Invocando procedimientos internos de partido ficticios, ostentando una presidencia ficticia y designando candidatos ficticios.
López Obrador se puede dar esos lujos por que ostenta un capital electoral (en cálculo optimista, la mitad) del que cree poseer lo que antes se llamaba Frente Amplio Progresista y que como muestra de su pérdida de preferencias electorales, ocupo un lejano tercer lugar de las intermedias del 2009. Por ese supuesto capital en el PRD no lo expulan y por eso él no renuncia, a ninguno de los dos les conviene. Y eso es la esencia de todo esto: la conveniencia política, que no es más que la conveniencia económica. Podrán salir uno y otros a decir que lo importante es rescatar a México, primero los pobres, o cualquier otro discurso, pero estos enreditos partidistas nada tienen que ver con eso. Basta con voltear a Oaxaca para ver la realidad del antagonismo de grupos, llevado a la Administración Pública.
Yo en 2006 escribí aquí mismo que amigos míos, estudiantes de Maestría en la UNAM de daban el beneficio de la duda al señor López, y consideraban dudoso el triunfo de Calderón. Esos mismos amigos -ahora estudiantes de Doctorado- y sus círculos ya le han dado la espalda, por razones que nada tienen que ver con la supuesta manipulación de los medios.
Por otro lado, para sus apologistas las jugadas de Obrador siempre serán justificadas y bien recibidas, por que las asumen como el contrapeso de una confrontación, lo cual es una postura muy cómoda. No importa que disparates haga don Andrés, sus correligionarios los ven como algo magnífico, y quien las cuestione es automáticamente calificado como un opositor, un manipulado, un alienado y cosas peores... como ejemplo de ese correligionario típico tenemos a Fernández Noroña.