes dosis de raciocinio y valoraciones propias.
Para visualizar de mejor manera la importancia de la lectura vale la pena reflexionar acerca de las consecuencias de su omisión en la vida de las personas, entre las que destacan: dificultades para la concentración, inclusive en el desarrollo de las tareas más cotidianas; baja retención de información; problemas de aprendizaje; una postura acrítica y pasiva; dificultades para tomar decisiones y elegir entre diversas opciones; limitaciones para la creatividad y la innovación; conformismo y aceptación del status quo. Si estas razones no son suficientemente convincentes para el fomento de la lectura, considérese lo siguiente: investigaciones recientes encuentran que leer, sea en silencio o en voz alta, puede contribuir a prevenir el desarrollo del mal de Alzheimer, dado que a través de la lectura las personas registran una intensa actividad cerebral.7
Tomando en cuenta los beneficios de leer es entendible que el acercamiento a la lectura debe fomentarse desde la infancia. Pero entonces aquí se produce una primera contradicción: si bien existen familias que fomentan en los pequeños y jóvenes la lectura, ésta también forma parte de las currícula de escuelas primarias y secundarias. Así, hay asignaturas como literatura, donde es obligatorio para los alumnos leer lo que los docentes deciden: Platero y yo, Don Quijote de la Mancha, El principito, El cantar del Mío Cid, etcétera –lecturas recurrentes en los países hispanoparlantes–, y al niño o adolescente no le queda más que cumplir con ese mandato. La lectura se convierte, entonces, en una obligación, y lo que es más, se le asume como sinónimo de estudios literarios, lo que no necesariamente satisface las preferencias y/o intereses personales, generando en muchos casos aversión a los libros. Si bien los textos citados son parte de la formación básica del estudiante, no siempre hay una interacción con los niños y los jóvenes en términos de conocer cuáles son los intereses de éstos, a fin de canalizarlos de manera más libre y flexible a lecturas que correspondan a sus gustos.
España es un ejemplo muy interesante para ilustrar lo anterior. El “Barómetro de hábitos de lectura y compra de libros” en España en 2010 revela que el 60.3% de la población lee libros, lo que representa un enorme contraste respecto al 2% de la población mexicana. Asimismo, el 57% de la población de mayor de 14 años lee en su tiempo libre, mientras que el 21.5% afirma leer por motivos de trabajo o estudios. En los pasados 12 meses, en promedio, los españoles leyeron 9.6 libros. El entretenimiento es el principal motivo de lectura de libros (85.2%). El 9.1% de los encuestados lee para mejorar su nivel cultural y un 5.5% por razones de estudio, si bien son los jóvenes de entre 14 y 24 años los que aseguran, en mayor proporción (21%), hacerlo por este motivo. El porcentaje de lectores frecuentes en su tiempo libre se ha incrementado en dos puntos respecto a 2009 hasta situarse en el 43.7% de la población. Desde 2001 este porcentaje ha crecido en 7.7 puntos. Es decir, en el nuevo siglo los españoles leen cada vez más.8
El perfil del lector español es el de una mujer (61.6%), con estudios universitarios, joven y urbana que prefiere la novela, lee en castellano y lo hace por entretenimiento. Otro dato interesante es el de la correspondencia entre lectura y nivel de estudios. Así, el porcentaje de lectores es mayor entre la población con estudios superiores. El mayor índice de lectura se registra entre aquellos que cuentan con estudios universitarios (83.6%), porcentaje que se reduce entre los que tienen estudios secundarios (61%) y, más significativamente, entre la población con estudios primarios (32.4%). El mayor porcentaje de lectores frecuentes es más significativo entre los que cuentan con estudios universitarios (70.1%).9
A propósito de las tecnologías de la información y su influencia en la lectura, España presenta las siguientes cifras: el 5.3% de la población lee libros en soporte digital, pero sólo el 1% lo hace a través de dispositivos denominados, en términos generales, e-Readers. Aproximadamente, la mitad de la población española de 14 años o más afirma leer en formato digital (47.8%). Se entiende como lector en soporte digital aquel que lee, al menos con una frecuencia trimestral, en un ordenador, un teléfono móvil, una agenda electrónica o un e-Reader. No obstante, la lectura de libros en este formato alcanza el 5.3% de la población. Los españoles emplean mayoritariamente el soporte digital para la lectura de periódicos (30.7%) o para la consulta de webs, blogs, foros, redes sociales, etcétera (37.6%).10
Los siguientes datos son impresionantes: la totalidad de los niños españoles de 10 a 13 años leen al menos una vez al trimestre. De ellos, el 100% lee libros, el 49.3% revistas, un 40.5% tiras cómicas y un 32.3% periódicos. Si bien el ciento por ciento de los niños de 10 a 13 años lee por “estudios”, un 84.8% lo hace por ocio en su tiempo libre. El 75.5% de los niños declara leer al menos una vez por semana (lectores frecuentes) y el 9.3% lo hace al menos al trimestre (lectores ocasionales).11
En la citada encuesta destaca un factor determinante que explica, al menos en parte, estas estadísticas: 78.1% de los niños lectores asegura que sus padres leen en casa habitualmente, mientras que el 82.4% afirma que les han comprado o regalado libros en el último año.12
México se ve muy lejos de esas cifras. De entrada, en numerosos muestreos y sondeos hay desde las afirmaciones más lapidarias de que el 70% de los mexicanos no tienen el hábito de la lectura13, hasta las cifras proporcionadas por el periódico Reforma, que cada año aplica una encuesta entre los habitantes mayores de 16 años de la ciudad de México y la zona metropolitana. De acuerdo con el muestreo, casi la mitad de los residentes de la capital de la cultura del país, el Distrito Federal, o bien el 46.2%, lee sólo 1 o 2 libros al año, mientras que un 16.3% no lee ninguno; 23.5% entre tres y cinco, el 8.2% entre seis y diez, 4.4% de 11 a 20, sólo 1.4% más de 20 libros.14 Estas cifras son vistas con desconfianza, debido a la posibilidad de un gran margen de error si los interrogados no dicen la verdad –y hay muchas razones para justificar la falta de veracidad de sus respuestas en el muestreo–.
¿Qué leen los mexicanos? A grandes rasgos prevalecen los libros sobre motivación y superación personal, los esotéricos, los sexuales y los infantiles. Detrás de ellos se encuentran novelas, cuentos, ensayos y enciclopedias. Los libros menos vendidos son los de poesía. El autor más popular en la mayoría de los estratos socioeconómicos del país es Carlos Cuauhtémoc Sánchez, cuya novela Juventud en éxtasis, según las encuestas, es leída por poco más del 23% de la población –de la que lee–, por encima de galardonados con el Premio Nobel de Literatura como Gabriel García Márquez (12.3%) y Octavio Paz (11.3%).15
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Así, mientras que en España los jóvenes nunca antes habían leído como lo hacen hoy y el debate se centra en analizar qué leen, en México, dado el bajo nivel de lectura imperante entre las nuevas generaciones, el objetivo fundamental se circunscribe a lograr, simple y llanamente, que lean. Las recientes campañas encaminadas a que los padres lean diariamente con sus hijos al menos 20 minutos; las diversas promociones de tiendas –como el Círculo Sanborns–; la ingeniosa campaña –aunque no por ello menos preocupante– de librerías Gandhi, quien obsequia separadores con la leyenda “En México se lee medio libro al año. Júntate con alguien y lean uno completo”; los spots de la tristemente célebre lideresa del sindicato magisterial, quien aparece sentada al lado de un niño invitando al auditorio a fomentar la lectura, son, en su conjunto, esfuerzos encomiables aunque insuficientes, dado que no atacan las raíces del problema. Otra pregunta obligada es: ¿qué consecuencias tiene para el país contar con un nivel tan bajo de lectores?
Como se infiere a partir de lo expuesto, hay una estrecha relación entre el nivel educativo y la lectura. En México, el nivel educativo –de acuerdo con la OCDE– es de los más bajos respecto a la mayor parte de los miembros de esa institución. En uno de los estudios más recientes del organismo parisino se afirma que sólo 25% de los mexicanos, cuyas edades oscilan entre los 34 y 35 años, había concluido la preparatoria o su equivalente, cifra que contrasta con el promedio de 75% que tienen los demás miembros y en los que el desempleo se manifiesta con un impacto menor que en México. 16 Según el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), en México cada año desertan o no ingresan a la educación básica 630 mil niños y adolescentes, quienes se suman a los poco más de 31 millones de connacionales mayores de 15 años en situación de rezago educativo, lo que equivale al 40.7% de la población en ese rango de edad.17
Cabe destacar que la OCDE tiene razón al señalar que México pierde competitividad al no generar el capital humano debidamente calificado que le permita tener avances socioeconómicos sustanciales. En su estudio denominado “Principales indicadores de la ciencia y la tecnología 2009”, la OCDE señala que en los años recientes México ratificó su posición como último lugar entre los miembros del organismo en materia de capacidad de inventiva, pues presenta el nivel más bajo de patentes de desarrollo científico y es el que menos invierte en ciencia y tecnología, así como el que tiene el menor número de personas dedicadas a ambas actividades.18
Pero existen otros factores que explican por qué hay tan pocos lectores en nuestro país: el modelo educativo no parece estar diseñado para fomentar la lectura más allá de las obligaciones escolares. Asimismo, las condiciones socioeconómicas de buena parte de la población inhiben la posibilidad de adquirir libros frente a otros satisfactores esenciales para garantizar la supervivencia. La familia, asimismo, como base de la sociedad, juega un papel determinante en los hábitos de niños y jóvenes, y si los adultos que residen en los hogares no leen, no es razonable suponer que las nuevas generaciones sí lo harán.
Tecnología y lectura: los desafíos
Las nuevas generaciones nacieron rodeadas de computadoras, laptops, Internet, iPads y otros tablets, iPods, teléfonos inteligentes, etcétera, y pasan muchas horas manipulando esos gadgets. Cierto, en buena medida todas esas maravillas tecnológicas inducen a que los niños y los jóvenes escriban y lean, mucho. Empero, el uso recurrente de esos instrumentos está modificando la manera en que las personas leen, y, de hecho, hay nuevas formas de lectura que se han desarrollado a partir de la abundante información disponible en la red. Esto ocurre no sólo por la gran cantidad de información existente, que ciertamente genera en el lector la necesidad de revisar de manera superficial los textos en línea, dado que son muchos y el tiempo es corto. Esto redunda en dificultades para la concentración; la fatiga; la dificultad para recordar lo recién leído, etcétera.
También este fenómeno obedece a que esa relación directa que solía existir desde los tiempos de Gutenberg entre el libro y el lector hoy se ve alterada por la intermediación de herramientas de búsqueda y exploración, las que aparentemente encuentran lo que el internauta quiere, cuando en realidad son un puñado de corporaciones las que regulan y dominan los sistemas de búsqueda activa e intencionalmente, y ello, a final de cuentas, sirve primordialmente a sus intereses, no necesariamente a los de los internautas.
Nicholas Carr, en Is Google Making Us Stupid? (¿Nos está convirtiendo Google en estúpidos?), explica que “gracias a la ubicuidad del texto en Internet, sin dejar de lado el envío de mensajes a través de teléfonos celulares, seguramente estamos leyendo más hoy de lo que lo hacíamos en los 70 o los 80, cuando la televisión era nuestro medio de elección. Pero se trata de un tipo diferente de lectura, y detrás de ella se encuentra una forma distinta de pensamiento (…) No sólo somos lo que leemos (…) Somos como leemos (…) Preocupa que el estilo de lectura promovido en la red, estilo que coloca a la ‘eficiencia’ y ‘la inmediatez’ por sobre todas las cosas, podría estar debilitando nuestra capacidad para el tipo de lectura profunda que surgió cuando una tecnología anterior, la imprenta, hizo de los largos y complejos trabajos de prosa un lugar común. Cuando leemos en línea (…) nos convertimos en ‘simples decodificadores de información’. Nuestra capacidad para interpretar el texto, para llevar a cabo las ricas conexiones mentales que se forman cuando leemos a profundidad y sin distracciones, se mantiene enteramente al margen”.19

Según el neurocientífico Stanislas Dehaene, a lo largo de millones de años los seres humanos evolucionaron en un mundo sin lectura. De hecho, no sería sino hasta hace apenas unos 5 mil años que la humanidad desarrolló la habilidad para leer, lo que requirió que el cerebro humano se adaptara en aras de identificar letras y palabras.20 En otras palabras: leer consiste en enseñar al cerebro cómo traducir los caracteres simbólicos observados en un lenguaje entendible. Así, los diversos instrumentos que emplean las personas en el proceso de aprendizaje y la práctica de la lectura juegan un papel muy importante, al permear los circuitos neuronales que se encuentran en el cerebro.21Lo anterior significa que esa relación en solitario que un lector solía desarrollar con un libro sin mayores interrupciones está en vías de extinción en las condiciones actuales. De entrada, Internet se ha transformado en una herramienta con notable y creciente influencia en la vida cotidiana de las sociedades, que además absorbe a otras tantas tecnologías “intelectuales”, trátese de un reloj, un mapa, la prensa escrita, la máquina de escribir, la calculadora, la radio, la televisión y el teléfono. Asimismo, aunque Internet es, en principio, un [ciber] espacio público, su acceso y contenidos son copados crecientemente por empresas y corporaciones privadas. Puesto que éstas persiguen fines de lucro, son los criterios comerciales los que prevalecen por encima de, por ejemplo, los genuina y estrictamente educativos.
Jim Collins, quien analiza lo que a su manera de ver es la conversión de la cultura literaria en cultura popular en Estados Unidos, sobre todo a la luz de las nuevas tecnologías de la información, explica que “el cambio más profundo en Estados Unidos literario tras el ascenso de la literatura postmoderna de ficción no fue la siguiente generación de novelistas de vanguardia; fue la redefinición completa de lo que significa leer literatura en el seno de una cultura electrónica. La siguiente cosa realmente significativa no fueron las innovaciones radicales en las artes literarias sino los cambios masivos de infraestructura que introdujeron una nueva serie de actores, locaciones, rituales, y valores de uso para leer literatura de ficción”.22 Así, qué leer dejó de ser importante, siendo sustituido por el cómo leer. Antaño, para leer un libro bastaba con ir a la biblioteca o a la librería. Hoy subsiste la opción del desplazamiento físico para acceder a la lectura, pero que tiende a palidecer ante la existencia de “plataformas” para publicaciones digitales que parecieran tornarse en los medios de moda, y donde la lectura es lo menos importante: lo chic es tener un iPad, un Kindle o un Nook, entre otras opciones existentes, aunque ello no garantiza que en un país como México, donde se lee muy poco, se vaya a combatir exitosamente a través de esos gadgets el escaso interés que existe en torno a la lectura.
Mundo Google
Hay que considerar el tema de los “distractores” que proliferan con tecnologías como las descritas, dado que inciden decisivamente en los cambios que se observan en la forma en que las personas leen. Por ejemplo, cuando se lee en línea el entorno se encuentra plagado de vínculos a otras páginas, anuncios comerciales y no comerciales, sonidos, encuestas, test, etcétera. Así, súbitamente, cuando el lector se encuentra más inmerso y concentrado en lo que lee, aparece “alguien” en el Messenger o en Facebook, o bien se generan notificaciones sobre los correos electrónicos recibidos, y todo ello rompe con el ritual tradicional de una lectura personal, fluida y sin interrupciones. En todo este episodio intervienen numerosas corporaciones, las que van descifrando los gustos, las preferencias y las necesidades de los internautas. Así, pueden ofrecer productos diseñados para el internauta en cuestión, en un ambiente de claro acecho y cooptación de ese “cliente” potencial.
Nicholas Carr lo dice claramente: “La idea de que nuestras mentes deberían operar como máquinas procesadoras de datos de alta velocidad no sólo sustenta (…) [a] Internet, sino que es el modelo empresarial de la red que domina (…) Entre más rápido naveguemos por la red –entre más vínculos y páginas veamos– más oportunidades tendrán Google y otras empresas de recabar información sobre nosotros y para alimentarnos con anuncios comerciales. La mayoría de los propietarios del Internet comercial tiene un interés financiero en la recolección de datos [sobre nosotros] que dejamos a medida que saltamos de un sitio a otro en línea (…) Lo último que desean estas compañías es alentarnos a llevar a cabo una reflexión lenta o una lectura lúdica [sin interrupciones]. Es de su interés [económico] que tengamos [múltiples] distractores”.23
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Es verdad que a cada innovación tecnológica corresponde una ola de escepticismo acompañada de los peores temores y augurios. Por ejemplo, cuando Gutenberg desarrolló la imprenta en el siglo XV, no faltó quien argumentara que una mayor disponibilidad de libros llevaría a la holgazanería intelectual, haciendo que los hombres estudiaran y pensaran menos.24 No debe sorprender que los pronósticos sobre las consecuencias de la proliferación de las tecnologías de la información advierten sobre su contribución para crear nuevas generaciones de “estúpidos”, en palabras de Carr.
Sin embargo, al comparar la lectura tradicional de un libro físico frente a la lectura en línea es evidente que “el tipo de lectura profunda que promueve una secuencia de páginas impresas es valioso no sólo por el tipo de conocimiento que adquirimos a través de las palabras del autor, sino por las vibraciones intelectuales que esas palabras generan en nuestras propias mentes. En los espacios silenciosos que se abren con la lectura sin interrupciones y sostenida de un libro, o a través de cualquier acto de contemplación (…) hacemos nuestras propias asociaciones, formulamos nuestras inferencias y analogías, fomentamos nuestras propias ideas. Una lectura profunda, como argumenta Maryanne Wolf, no es distinta del pensamiento profundo”.25
Así las cosas, se observa que la información cada vez más abundante disponible en Internet ha sido motivo de sistematización. Esto es a todas luces evidente para quienes son usuarios frecuentes de la red. Es cierto que ello conlleva muchas ventajas. Para los escritores, políticos, periodistas y académicos posibilita el acceso instantáneo y en tiempo real a la información que se genera incluso en rincones remotos del planeta. Para quienes se dedican a la investigación es posible desahogar un tema en unas cuantas horas con los recursos disponibles en línea, mientras que antaño era necesario acudir a las bibliotecas y realizar físicamente una búsqueda y selección que podía tomar varios días. Gran parte de la información disponible en la red está acompañada de vínculos a los que se accede con un click, lo que a su vez posibilita ir a páginas donde se pueden revisar otra serie de artículos completos; no como ocurre en textos impresos con los pies de página tradicionales, los que, en general, remiten solamente al título o fuente, no a su contenido.
Sin embargo, hay desventajas visibles. La más evidente es que al recibir tanta información en tiempo real las personas tienen menos tiempo para pensar, analizar, valorar y/o sopesar determinada situación. Y quizá de lo más preocupante es el monopolio que las herramientas de búsqueda, en particular Google, ejercen en la red.
Como es sabido, la empresa estadounidense Google fue creada por Larry Page y Sergey Brin en 1998, cuando ambos eran estudiantes de doctorado en la Universidad de Stanford. La compañía se propuso la nada modesta tarea de organizar la información del mundo y hacerla universalmente accesible y útil.26
Siva Vaidhyanathan, quien reconoce los beneficios de Google, advierte algunos peligros y los plantea en los siguientes términos: “Tras años de inmersión en los detalles del crecimiento de Google puedo plantear un solo razonamiento claro acerca de la compañía y de nuestra relación con ella: Google no es el diablo, pero tampoco es moralmente bueno. No es simplemente neutral –está muy lejos de ello–. Google no nos hace más listos. Pero tampoco nos hace más tontos, como lo ha señalado por lo menos un escritor [Carr]. Es una firma comercial motivada por el lucro que nos ofrece una serie de herramientas que podemos usar de manera inteligente o tonta. Pero Google no es de manera uniforme e inequívoca bueno para nosotros. De hecho, es peligroso de muchas maneras sutiles. Es peligroso por nuestra creciente dependencia acrítica de él, y por la manera en que fractura y distorsiona casi cada mercado o actividad en la que ingresa –a menudo para bien, pero en varias ocasiones para mal–. Google es, simultáneamente, nuevo, rico y poderoso. Esta rara combinación significa que todavía no hemos valorado ni asimilado los cambios que produce en nuestros hábitos, perspectivas, juicios, transacciones e imaginaciones”.27
Que Google no es neutral y que opera como una empresa que antepone el lucro a otras consideraciones queda demostrado en la controversia que desde 2004 tiene con la República Popular China (RP China). La historia es harto conocida: el gobierno de Beijing dispuso que si Google quería operar en el país más poblado del mundo debía conducirse a partir de las políticas de censura establecidas por las autoridades chinas. La relación no fue tersa y en marzo de 2010 Google anunció que ya no ofrecería el servicio de búsqueda en mandarín operado desde la RP China, ante los embates de la censura china. Cabe destacar que desde 2004, Google había sido fuertemente criticado por diversas organizaciones defensoras de los derechos humanos, por aceptar las condiciones impuestas por las autoridades chinas, en particular, la censura respecto al acceso a la información. Pero a partir de marzo del año pasado, los mismos activistas vitorearon a Google, aclamando su decisión, por considerarla compatible con las causas más nobles.
La verdadera historia es muy distinta. Ciertamente se produjeron tensiones de 2004 a 2010 entre Beijing y Google, aunque la empresa, sabedora de la importancia de mantener su presencia en el mercado de más rápido crecimiento en el mundo, optó por mantener sus operaciones en la RP China. Sin embargo, en 2010 los sistemas de seguridad de los servidores de Google fueron atacados, presumiblemente por personas vinculadas a los servicios de seguridad de ese país. Miles de cuentas de Gmail fueron hackeadas en todo el mundo y la imagen pública de Google se devaluó, sobre todo porque para muchos era inadmisible que una empresa de esas proporciones no pudiera garantizar la seguridad de sus sistemas. Por otra parte, Google no podía demostrar de manera fehaciente que los ataques provenían de la RP China, amén de que ante las meras insinuaciones, Beijing lo negaba. Con el propósito de crear una “distracción” que redujera la atención que la comunidad internacional prodigaba al tema de la seguridad de los sistemas de Google, el corporativo anunció su presunta salida de la RP China, aun cuando dicha “salida” debe ser matizada. En términos prácticos, Google redirigió a los usuarios chinos a Google Hong Kong, que normalmente es censurado por parte de esas autoridades orientales, de manera que nadie en la China continental puede acceder libremente a los contenidos del famoso buscador. Por otra parte, en ningún momento de esta crisis Google retiró sus inversiones en la RP China para la fabricación de teléfonos celulares, además de que mantiene actividades de investigación y oficinas en la China continental.28 Así que difícilmente se puede considerar que Google ha contribuido a la libertad de expresión en la RP China, dado que a esa causa tan loable decidió anteponer sus intereses comerciales.
La lectura en los tiempos de Google
Como se puede apreciar, las tecnologías de la información añaden un nivel de complejidad a la lectura y al cerebro humano, sin contar las implicaciones políticas, económicas, culturales y sociales, cuyo análisis rebasa las posibilidades del presente documento.
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Lo que resulta preocupante, en el caso de México, es que el país no ha logrado resolver problemas esenciales en materia educativa que, como se ha visto, se reflejan en los bajos niveles de lectura ya descritos, y, de manera paralela, debe afrontar los desafíos que las nuevas tecnologías imponen a los lectores, los pocos que existen. Para algunos, el debate sobre cómo leen las personas en los “tiempos de Google” no es importante para un país como México, con pocos lectores y grandes limitaciones en materia de infraestructura. Baste mencionar que, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), sólo el 22% de los mexicanos tienen conexión a Internet, lo que lo ubica en el penúltimo lugar entre los miembros de la OCDE en ese rubro. El censo de población y vivienda de 2010 reveló que sólo 8.4 millones de hogares cuentan con computadora, pero que el 26.3% de ellos no posee conexión a Internet, porque no pueden pagar ese servicio.29
Otros datos que incluye el censo de 2010 apuntan que el 76.5% de los internautas mexicanos son menores a 35 años, por lo que no sólo se observa un problema de exclusión de ciertos sectores de la población en materia tecnológica por razones económicas, sino también en términos generacionales. Asimismo, no parece que la lectura sea la principal actividad de los internautas mexicanos, dado que el 58.4% dice usar Internet para buscar información, dicha cifra no excluye otros usos, como que el 57.4% emplea la web para comunicarse; 35.7% para apoyar la educación; 2.6% para operaciones bancarias; 1.2% para interactuar con el gobierno; y 1.3% para otras actividades.30 No queda claro, con esta información, dónde entra la lectura como tal, aunque seguramente ni siquiera se le incluyó como rubro en los cuestionarios del censo 2010, por considerarlo un tema irrelevante.
En cualquier caso, en países como España existe una gran preocupación en torno a la afectación de las nuevas tecnologías no sólo en lo que se lee sino en especial en el cómo se lee, por los cambios que esto último supone en el funcionamiento cerebral ante su necesidad de adecuarse a condiciones nuevas de lectura, estudio y aprendizaje. En contraste, en México, como no se ha resuelto algo tan básico como lograr que las personas lean, es todavía más preocupante la irrupción de las nuevas tecnologías, dado que en términos neurológicos y psicológicos, toda proporción guardada, es tanto como pedirle a un bebé que corra cuando ni siquiera ha aprendido a caminar. ¿Cómo se puede aspirar a emplear debidamente una herramienta como Google cuando no existen referentes para el internauta mexicano en términos de cultura general y conocimientos básicos, que le permitan discernir y revisar cuidadosamente lo que encuentra? ¿Cómo puede navegar de manera segura y confiable, ante una corporación como Google que prácticamente “piensa” por él y administra/ dosifica/filtra toda la información que el internauta recibe? Al final, los mexicanos ni son lo que leen ni son como leen.
Notas
1 Margarita Gómez Palacios et al (1996), La lectura en la escuela, México, SEP, pp. 19-20.
2 Gabriel Zaid (noviembre de 2006), “La lectura como fracaso del sistema educativo”, en Letras Libres, disponible en http://www.letraslibres.com/index.php?art=11611
3 Para documentar algunos datos sobre la asignación de recursos materiales a la educación, véase María Cristina Rosas (19 de enero de 2010), “México, la UNESCO y la mala educación”, en etcétera, disponible en http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=2793 Véase también Nurit Martínez (15 de mayo de 2011), “Maestros desconfían de funcionarios, políticos y policías”, en El Universal, p. A8. En este reportaje, Nurit Martínez señala que el 54.7% de los maestros dice desconfiar del SNTE.
4 La SEP aplicó una encuesta denominada “Disposición de los docentes al desarrollo profesional”, a 3 mil 274 maestros de educación básica, quienes afirmaron leer 7.9 libros al año, manifestando que prefieren textos sobre temas de pedagogía, superación personal, ficción y periodismo de investigación. Empero, estas cifras son cuestionables, ante la posibilidad de que el docente interrogado mienta. Véase “Gustos y prácticas”, en El Universal (15 de mayo de 2011), p. A8.
5 Guillermo Sheridan (abril de 2007), “La lectura en México/1”, en Letras Libres, disponible en http://www.letraslibres.com/index.php?art=12023
6 Ibid.
7 Se parte de la premisa de que la lectura estimula las capacidades intelectuales y, por lo tanto, previene el deterioro de la memoria que puede sobrevenir con la vejez. Véase Alda Mera (20 de enero de 2008), “Mamá, ¿para qué sirve leer?”, en El País de Cali, disponible en http://www.mineducacion.gov.co/observatorio/1722/article-150448.html Véase también Alberto Morales (10 de abril de 2011), “Pereza mental podría desarrollar Alzheimer”, en El Universal, disponible en http://www.eluniversal.com.mx/articulos/63720.html
8 Federación de Gremios de Editores de España (2010), “Barómetro de hábitos de lectura y compra de libros en España en 2010”, Madrid, disponible en http://www.federacioneditores.org/0_Resources/Documentos/NP_Lectura2010_V3.pdf, p. 1.
9 Federación de Gremios de Editores de España, Op. cit., p. 4.
10 Federación de Gremios de Editores de España, Op. cit., p. 7.
11 Federación de Gremios de Editores de España, Op. cit., pp. 11-12.
12 Ibid.
13 Joel Barrios Dueñas (25/04/2007), “70 % de los mexicanos no tiene hábito de lectura”, en Alcance Libre, disponible en http://www.alcancelibre.org/article.php/20070425124226997
14 Elda Ruíz Flores (s/f), La lectura en México (primera parte), disponible en http://www.sabersinfin.com/index.php?option=com_content&task=view&id=1846&Itemid=89
15 Ibid.
16 Nydia Egremy (31 de enero 2010), “La educación en México, zona de desastre: OCDE”, en Revista Contralínea, disponible en http://contralinea.info/archivo-rev...la-educacion-en-mexico-zona-de-desastre-ocde/
17 Laura Poy Solano (15 de mayo de 2011), “En rezago educativo, 31 millones de mexicanos mayores de 15 años”, en La Jornada, p. 38. En el mismo artículo se señala que según el censo de 2010, en México existen 5.3 millones de mexicanos mayores de 15 años en situación de analfabetismo.
18 Ibid.
19 Nicholas Carr (July/August 2008), “Is Google Making Us Stupid?”, en The Atlantic Magazine, disponible en http://www.theatlantic.com/magazine/archive/2008/07/is-google-makingus-stupid/6868/
20 Stanislas Dehaene (2009), Reading in the Brain: The Science and Evolution of a Human Invention, New York, Viking Adult.
21 Maryanne Wolf (2007), Proust and the Squid: The Story and Science of the Reading Brain, New York, Harper.
22 Jim Collins (2010), Bring On The Books For Everyone. How Literary Culture Became Popular Culture, Durham, Duke University Press, p. 3.
23 Nicholas Carr, Ibid.
24 Ibid.
25 Ibid.
26 Véase Google (s/f), “Acerca de Google. Compañía”, disponible en http://www.google.com/corporate/
27 Siva Vaidhyanathan (2011), The Googlization of Everything (andwhy we should worry), Berkeley, University of California Press, p. 4.
28 Siva Vaidhyanathan, Op. cit., pp. 117-119.
29 El Universal (16 de mayo de 2011), “Sólo 22 % de los mexicanos tiene internet: INEGI”, disponible en http://www.eluniversal.com.mx/notas/765897.html
30 Ibid.
:mota::mota:
 
Continuando con este importante tema, agrego esta nota con Pros y Contras:



Paula Corroto, Madrid.

E-book. Los lectores de libros electrónicos desmontan los prejuicios nostálgicos y sentimentales de quienes todavía defienden el papel frente a esta nueva tecnología.


Papá, prefiero el e-book al libro en papel. Es más cómodo, porque no tengo que pasar las páginas. Eso es un rollo". La hija de ocho años de Peter Brantley, fundador de la organización Open Book Alliance, estaba muy segura de lo que decía cuando su padre le dio a elegir entre el formato electrónico y el convencional. Para ella, el sentimentalismo del olor, del acto de pasar las páginas o de leer en papel no tenía ningún sentido.

Sin embargo, no hay que echar la mirada a la generación más joven para encontrarse con usuarios de e-books. En España, cada vez más adultos que podrían encuadrarse en esa generación papel nostálgica de unos determinados olores, cubiertas y formas, se han lanzado a la lectura de e-books. Las cifras de ventas, según portales como Dosdoce.com, están ya entre 3.000 y 5.000 soportes al mes (a junio de 2009).

Es cierto que la gran mayoría de estos lectores pertenecen a sectores profesionales ligados al mundo de las letras, tales como editores, escritores y profesores. También es cierto que los contenidos en castellano aún son de dominio público El Quijote, La Celestina y que no hay novedades. Los soportes siguen siendo caros y aún hay mucho por mejorar, como el color. Pero estos lectores son los primeros conejillos de Indias en nuestro país. Y nos han contado su experiencia.


Evolución natural

Laura Borràs es profesora de Lengua y Literatura Comparada en la Universitat de Barcelona. Lee e-books desde el año 2000, cuando montó un grupo de investigación en la facultad. Ya va por su tercer libro electrónico, un Iliad en el que puede subrayar y escribir, y donde tiene guardados 585 títulos. Cree que la llegada del e-book es un proceso tan natural como el que supuso el paso de la transmisión oral al papel, del pergamino al papiro y del rollo al códice.

"En realidad, el libro en papel como lo conocemos no llegó hasta la Ilustración. Los párrafos, los puntos y las comas nos parecen de toda la vida, pero tampoco es así", asegura Borràs. Además, hay un factor esencial que no se debe olvidar: "Es cierto que el e-reader no te permite pasar las páginas como en el libro de papel, pero El Quijote sigue siendo El Quijote".

El fotógrafo navarro Jesús Caso, de 47 años, lleva casi un año con su Iliad, donde guarda 20 títulos. Es un lector habitual. Lee entre 20 y 30 libros al año. Su llegada al e-book fue "por curiosidad", y desde entonces dice que no ha tenido ningún problema con la adaptación al nuevo formato. "Es lo mismo que ocurrió con las cámaras de fotos. Recuerdo que en 2002 los fotógrafos trabajábamos con carrete y todo el mundo anteponía la calidad del carrete al digital. Hoy prácticamente todos trabajamos con cámaras digitales", señala.


Sin daño a la vista

Neus Arqués, escritora y experta en marketing por Internet, tiene un Kindle desde agosto de 2008. Lo compró en EEUU, ya que en España no estaba a la venta en esas fechas. Tiene 12 títulos. Para ella, "la lectura de un e-book todavía se parece mucho a la que se hace en la pantalla de un ordenador".

Arqués cree que eso cambiará cuando lleguen al mercado, y a precios más bajos, los e-readers en los que "se pueda subrayar y que tengan otras aplicaciones como la música". Eso sí, reconoce sus aciertos: el lector puede cambiar el cuerpo de la letra y hacerlo más grande o más pequeño. De cualquier forma, para Arqués, el formato no tendrá un uso generalizado por un tiempo: "Los ensayos y libros técnicos tienen una mayor aceptación en el e-book, pero la novela se seguirá leyendo bastante en papel".

¿Molestias, efectos secundarios? La profesora Laura Borràs sostiene que la tinta electrónica de los e-readers no daña la vista. "Te molesta igual que si llevas horas leyendo un libro en papel". También ella corta por lo sano la nostalgia de pasar la página. "Cuando es en papel biblia tampoco es muy cómodo", apostilla. Borràs, que en 1996 defendió una tesis sobre la locura en la Edad Media, cuenta cómo se pasó meses de biblioteca en biblioteca revisando manuscritos. "El papel se degrada, se estropea y huele mal. Evidentemente falta una familiarización, pero creo que se están exagerando los discursos con el tema del tacto o del olor".


Cambio en la lectura

Para Neus Arqués, la lectura del e-book es diferente a la que se hace en papel: "Los ojos escanean y vas buscando la información que te interesa". Laura Borràs también cree que son dos formatos distintos. Según ella, la pantalla todavía provoca un cambio en la percepción de los textos. "Por eso, los documentos largos de los ordenadores se imprimen", mantiene. Sin embargo, insiste en que "un e-book no es un ordenador. Es un libro. Otra cosa es la literatura digital con hipertextos y enlaces, con música y ruidos. Eso es algo que se está dando en la Red, pero todavía no en los e-books".


De aquí para allá

Pero la gran ventaja es, sin duda, poder llevarlo de aquí para allá. El soporte permite transportar una buena cantidad de libros sin doblarse la espalda. Para los editores Angel María Herrera, de Bubok.com, y Claudio López Lamadrid, de Mondadori, ha supuesto todo un alivio. "Antes llevaba carpetas con 500 folios y ahora en un dispositivo que pesa entre 200 y 300 gramos llevo unos 70 manuscritos. Creo que para mi trabajo es una herramienta fundamental", comenta López Lamadrid, que trabaja con su Sony Reader desde hace año y medio.


Entre el sol y el agua

Laura Borràs destrona el prejuicio de no leer un e-book en lugares como la playa. Durante sus vacaciones de este verano en Mallorca leyó toda la saga de Millenniun sin cargar los tres tomos. Más de dos mil páginas en un minúsculo aparato entre arena, sol y agua. El fotógrafo Jesús Caso también cuenta que lleva sus e-books a todas partes. Ha perdido la vergüenza del principio: "Creo que estamos como cuando apareció el móvil a finales de los noventa. Muchos renegábamos de él y nos daba vergüenza tenerlo, pero ahora no podemos vivir sin él. No hago un viaje sin mis e-book".


La última página

Sin embargo, no todo son ventajas. Los lectores de e-books todavía ven algunos fallos como la apreciación global de todo el contenido del libro. "Cuando te estás leyendo una novela policiaca y estás llegando al final, sabes que la resolución está cerca. Sin embargo, con el e-book, aunque haya una señalización numérica, no aprecias tanto por dónde vas", reconoce el editor López Lamadrid.


El librero sobrevive

Todos estos lectores aseguran que no van a dejar de acudir a las librerías. La escritora Neus Arqués cree que, ante la "gran oferta que va a haber ahora de contenidos digitales, los consejos van a ser muy necesarios. Y habrá muchos usuarios que quieran imprimirse en la librería el libro que se han descargado".

Laura Borràs asegura, por su parte, que "la bibliomanía no va a desaparecer, aunque quizá la relación con el papel sea más fetichista", asegura Laura Borràs. Eso sí, de momento no lo han dejado. Jesús Caso lo tiene claro: "Ahora estoy leyendo El símbolo perdido, de Dan Brown en papel".

Aparte que más cómodo seria poder ver en uno de esos en la cama, jajaj no no, dije . También soy metalista.


Fuente: http://www.publico.es/culturas/269777/lector/digital
 
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